Desde que apareciera el término «flamenco« en España, a mitad del siglo XIX (1), su éxito entre la sociedad ha ido variando, hasta transformarse en lo que es ahora: un arte reconocido internacionalmente. Reflejo de gran parte de las culturas que han dejado su huella en la Península Ibérica, lo que surgiera como una expresión artística, casi marginal, se acabaría transformando en un movimiento social que fue abrazado por el pueblo.
A día de hoy, y aunque todavía no se concretan sus orígenes (2), no podemos imaginarnos qué sería de nosotros, a nivel musical, sin algunas figuras representativas de este arte. «Entre dos Aguas«, de Paco de Lucía, los cantes de Camarón de la Isla, o para los más modernos, el boom de las fusiones de Rosalía, tra tra. Pequeñas menciones de una gran lista de artistas que demuestran de forma indiscutible lo esencial de este arte en la cultura de España.
Pero, ¿y si no fuese solo «cante jondo» lo que ha aportado este arte al país? ¿Qué pensarías, querido lector, si te dijéramos que el flamenco ha dado su «do de pecho» en muchos de los momentos más icónicos de la historia de España? Vamos a darle un poco de compás a esto, ¡que arrancamos!
Nace el duende: orígenes del flamenco en España
Como comentábamos anteriormente, no deja de ser sorprendente que, en la actualidad, no exista una hipótesis cerrada que podamos considerar acertada sobre el origen de este arte (3). No obstante, podemos partir de que, la idea más defendida por los estudiosos de este tema, concede un origen árabe a este término. Según esta teoría, el vocablo «flamenco» derivaría de «fellah-mengu«, o «campesino sin tierras» (4). Una definición que, de por sí, ya refleja un acontecimiento histórico.
El término «fellah-mengu» fue defendido por Blas de Infante, estudioso del flamenco y padre de la nación andaluza
Durante el reinado de Felipe III, se decretó la expulsión de los moriscos de todos los territorios de la monarquía hispánica (5). Despojados de sus tierras, algunos de ellos acudieron a refugiarse en poblaciones gitanas, quienes ya contaban con este ambiente social marginal previamente (6). Es indiscutible, por tanto, confirmar que este arte sería impensable sin la aportación del pueblo gitano a la mezcla. Y, afortunadamente, esta teoría otorga fuerza a dicha hipótesis.
Es por ello que, teniendo en cuenta la similar situación de marginación que ambos colectivos (musulmanes y gitanos) han sufrido durante su estancia en nuestro país en el pasado, no sería descabellado pensar que el flamenco como tal combine matices de ambas culturas (7). Si a esto le sumamos las raíces judías, africanas, e incluso latinoamericanas (8) que se pueden asociar a este género, encontramos que el flamenco es, en sí, un compendio de la cultura mundial.
Y es que no debemos olvidar que la Península Ibérica ha sido, a lo largo de la historia, una coctelera de culturas y civilizaciones de muy variada procedencia.
Del aire de la calle a los tablaos: escenarios para el flamenco en España
Se considera que el flamenco se establece a mitad del siglo XIX como género definido. Con anterioridad a este momento, prácticamente con un siglo de diferencia, comienzan a surgir actuaciones públicas del género (9). Es en esta época cuando algunos de los artistas que se dedicaban a él, ganan más reconocimiento a nivel nacional.
En pleno proceso de auge del flamenco, aparecen igualmente los primeros tablaos y cafés cantantes (10), así como espectáculos en teatros, en los que el flamenco destaca, aunque con una tímida presencia. Estas representaciones, compuestas en su mayoría por coplas y bailes folclóricos, con acompañamiento de palmas, guitarras, jaleos, e incluso orquesta en algunos casos (11), consiguieron ganar popularidad entre la población.
La difusión de este arte provocó que el flamenco alcanzara una gran visibilidad en el país (12). Este prestigio se consiguió sobre todo en la zona de Andalucía, cuna por antonomasia de esta expresión artística. Con su diversidad de palos, o estilos de cante, su gran variedad temática en las letras, y lo básico de las necesidades que se requieren para su interpretación, no es de extrañar que llegara a expandirse por cada rincón de España como la pólvora.
Pero, ¿cómo pasó de ser simplemente una expresión artística, a influir en la política nacional? Llegó el momento de afinar, y afilar, los instrumentos, querido lector.
¡Estamos prevenidos!
«Si me queréis, irse»: el flamenco en España arremete contra Napoleón
En 1808, el ejército de Napoleón conquistó gran parte de la península, obligando al Gobierno español a trasladar su sede a San Fernando (13). Esta localidad costera, y la cercana ciudad de Cádiz, sufrieron un asedio de dos años y medio por parte de las tropas francesas, que finalmente tuvieron que retirarse (14).
A raíz de este suceso, y durante el transcurso del mismo, comenzaron a promulgarse entre los habitantes del país canciones con letras burlonas sobre la forma de proceder del francés invasor (15). Algunas de las letras, incluso, nombraban la actuación de mujeres que participaron en los sabotajes, defensas y contraataques llevados a cabo contra Bonaparte. Tal es el ejemplo de este fragmento de unas alegrías, uno de los palos más festivos del repertorio flamenco.
«Un puñao’ de valientes,
una mujer y un cañón,
y un puñao’ de valientes
hicieron en Zaragoza
retroceder a los franceses«
Cádiz, Zaragoza, Aragón… Un sinfín de lugares y actos catalogados en las letras populares como heroicos que, como cabría esperar, enaltecían el orgullo e invitaban a la resistencia al pueblo llano contra la Francia invasora.
Quizá cabría pensar que, finalizado este periodo histórico, la cosa no tendría mayor importancia. Unas cuantas letras llamando a la revolución contra un agente extranjero tienen sentido. En España somos muy nuestros, al fin y al cabo. Pero nada más lejos de la realidad. Más adelante, durante el transcurso de la Guerra del Rif (16), vuelven a aparecer algunas letras en los cantes flamencos que recogen los sucesos de este conflicto.
El poder de la música: Reivindicaciones pasadas, presentes y futuras
No deja de resultar increíble como, al igual que algunos movimientos artísticos e ideológicos actuales, este arte ha servido de telón de fondo en movimientos reivindicativos. Algo similar a lo que se está dando actualmente en Cuba, por parte de varios de sus artistas, ya se vio en España durante la Guerra de la Independencia. Desde luego, la música tiene poder.
Pero la cosa no podía quedar ahí. Si el pueblo lo utilizaba para darse ánimos, ¿por qué no se lo iba a apropiar la clase dirigente también? Y es que, si hay algo que tenemos de sobra en este país, es picardía. Antiguamente, y ahora también.
La política y el flamenco en España: replicando desde el origen
A raíz de la reincorporación de la monarquía, con Fernando VII a la cabeza, el flamenco pasó a ser visto como una herramienta por las fuerzas políticas de la época (17).
Por parte de los grupos más conservadores, este arte fue algo aclamado y promulgado, como parte de la identidad nacional (18). Veníamos de cantarle a los franceses para echarlos del país, ¿quién no habría aprovechado la jugada? Sin embargo, los grupos más liberales se decantaban por definirlo como una especie de «opio para el pueblo español» (19). Y es que, bajo su punto de vista, el flamenco provocaba que el pueblo llano se evadiera de los problemas sociales que afectaban al país.
Y no hablemos de los movimientos más revolucionarios, quienes directamente asociaban a todo aquel relacionado con el flamenco, con un ambiente que explotaba la pobreza (20). Este sería el origen de un toma y daca que se perpetuaría a lo largo de los siguientes años, afectando incluso, y como veremos más adelante, a la dictadura franquista.
¿Que a la gente que gobernaba le gustaba dar palmas y los lunares? Pues a la oposición le parecía una vergüenza, y no importaba si unos eran de derechas o de izquierdas. La cuestión era, con el flamenco de por medio, llevarse la contraria.
No obstante, la cosa no queda aquí. Porque sí, todos sabemos cómo son los políticos, cada uno mira más por su casa que por la de aquellas personas que, supuestamente, están representando. Pero, ¿qué pasaría si un político llegara a tu casa para poner una música que a ti no te gusta?
Cataluña y Andalucía: las dos caras de la misma moneda
Esto es lo que sucedió a raíz de la celebración de la Exposición Universal de 1888 en Barcelona (21). Como símbolo nacional, el flamenco estuvo presente en esta exposición, abanderando la identidad del país (22). Esta simbología se terminaría de consolidar más adelante, gracias a figuras como Blas de Infante, considerado el «padre de la nación andaluza» (23).
Pero la semilla ya estaba plantada y, de cara al extranjero, España pasó a ser vista como la nación de la juerga, las bailaoras y los gitanos (24). Detalles que, para el turista, resultaban muy exóticos.
Sin embargo, por aquel entonces, Cataluña comenzó a asociar el flamenco con ambientes turbios y, en respuesta a esta imposición, se activó en el territorio el fomento del nacionalismo cultural catalán, representado por la sardana (25), en contraposición del común arte flamenco.
Se acabó: ¿flamencos buenos, o flamencos malos?
Si seguimos avanzando en la historia política del país, encontraremos más vaivenes respecto a la validez o no del flamenco. Para Primo de Rivera, supuso un obstáculo a diluir para conseguir unificar la identidad nacional (26) en un estilo artístico común para toda la región. Esto se conseguiría englobando a todos los estilos musicales regionales del país bajo un único denominador común: los grupos de Coros y Danzas (27).
En los tiempos de la II República Española, el flamenco tuvo su acogida por las clases políticas, a las cuales se unían también las grandes mentes intelectuales de la época (28). Pero, si entramos en la Guerra Civil, y en la posterior dictadura franquista, encontramos algo que no se había dado hasta ahora. Y es que, un mismo régimen, abogó por las dos posturas respecto al flamenco, profesando primero odio hacia este género, y más adelante, un amor incondicional (29).
El flamenco venía de ser un símbolo representativo de la corriente republicana, algo que se buscaba eliminar. Sumado a esto, que únicamente significaría seguir la corriente habitual (a ti te gusta, pues a mi me da asquito), el franquismo consideró a todo aquél relacionado con el flamenco, persona vinculada a la República (30). Este hecho provocó la persecución de personajes de esta corriente artística, con sus consecuentes detenciones, exilios y muertes.
«Gitano bueno» y «gitano malo»
¿A alguien le suena la Ley de Vagos y Maleantes creada durante la II República (31)? Pues para Franco, también se incluían dentro de este montante a los gitanos, apareciendo entonces una distinción entre «gitano bueno» y «gitano malo». Pero habíamos comentado también algo acerca de una evangelización del flamenco por parte del Generalísimo. ¿Quién cantaría tan bonito como para hacerle cambiar de idea?
Denominar a un gitano como «bueno» o «malo» dependía de la forma en la que éste convivía dentro del Régimen franquista
El flamenco en España durante la dictadura franquista: la marca «Spain is different»
El régimen franquista tuvo, a mediados del siglo XX, una inclinación a reutilizar este arte como representación de una España alegre, y también como reclamo turístico (32). Prueba de ello es la presentación realizada por España en la Feria Mundial de Nueva York de 1964-1965 (33). Retomadas las relaciones con el gigante americano, Franco tomó la decisión de cambiar de rumbo y ensalzar uno de los mayores atractivos del país.
Desde este momento, empieza a formarse el eslogan «Spain is different», símbolo del turismo nacional de la época (34). Una consigna compuesta por los reclamos de música, gastronomía y playas que nuestro país todavía ostenta a día de hoy.
Sumado a esto, empezaron a surgir los primeros niños prodigio de la música, a los que se incorporó en las grabaciones de la gran pantalla de la época (35), junto con otras estrellas que ya tenían un nombre en el ámbito musical de la copla y del flamenco en España.
Una jugada magistral, sin duda, y que, de hecho, surtió el efecto deseado. Tanto a nivel nacional como en el extranjero, España volvió a tener como una de sus mayores referencias el arte flamenco (36). Y esto perdura a día de hoy.
Con la música a otra parte
Y es que, por parte de la UNESCO, el flamenco ha sido reconocido como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad (37). Es un género artístico que ha dejado huella en todas las etapas de la historia nacional, desde su aparición, en mayor o menor medida. Pero nos causa curiosidad cómo, a pesar del paso del tiempo, y con el flamenco de por medio, las cosas no parecen haber cambiado tanto.
España sigue siendo vista como la tierra del jolgorio, donde venir a pasarlo bien, con mayor o menor control. Y bueno, a nivel interno, la situación en Cataluña está mucho más tranquila en su esquina superior del mapa. Dónde va a parar…
Los políticos siguen llevándose la contraria, dando pocas soluciones a los problemas sociales, y sin necesitar de la música para ello. Y la falta de aceptación hacia la diversidad cultural continúa siendo un foco de problemas que, en ocasiones, nos cataloga más como animales que como personas.
Si de verdad la música amansa a las fieras, quizá deberíamos plantearnos seriamente si ha llegado el momento. El momento de pedirle a Orfeo que saque otra vez la lira, y duerma a unos cuantos. Puede que no se arregle nada pero, por lo menos, tendremos algo de música para pasar las fatigas.
¿Qué te parece la idea, querido lector?
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