Pues sí, hoy vamos a hablar de legos, y no precisamente de los muñecos que tanto gustan. Nos vamos a referir a aquellos hermanos barbudos, hermanos conversos o hermanos legos, que trabajaban en los monasterios medievales. Apoyaban a los monjes en sus tareas para que estos pudieran estar más tiempo orando que labrando… Es una figura propia de los monasterios europeos que va a surgir hacia el año 1000. Y aparecen debido al exceso de tareas manuales que van a aparecer en los dominios de los monasterios.
Demasiado trabajo para los monjes… «Buscamos legos: campesino, ven, hay pan, cama y podrás ir al cielo»
Los monasterios comenzaron siendo pequeñas comunidades de monjes que vivían de forma autónoma, como una pequeña ciudad gobernada por el abad. Pero estos pequeños monasterios fueron aumentando, tanto en número de monjes como en número de terrenos a explotar. Así que se les acumuló el trabajo y tuvieron que decidir entre el ora o el labora (1). La mayoría de monjes eligieron lo primero, con idea de dedicarse al estudio y a la oración (2). Por tanto, decidieron comenzar a «contratar» a trabajadores externos (3) de los pueblos cercanos. Estos empleados se ocupaban de las labores agrícolas, de las ganaderas, del mantenimiento de los monasterios o de negociar en el mercado. Así garantizaban el tiempo de estudio de los monjes, aunque estos seguían colaborando en los trabajos manuales; aunque dudo de que se esforzaran mucho.
Poco a poco, estos trabajadores se establecieron en el monasterio y, tras un año de noviciado podían ingresar como hermanos. A estos se les dieron varios nombres: hermanos barbudos (ya que llevaban barba, a diferencia de los monjes de coro), hermanos conversos, hermanos legos o directamente iletrados, por no poder asumir los estudios para llegar a monje.
Además de los trabajos manuales, recibían una pequeña instrucción teológica y juraban fidelidad al abad hasta la muerte, con lo cual era un trabajo vitalicio, como nuestro rey. Principalmente eran personas con pocos recursos que decidían irse a un monasterio con el fin de tener acceso a comida y cama. Además, la motivación religiosa también ayudó al éxito de este gremio.
Clerigos de primera y de segunda clase… Más comida, menos derechos
Estos hermanos legos hacían, en la práctica, el trabajo duro, ya que además eran expertos en la materia. Estaban organizados en distintos gremios dependiendo de sus labores, que podían ir desde la carpintería a la fabricación de cerveza. Fueron una parte fundamental de los monasterios, tanto es así que solían ocupar dos tercios del total de los miembros de la comunidad, el otro tercio era el ocupado por los monjes.
El principal éxito de estas ofertas de trabajo permanentes se debió a las mejores condiciones que ofrecían los monjes frente a las de los señores feudales – hay que tener en cuenta los abusos de poder que ejercían los señores-. Los monjes ofrecían un lecho donde dormir, un plato de comida y el cielo, ya que los hermanos estarían instruidos en la fe y, por tanto, podrían acceder al Más Allá con pase VIP. Es curioso, además, que los hermanos comieran y durmieran más que los propios monjes, principalmente para no desmayarse en el trabajo.
Por otro lado, estos trabajadores, al convivir con la comunidad monástica tuvieron que acatar sus normas, por lo que todos juraban una serie de votos que iban desde el celibato al voto de silencio, dependiendo de cada orden. Lo único es que, a diferencia de los monjes, ni asistían al oficio todos los días -sólo en domingos y festividades-, ni se tenían en cuenta sus decisiones -por tanto ni siquiera podían elegir al abad-.
Eso sí, nada de estar todos juntos, cada mochuelo a su olivo
Debido a estas diferencias de clase se decidió marcar un uniforme para estos trabajadores, con el fin de poder distinguirlos fácilmente, además de la barba que solía ser frecuente en estos hermanos. Por ejemplo, en la Orden del Císter, los hermanos legos vestían de color marrón frente a los monjes que iban del color natural de la lana, además de que estos se afeitaban por obligación cada día.
Al tenerlos ya distinguidos, se les asignaron una serie de espacios como, por ejemplo, habitaciones diferenciadas de las de los monjes (4). También les separaban en la iglesia del monasterio, ya que se les reservaba un sitio secundario y encima no podían ir todos los días. O incluso en los almacenes, ya que solían tener corredores solamente para ellos.
A pesar de todo esto, sí que solían compartir mesa en la mayoría de las órdenes, haciendo que por lo menos tuvieran un rato para estar toda la comunidad junta. Lo malo es que solía haber votos de silencio, con lo cual la sobremesa era un coñazo.