Desde la Antigüedad los médicos defendían que había enfermedades que solamente afectaban a hombres y otras a mujeres. Una de ellas, y la más popular, fue la histeria, de la que ya hablamos en otro artículo. ¿Tenía cura esta “enfermedad” ? ¿Qué tiene que ver la histeria con ese instrumento fálico llamado vibrador? Descubrámoslo.
In utero
La histeria tenía su origen en el útero. Médicos griegos como Hipócrates o Galeno describieron que esta enfermedad las tenían mujeres “demasiado pasionales” y creían que había movimientos anormales en su útero. Una creencia que duró hasta el medievo; época en la que, además, la histeria fue considerada una “posesión demoníaca”. Pero el auge de esta supuesta enfermedad no llegará hasta la época victoriana(1) cuando se diagnosticó que tres de cada cuatro mujeres la padecían. Entre los síntomas más comunes se encontraban: irritabilidad, crisis nerviosa, desmayos, retención de líquidos, pérdida de apetito, pesadez, pérdida de apetito sexual, insomnio, fantasías sexuales (“útero ardiente”), ansiedad, tendencia a la ficción…
Hubo numerosos médicos que trataron esta enfermedad, como Jean-Martin Charcot, que la consideraba una debilidad orgánica del sistema nervioso; o el célebre Sigmund Freud, que unió esta enfermedad con una simbología erótica que perdura en la actualidad.
La curación empieza con la penetración
Una de las curas más usadas desde la Antigüedad, y que dejaba a la enferma la mar de satisfecha, fue la estimulación manual del clítoris para alcanzar un orgasmo o “paroxismo histérico”. Era una práctica que únicamente debía llevar a cabo el ginecólogo, ya que la “auto” masturbación se consideraba una enfermedad y un pecado, e incluso podía causar la muerte. Vamos, como lo de “no te toques que te vas a quedar ciego” pero a lo bestia. Aunque también existían formas quirúrgicas que atajaban el «problemilla» de raíz. A saber: la histerectomía o, para el común de los mortales, la extirpación del útero y de los ovarios. Así, como suena. Sin embargo, a el médico inglés Joseph Mortimer Granville, (2) “cansado” de masajear a las histéricas, se le ocurrió un invento revolucionario: el vibrador eléctrico con forma fálica.
A este ginecólogo se le ocurrió crear un vibrador en forma de pene que, manipulado solamente por el médico, realizara masajes de forma efectiva y más higiénica. Las pacientes, una vez estimuladas, volvían a sus casas tranquilas y relajadas. Desde el principio, este nuevo tratamiento tuvo mucho éxito y empezó a comercializarse.
Más allá de la estimulación, el vibrador se populariza
Hasta principios del siglo XX, el vibrador se vendió por catálogo (3) junto con licuadoras, máquinas de coser, aspiradoras… como si fuera un electrodoméstico más. Sin embargo, durante los “locos” años veinte, empezó a aparecer en películas pornográficas. Se utilizaban para dar placer. Como el sexo sin un objetivo reproductivo era pecaminoso, a partir de ese instante, el vibrador fue considerado un instrumento para el placer, la lujuria y el desenfreno y, por lo tanto, un tema tabú, como todos los temas relacionados con el sexo. Aunque todavía iban a faltar treinta años más para que dejasen de considerar la histeria como una enfermedad. ¡Por fin!
El vibrador sigue siendo muy popular, pero se vende en Sex Shop. Hay mujeres que lo consideran un complemento en sus relaciones sexuales, otras un sustituto activo del hombre, que ha cambiado sus vidas, que nunca se cansa y que siempre está dispuesto a dar placer sin exigencias.