Asustados ante el peligro de contagio bélico. Así debieron reaccionar muchos británicos cuando se conoció a mediados de julio de 1936 que había estallado la Guerra Civil española. Ambos países habían tenido intensas relaciones desde la Edad Media.
Podríamos pensar, dada la “inestable” (por no decir como pollo sin cabeza) política exterior española actual, que el hecho de que hubiese una Guerra Civil española en 1936 no debía importar un bledo a las potencias europeas. Pero fue al revés: los británicos temieron que la Guerra Civil española acabase por extenderse al resto del continente, provocando una Segunda Guerra Mundial que, como sabemos, al final tampoco pudieron evitar.
Objetivo: evitar una nueva guerra mundial a toda costa. Actuaciones ante la Guerra Civil española
Para evitar esa nueva guerra, tanto Gran Bretaña como Francia habían apostado por la política de contemporización, que podemos llamar coloquialmente de “bajarse los pantalones”. Consistía en ceder posiciones ante los países fascistas, Italia y Alemania, para evitar a toda costa una guerra europea. Había miedo, mucho miedo en Londres y París: no se sentían preparados y, además, no estaban dispuestos a sacrificar miles de vidas como en la Primera Guerra Mundial (1).
Ante esta patata caliente en la que se había convertido España, Francia y Gran Bretaña decidieron que lo que había que hacer era aislarla. Que ambos bandos combatiesen sin ayuda exterior, evitando así roces entre las potencias. No era mala idea para ellos: si ganaba la República, ganaba el Gobierno legítimo y que, pese a su carácter izquierdista, era democrático como los suyos. En cambio, si ganaba el bando sublevado, se garantizaba que España no caía en manos del comunismo, al que los conservadores británicos, entonces en el Gobierno, tenían más pánico que al mismísimo demonio (¿Hitler?).
Las cosas se le complican a Londres…
Pero, como a veces pasa en la vida, la patata caliente le estalló en la cara a los británicos. Ellos y Francia parecía que iban a cumplir con esa política de aislar a España. Sin embargo, en Berlín, Roma y Moscú había otra decisión en sus mesas: apoyar masivamente a uno de los dos bandos; al sublevado en el caso alemán e italiano, y al republicano en el caso soviético. ¡Había que hacer algo ya!
La iniciativa partió de Francia(2), que propuso a Gran Bretaña y a Italia un acuerdo de No Intervención en el conflicto hispano. Londres lo amplió a más países: Alemania y Portugal. Para la República esto fue un golpe duro. Las potencias democráticas se echaban a un lado cuando los fascistas difícilmente iban a retirarse de una España en la que ya estaban ayudando sin dudar a Franco.
Este acuerdo de No Intervención fue el primero que se creó en el siglo XX, pero no tuvo mayor importancia. ¿Por qué? Se incumplió más que el orden de fila en las colas de los supermercados. Y sí se cumplió el peor temor de la República: verse prácticamente sola mientras los sublevados sí recibían ayuda extranjera. Sobre todo de Alemania con aviación. ¿Quién no conoce la temible Legión Cóndor que, como todos sabemos, destrozó el municipio de Guernica?
Y acaba «trolleando» a su propio ministro de Exteriores…
El comienzo de la ayuda soviética a la República durante la Guerra Civil española, no hizo sino confirmar para los conservadores británicos lo peor: si ganaba ese bando la Guerra Civil, España se convertiría en un país comunista en el sur de Europa, pudiéndose extender la revolución desde allí (3). De nuevo, tuvieron que pensar: danger! Y no pocos de ellos decidieron que lo mejor era que ganase el bando sublevado. Una vez hecho, negociar con él para “alejarlo” del Eje Roma-Berlín. Para colmo de males para el Gobierno conservador, la Guerra Civil española cada vez se estaba haciendo más y más larga.
En esta situación, no se dudó en poner trabas a la llegada del material soviético a España (4). Al mismo tiempo, se hizo olímpicamente la vista gorda ante la llegada masiva de ayuda alemana. El mismo secretario de Foreign Affairs (5), Anthony Eden, tuvo que admitir en la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico que el Acuerdo de No Intervención se estaba incumpliendo claramente.
El pobre Eden, que había quedado ante la oposición laborista como un pelele, decidió pasar a la acción. Así, propuso medidas más duras para frenar la intervención extranjera en España. Su propio Gobierno le puso más trabas que un funcionario de Hacienda en su peor día. Finalmente accedió a aplicarlas ante Alemania e Italia, que acabaron aceptándolas: no convenía liarla antes de tiempo.
Lo mismo, al final, Franco no va a ser tan malo…
La llegada al Gobierno británico de un nuevo primer ministro, que pasaría a la Historia como un sujeto débil, como era Neville Chamberlain, supuso que, ante el avance de la Guerra Civil española, Gran Bretaña apostase por acercarse a Franco. Así se aseguraba de que, en caso de guerra europea, apoyase a Londres o, como mínimo, fuera neutral. Este brusco giro en la política británica hacia la crisis española (6) hizo que Eden, hasta las narices, dimitiese de su cargo.
La sentencia de muerte de la República se consumó con la crisis de los Sudetes de 1938. Gran Bretaña y Francia, vergonzosamente, permitieron a Alemania quedarse con Checoslovaquia. Si habían permitido eso, desde luego permitirían que España se convirtiera en una dictadura si les convenía, como así era.
¿Qué decía el pueblo británico?
Además de la posición del Gobierno británico ante la Guerra Civil española (Danger!) hemos querido incluir la de la opinión pública. Era un tema de actualidad como hoy puede ser Siria, por lo que se hablaba mucho de España.
La opinión pública sobre los bandos en conflicto se basaba bastante en estereotipos sobre el país. Destacaban las leyendas negra (Inquisición, religión, conservadurismo) y amarilla (Romanticismo) muy presentes. También influyó la región: entre los mineros galeses y los obreros ingleses se apoyó claramente a la República; y las zonas rurales ignoraron claramente esta cuestión, España estaba lejos y tampoco era tan importante…aparentemente.
Sin embargo, con el tiempo la Guerra Civil española pasó a ser un conflicto “crónico”. Se seguía hablando de él, pero con menos interés por parte de la opinión pública. Nada raro, esto sucede también actualmente. ¿Cuántas veces se han ignorado matanzas en Siria por considerarse ya algo habitual? Un corresponsal de guerra del Daily Mail aseguró que en la prensa se le dedicaba a España un mínimo. Tanto que los corresponsales en Barcelona decidieron llamarse a sí mismos “Los olvidados” (7)… de la mano de Dios, visto lo visto.
Entre los británicos se apoyaba algo más a la República por simpatía y porque representaban la imagen exótica del país. Por lo demás, no fue a más ese apoyo. Se aceptó masivamente la política de su Gobierno conservador de no intervenir en una guerra extranjera. Al final, no merecía la pena si ello suponía una nueva guerra mundial.
España quedaba así a su suerte, Franco acabaría ganando la Guerra Civil española, pero sin hacerse demasiado colega de Hitler y Mussolini, tal y como los conservadores británicos pretendieron… aunque eso no impidió la Segunda Guerra Mundial. Puro Juego de Tronos.
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