Panem et circenses. Esta locución, que rápidamente todos asociamos a los tiempos romanos (e incluso más en la actualidad) alude a una de esas cosas que parecen estar fijas en el ADN humano: la necesidad de comer y de estar entretenido. Y, si estas condiciones se cumplen, otros asuntos (generalmente políticos) pueden ser un tanto más deficientes, sin que nadie se lleve las manos a la cabeza.
Honor y kawaii
Panem et circenses no es solo una forma despectiva y pedante de referirse a una persona que solo se preocupa, por ejemplo, de los deportes, es un algo que va asociado al recorrido de todas las naciones, aunque puede aparecer de distinta forma: el deporte en la actualidad, los juegos circenses en la antigua Roma, o el noh en Japón.
Aún a día de hoy, y a pesar del notable giro de 180 grados que tomó la cultura japonesa tras la II Guerra Mundial (a todos se nos vienen a la cabeza los estereotipos que se tiene del Japón actual), Japón no ha podido (o querido) liberarse de sus rasgos más tradicionales (1), tan conocidos por la cultura popular como, por ejemplo, el bushido samuray. La sobriedad, la rectitud, el honor o la lealtad sirven como ejemplo del carácter japonés del pasado (2), y no erraríamos mucho el tiro si lo extrapolásemos a los ideales que tienen en el presente.
Dis-zen-plina
Pero, ¿quién o qué es el responsable de estas características tan arraigadas y tan internacionalmente conocidas?.
El zen. Introducido en Japón a través de la influencia china. Los monjes japoneses budistas la recibían buscando nuevas enseñanzas místicas. Sin embargo, y dentro de las distintas formas que puede adoptar el zen (3), como pasa con el cristianismo y sus múltiples ramificaciones (4), algunos autores consideran que el zen mas que un conocimiento dogmático, es una disciplina (5) que marca el camino de la enseñanza a sus adeptos, debiendo estos alcanzar su propia revelación interior.
Y, ¿cómo se plasma esto en el mundo ancestral del entretenimiento?.
De campesino a señorito, el noh evoluciona
Pues como hemos dejado caer, Japón es a China, lo que en su día fue Roma a Grecia (sin pensar en quien es mejor o quien lo hizo primero, siendo ellas dos zonas de gran influencia). El noh, el estilo teatral que nos interesa, surgió como un híbrido entre el género de los espectáculos que se importaba de China (Sangaku) y el conjunto de tradiciones que se llevaban a cabo con el fin de mejorar las cosechas (Dengaku). Sin embargo, el noh no adquiriría una identidad como tal hasta que el Sangaku fue permeando en las esferas religiosas.
El Sangaku contaba con temáticas en las que el humor e incluso la sexualidad estaban bien presentes. El noh adquirió las formas escénicas del Sangaku más que su contenido. Así es como llegamos a la mezcla final entre los fuertes movimientos del Sangaku y las temáticas más introspectivas propias del zen (sobre dioses, héroes…)(6).
El noh suele tener una estructura similar en todas sus obras, distribuida en fragmentos. Comienza con la presentación de lo celestial, contando con alguna divinidad, para luego pasar a dos escenas protagonizadas por guerreros (con violencia y romance). Tras esto, el director de la obra tiene un hueco para poder introducir un pasaje libremente, pues no parece existir una regla que marque cual debe ser la naturaleza del mismo. Las obras de noh finalizan con la presentación de una deidad maligna u oni.
El teatro noh japonés – Recatado pero intenso
El espíritu del noh no solo se muestra a través de la interpretación (o más bien de la danza), sino que el propio escenario es muestra de esa austeridad física. La carga dramática esta totalmente en las espaldas del actor (7). El escenario donde se desarrolla el noh es símbolo de sobriedad (8). La obra tiene lugar sobre una plataforma de tarima, separado del público por unos escalones en su parte frontal. Incluso en espacios cerrados, puede colocarse un techo apagodado sobre el escenario. En el fondo, tras los actores y el coro se sitúa la pintura de un pino (9) (10).
Como vemos, los medios son aparentemente escasos, por lo tanto, ¿cómo pueden los actores compensar esta sobriedad?.
Actores de método
A través de un gran número de recursos en los que deben estar activos, el noh busca representar situaciones y elementos que habitualmente se consiguen con un escenario cambiante, pero que aquí van a lograrse mediante el uso de objetos de formas distintas, obteniendo un significado que el espectador pueda interpretar, sin que se les muestre directamente (11).
La estética, aunque superficial, es importante en el noh, tanto la música instrumental (flauta travesera, y tambores, de varios tamaños) como coral (cuya función es la de acompañar al protagonista, haciendo en ocasiones de narrador solemne)(12). El noh busca tanto el refinamiento, que el número de obras que se contabilizan es de, aproximadamente, 250. Los autores buscan el perfeccionamiento de las ya existentes sobre la creación de nuevas piezas.
Por lo tanto, vemos como un entretenimiento para las masas como era el sangaku, pasa a ser perfeccionado por Kiyotsugu Kan’ami (13), consiguiendo ganarse un público vinculado a las altas esferas (14). Virando del pueblo llano a convertirse en patrimonio cultural, y vincularse a shogunes y emperadores (15).
El noh no lo es todo
Una de las grandes bellezas que pueda tener una cultura en la actualidad es la capacidad de mostrarnos (en este caso mediante la interpretación) su pasado y su futuro. Y aunque a todos, si nos quedamos en la superficie, pensaremos en el anime, los templos, y los paisajes bonitos, Japón tiene muchos recovecos, que sobretodo para la cultura occidental, faltan todavía por explorar, con significados enormemente profundos. El noh nos ofrece una ventana, no sobre los paisajes, demonios, héroes o fabulas y parábolas orientales, sino sobre la forma en la que podemos observar todo esto, para intentar comprender el significado que algo tan complejo puede tener el escenario una simple rama de bambú, por poner un ejemplo.
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