Uno de los factores más importantes a la hora de preparar una guerra, es poder mover las tropas de una forma ágil, y que éstas puedan llegar al frente con facilidad. Por eso, muchas veces los ejércitos destruyen las vías de comunicación del enemigo. Pero como siempre suele suceder, ante las dificultades aparecen las ideas más innovadoras, como en el caso del uso de taxis en la Primera Guerra Mundial.
“Pues que vayan en Taxi” Los taxis en la Primera Guerra Mundial
Situémonos en la Primera Guerra Mundial (1914-1919), concretamente el 6 de septiembre de 1914. De un lado tenemos a las Potencias Centrales de Europa (Imperio alemán, Imperio austrohúngaro, Imperio otomano…) y del otro las Potencias Aliadas (Imperio británico, Francia, Imperio ruso…). Llevamos poco más de un mes de conflicto y los alemanes ya están cerca de París. El ejército francés está resistiendo en las orillas del río Marne (al noreste de la capital), pero su situación es delicada, porque se ven atacados por dos lados a la vez (1).
Ocurre entonces lo que se conoce como “Milagro de Marne”. Había que enviar refuerzos a las trincheras para aguantar el ataque alemán. El problema es que las tropas solían viajar en tren y las líneas ferroviarias estaban inutilizadas. Parecía que no había manera de poder trasladar los refuerzos al frente. Aquí es cuando al gobernador militar de París se le ocurre una gran idea: si no pueden ir en tren, pues que vayan en taxi. Así entran en juego los taxis en la Primera Guerra Mundial.
Una manifestación improvisada
De golpe y porrazo, se militariza a todos los taxistas de la capital. Los soldados tienen orden de parar a todos los taxis, ordenar que se bajen los pasajeros y que los conductores con sus vehículos se presenten en la explanada de Los Inválidos, que allí ya se les darán nuevas órdenes. Poco a poco, van llegando taxis a esa explanada y al anochecer ya se encuentran unos 250 (2)(3) de los que serían la gran comitiva de taxis en la Primera Guerra Mundial.
Pronto comienzan el viaje, todos en fila y a oscuras. No tienen ni idea de a donde van, ni que tienen que hacer, nadie sabe nada. El desconcierto es tal, que algunos incluso preguntan si ponen el taxímetro en marcha o no. A lo que el teniente al cargo de la operación responde que sí.
La situación es tan surrealista, que se dan conversaciones como la siguiente con un oficial del primer pueblo al que llegan:
– Somos el convoy destinado a este lugar
– ¿Qué convoy?
– El convoy de automóviles
– ¿Y qué vienen a hacer aquí?
– No lo sabemos
– ¿Tienen alguna orden escrita?
– Ninguna, ¿y ustedes?
– Tampoco (4)
Viaje a ninguna parte
Al final, se van juntando en el pueblo una comitiva de mas de 500 taxis, que no tienen ni idea de a dónde van, ni qué van a tener que hacer. De momento, se dedican a esperar (eso sí, con el taxímetro puesto).
Al amanecer, emprenden la marcha hacia el pueblo siguiente. Esta vez por un camino de tierra. Al llegar, el teniente al mando, Lefas, se ve obligado a mandar a dos taxis de vuelta a París para buscar víveres, gasolina y neumáticos de recambio. Los taxistas, ya desesperados, abordan las casas del pueblo en busca de agua y comida. El problema es que el agua está cortada y todos los pozos llenos de barro, así que no les queda más remedio que saciar su sed con vino. Varias horas después llegan los víveres, la gasolina y algunos mecánicos para reparar los coches. Lo que también llega son al fin las órdenes: hay que dar media vuelta y regresar todo lo avanzado por el camino de tierra (5).
Entre el vino, el cansancio y el descontento, el cabreo de los taxistas es ya bastante grande. Eso si, el taxímetro sigue siempre en marcha. El negocio de los taxis en la Primera Guerra Mundial por delante.
Al fin aparecen los soldados
A mitad del camino de vuelta, se encuentran al fin con los que serán los ocupantes de los taxis en la Primera Guerra Mundial. Un contingente de soldados que llenan la plaza de un pueblito pequeño. Aquí es donde los taxistas descubren que su misión será llevar a esos hombres al frente.
En cada taxi se suben 5 soldados. Algunos incluso tienen que viajar en el techo, o colgados de algún saliente. El viaje no es precisamente cómodo en estos taxis y menos con la idea de que la meta está en el frente. Finalmente, en unas horas llegan a su destino y los soldados se apean. Con el trabajo hecho, la caravana de taxis emprende la vuelta a París. Una vez de vuelta en casa es cuando al fin detienen los taxímetros. Al final, el Tesoro Público ha de pagar unos 70.000 francos de la época por los servicios a los taxis en la Primera Guerra Mundial. Porque mucho patriotismo y demás, pero como reza el dicho catalán: la pela es la pela (6).
Militares y civiles luchan juntos, pero cobrando
Al final, la idea del gobernador de París resultó efectiva. Los soldados pudieron llegar a tiempo al frente gracias al uso de taxis. De todas formas, la incorporación de esos hombres poco varió las fuerzas de la batalla. Lo que sí marcó fue la imagen de los taxistas transportando a los soldados, que fue utilizada como propaganda por el Gobierno francés. Así se animaba a la población civil a ayudar a los militares contra el enemigo. Lo que no se decía a la población, es que los taxistas habían cobrado, y bien, por esa ayuda. No fue gratis el uso de taxis en la Primera Guerra Mundial. A partir de la batalla de Marne las luchas se estancan y surge la ya famosa Guerra de Trincheras (7).
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