Hablemos sobre la historia de la prostitución en la antigua Roma. Pero antes, os digo, prostitutas… y quizás pensemos en este chiste:
Dos prostitutas están hablando en una esquina en plenas fiestas navideñas:
– Oye, Juani, ¿y tú qué le pides a Papá Noel?
– Yo, 60 euros, como a todos.
Los chistes de prostitutas son un tópico. Mujeres marginadas por una sociedad controlada por esos mismos que compran sus servicios y demandan de su existencia… Miremos a nuestro pasado.
Pompeya: “ciudad del pecado”
Cuando pensamos en la prostitución en la antigua Roma, es casi imposible no pensar en la mítica y divertida Pompeya, joya del turismo italiano. Puede que tú, que nos estás leyendo, hayas tenido la suerte de visitarla. ¿Recuerdas sus termas, su foro, su anfiteatro…? No, no nos engañemos. Lo que recuerdas son sus lupanares o prostíbulos romanos. Pompeya era la «ciudad del vicio y del pecado» romano. Pero esta actividad no fue exclusiva de esta mítica ciudad, estuvo presente en todo el Imperio (1).
¿Madre o puta? ¿Qué eliges? La mujer en la antigua Roma
La prostitución estuvo muy presente en la antigua Roma. En la sociedad romana el varón era concebido para el trabajo y la guerra, mientras que la mujer era percibida para procrear o dar placer. Por tanto, la mujer podía aspirar a dos caminos totalmente antagónicos. Por un lado, ser una matrona romana y madre de futuros ciudadanos. Lo que viene siendo un útero con patas. Y por otro lado, ser una prostituta, que satisfacía sexualmente a los varones. Lo que viene siendo una vagina con patas (2).
Aquellas mujeres que se dedicaron a la prostitución en la antigua Roma, ocupaban un papel social controvertido. Imagínense, estamos ante una sociedad donde los hombres “protegían” la castidad y pureza de sus esposas (hasta el punto de limitar el placer de los amantes casados: nada de posturas del kama sutra, o asqueroso sexo oral) (3). Ahora bien, que se limitaran las prácticas sexuales dentro del matrimonio, no quitaba que el esposo se fuera de parranda a dar rienda suelta a sus fantasías. Para eso estaban las prostitutas o lobas romanas, para dar placer al varón. Así, la prostitución fue entendida como una actividad próspera, necesaria y con un fin social. Sin satisfacer estos deseos, los salidos varones podían sentirse tentados a violar a las castas matronas… (4).
Allí también se solía decir: “si es que van provocando… normal que luego las violen”…. ¡Ni que fuéramos animales racionales!
No todos los gatos son pardos… Escorts y parias
Al igual que hoy en día, la prostitución en la antigua Roma contaba con diferentes tipos de prostitutas. Así, podemos hablar de dos grupos bien diferenciados.
Una minoría de mujeres libres que venderían su cuerpo por diferentes razones, difíciles de conocer: necesidades económicas, necesidad de tener una vida sexual activa… Estas prostitutas, representarían a un reducido grupo de cortesanas o prostitutas de lujo. Éstas tendrían libertad para negociar sus propios precios (a veces astronómicos) y contarían con una selecta clientela, más o menos fija (5).
Sin embargo, la gran mayoría de prostitutas procederían de las clases sociales más bajas. Mujeres de la élite, sí, de la élite de la miseria (6): viudas, extranjeras, taberneras (7), pobres, mujeres e hijas prostituidas por sus esposos y padres… ¡A más de uno le darían el premio al padre del año! (8). Pensad que en Roma no había Seguridad Social y allí o trabajabas, o te “quitabas el hambre a guantazos” (9). Así las “piropea” Plauto en su obra, todo un poeta y romántico de su tiempo:
“desechos escuálidos, sucios y enfermos que se sostienen de pie, casi desnudos, delante de su celda mugrienta…” (10).
Estas prostitutas trabajarían bajo la “protección” de un proxeneta, chulo o leno (11). El chulo (también podía ser una mujer), se llevaría una comisión (enorme) por protegerla de los clientes, y por protegerla de sí mismo (12). Tenía la mecha corta y, si no le pagaba sus honorarios, la molía a palos. Era el dueño de la calle, y no iba a permitir que hubiera chicas en su barrio trabajando por libre. Los más visionarios hasta abrían sus propios clubs y empezaban de cero (13): cogiendo niñas huérfanas y abandonas al nacer (14), mujeres raptadas por piratas (15), comprando esclavas… (16). ¡Esos sí que sabían buscar precios de chollo!
Cuando elegir no es una opción: la trata de esclavas sexuales
Pero cuando hablamos de la prostitución en la antigua Roma, se nos olvida un «pequeño» matiz: la esclavitud estaba institucionalizada. Comprarse un esclavo era más fácil que ir a comprar un kilo de uvas. Y si algo esperaba un amo de sus esclavos era obtener el máximo beneficio posible (17). Por lo que los dueños prostituirían a sus esclavas frecuentemente (18).
«Si mira, dame esas dos barras de pan que están más tostaditas, medio quilo de queso, y lo que me falta hasta los 2000 denarios me lo llevo de esclavas nubias… ¡pero mírame que tengan bien los dientes, que las anteriores no estaban maduras del todo y se me echaron a perder».
Entonces, si sumamos la oferta de esclavas que no podían rechistar y la demanda de varones romanos salidos, el resultado es la existencia de una gran masa de esclavas sexuales (19): prostituidas, explotadas y violadas como si fueran mercancía (que de acuerdo a la ley lo eran) (20).
La vida de las prostitutas, ya no parece un camino de rosas, pero en el caso de las esclavas sexuales, constituiría un auténtico infierno. El chulo o dueño lo controlaba todo: precios, número de clientes que atendería, le retenía la totalidad de sus ingresos (21)… Con pan, agua y gachas ibas tirando ¡ni que fueras una persona! (22). Si se rompe, pues se compra otra. ¡Será por esclavas!
Prostitutas romanas: jodidas literal, social y legalmente
A los ojos de los moralistas romanos, las prostitutas eran asquerosas. Se les permitía estar por necesidad… Entonces, ¿cómo permitimos a una mujer hacer esas barbaridades que nos repugnan? Muy fácil, se la margina socialmente. La prostituta (aunque fuera libre) era tratada como un objeto sexual, una vagina andante (23).
¿A quién le iba a importar los abusos físicos, la violencia, las enfermedades y las lesiones de una paria (24)? Pues a nadie; bueno quizás a la prostituta, pero esa no cuenta. Así defendía Cicerón a un grupo de chavales que habían violado a una actriz:
“Dicen que tú y un grupo de jóvenes violasteis a una actriz en la ciudad de Atina, pero ese hecho es un derecho antiguo cuando se refiere a actores, especialmente en lugares remotos” (25).
¡Pero que no cunda el pánico! Siempre nos quedará la ley romana. De alguna forma podrían defenderse estas mujeres ¿no? La justa y sabia legislación romana las consideró: infames, incompletas, torpes e infantiles (26). Para que nos entendamos: no te podías casar, recibir o dejar testamento, estabas incapacitada para defenderte en un juicio… Si te pegaban, robaban o violaban, ¡no podías hacer nada! ¡Eras invisible jurídicamente (27)! ¡Todo son ventajas y todo el mundo feliz! Quizás no mucho la prostituta, pero es que nadie es perfecto (28).
Un emperador visionario…
Ahora, una cosa es no tener derechos (por ser una mujer indecente) y otra, no tener obligaciones. ¿Qué te creías que el mundo es justo? Así, el sensato y prudente Calígula, nótese la ironía, creó un impuesto para la prostitución recaudado por soldados (29). Vamos a recapitular ¿salvajes legionarios, dinero y personas desprotegidas legalmente? Sí, seguro que más de un legionario se pegó un juerga en honor a las prostitutas (30).
La prostitución en la antigua Roma: ¿la Ámsterdam o la Tailandia de la Antigüedad?
Después de todo esto, ¿seguimos creyendo en la prostitución en la antigua Roma como una vida entre algodones, entre lujos y dinero fácil? Eso dicen muchos guías al visitar los antiguos «puticlubs» romanos, pero no lo parece para la mayoría de prostitutas pobres y esclavas forzadas por sus amos.
El problema radica en la tergiversación que hacemos del pasado (31). Hoy en día, las prostitutas de países como Alemania o los Países Bajos cuentan con multitud de derechos. La pregunta es: ¿todas las prostitutas los tienen? ¿Se dedican a esto por voluntad o por necesidad? Las cifras hablan por sí solas (45.000 mujeres y niñas en España son víctimas de la trata ¡con lo católicos y castos que somos aquí!) (32). La trata y la esclavitud sexual sigue siendo sufrida por cientos de miles de mujeres en el Mundo. Mujeres obligadas a vender su cuerpo para comer, o forzadas por las mafias.
Persiste la creencia de que la mayoría de prostitutas se dedican a este oficio por placer y dinero fácil. Por eso extrapolamos nuestra falsa imagen al estudio de Roma. Después de todo, es más divertido reírse con chistes de prostitutas, que escuchar tristes testimonios de mujeres forzadas sexualmente.
Quizás después de esto, no sigas pensando que la antigua Roma fuese la actual Ámsterdam. Más bien fue como la actual Tailandia, donde la miseria, la pobreza y la esclavitud hicieron prosperar este “oficio más antiguo del Mundo”. Aunque, más que oficio, quizás debamos hablar de “la explotación más antigua del Mundo”.
¿Ya te vas? ¿Seguro que no quieres conocer más curiosidades sobre la Historia de la Prostitución?