Vlad Tepes (1), príncipe de Valaquia, es para muchos el gobernante con peor fama de la Historia. Dedicó su vida a luchar contra los turcos, utilizando para ello todo tipo de brutales castigos y aterradoras amenazas.
Un soberano temible, acusado de realizar verdaderas atrocidades a sus enemigos. Se le considera, además, un pionero en la guerra biológica y psicológica. Entre otras cosas, tomaba a los enfermos de algún mal contagioso de su reino y los enviaba a “vivir” con el enemigo. La sífilis, la tuberculosis y otras enfermedades similares eran un pasaporte directo a las líneas turcas.
Su figura no pasó inadvertida para el escritor irlandés Bram Stoker, que, entusiasmado por la personalidad y las hazañas de este príncipe rumano, escribió la que sería una de las mejores novelas de terror de la historia: Drácula.
Pero, ¿qué hay de cierto en todos los mitos que rodean su leyenda? ¿Fue un valiente guerrero y estratega defensor de su patria? ¿Un héroe nacional? ¿O un asesino y desalmado tirano? Nos remontaremos al principio de su vida para comprender mejor la historia de uno de los gobernantes más sangrientos de la Europa medieval, declarado por Rumanía héroe nacional (2).
Una infancia en cautiverio
Cuando Vlad no contaba con más de 13 años, fue entregado por su padre (4), el gobernador (5) del principado de Valaquia, al ejército turco. Fue un intento de demostrar su lealtad al sultán de Turquía (6), con el cual se estaba librando una larga y violenta guerra. Así, envió a sus dos hijos menores a vivir como rehenes a las líneas enemigas. Allí, los muchachos tuvieron la posibilidad de estudiar la lengua turca e, incluso, de instruirse en el arte de la guerra. Eran tiempos conflictivos, y como buen padre sufría pensando en las condiciones en que los turcos tendrían a sus hijos. Nada más lejos de la realidad. El hijo menor (7), se adaptó a la perfección a su nueva vida, abrazando incluso el Islam y convirtiéndose en el favorito del sultán. Por otro lado, en nuestro protagonista se estaba forjando el carácter del futuro Drácula (8).
El origen del mal
En los años del cautiverio, Vlad empezó a conocer la psicología de los enemigos, sus puntos fuertes y sus debilidades. Esto le ayudó a elaborar la táctica para el éxito de la lucha contra los invasores turcos. Los métodos crueles de la represión hacia sus enemigos no eran «invenciones» suyas, sino una práctica habitual entre los ejércitos. Incluso el empalamiento se empleaba con frecuencia en Turquía, igual que en otros países, durante el siglo XV. Sin saberlo, estaban construyendo las bases de un verdadero monstruo, un asesino despiadado.
Ascenso al trono
El padre de Vlad y su hermano mayor (9) continuaban su lucha contra Turquía, hasta que un mal día, su hermano y jefe del ejército, es apresado por los nobles enemigos y ajusticiado por los ciudadanos, torturándolo y enterrándolo vivo. Mientras, el padre conseguía escapar de los campos de batalla. Aunque no sobrevivió mucho más que su hijo, pues sus perseguidores lo alcanzaron cerca de Bucarest, donde le dieron muerte sin compasión.
Vlad, contó entonces con el apoyo de los turcos de vuelta a casa, cuando descubrió que su padre había muerto apaleado y que a su hermano le habían quemado los ojos con un hierro ardiendo antes de enterrarlo aún con vida.
Lo más curioso de todo es que estos hechos fueron ordenados por un antiguo aliado de su padre (10) y por la aristocracia local. Aquellos en los que había confiado, acabaron traicionándole.
Caprichos del destino, su hermano pequeño (11), el preferido del sultán, no tenía la edad suficiente para acceder al trono, así que Vlad Tepes fue coronado nuevo rey, con la misma rapidez que ascendían sus aspiraciones de odio y represalia.
Un reinado de terror y venganza
Su primer período de gobierno fue francamente fugaz, poco más de un mes. Además, es obligado a huir del país, pues había otros aspirantes (12) al trono de Valaquia. Es ahí, en el exilio, donde comienza a fraguarse la brutal venganza (13).
Durante su segundo reinado en Valaquia, (14), empieza a forjarse la leyenda sobre el sadismo de nuestro protagonista (15). Se le atribuyen más de cien mil muertes durante este periodo, muchas de ellas por empalamiento.
No era muy alto, pero sí corpulento y musculoso. Su apariencia era fría e inspiraba cierto espanto. Tenía la nariz aguileña, fosas nasales dilatadas, un rostro rojizo y delgado y unas pestañas muy largas que daban sombra a unos grandes ojos grises y bien abiertos; las cejas negras y tupidas le daban aspecto amenazador. Llevaba bigote, y sus pómulos sobresalientes hacían que su rostro pareciera aún más enérgico. Una cerviz de toro le ceñía la cabeza, de la que colgaba sobre unas anchas espaldas una ensortijada melena negra.
Nikolaus Modrussa
La sádica afición de empalar vivo al enemigo
El empalamiento era una forma de ejecución y tortura muy común en Asiria (16). Consistía en atravesar a la víctima con una estaca por un costado, por el recto, la vagina, la boca o cualquier parte del cuerpo, y dejarla colgada hasta que muriese. Como método de ejecución, es uno de los más espantosos y crueles, debido a que produce una muerte lenta y terriblemente dolorosa, donde la agonía de la víctima puede durar horas.
Vlad no solo utilizaba esta técnica para acabar con sus enemigos; le fascinaba y disfrutaba con ello hasta el punto de que crónicas de la época relataban que desayunaba mojando el pan en la sangre de las víctimas, mientras las contemplaba trinchadas. No mordía cuellos pero, como el personaje que inspiró, bebía sangre.
De esta manera, Vlad sembró el terror. No solo le temían sus enemigos, también sus propios compatriotas sabían que si no cumplías la ley, cometiendo un mínimo crimen, eras empalado (17).
Tal era el terror que sembraba que, un día, dejó una copa de oro macizo al borde del pozo central de una aldea (18) para todo aquel que quisiera beber de ella. Sin embargo, los ciudadanos, empobrecidos, jamás se atrevían a tocarla. Incluso después de la muerte de Vlad, su amenaza siguió patente (19).
Tepes ha muerto, pero ¿y su cuerpo?
Después de un reinado marcado por la crueldad y la barbarie, Vlad murió defendiendo a su país durante una batalla contra la invasión de los turcos (20). Sus enemigos lo decapitaron y enviaron su cabeza a Constantinopla.
Si su vida fue convulsa, su muerte y enterramiento no lo fueron menos (21). Se especula que fue enterrado en un monasterio (22), al norte de Bucarest. Pero una excavación llevada a cabo a principios del siglo XX, (23) demostraba que bajo la lápida no se encontraba su cuerpo, sino unos cuantos huesos y una mandíbula de caballo (24).
Otras hipótesis apuntan que pudo ser sepultado en Nápoles y que no murió en batalla, sino que fue apresado por los turcos y una de sus hijas, que vivía allí con sus aliados, pagó su rescate (25). Pero lo importante no es dónde yace, sino lo que su leyenda nos ha dejado.
Mito de Drácula
El escritor Bram Stoker conoció la historia gracias a un erudito húngaro (26) y se sirvió de la fábula de Vlad «el Hijo del Dragón» para crear su obra más célebre: Drácula. Un gran éxito editorial que demuestra la importancia de su terrorífico legado (27). Por supuesto, también cabe destacar las adaptaciones cinematográficas, clásicos del terror del séptimo arte (28).
Son muchos los motivos que llevaron a Stoker a idear una novela basada en el personaje de Vlad Tepes. Una novela ambientada en los Cárpatos de Transilvania, territorio en el que durante la Edad Media se propagó la leyenda sobre seres capaces de sobrevivir a la muerte a base de succionar la sangre de los vivos durante la noche (29).
Y en esa zona, el personaje histórico con el perfil más psicopático, brutal y maligno, del que hasta el paradero de su cadáver se desconoce –rasgo propio del vampirismo-, no es otro que nuestro protagonista, Vlad Tepes, el Drácula de carne y hueso, el príncipe empalador de Valaquia.