Os voy a contar la historia del Art Brut, un arte propio de majaretas. En cuanto a arte se refiere, estaréis hartos de escuchar «eso es postureo». Y también, «eso es un engaño». O el tan mítico: «esto lo puede pintar cualquiera». A fin de cuentas, desde que los artistas dejaron de pintar florecitas y cosas que la gente reconocía rápidamente, éstas han sido las frases más repetidas hasta la saciedad. ¿Lo queréis comprobar? En realidad, solo hay que quedarse cinco minutos en alguna sala del Museo Reino Sofía para ver que el arte se ha vuelto loco.
Pero algo tuvo que pasar para que los artistas dejaran de pintar paisajes y gente desnuda. ¿Cuándo dio el arte este giro?, os preguntaréis. Pues fue a principios del siglo XX, cuando las cosas empezaron a cambiar. La gente estaba harta de la guerra y del mal rollo, y quería salir de la rigidez. ¡Y es que estaban más tiesos que un palo! Por ello, empezaron a rebelarse contra los valores sociales, contra lo «normal». Así, les pareció divertido enfrentarse a la seriedad con la locura. Esa fue la chispa que prendió el Art Brut.
Por supuesto, el mundo del arte no iba a ser menos. Por eso, hasta el moño de que les dieran un croquis para pintar, los artistas empezaron a pasar de las normas. Así, comenzaron a ver en la locura una manera de expresarse sin pelos en la lengua. Quien se pica, ajos come.
Made in Arkhan Assylum
«Claro que el arte está loco. ¿Qué arte no es loco? Cuando no está loco no es arte.» Dubuffet. (1)
La psiquiatría fue un boom en el siglo XIX. Y es que, gracias al Romanticismo (2), la locura y los inadaptados empezaron a tener un rollito diferente. De hecho, ya no eran unos chalados a los que había que encerrar sin más. Sino que tenían su toque misterioso, cosa que a la gente le gustaba. Eran personas que no cumplían las normas sociales. Por eso hacían lo que les daba la gana, de una manera más o menos consciente.
Mucho antes de que existiese el Dadaísmo (3) o el Surrealismo (4), en Alemania el morbo de la locura empezó a tener fans. Todo comenzó a principios del siglo XX. Concretamente, en 1919, en el hospital de enfermos mentales de la Universidad de Heilderberg. Allí, el doctor Prinzhorn (5), psiquiatra de día e historiador del arte de noche, empezó a fijarse en los dibujos de sus pacientes. Así, vio en esos dibujos símbolos que no existían y mundos imaginarios. Por eso, a «doc» se le ocurrió la idea de estudiar a sus pacientes a través de esos dibujos. Y, de esta manera, fue el primero en estudiar la mente a través del arte.
Tienes que estar loca, o no habrías venido aquí
A finales de los 50, otro psiquiatra, Leo Navratil (6), se fijó en las obras de sus pacientes. Y tardó nada y menos en difundirlas. Como resultado, consiguió que los artistas de su país fueran a verlas. Para que resultasen más cool, llamó a sus pacientes «Artistas Gugging». Pero no eran otra cosa que señoras y señores con serios problemas mentales, que se abrían al mundo con sus dibujos.
Y tenían mucho talento. De hecho, el doctor Navratil abrió un centro (7) en el que vivían sus pacientes con más talento. Era algo así como una residencia de artistas.
Del psiquiátrico al museo: el Art Brut
Muchos de estos pacientes se convirtieron en artistas casi sin saberlo. Por ejemplo, Adolf Wölfli (8), entre otros, ingresó en una clínica en Suiza como una persona esquizofrénica y paranoica. La liaba parda todos los días, hasta que le dieron un papel y un lápiz. Desde entonces, el hombre no paró de dibujar.
Todo esto de las exposiciones y la terapia estaba muy bien, pero quien le puso nombre a esta movida fue Jean Dubuffet, un artista francés (9). De hecho, hasta ese momento, las obras de estos personajes eran solo terapia y servían de inspiración a los artistas «de verdad». Sí, a los guays que todos conocemos: Kandinsky, Picasso, Dalí… ¡Y es que estaba de moda parecer majara! Pero Dubuffet no quería llamarles locos. Creía que estos pacientes eran artistas de verdad. Así, a sus creaciones las llamó Art Brut o Arte Outsider. Es decir, arte fuera de las normas.
¿Cualquiera puede ser artista? Acabamos de cargarnos el negocio
Dubuffet creía que las normas de la sociedad acababan con la imaginación. Según él, todos podemos ser artistas. De esta manera, se cargó el arte él solito y también a los artistas que pensaban que lo petaban por sí solos.
Los artistas terminaban siendo unos snobs y creídos que al final solo seguían modas. Dubuffet vio en las creaciones de los considerados «margis», obras que no querían gustar a nadie. Porque les salían de dentro y les daba igual si te gustaban o no.
La locura es una moda atemporal
Las obras del Art Brut estaban llenas de rayadas: se repiten y están distorsionadas. Pero son impulsos que quieren sacar lo que hay dentro de la cabeza. Así, no tenían nada que envidiar al sombrerero loco.
Los psiquiatras y Dubuffet alucinaban pensando que eran puertas a la mente. Pero los primeros rizaron más el rizo, y decidieron que cualquiera que pintara igual, sería otro loco. ¡Sin miramientos!
Pero, esto del Art Brut ¿es arte o nos vacilan? Desde luego, en un mundo lleno de normas y modas, fueron las creaciones más sinceras. Y en muchos casos, ayudaron a quienes las hacían a ser entendidos. Por ese motivo, sirvieron de ejemplo a artistas que escapaban de la racionalidad. Y también a que el arte no fuera solo de unos pocos privilegiados.
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