Enrique IV y su entrepierna: la comidilla en la Castilla del siglo XV

El reinado de Enrique IV el Impotente ha sido uno de los más polémicos de nuestra Historia. Hijo de Juan II y María de Aragón, y mediohermano de Isabel la Católica. Fue propietario y titular del trono de Castilla nada más y nada menos que veinte años, entre 1454 y 1474. Y a pesar de haber sido un rey culto, abierto e incluso avanzado a su tiempo, ha pasado a la Historia conocido por el sobrenombre que eligieron los nobles para él: Enrique el Impotente. Las capacidades de su miembro viril fueron la comidilla de la Corte durante todo su reinado, y esta sombra le acompañó hasta el punto de afectar políticamente al futuro del Reino.

El miembro de Enrique IV: cuestión de Estado

Durante la Edad Media la política castellana era una lucha constante de alianzas. A Castilla le acompañaban en la Península otros reinos de gran potencial, tales como Aragón y Portugal. Así que los sucesivos reyes casaban a conveniencia con las infantas de uno y otro, en función de los intereses políticos del momento. No es de extrañar entonces que Enrique IV se casara, siendo muy joven, con Blanca de Navarra, sobre todo con el objetivo de que Aragón fuese un aliado fiel de Castilla.

Parece que este matrimonio empezó con una fatídica noche de bodas en la que dos adolescentes (de 15 años) no consiguieron consumar el reciente enlace bajo la atenta mirada del notario y otros testigos de la Corte. Esto, que era habitual en la época, sería considerado una aberración en nuestro tiempo. Pero en la Edad Media lo más importante era que todos y cada uno de los reinos tuvieran herederos legítimos a fin de evitar que el reino cayese en manos de otra familia real (1).

Sin embargo, cuando la situación política cambió, el matrimonio de Enrique IV y Blanca de Navarra dejó de ser útil para los intereses de Castilla. La muerte de Juan II, padre de Enrique IV y para entonces rey, estaba próxima. Tocaba ahora establecer una alianza con Portugal y para ello necesitaba un nuevo enlace que le emparentara con los lusos. Para aquel entonces un hombre casado, cuanto más el rey, debía disolver su matrimonio anterior antes de casarse con otra dama. Y eso se conseguía, básicamente, con la nulidad otorgada por la Iglesia.

Cómo abandonar a una esposa: las tretas de Enrique IV el Impotente

En aquella época se necesitaba una razón de peso para deshacer un matrimonio (al menos en la práctica). Así que los ilustradísimos consejeros de Enrique IV y el propio rey trazaron una estrategia: la impotencia del rey había impedido consumar su enlace con Blanca de Navarra, y éste era un motivo suficiente a ojos del estamento eclesiástico. Sin embargo, esta impotencia era coyuntural y fruto de una maldición: ¿quién no ha dicho alguna vez eso de ‘no eres tú, soy yo, que estoy maldito’? (2)

Enrique IV el impotente
Enrique IV mirando a la nada, pensando en todo. Fuente

Es cierto que la noche de bodas con Blanca de Navarra había sido un desastre y, teniendo en cuenta estos antecedentes, le iba a ser difícil encontrar una mujer dispuesta a vivir sin sexo el resto de su vida. Pero Enrique IV el Impotente juraba que ‘eso no le había pasado nunca antes’ y para demostrarlo, numerosas prostitutas fueron entrevistadas, calificando a Enrique IV el Impotente de rey-empotrador y amante suficiente. Los testimonios fueron suficientes para el estamento eclesiástico y con el matrimonio declarado nulo, Enrique IV el Impotente concierta uno nuevo con Juana de Avis, mujer de la Corte portuguesa. La leyenda de su impotencia no había hecho más que empezar, y en los próximos años se avivaría con mucha más fuerza.

Juana de Avis y las técnicas de inseminación in vitro

Conseguido el nuevo matrimonio, Enrique IV el Impotente tenía que ponerse manos a la obra. Castilla necesitaba un heredero y la ausencia de hijos en su anterior matrimonio no era nada halagüeña. El rey había aprendido la lección; derogó la ley que obligaba a la presencia de voyeurs cortesanos durante el primer encuentro sexual. Así que la primera noche de amor es, a día de hoy, todo un misterio.

Pero, consumaran o no, lo cierto es que los años pasaban, los hijos no llegaban, y los rumores eran cada vez más fuertes. La prensa rosa medieval (es decir, los cronistas) se esforzaba por gritar a los cuatro vientos las particularidades de Enrique IV, que era continuamente calificado como el Impotente. Algunos iban más allá y achacaban su conducta a su gusto por los hombres.

Por suerte para Enrique IV el Impotente, pronto obtuvo una interesante solución. En vistas de acallar esos rumores que recorrían la Corte, Juana de Avis empieza a someterse a una serie de procesos que podrían asemejarse a lo que hoy en día conocemos como la inseminación in vitro. Así que ahí estaba la reina, espatarrada mientras el médico del rey le introducía los fluidos del susodicho con una cánula, en un proceso que se repetía todos los meses (3).

Juana de Portugal
Juana de Portugal: ‘Si lo sé, no me caso’. Fuente

La ansiada heredera no es hija de Enrique IV. ¿O sí?

No se sabe exactamente cómo, pero tras este proceso, Juana de Avis quedó embarazada y nueve meses después dio a luz a una niña que fue bautizada con su mismo nombre. En estos momentos, Enrique IV el Impotente comete su última torpeza diplomática. Decide entregar a Beltrán de la Cueva (su consejero) una buena cantidad de títulos. Mostrarse tan generoso con Beltrán de la Cueva levantó todas las sospechas: ¿no estaría el rey pagando un oscuro favor? (4)

Así que la leyenda de su impotencia, unida a estas prebendas, terminó de desatar los rumores. Se decía que el rey había obligado a su mujer a mantener relaciones con Beltrán de la Cueva a fin de obtener un hijo. Enrique IV el Impotente nunca aceptó estas acusaciones, pero renegó en varias ocasiones de Juana como heredera, dando credibilidad a las habladurías de los nobles.

Beltrán de la cueva
Beltrán de la Cueva haciéndose el distraído. Fuente

Esto explica por qué ahora todos conocemos a Juana como la Beltraneja. Y también explica por qué Isabel la Católica heredó a la muerte de Enrique IV el Impotente el trono. Pero, ¿fue el rey realmente imponente? (5) Esta es una pregunta que los historiadores nos hemos hecho en múltiples ocasiones. Una pregunta que, además, no podremos responder con certeza nunca. Lo que está claro es que con semejante comidilla, si en aquella época hubiera existido Sálvame habría sido líder de audiencia.


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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) De Azcona, 2017, pp. 19-21.

(2) Ohara, 2002, p. 121.

(3) García Domingo, N., Domínguez Martín, 2013, p. 9.

(4) Floriano Llorente, 1983, p. 252.

(5) Marañón, 1998, pp. 13-14.


Bibliografía 

  • De Azcona, T., 2017, ‘Algunos documentos esenciales sobre la reina Blanca de Navarra, esposa de Enrique IV’, Príncipe de Viana, 78, 267, pp. 15-35.
  • Fernández Álvarez, M., 2013, Isabel la Católica, Espasa, Barcelona.
  • Floriano Llorente, P., 1983, ‘Problemas sucesorios de Enrique IV de Castilla’, Anales de la Universidad de Alicante; Historia Medieval, 2, pp. 251-271.
  • García Domingo, N., Domínguez Martín, A. L., 2013, Tres mujeres vilipendiadas por la Historia, Universidad Carlos III de Madrid, Madrid.
  • Marañón, G., 1998, Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo, Espasa Calpe, Madrid.
  • Martín Rodríguez, J. L., 2003, Enrique IV de Castilla, Rey de Navarra, Príncipe de Cataluña, Nerea, Hondarribia.
  • Ohara, S., 2002, ‘La propaganda en la guerra sucesoria de Enrique IV (1454-1474)’, Edad Media, Revista de Historia, 5, pp. 117-133.
  • Pérez Bustamante, R., Calderón Ortega, J. M., 1998, Enrique IV, 1454-1474, Diputación de Palencia, Burgos.
  • Suárez, L., 2013, Enrique IV de Castilla. La difamación como arma política, Editorial Ariel, Barcelona.
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Pilar Rincón Guerrero
Graduada en Historia por la Universidad de Valladolid y Máster en la España Contemporánea en el Contexto Internacional. Historia de las mujeres.