La Historia está plagada de intervenciones militares en política. Desde Julio César a Pinochet, los militares siempre han tenido empeño en convertirse en salva-patrias. Pero ¿alguien sabe quién fue el militar que creó escuela en nuestro país? Aunque en la Historia Contemporánea española hay auténticos genios del golpe de Estado como Primo de Rivera o Franco, tenemos que ir a buscar a nuestro protagonista a la época Moderna. Hablamos de Juan José de Austria, el militar que perfeccionó la técnica de golpe en nuestro país. Sus acciones para hacerse con el Gobierno al final del reinado de Carlos II sentaron las bases de una de nuestras tradiciones: el pronunciamiento militar (1).
El «pobrecito» Carlos II y una monarquía en decadencia
Carlos II ha pasado a la Historia no solo por ser el último Austria, sino por ser el resultado catastrófico de docenas de cruzamientos consanguíneos a lo largo de siglos. Era canijo, de ojos saltones y con una nariz enorme que le caía sobre la mandíbula sobresalida. Un ayuda de cámara lo describió con una frase lapidaria: “Asusta de feo”. Por eso se decidió tardar en presentarlo a la Corte, para evitar mostrar signos de debilidad del poder real (2).
Además, cuando Carlos accedió al trono, la situación de la Monarquía Hispánica no era mucho mejor. Por un lado, las continuas guerras eran una enorme herida por dónde, hacía más de un siglo, se desangraba y perdía fuerzas el toro español (3). Por otro lado, el reino estaba sin un duro. Si pensábamos que las cinco crisis de Felipe II eran tocar fondo, en estos temas siempre se puede caer más bajo, ¡que nos lo digan a nosotros!
Para solucionarlo, se les ocurrió hacer más monedas, ¡aleluya, la solución! Pero algo no cuadraba… Más monedas y las mismas cosas para comprar… ¡Al final cada cosa costaría una cantidad mayor de monedas! Estábamos peor que antes… Esto es lo que se llama devaluar la moneda y una buena inflación (lo que pasa en algunos países de hoy, que van cargados de billetes que no valen nada). Además, de puertas para afuera tu moneda ya no vale ni para papel del váter… Así que Carlos lo tenía muy difícil… encima de sus cortas capacidades, ¡qué mala suerte! (4).
La reina madre: regente por tiempo indefinido
Carlos II, cuando accedió al trono, era un crío. Cuatro añitos tenía, ¡explotación infantil pura y dura! Así, en un principio, se pensó que su madre (5) debía reinar hasta que Carlos alcanzase los quince años (antes la mayoría de edad no era lo que es ahora). Pronto fue evidente que estaba completamente incapacitado para gobernar, así que la regencia de su madre se alargó. Aunque al principio la Reina madre se mostró reacia a aceptar un consejero (6), la soledad la empujó a solicitar la ayuda de su confesor austriaco (7).
Mariana de Austria, madre de Carlos II. Fuente
En su actividad de gobierno, la Reina madre estaba asistida por la Junta de Regencia (8), algo parecido a la camarilla que acompaña a Trump. La Reina sugirió que su confesor entrase en dicha junta, como arzobispo de Toledo (ya que el titular había muerto). Pero la propuesta fue totalmente rechazada, pues nadie quería que un extranjero pusiese sus zarpas en los aparatos de poder. Así que la Reina presionó al Inquisidor General para que aceptase el arzobispado. Así se quedaba libre su puesto, que ocupaba su confesor.
El»House of Cards» español
A partir de ese momento el ascenso del confesor de la Reina fue imparable. Pero, conforme avanzaba, se fue granjeando poderosos enemigos. Al final, acabó ejerciendo como ministro con todos los poderes, por la cara. La Corte «se hizo austríaca» de la noche a la mañana; y la Reina madre ya no quería saber nada de la alta nobleza española. Para colmo, todas las medidas del religioso eran puestas en cuestión, sobre todo aquélla el reconocer la independencia de Portugal (9).
Juan Everardo Nithard, el confesor de la Reina. Fuente
La oposición al confesor de la Reina madre estuvo encabezada por el hermanastro del rey Carlos. Este no era otro que nuestro protagonista Juan José de Austria. Era considerado todo un héroe militar (10). Tuvo una carrera brillante. Y eso que le dieron pocas oportunidades y la reina Madre, desconfiaba de él… Normal, era el vivo recuerdo de la cornamenta que le había puesto su vicioso marido (11). Sin embargo, Juan José de Austria cayó en desgracia tras fracasar contra los portugueses.
Se retiró a Guadalajara, aunque allí no perdió el tiempo. Se fue rodeando de una camarilla compuesta por todos los nobles que la Reina expulsaba de la Corte. Pronto, la Regente y su compinche se dieron cuenta de la peligrosidad del bastardo y su camarilla, por lo que ordenaron capturarle. Pero su orden cayó en saco roto. Para entonces, ningún noble estaba ya de su parte y todos preferían al español antes que a los dos austriacos (12).
Juan José de Austria se cabrea y la lía parda
Confiando en sus apoyos, Juan José de Austria decidió marchar sobre Madrid. Con una escolta de 300 caballeros, forzó a la Reina a destituir a su confesor. La Reina, propuso en su lugar a otro hombre de su confianza (13), esta vez natural del país. Juan José de Austria le dio el visto bueno, sin saber que la cosa iría de mal en peor.
Pero ¿quién era ese hombre en el que confió la Reina? Lo cierto es que había pasado a ser el candidato al puesto por accidente. Estando de caza el Rey, dadas sus “limitaciones” motrices, disparó sin querer el arma contra este señor. Se ve que el desacierto a la hora de disparar, es cosa de reyes españoles… Desde luego no les puede dejar una escopeta, ¡que lían la de Dios! Carlos lo nombró grande de España para compensar su desatino. Sin embargo, este advenedizo caballero no despertaba más simpatías que el anterior primer ministro. Tampoco ninguna de sus medidas fue vista con buenos ojos. Y, en definitiva, el balance de su gobierno resultó muy negativo (14).
Así, Juan José de Austria repitió la operación y se precipitó de nuevo sobre Madrid, pero esta vez con 15.000 soldados. Tomó el Palacio Real, envió a la Reina madre directamente al Alcázar de Toledo y asumió el papel de primer ministro. La formación de un nuevo gobierno, liderado por el hermanastro del rey, fue un golpe de timón que pretendía esquivar la ruina a la que se acercaba la Monarquía.
El último intento de salvar a la Monarquía
Juan José de Austria se puso manos a la obra para intentar salvar la Monarquía (o lo que quedaba de ella). El nuevo hombre de confianza del rey inició una enorme campaña publicitaria, que se podría equiparar al «Yes we can» de Obama. Pretendía frenar las negociaciones de las otras potencias enemigas (que intentaban repartirse los territorios hispánicos). En ella, intentaba desmentir las debilidades de Carlos II y ponía el foco de atención en una posible aparición de un heredero. Pero la campaña se vino abajo ante la falta de progresos por parte del rey.
Por otro lado, por primera vez en muchos años, estaba al mando un Gobierno suficientemente estable y fuerte como para afrontar las reformas, tanto económicas como administrativas, que hacían falta. Pero el gobierno de Juan José de Austria duró poco tiempo (debido a su muerte temprana). Su falta de continuidad resultó ser una gran decepción para sus propios partidarios. La muerte del rey, daría al traste con cualquier otro intento de salvar los muebles. La Guerra de Sucesión estaba servida (15).
En resumidas cuentas, las intervenciones de Juan José de Austria no pudieron evitar la caída en desgracia del Imperio español pero, sin duda, han quedado grabadas en la Historia por ser la tabla base sobre la que otros «salva-patrias» llevarían a cabo sus propias intervenciones en política.
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