Parece que si hablamos de la ciencia en España nos quedamos en blanco. Apenas vienen a nuestra mente algunos nombres de científicos nacionales importantes (Ramón y Cajal, Gregorio Marañón…). Sin embargo, muchos se olvidaron o fueron condenados al exilio durante la Guerra Civil. Éste fue el caso de Pío del Río Hortega. La ciencia nunca fue el pilar del nacionalcatolicismo franquista.
A Pío del Río Hortega, importante neurocientífico que llegó a ir un paso más allá que el archiconocido Cajal, se le ha tenido encerrado en el armario. Aunque su historia acaba en Buenos Aires, Argentina, con un tango republicano, empezó en tierras vallisoletanas (el Hospital de Valladolid lleva su nombre).
Pero, ¿quién fue este hombre, para muchos un desconocido, y porqué es tan importante en la ciencia? Volvamos al principio…
En un pueblo…. vallisoletano
Nace nuestro amigo Pío del Río Hortega (léase como la intro de Marco) (1). Fue el cuarto de ocho hermanos (2). Pío del Río era un niño bajito, tímido y enclenque, con quien se metían sus compañeros de clase (3).
Esto hizo que se volcase de lleno en su gran pasión: el estudio de la naturaleza. Al igual que otros científicos conocidos, Pío del Río Hortega también gozaba de un talento especial para la pintura y el dibujo (para que luego digan que los científicos no pueden ser artistas) (4). De los ocho hermanos, Pío del Río era el empollón por excelencia.
«Desde niño mostró una marcada timidez; lo que junto a su pequeña estatura, su constitución débil y su aspecto atildado le creó dificultades con sus compañeros durante su infancia y juventud» (5)
Pronto decidió que su camino iba a ser la Ciencia y puso todo su empeño en llegar a la facultad de Medicina de Valladolid.
Pío del Río Hortega. La necesidad de ver más allá
En 1905 se graduó con muy buen expediente en Medicina en la Universidad de Valladolid (6). Los siguientes dos años los pasó como médico rural en su pueblo, Portillo. Pero la vida aquí se le quedaba corta.
Su objetivo era Madrid. Para ello, preparó su tesis, que defendió en 1910 en la capital (7), a donde se mudó y donde pasó algunos de sus mejores años. En la tesis ya aparecen los que serán sus dos temas clave a lo largo de toda su carrera: los tumores y el estudio del cerebro (del encéfalo).
Gracias a la Junta para la Ampliación de Estudios (la JAE) de la República, pudo irse de «Erasmus» a estudiar a Berlín, Londres y París (8). Al volver, pasó a trabajar para Nicolás Achúcarro, en el Laboratorio de Histología de la Residencia de Estudiantes.
Pero su extrema timidez y su brillante coco provocaban las envidias en otros científicos, haciendo que llegasen críticas falsas a oídos del pugilista más conocido de toda la resi: Ramón y Cajal (y no, no es el nombre de cada uno de sus brazos) (9). Cajal, que bruto era un rato, se encaró al pobre Pío del Río Hortega, amenazándole con echarle del Laboratorio.
Pío del Río, asustadísimo, cayó en un terrible bajón. Pero, como no hay mal que por bien no venga, conoció al que sería su cuidador entonces y su amor para toda la vida: Nicolás Gómez del Moral (10).
Pío del Río Hortega: «El maestro y yo»
Cuando Nicolás Achúcarro acogió al joven Pío del Río Hortega bajo su ala, lo hizo viendo el potencial del tímido vallisoletano. Es más, el discípulo superó al maestro y llegó a perfeccionar el tanino y la plata para estudiar con más detalle las neuronas al microscopio (11).
Para ello, ideó el método del carbonato de plata. Esta era una técnica de tinción de los tejidos a estudiar, antes de ponerlos bajo el microscopio óptico. A nivel internacional, y gracias a unos científicos alemanes, se empezó a llamar a este método «horteguear» (en honor a Pío del Río Hortega) (12).
ENTRE LOS INVESTIGADORES ALEMANES QUE LEÍAN A HORTEGA, SE PUSO DE MODA EL VERBO «HORTEGUEAR», CON EL CAJALIANO SIGNIFICADO DE UTILIZAR UNA TÉCNICA CONCRRETA DE TINCIÓN EN EL LABORATORIO (13)
Pero, ¿por qué era tan especial esta técnica? Resulta que era más eficaz que la de Cajal, ya que permitía ver el resto de células nerviosas. Además, gracias a ella se pudo estudiar la función de cada una de estas células (14).
Sin embargo, la tranquilidad no iba a durar mucho más tiempo… Si 1918 se recordó internacionalmente como el fin de la Gran Guerra, para Pío del Río Hortega este año tendría otro significado. Con apenas 37 años, su primer maestro, Nicolás Achúcarro, falleció (15).
Intrigas en el laboratorio
Además de perder a un gran neurocientífico, Pío del Río Hortega también perdió su «sueldo» al comprobar que nunca había cobrado. El propio Achúcarro había estado dándole la mitad de lo que ganaba (16). Esto se juntó con que Cajal quería echarlo del laboratorio por falsas habladurías. Sin embargo, Ramón y Cajal reconocía la capacidad de Pío del Río Hortega y terminó por darle la dirección de otro laboratorio más apartado, para él solo.
Cajal, bruto y honesto como un aragonés arquetípico, le ha recomendado para dirigir el laboratorio de Histología normal y Patológica (17).
No obstante, la mayor confrontación entre Pío del Río Hortega y Ramón y Cajal vino a raíz del descubrimiento del primero en 1919. Pío del Río pudo ver, gracias a la mejora de la técnica de tinción de plata, la composición del «tercer elemento» que Cajal no había terminado de definir (18).
Las apodadas «células de Hortega» son el compuesto de microglía y oligodendrocitos. Además de descubrir dos de los cuatro tipos fundamentales de células del sistema nervioso central planteados por Cajal. Su trabajo se centró en el estudio de tumores generados en el sistema nervioso.
Cells at work!
Vale, el descubrimiento de Pío del Río fue muy importante pero, ¿qué es la microglía y los oligodendrocitos?
Si habéis visto Érase una vez el cuerpo humano, recordaréis a las diferentes neuronas haciendo su trabajo y explicando varios procesos del cuerpo. Para las personas más modernas, el anime Cells at work! hace algo parecido, pero mucho más épico.
Así que ahí arriba, en el cerebro, tenemos a un montón de neuronas interconectadas. Estamos hablando del Sistema Nervioso Central. Digamos que las neuronas se conectan mediante los axones, una suerte de cables cubiertos por una vaina protectora (19).
Los oligodendrocitos son quienes se ocupan de generar la mielina. Esta actúa como pegamento y genera una funda que protege a los axones como los aislantes de los cables eléctricos. Además, la mielina ayuda en los impulsos neuronales (20).
La microglía se ocupa de la defensa del Sistema Nervioso Central por fagocitosis. O sea, que es como el Roomba del Sistema Nervioso Central, que se va comiendo las células muertas y va limpiando todo para que funcione correctamente. Una vez que la microglía se pone en funcionamiento, va patrullando y se gira al menor signo de «suciedad» (21).
Vale, pero aquí hemos venido a leer salseo…
Pío del Río Hortega Vs Ramón y Cajal
«AL LADO DE CAJAL ME SENTÍ ESTIMULADO Y DEPRIMIDO, EXPERIMENTÉ ALEGRÍAS Y AMARGURAS, GOCÉ DE LAS MÁS HONDAS EMOCIONES; MI VIDA ESTABA LLENA DE CAJAL Y SU RECUERDO SE HA INCRUSTADO EN MI CEREBRO» (22).
Después de años de recelos y malos rollos provocados por discípulos celosos, Cajal y Pío del Río terminaron por llevarse hasta bien. Es más, en 1929, Pío del Río Hortega fue nombrado director del Laboratorio de Anatomía Patológica y Cancerología de la Casa de Salud de Valdecilla, donde impartirá cursos de verano (23). Cajal, al final, le escribió para felicitarle y darle la razón sobre la polémica del descubrimiento de la microglía y los oligodendrocitos.
En efecto, Pío del Río fue el primero en dar con estas células, pese al empeño de Ramón y Cajal por atribuírselo a otro científico (24). Además, Pío del Río Hortega vivió siempre a la sombra de Cajal. Tanto vivo, como una vez fallecido el científico culturista.
Por si fuera poco, a Pío del Río le apodaba el «importador de tumores» (25). Aunque este título suene, cuanto menos, macabro, en verdad fue gracias a sus contactos con discípulos extranjeros por los que pudo surgir el germen de la neurocirugía en España.
La afrenta de la Real Academia de Medicina
Tras morir Cajal, en 1934, la mayor parte de científicos esperaba que su sillón de la Real Academia de Medicina fuera ocupado por Pío del Río. Sin embargo, esto no fue así…
Un colega y también médico -Gonzalo Rodríguez Lafora (26)- le ayudó con el papeleo y la solicitud que había que mandar pero, tras ver la resolución, se dio cuenta de que ni siquiera la habían visto (27). Otro discípulo de Cajal le robó el testigo a Pío del Río Hortega.
¿A qué se debió esta decisión? Pues bien, a los ojos de los dinosaurios de la Real Academia, Pío del Río era un rojo (y maricón). Pese a que el propio Pío del Río acató la decisión no sin sentirse mal, otros científicos pusieron el grito en el cielo.
[Lafora] pidió el cierre de aquel centro de desprestigio científico en España, devolviendo su diploma y medalla para considerarse libre de aquella mugre científico-política (28)
Gregorio Marañón también dimitió de su cargo en la Real Academia de Medicina (29). Y Jiménez Díaz, en un discurso que dio en el Ritz en homenaje a Pío del Río, aseguró que éste lograría el reconocimiento que merecería (aunque será fuera de España) (30). Resulta llamativo que, pese a ser un hecho recogido en la prensa de la época, en la propia página de la Real Academia de Medicina no aparezca este hecho.
Comienza la Guerra Civil
Todas estas intrigas quedaron a un lado cuando empezó la Guerra Civil española. Y es que Pío del Río Hortega no solo era republicano, sino que apunto estuvo de ser ministro de Sanidad en el Gobierno de Alejandro Lerroux (31). Además de ser cofundador de la Asociación de Amigos de la URSS (32).
Tras el golpe militar franquista de 1936, Pío del Río firmó, junto con otros intelectuales, un manifiesto pro-gobierno (republicano) (33). Es más, siguió al Gobierno de la II República -o lo que quedaba de este- hasta su huida a Valencia (34). Sin embargo, viendo que las cosas se ponían feas, planeó su exilio a París.
A su paso -probablemente el último- por Madrid se vio obligado a cumplir una de las misiones más poco conocidas pero más llamativas de su vida.
Pío del Río: el héroe que no sabíamos que necesitábamos
Pongámonos en situación. Madrid. 1936. Los bombardeos amenazan la capital y, entre otros lugares, el Instituto del Cáncer del que Pío del Río era director.
Pío del Río Hortega, sin pensárselo dos veces, cogió una tanqueta (un tanque pequeño) y, junto con su novio -Nicolás Gómez del Moral- y su sobrina, se presentaron allí. El trío consiguió salvar 5000 preparaciones histológicas y el radio importado de Bruselas para radioterapia (35).
Hay que imaginarse a un señor menudo, de apariencia entrañable, con sus gafitas y su impoluto traje inglés, vestido con un mono de miliciano demasiado grande para él, tripulando la tanqueta hasta el Banco de España (36). Allí dejó a buen recaudo lo salvado. Por si fuera poco, les dijo a los milicianos, que habían cogido los libros del Instituto para hacer barricadas, que los pusieran mejor de frente. Así serían más eficaces para parar las balas (37).
Como el héroe que marcha de frente, con una estela de fuego detrás, Pío del Río dejó Madrid y, con este, el Instituto del Cáncer reducido a escombros.
La ciencia española, condenada al exilio
Podría ser un titular de la prensa de la época, animada por el golpe franquista. Tristemente, también es una realidad actual.
Después de una breve estancia en París, huyó a Oxford junto con otros colegas, como Severo Ochoa (38). En 1939, terminada la Guerra Civil, la dictadura de Franco acusó formalmente a Pío del Río Hortega de masón y republicano, cesándole de todos los cargos en los que estaba. Mientras en España se aplicó la nueva ley de Responsabilidades Políticas, en Oxford recibió un trato radicalmente opuesto (39). Pío del Río fue nombrado Doctor Honoris Causa (40). Además, publicó su descubrimiento de las nuevas células del Sistema Nervioso como un artículo de divulgación científica, sin mayor repercusión.
Al siguiente año, marchó junto con su pareja a Argentina, donde se asentarán hasta la muerte de Pío del Río (41). Aquí dirigió el laboratorio Ramón y Cajal, creado por el Instituto cultural español de Buenos Aires y gracias al apoyo de diversas sociedades y academias americanas y europeas (42).
Un científico en el armario
Vivieron fuera del armario, al menos ante la comunidad científica, como prueban los testimonios biográficos y las cartas de muchos de sus colegas (43)
La relación de Pío del Río Hortega y Nicolás Gómez del Moral no era un secreto. Severo Ochoa (fan número 1 de esta pareja) aseguraba que fue gracias a la pelea con Cajal por lo que se conocieron (44).
Sin embargo, su cierta tranquilidad en Argentina no duraría mucho… Poco después de llegar, Pío del Río se sintió mal. Después de hacerse una biopsia, se autodiagnosticço un carcinoma (45). Esto no le paró, sino que, montado el nuevo laboratorio, intentó aprovechar los años que le quedaban para investigar. Aquejado de graves dolores debido al cáncer, ingresó en el Hospital de su amigo el Doctor Avelino Gutiérrez (46).
Con tiempo para despedirse de su gente y rodeado de sus amigos y de su novio (47), murió el 1 de junio de 1945, sin haber terminado la Segunda Guerra Mundial.
El legado de Pío del Río Hortega
Poco se ha hablado de lo importante que fue Pío del Río Hortega, aunque fuera de España haya recibido más reconocimiento que en su tierra. Sabiendo que estaba a punto de morir, el gobierno franquista le propuso regresar, pero él, fiel a la República y a sus valores, decidió morir libre en Argentina (48).
Tampoco se sabe apenas sobre Nicolás Gómez del Moral, la persona que acompañó a Pío del Río y que fue la encargada de anunciar a las hermanas de Pío del Río su muerte (49). Fue quien se ocupó de recoger el apartamento que compartían, el compañero y amigo íntimo de un héroe condenado al olvido (50).
La última imagen que este guardaría de su pareja, sería de Pío del Río Hortega enterrado con su capa de Doctor y su eterna chapa de la República, que siempre llevaba en la cartera (51). Muchos años después, en 1986, los restos de Pío del Río se trasladarían al Panteón de Hombres Ilustres de Valladolid (52).
Ahora, Río Hortega es solo el nombre del Hospital de la ciudad y un instituto. Mucha gente no sabe a quién representa esa estatua de un hombre de gafas y traje inglés. Tal y como Elena Lázaro sostiene en el libro que ha inspirado este artículo:
Pío del Río hortega no vivió en el armario, lo encerramos después de su muerte (53)
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