El radicalismo “en nombre de la fe” ha sido una constante a lo largo de la Historia y una de las excusas más socorridas para hacer otro negocio tanto o más lucrativo que la religión: la guerra; y si no que se lo digan a los cátaros, los templarios, los protestantes… Si te agobia el inminente final de Juego de tronos, tranqui, porque quizás a G.R.R. Martin le dé por fijarse en la Historia de Francia y te monte otra saga en una tarde.
La tragedia de los cátaros
A mediados del siglo X, los maniqueistas (1) se extendieron por Europa y fueron contando sus cosas. Hasta aquí todo bien, pero estas cosas fueron muy del gusto de la sociedad europea que se encontraron: en su mayoría gente humilde que mantenían a un clero y una nobleza que no estaban más que para exprimirles. Cuando oyen que la Iglesia está corrompida les falta tiempo para aplaudir.
Para entonces, la institución estaba tan llena de porquería que no le iba mal ser reseteada. Por eso, salieron algunas órdenes religiosas con la intención de «limpiar» el tema. (2)
Para la Iglesia oficial (la única que vale según ellos mismos), mientras fuera el pueblo llano, el que se uniera a estos tenía paso; pero cuando la nobleza del Languedoc (en el sur de Francia) empezó a pasar por el aro, a los curas les empezaron a entrar todos los males. Y a Roma que fueron a quejarse.
Los cátaros, apoyados por esa nobleza del sur del país, crearon una estructura eclesiástica con seis obispados. Inspirados en el maniqueísmo y el gnosticismo, denunciaban la organización eclesiástica y los sacramentos, que redujeron a uno: el Consolamentum (3). Al contrario que los dirigentes, los fieles no estaban sujetos a la rigurosidad de unos principios establecidos por una élite. Todo ventajas.
Me han matado al mensajero (¡mira qué bien!)
Total, que llegamos a 1208 y un legado papal es asesinado por allí (4). Esto al Papa Inocencio III puede que no le sentara bien, pero también es más que probable que diera palmas con las orejas, ya que esto le vino muy bien como excusa para acabar con esta corriente que definía a la Iglesia de Roma como “usurpadora, de los lobos, malvada, que se había desviado”.
La “cruzada albigense”, desarrollada en dos fases, reunió a nobles del norte de Francia contra el catarismo (5). En unos pocos años, habían asestado el golpe mortal al catarismo en Francia, quedando sus últimos fieles refugiados en Montsegur y Quéribus (6), que tampoco se libraron.
Fue una oportunidad de oro para algunos nobles franceses, que pudieron incrementar su patrimonio sin tener que irse hasta Jerusalén, para lo que solo el viaje de ida suponía muchos riesgos. Otra de las consecuencias, que más afectó a los siglos siguientes, fue la creación de la Inquisición. (7)
«Los dineros» de los templarios
Solo un siglo después de las matanzas de cátaros, en la capital se ejecutaría al último maestre templario. (8) Pero no nos adelantemos: ¿quiénes eran estos y qué tenían contra ellos el rey francés?
Pues bien, a grandes rasgos, los templarios era una de las órdenes militares surgidas a raíz de las cruzadas (las conocidas) para proteger las rutas a Jerusalén. Hasta aquí todo bien. Se habían hecho muy poderosos, ¿a golpe de qué? ¿De una reliquia? No, la cosa siempre es mucho más materialista que eso: el dinero.
Cuando se habla de dinero y tesoros nos solemos imaginar sacos y cofres llenos de oro. Dicho de otra forma, en cash. Y nos olvidamos del patrimonio. Las fortalezas, castillos y señoríos también son dinero. Sobre todo cuando hay un rey que tiene menos que uno y no lo lleva del todo bien.
La Orden estaba sumida en la pobreza, viviendo de la limosnas del rey de Jerusalén (9) cuando en 1125, el conde de Champaña, Hugo de Payns, se mete en el ajo. El conde, con otros nueve caballeros, hacen el petate y se van a Europa a recoger apoyos y subvención. Entre sus citas está Bernardo de Claraval, un religioso influencer. (10)
Y en 1130 ya habían acaparado propiedades en Portugal, Escocia, Francia, Castilla, Aragón, Cataluña, León e Inglaterra. Para completar la racha de buenos ingresos, se libraron del pago de diezmos (11).
¡Se acabó!
En 1306, la orden es denunciada por un caballero expulsado. Siguieron algunas más hasta que Clemente V abre una investigación. Y esto le venía muy bien al rey de Francia: Felipe IV, porque les debía dinero. (12) Muerto el prestamista, se acabó la deuda.
En 1307, agentes del rey detuvieron a los templarios en Francia. Entró la Inquisición en el juego, con unos métodos que costaron decenas de muertos en los interrogatorios. Terminaron sacando cualquier confesión que les pidieron. (13) Bajo tortura, cualquiera acaba confesando lo que sea.
Disuelta oficialmente la Orden, (14) el maestre y el prefecto (15) fueron condenados a morir en la hoguera; lo cual hicieron en un islote del Sena (París), hoy desaparecido. Las supuestas riquezas (oro, tesoros…) no se hallaron, pero los bienes se repartieron. (16)
¡Que vienen los protestones!
Y nos plantamos en el siglo XVI. ¡Cómo pasa el tiempo!
En 1517, un enfadado y ofendidísimo Martín Lutero publica sus 95 tesis que suponen la ruptura con el catolicismo romano. Ha nacido el protestantismo. (17) Se extendió rápidamente por Europa.
La política francesa estaba controlada por dos grandes familias: Borbón y Guisa. Los primeros, hugonotes (18), y los otros católicos. Y se lió.
Con el apoyo de iglesias y nobles locales, los hugonotes se hicieron fuertes a pesar de la falta de apoyo en las ciudades y entre el campesinado. El hombre fuerte hugonote (19) se ganó la confianza del rey, animándole a apoyar a los Países Bajos contra España (20), desplazando con todo ello a la madre del rey, que diría “amigos hay muchos, pero madre solo hay una”.
En la Noche de San Bartolomé fue asesinado entre otros líderes hugonotes. La matanza se extendió a otras partes de Francia, promovida por el rey y su madre, que no querían que alcanzaran el poder. (21) Muchos nobles hugonotes desertaron y el movimiento se volvió a las bases, con una radicalización, en la que no faltaron panfletos incitando a la revuelta.
Tras unas décadas de constante inestabilidad, el rey Enrique III fue asesinado en París en 1589, justo después de reconocer a Enrique de Navarra como sucesor, mira por donde. La condición para la sucesión era que éste se convirtiera al catolicismo y a Enrique IV le compensó. (22)
Las guerras esta vez se saldaron con miles de muertos (cómo no podía ser de otra manera) y un cambio de dinastía. Los Borbones vienen de Francia…
¿Por qué lo llaman fe cuando quieren decir dinero o poder?
Pues obviamente, porque no queda igual. Cuando se trata de matarse unos a otros, la humanidad ha buscado razones “oficiales” hasta debajo de las piedras; pero cuando se mete por medio la excusa de la fe, sale lo peor del ser humano. Los mismos que defienden la paz, la tolerancia y el “no matarás” (23) son los mismos que luego incitan al asesinato masivo sin que se les arrugue la sotana.
Al final, el mismo que dice que su versión de las cosas es la única que vale, no se distingue de aquellos a los que quiere silenciar.
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