Gitanos y payos conviven actualmente de forma pacífica, respetando cada colectivo las costumbres y normas del otro. Es lo que se conoce como integración de ambos grupos. Sin embargo, dicha integración no era como la entendemos nosotros en los siglos anteriores. De hecho algunos gobiernos llegaron incluso a promulgar leyes para acabar con ellos.
Lo primero de todo es aclarar de dónde provienen los gitanos. Aunque no conocemos exactamente su lugar de origen, se cree que emigraron a Europa desde las tierras de la India y sus alrededores. Vamos, que lo del Camino de Santiago es una tontería al lado de este paseo.
Llegaron a Europa como refugiados o peregrinos, al ser perseguidos desde sus lugares de origen por su religión, lo cual hizo que los gobiernos europeos y el Papa les protegieran. A España llegaron por el mismo motivo. Desde el principio comenzaron a vivir de las limosnas de la población a la vez que su cultura comienza a chocar con la paya; por ejemplo, las mujeres vestían con un turbante en la cabeza, a la vez que llevaban numerosos adornos en brazos y orejas (1). Por tanto, podemos ver que a pesar de tenerles como refugiados religiosos, los gitanos comienzan a ser vistos con cierto recelo.
Las primeras medidas contra los gitanos
Es durante el reinado de los Reyes Católicos cuando la Monarquía Hispánica comenzó a tomar medidas contra la población gitana asentada en España. Fueron los célebres Isabel y Fernando quienes, mediante una pragmática sanción, obligaron por ley a los gitanos que dejaran de pedir limosna y a ponerse a trabajar. Todo aquel que no obedeciera la norma, debía abandonar el Reino en un plazo de 60 días (2). ¿Qué significa este cambio? Fácil, los gitanos ya no son vistos como refugiados, sino como vagabundos, por lo que la Corona va contra ellos.
Los Austrias, fueron más allá, ya que el recelo contra los gitanos seguía aumentando por algunas noticias de robos. Así, Carlos I estableció que todo gitano que no cumpliera esta ley , sería condenado a seis años de galera (3). No piense, querido lector, que era un castigo simple: nadie que volviera de estar seis años remando en galeras recomendaba ese viaje. Si volvía… (4).
Durante el siglo XVII, con Felipe III y Felipe IV, los gitanos se encuentran en grandes núcleos de población. De esta manera los cristianos podían controlarlos e impedir sus costumbres, instruyéndolos en determinados trabajos, como la labranza. Aún así, ya se empieza a plantear la idea de expulsar a los gitanos de España como ya se había hecho con los judíos y los moriscos. (5). Como puede comprobarse, el expulsar a otras etnias es una costumbre muy española (6).
«Pues ahora voy y me los cargo a todos»
Tras la derrota de los Austrias en la Guerra de Sucesión Española y la pérdida de Gibraltar y sus monos, llegan los Borbones con sus refinadas pelucas blancas. Si los reyes anteriores habían promulgado severas leyes contra los gitanos, los Borbones no se iban a quedar cortos. Incluso iban a procurar su extinción.
¿Su extinción? Sí señor, y es que el marqués de la Ensenada, principal ministro de Fernando VI, pensaba que todas las normas de los monarcas anteriores habían sido insuficientes. Por eso ideó un plan que él mismo denominó “La extinción de los gitanos”. ¿Un Hitler del siglo XVIII? Sí y no: aunque el objetivo fuera el mismo, el marqués lo que pretendía era la separación física entre gitanos y gitanas para evitar que procrearan, de manera que en pocos años se extinguieran. Qué majo era oye (7).
Así, en 1749 se separan a unos 9.000 gitanos en España. Los hombres son recluidos en arsenales, y mujeres, niños y ancianos en casas de misericordia. Vivían hacinados y en pésimas condiciones de vida. Además, la ley prohibía a los gitanos el asilo a sagrado, es decir, se les negaba el derecho a ser acogidos en lugares religiosos (8). Pongamos un ejemplo para aclarar: en el Jorobado de Notre Dame de Disney, podemos ver cómo Esmeralda, la muchacha gitana, es perseguida por las autoridades, hasta que se acoge a sagrado al entrar en la catedral, pasando a ser protegida por la Iglesia dentro de los muros del recinto religioso. Bien, pues el marqués de la Ensenada prohibió esto.
Seamos todos amiguitos…
Volviendo a nuestro tema, el encierro de los gitanos no duraría mucho tiempo, ya que las mujeres gitanas protagonizaron numerosas protestas en su encierro, por ejemplo, rompían sus ropas, de forma que al ir semidesnudas no pudieran entrar en la capilla para oír misa. Los hombres también mostraron una actitud hostil hacia sus carceleros. Así, el Gobierno tuvo que recular, dando la libertad a algunos gitanos como ancianos, viudas e impedidos. No sería hasta el año 1765 cuando salieron de prisión todos los gitanos cautivos (9).
La reconciliación con el pueblo gitano llegó de la mano de Carlos III. Este promulgó un edicto por el que se prohibía a los payos discriminar a los gitanos. Además, la ley afirmaba que “no provienen de raíz infecta alguna”, pero les daba un plazo de 90 días para que abandonaran su cultura y practicaran un oficio (10). Lo gracioso era que a esta ley se le llamó el “Edicto de Tolerancia”.
¿Y ahora, qué?
Como conclusión, cabría decir que los gitanos en España han sido perseguidos a lo largo de los siglos, no sólo por los gobiernos o monarcas, sino que, indirectamente, también por la propia población española. Ya por entonces se miraba con cierto recelo a los gitanos, ya fuera por sus costumbres o por su vestimenta, o por las noticias de algunos robos que tenían lugar.
Por fortuna, actualmente se ha avanzado en dicho tema. Ya no se opta por las leyes contra un determinado colectivo, sino que se apuesta por la vía de la integración, haciendo pacífica la convivencia entre gitanos y payos.
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