No hay nada mejor que una prohibición para disparar la imaginación. De hecho, a lo largo de la Historia, encontramos las más avispadas formas de burlar la absurda censura de los gobiernos. Así, las listas interminables de libros prohibidos, la ley seca, o la obligación de convertirse a una determinada religión, han puesto a prueba el ingenio de hombres y mujeres, empeñados en saltarse las prohibiciones. Por ejemplo, un caso poco conocido, es la literatura Samizdat .
La cultura como arma
Todos sabemos que la cultura es poder. De esta manera, quien la controla no solo maneja las preferencias por uno u otro espectáculo (fútbol, libros de texto o series de televisión). Sino que también controla las costumbres y la Historia de un país o de un pueblo, fiscalizando así las opiniones de la gente, hasta inclinar la balanza en su propio beneficio. La cultura es un arma contra el enemigo. Por eso, allí donde hay censura, surgen los pillos. Si no que les pregunten a los masones.
En el caso de la censura cultural, lo primero que «molesta» son los libros especialmente sensibles para el poder en cuestión. Como consecuencia, nada que ponga en duda el ideario político, sea éste del signo que sea, es tolerable. Sexo, drogas y rock and roll. Todo vale para prohibir.
Samizdat: copias piratas
El caso que nos ocupa, no es otra cosa que la respuesta ingeniosa y valiente a la prohibición de leer, difundir o editar determinados libros. Y ¿cómo? ¡Muy fácil! Copiándolos a mano o mediante máquinas de escribir. Aunque la censura ha sido práctica común a lo largo de los siglos, la literatura samizdat surge durante la Guerra fría, en la antigua URSS. Aunque también en los gobiernos de corte comunista de la Europa Oriental como Polonia, Checoslovaquia o Rumanía.
Handmade
Hoy en día nos daría verdadera pereza sacar el lápiz y papel, en el caso de la escritura manuscrita, o desempolvar la máquina de escribir (muchos deberían aprender primero a manejarla) y rescatar el papel calco. Nada de fotocopiadoras ni descargas ilegales, sino copia y cose. Así se obtenía el duplicado de los libros deseados. Puede que usar una máquina de escribir no os parezca una práctica peligrosa. Pero hay que tener en cuenta que las máquinas de escribir estaban registradas como armas, y hacerse con una conllevaba un sinfín de permisos.
Otras veces, los ejemplares se copiaban a través de membranas de mimeógrafo (1). Ésta, era una técnica mucho más sofisticada, que permitía copiar a la vez varios ejemplares.
Libros prohibidos
La necesidad de disponer, aunque con una copia casera, de los libros que eran considerados «peligrosos», te incluía de lleno en un grupo de privilegiados. Te jugabas la cara, es verdad, pero a veces era la única forma de lucha activa contra la censura. Escritores marginados y noveles hasta entonces encontraron un resquicio por donde colar sus obras y darlas a conocer. Así, todo un mercado subterráneo, al margen de la ley, permitió que gran parte de los discursos políticos y sociales llegaran a un buen número de personas. Particulares e instituciones se convirtieron en piezas clave en la organización de la resistencia. Un ejemplo muy conocido es la colaboración clandestina llevada a cabo por las universidades (2). De hecho, profesores y alumnos hacían de enlace entre los suministradores de material sensible y los ciudadanos dispuestos a colaborar con ellos.
Ojito con la policía
Las copias y reproducciones clandestinas corrían a cargo de la resistencia (3). Casi siempre, eran grupos pequeños, sin conexión entre ellos, que pasaban desapercibidos entre los vecinos. Los libros saltaban de mano en mano, entre amigos, hermanos… Las redadas y registros constantes, obligaban a agudizar el ingenio (4). En un alarde de imaginación, encontramos relatos de los protagonistas en los que aseguran que las copias entraban en el país en los bajos de los automóviles, aprovechando las vacaciones, o cruzando peligrosamente la frontera ocultos en mochilas. Esta práctica de eludir la censura oficial, estaba llena de peligros. Pues se imponían duros castigos a las personas capturadas en posesión de copias de material prohibido (5). La policía confiscaba los manuscritos en los numerosos registros domiciliarios, detenía a los copistas e incluso los encarcelaba. Sien embargo, a pesar de los riesgos, fue una actividad habitual entre los círculos intelectuales.
No todo eran libros «políticamente incorrectos»
No todo lo que se publicaba en forma de samizdat, suponía un desafío abierto contra el régimen comunista. Hubo más de cuatrocientos autores publicados de esta manera. En Polonia, por ejemplo, ¡hasta un premio Nobel (6)!
Uno de los libros más solicitados en Checoslovaquia fue 1984, de George Orwell. Se trata de una novela de ficción distópica. Quizá parezca raro que una novela de ciencia ficción suponga una amenaza para un Gobierno. Pero basta con explicar que Orwell fue un adelantado a su tiempo, que usaba conceptos como «Gran Hermano» o «Hermano Mayor».
Así, inventó una sociedad constantemente vigilada. Sometida a un control asfixiante y a una propaganda que desmoralizaba e impedía pensar de forma crítica. El Estado suprimía todo derecho y condenaba a la gente a una existencia miserable.
Esta crítica social y política a través de la distopía, es solo uno de los ejemplos de la supremacía del intelecto, para sortear cualquier prohibición. Al fin y al cabo solo es una novela. Un tipo listo, ¿no?
No solo los comunistas censuraban
En el ámbito europeo, la tradición de publicar material manuscrito existió en el Ejército alemán durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Polonia tiene una larga tradición de prensa subterránea, potenciada por la dominación soviética (7). En Checoslovaquia y Hungría, durante las décadas de los 70 y de los 80 se imprimieron de forma clandestina libros censurados (8); hubo momentos en los que se generó una auténtico canal de distribución «libre» y alternativo. Y, ¡claro que sí! No podían faltar las copias de relatos eróticos o cómicos. Elementos peligrosos y reprobables para cualquier Gobierno. Ya fuera por auspiciar la libertad sexual o por limitarse a la simple diversión del lector sin mensaje marxista apreciable; sexo y humor, suelen ser un cóctel explosivo.
El caso checo
Checoslovaquia ha conocido todos los regímenes políticos que han existido en Europa durante el siglo XX (9). La literatura samizdat permitió a los autores liberarse de la censura. O, mejor dicho, de la auto-censura, y a constituirse en un contrapoder. Muchos de ellos preferían no publicar a ver sus obras en las listas negras o, peor aún, recortadas y mutiladas.
Así, los autores contribuyeron a minar el apoyo de los ciudadanos al régimen comunista (10). Sus escritos tuvieron un papel determinante en la organización que encauzaría la Revolución de Terciopelo (11). De esta manera, consiguieron instaurar el primer Gobierno no comunista en Checoslovaquia.
Con el tiempo la literatura samizdat se abrió a los filósofos, historiadores, sociólogos y a todos aquellos censurados por el régimen. Muchos de esos samizdat fueron enviados y publicados en el extranjero. Gracias a la gente que se jugó la vida, conocemos ahora una realidad que algunos se empeñaron en ocultar durante años.
Copiar, publicar, encuadernar, escribir, traducir y distribuir manuscritos, se convirtió en una actividad con sentido. En un delicioso acto de rebeldía.