Hoy día nos cuesta concebir la vida sin las máquinas. Nos han hecho la vida tan fácil que ahora no sabríamos qué hacer sin ellas. Todo esto fue gracias a los inventos de ciertas personas, allá por el siglo XVIII, cuando se dio la llamada Revolución Industrial. Pero, ¿qué pensó la gente que comenzó a trabajar con estos nuevos aparatos? ¡Vayamos a verlo!
De la casa a la fábrica
Antes de que aparecieran las fábricas con la Revolución Industrial, la mayoría de la población se dedicaba a partirse el lomo en el campo. Sin embargo, en un momento dado, cuando los campesinos estaban parados, comenzaron a trabajar para otros. Estos otros eran unos “empresarios”, que iban de casa en casa llevando telas y cosas varias, para que los campesinos fabricaran otras, fundamentalmente ropa. Vamos, lo que ahora llamamos trabajar en negro o… algo así. Es lo que se ha llamado como sistema doméstico (o putting-out system si queremos parecer más cultos) (1).
El problema estaba en que había que dar muchas vueltas para llevar la materia prima y recoger los productos fabricados por los campesinos, y eso suponía mucho gasto. Y no podemos dudar que tal vez hubiera algún que otro trabajador que dijera lo de “ya mañana te lo entrego si eso”. Así, se hizo necesario crear un edificio donde agrupar a toda esta gente, donde tuvieran un horario, una rutina y unas normas. Es verdad que esto no era nuevo, ya que en España existían las Reales Fábricas, como la de tabacos, pero en este momento su presencia se hizo más común. De esta manera surgió la fábrica, donde se agruparían trabajadores y máquinas.
Los inicios de la Revolución Industrial: hilar, hilar, tejer, tejer
Esta nueva industria se dedicaba fundamentalmente al algodón. Precisamente fue aquí donde se aplicaron los primeros inventos. Las primeras máquinas que inauguraron la Revolución Industrial. Fundamentalmente para hilar y cardar, y luego para tejer. Podemos mencionar las máquinas más famosas: la water frame de Richard Arkwright, la Jenny de James Hargreaves y la mule de Samuel Crompton, todas para hilar (2). Más tarde, Joseph Marie Jacquard crearía un telar que permitía hacer complejos diseños. Ya quedaba menos para que nacieran los antepasados de la «Singer» de casa de la abuela.
Nuevo trabajo, peor vida
Pero, ¿mejoró la vida de los trabajadores la Revolución Industrial? ¡Va a ser que no! Muchos de los trabajadores del campo que se encontraban «en paro», o los que tenían más problemas por falta de dinero, decidieron marchar a la ciudad en busca de trabajo. Este movimiento de gente fue tan grande, que las ciudades no pudieron hacerles frente. La solución fue la creación de barrios obreros en las afueras o de ciudades-fábrica (3). Estos barrios carecían de lo básico, como agua corriente, luz e incluso recogida de basuras. Las casas se apiñaban unas con otras y la gente vivía como sardinas en lata y la calidad de su construcción dejaba mucho que desear.
En estos «ghettos», las enfermedades estaban a la orden del día. Ya sabéis, por la contaminación y otras mierdas urbanas, que tampoco son nada nuevo (4). A veces, varias personas llegaban a compartir habitaciones para poder hacer frente a los pagos. Vaya, que lo de vivir en un zulo porque no te llega el sueldo para el alquiler, ya viene de lejos.
El trabajo era monótono (ya nos lo enseñó Charles Chaplin en su película Tiempos Modernos, aunque sea una fábrica moderna) y el horario era excesivamente largo, a veces de más de doce horas (5). ¡Ah! Y que no se les ocurriese pedir el paro o una baja por enfermedad, que eso aún no existía.
¡Que les den a la Revolución Industrial y a las máquinas!
En este estado de cosas, no era de extrañar que los trabajadores acabaran hartos. Por ello, dieron rienda suelta a su enfado, a partir de la organización colectiva y la revuelta. Son muchos los movimientos de protesta que existieron, y tal vez el sindicalismo, el socialismo y el anarquismo te suenen más. Yo, por eso, te hablaré de otros que tal vez sean menos conocidos: el movimiento ludita y el del Capitán Swing (6).
Ludd y cómo destruir máquinas
En 1812, varios empresarios recibieron cartas con amenazas, a nombre de un tal Ludd. ¿Pero, quién fue? Parece ser que fue un trabajador textil que fue criticado porque sus trabajos no quedaban del todo bien, por lo que le dijeron que ajustara el mecanismo de la máquina de tejer. Lejos de coger un destornillador, decidió que la mejor herramienta era el martillo: le dio de golpes hasta que llegó a aplanarla. En fin, cada maestrillo tiene su librillo. Este hecho hizo correr la voz y llegó a convertirse en un verdadero héroe. Pronto, comenzaron a surgir protestas en su nombre que consistían en romper máquinas (7).
El ludismo, que se extendió desde 1811 hasta 1816, ha pasado a la historia como un movimiento en contra de la maquinaria industrial, que se consideraba la fuente de sus problemas: la máquina hacía el trabajo de varias personas, y por ello, muchos perdían su trabajo. ¡Con lo difícil que es encontrar un empleo, viene un cacharro y te lo quita! Así que la Revolución Industrial tuvo sus opositores, pero el movimiento fue brutalmente reprimido.
En España, también tenemos varios casos de ludismo. El primero de ellos el caso de Alcoy (1821), los de la fábrica El Vapor (Barcelona, 1835) y el conflicto de las selfactinas (Barcelona, 1854).
Swing me dice que queme cosas
En el campo también se introdujeron mejoras, lo que provocó movimientos luditas protagonizados por campesinos. En 1830 se destruyó la primera trilladora. Esta destrucción de máquinas agrarias sería característica de un movimiento que comenzaría precisamente en esta fecha. Se trató de un movimiento esencialmente agrario y, además, muy violento. Pero no sólo destruían trilladoras, ya que también se dedicaron a provocar incendios: el primero de ellos el de un granero. Luego vino otro en una granja de aquí, otro cerca de esa ciudad de allí… Hasta llegar a contarse veinte incendios provocados en apenas cuatro meses.
En cuanto a lo de romper las trilladoras se contaron cerca de cien máquinas destruidas en poco tiempo. Por aquel entonces se pensó que era obra de bandas de doscientas personas, pero al parecer sólo estaban compuestas por… ¡veinte personas! (que luego aumentaron a cincuenta). Los incendios también continuaron. Poco a poco, el movimiento se fue extendiendo a más lugares (8).
En un principio no exigían mejoras, sino la eliminación de las máquinas que, al igual que ocurría con el caso del ludismo, también quitaban su trabajo. Otra bofetada a la Revolución Industrial. Pero a medida que el movimiento se fue extendiendo, comenzaron a pedir un aumento de los salarios y la reducción de impuestos (9).
La Revolución Industrial: el inicio del capitalismo
La Revolución Industrial es un proceso largo y complejo con el que no me he extendido para no aburrirte demasiado. Sin embargo, es importante conocerlo, pues a partir de él la sociedad se introduce de lleno en el sistema económico capitalista de hoy día. No sólo eso, sino que también, como has visto, es el origen de la explotación obrera y del descontento social.
Te he hablado de dos casos concretos de protesta, pero existen muchísimos más. Estos no son más que el origen de la lucha de los trabajadores, que finalmente desembocarán en movimientos tan importantes como el marxismo, el socialismo o el anarquismo. Gracias a ellos, hoy día podemos disfrutar de unas condiciones laborales más o menos en condiciones. Pero, ¡ojo! Si te cabreas con tu jefe, ¡ten cuidado con el martillo!
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