Federico II de Hohenstaufen, fue el rey de Sicilia, Chipre y Jerusalén. Y también, fue emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que era lo que hoy es casi toda Europa Central. Pero seamos sinceros, este tío estaba loco. Por lo menos, muy normalito no era. En un tiempo donde todo el mundo respetaba a la Iglesia, las normas sociales y esas cosas, Federico II era todo lo contrario. Su comportamiento era alborotado. Le gustaba la fiesta, hacía mucho ruido y no respetaba esas normas aburridas. Hacía lo que le venía en gana y se la pasaba follando con cuanta mujer cayera en sus brazos.
Y bueno, hacer algunas de estas cosas no estaba tan mal si eras emperador y tenías todo el poder. Pero Federico II iba más allá de todo lo aceptado. La gente lo odiaba o lo amaba. No había espacio para puntos medios. Los escritores lo calificaban o como el mismo mesías o como el anticristo (1). Incluso él mismo se nombraba como el representante de Dios en la Tierra. No dudaba en decir que obedecer sus leyes era servirle a Dios mismo.
Federico II de Hohenstaufen, el sabio
Pero bueno, no todo eran locuras. Para ser sinceros, Federico II de Hohenstaufen era un tipo bastante inteligente. Según las malas lenguas hablaba nueve idiomas, entre ellas el latín, el siciliano, el alemán, el francés, el griego y el árabe (2). Mientras otros reyes de su época escasamente se sabían su nombre. Era un hombre raro, de esos que salen de una orgía y se van a la biblioteca. Le gustaba la poesía, la filosofía, la astronomía y las matemáticas. También sabía sobre medicina, ciencias naturales y un montón de temas complejos.
Aunque no tenía mucho tiempo, Federico II era de estos nerds que les gusta investigar cosas. Por lo que fundó la universidad de Nápoles, y creó la escuela siciliana de poesía. También creó uno de los zoológicos más impresionantes de su época. Cuando le quedaba tiempo para hacer sus propios experimentos, se le ocurrían cosas como coger un niño recién nacido y dejarlo completamente solo, sin que nadie le hablara, para saber cuál era la lengua original.
Amigo de tus enemigos
Otro detalle de la personalidad de nuestro querido Federico II de Hohenstaufen, es que era súper amigo de los musulmanes. Y no sé si lo recuerdas, pero en esta época, los cristianos y los musulmanes estaban en plena guerra, con todo este rollo de las cruzadas y demás. Así que esto no era un detalle pequeño. El Emperador y representante de los cristianos, que supuestamente debía hacer guerra contra los musulmanes, prefería estar rodeado de estos que de los mismos cristianos. Tal vez más que ningún otro hombre en su tiempo, Federico II de Hohenstaufen mostró una actitud tolerante ante las otras religiones (3). Incluso, este emperador cristiano, fomentó el desarrollo de las ciencias árabes en sus reinos.
No lo aguantaba ni su madre
Ahora dirás: bueno pero ser algo mujeriego, fiestero, adicto a la lectura y tener uno que otro amigo de esos que no le gustan a las mamás, no es nada raro. Bueno, lo que pasa es que Federico II de Hohenstaufen era otro nivel. Este tío tenía el ego más grande de su tiempo. Decía que sus acciones eran inspiradas por el cielo, por lo que el Emperador, es decir, él mismo, era la fuente de la justicia y por lo tanto era el intermediario de Dios, y semejante a él.
Claro, tampoco estaba demente como para decir que él era Dios en su totalidad. Pero sí lo suficiente como para decir que era una manifestación de Dios (4). Esto no le caía nada bien a la Iglesia. De hecho, Federico II de Hohenstaufen se llevaba terriblemente con el Papa y el Vaticano. Mientras él mismo colocaba su nombre al lado de Dios, ellos le gritaban que era el anticristo.
Federico II era soberbio y orgulloso. No le importaba mostrarlo y desafiar a cualquiera que pensara diferente. Incluso si esto significaba enfrentarse a la misma iglesia. Federico II era un nerd, pero no uno de esos que son tímidos, introvertidos y pasan desapercibidos. Todo lo contrario, estaba orgulloso de su conocimiento y se sentía superior a todos. Le gustaba decir que había estudiado las ciencias que enseñan las verdaderas leyes de la naturaleza. Por lo que creía que tenía el derecho de guiar el mundo y enfrentarse a los líderes que no sabían ni donde estaban parados.
El anticristo
Como ya dije, su personalidad hizo que se enfrentara directamente con el Vaticano; que era la organización más poderosa de la Edad Media. Empezó con comentarios de un lado y del otro, chismes que iban y venían. Federico II de Hohenstaufen cada vez fue subiendo más el tono de sus comentarios contra la Iglesia. Llegó a asegurar que estaba por encima del Papa y que este no podía oponerse a sus deseos o decisiones. Según él, el emperador estaba en la cima (5). Esto es básicamente que nadie, absolutamente nadie en el mundo, podía si quiera discutir las decisiones y acciones de Federico II de Hohenstaufen. Y el que lo hiciera sería nada más ni nada menos que un pecador. Incluso si el que la hacía era el mismísimo Papa.
Pero el Papa no era ninguna paloma de la paz y no tardó en reaccionar contra Federico II de Hohenstaufen. No olvidemos que el Vaticano era otro reino en la Edad Media. Pero no un simple pedazo de tierra con un rey; era el reino más rico y poderoso. Y que, además, controlaba o influía en todos los demás reinos cristianos. Primero, el Papa descomulgo un par de veces a Federico II de Hohenstaufen. Esto es, ni más ni menos, que sacarlo de la Iglesia y condenarlo a una eternidad en el infierno. Pero parece que a nuestro protagonista no le importaba mucho pasar toda la eternidad en compañía de un tal Satanás. Su comportamiento siguió siendo el mismo.
La reacción de la Iglesia
La Iglesia no se quedó de manos cruzadas. Si las amenazas espirituales no servían, estaban dispuestos a usar todo su poder contra Federico II de Hohenstaufen. El Papa nombró otro emperador y organizó un gran ejército para dar un Golpe de Estado y acabar con este desquiciado anticristo. A Federico II de Hohenstaufen no le tembló la mano para decir que en realidad el Papa era el corrupto y demoníaco. Su misión ahora era hacerle la guerra. Sin duda, esta guerra debió ser un éxito en taquilla. Dos hombres diciendo ser los mensajeros de Dios y que su oponente era el anticristo, enfrentados en unas sangrientas batallas.
Final inesperado
Desafortunadamente para los espectadores, Federico II de Hohenstaufen murió de una enfermedad antes de que este asunto con el Papa llegara a su fin. Nos quedamos sin saber cuál de los dos anticristos iba a ganar. Pero, al mismo tiempo, abrió el espacio para que escritores, desde ese tiempo hasta nuestros días, fantasearan con la interesante personalidad de este carismático e inusual rey medieval. Federico II de Hohenstaufen vivió entre orgias, bebida, malas compañías, hombres de ciencias y libros. Fue el hombre que se atrevió a enfrentar a la organización más temida de su tiempo. ¡Todo un personaje!
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