Jeffrey Dahmer: el «carnicero de Milwaukee». Una historia que se pudo evitar

Una de las series del momento es, sin duda, DAHMER. Monstruo: La Historia de Jeffrey Dahmer, con la que Netflix ha pegado uno de sus grandes pelotazos esta temporada. Y, honestamente, no me extraña su éxito. Es más, se lo tiene bien merecido. Esta miniserie, creada por Ryan Murphy (creador de AHS, – sí, en esta revista somos fanáticos – entre otras) (1), nos ofrece la historia ficcionada del conocido como «carnicero de Milwaukee» (2), desde un punto de vista buenísimo. Pues no se limita a relatarnos las atrocidades que cometió este tipo, ni se detiene en el morbo. – Hasta cierto punto: la crueldad de las barbaridades que cometió Dahmer es la que es –. Sino que nos brinda un análisis de la sociedad y de las circunstancias que rodearon a estos brutales asesinatos, con un punto crítico exquisito (3).

DAHMER. Monstruo - La Historia de Jeffrey Dahmer Netflix Ryan Murphy Evan Peters

No se corta, por ejemplo, a la hora de poner sobre la mesa la homofobia y el racismo que destilaba la policía. Es más, nos muestra como dichos prejuicios impidieron que detuviesen a Jeffrey Dahmer en su momento. De haber sido diferente, se hubiesen podido evitar la mayoría de sus asesinatos. Por supuesto, la serie también ha suscitado polémica (4). Pero, cuando un producto tiene éxito, es de esperar que se abran diversos frentes y que no sea del gusto de todo el mundo. Por otro lado, la interpretación de Evan Peters – quien encarna a Jeffrey Dahmer – y de Niecy Nash – quien da vida a Glenda Cleveland, vecina de Dahmer –, así como del resto del elenco, es, simplemente, soberbia (5).

Pero no os voy a vender más la moto. Si os llama la atención, echadle un ojo y juzgar por vosotras mismas. Porque, para gustos, los colores, y yo no estoy aquí para hacer publicidad. Así que, sin más, dentro tráiler.

Jeffrey Dahmer: la historia de un asesino en serie

A lo que ha venido una servidora – si el pudor me lo permite –, es a contaros la historia real de Jeffrey Dahmer y de los brutales asesinatos y atrocidades que cometió.

Efectivamente, como nos cuentan en la serie, Dahmer cometió su primer asesinato con 18 años, en Bath (Ohio). Ocurrió en 1978. Y sí, sucedió de forma fortuita y no rindió cuentas ante la justicia. Después, durante nueve largos años, Jeffrey Dahmer no volvió a matar. Sin embargo, a partir de 1987 y hasta que lo triscaron, en 1991, el monstruo que llevaba dentro se desató sin remilgos. El horror sucedió, principalmente, en el 213 de los apartamentos Oxford, en Milwaukee (Wisconsin). ¿Cuántas fueron entonces sus víctimas? Dieciséis. Algunos eran menores de edad, unos pobres niños, vaya; otros, hombres muy jóvenes (6). Y os aseguro que llamarlo horror es quedarse corta, pues no estamos hablando de un asesino en serie sin más: al reguero de cadáveres que dejó en su camino, hay que sumarle un macabro cóctel de mutilaciones, canibalismo y necrofilia (7).

Dahmer cazaba a sus víctimas en el ambiente homosexual de Milwaukee. Les ofrecía pasta por sexo y, así, conseguía llevarles a su apartamento. Allí los drogaba con narcóticos, los asesinaba y los descuartizaba. Hasta llegaba a dormir con los cadáveres, se bañaba y mantenía relaciones sexuales con ellos y se los comía. También guardaba fetiches de sus víctimas: cabezas, torsos, manos, huesos… (8). Sí, todo un festival repulsivo y pavoroso.

Yo no quería que se fueran…

¿Que por qué lo hizo? Pues os ofreceré la respuesta que dio el propio Dahmer:

«Mis
víctimas eran ligues de una noche. Siempre me dejaban claro que tenían que
volver al trabajo. Y yo no quería que se fueran» (9).

Escalofriante, lo se. A cualquiera se le quitan las ganas de ligar y de ser promiscuo, no cabe duda. Y sí, la serie refleja a la perfección esta forma tan siniestra que Dahmer tenía de ser posesivo con sus amantes. Pero, para poder entender esta vorágine de maldad, vayamos a los orígenes del monstruo. Porque toda historia, por terrorífica que sea, tiene un principio.

A Father’s Story: Lionel Dahmer nos cuenta quién era su hijo

El mejor testimonio que tenemos para conocer la infancia de Jeffrey Dahmer, nos lo dejó por escrito su padre. Sí, como nos cuentan en la serie, Lionel Dahmer tuvo los santos bemoles de escribir un libro: A Father’s Story (10). Fue su peculiar manera de explicarle al mundo qué pasó para que su hijito acabase convirtiéndose en un monstruo (11). Desde mi punto de vista, se trató de una lavada de conciencia en toda regla. Es más, donó parte de las ganancias a las familias de las víctimas (12). Como si eso fuese a reparar el dolor infligido… Permitidme que no empatice ni un poquito con este hombre.

A Father’s Story
Portada de A Father’s Story. Fuente: Dahmer, 2021.

Y no lo hago porque este tipo escurrió el bulto en el libro de una forma majestuosa. Que no digo yo que Lionel fuese el responsable de los crímenes de su hijo, pero bien que podía haber sospechado algo, dadas las circunstancias… Ya lo dice el dicho: no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y Lionel nunca quiso ver la realidad que tenía delante de sus narices.

¿Cómo era posible que se me hubiera ocultado todo esto, no solo la horrible evidencia física de los crímenes de mi hijo, sino la naturaleza oscura del hombre que los había cometido, este niño que había tenido en mis brazos mil veces, y cuyo rostro, cuando lo vislumbré en los periódicos, se parecía al mío?

(…)

Nadie tenía la culpa de todas estas muertes excepto él, y no había duda de que tenía que aceptar ese hecho. Jeff lo había hecho todo. Él solo tenía la culpa (13).

El pequeño Jeffrey Dahmer: apuntando maneras

Pero Lionel Dahmer no era escritor, sino químico. Y estaba casado con Joyce Flint. El 21 de mayo de 1960 nació su primogénito: Jeffrey Lionel Dahmer (14). ¿Cuándo detectó el bueno de Lionel, según su propio testimonio, que su hijito muy normal no es que fuese? Pues cuando el retoño tenía 4 añitos, en el otoño de 1964 (15).

¿Qué leches ocurrió? Pues Lionel notó un hedor nauseabundo, que provenía de debajo de la casa familiar. Fue a echar un ojo, y encontró los restos óseos de varios roedores: se ve que las civetas de la zona (animalejos parecidos a las mofetas) estaban usando los bajos de su casa para zamparse a sus presas. De ahí el pestazo que no les dejaba vivir. Total, que Lionel se metió bajo la casa para limpiar y sacar los huesos de los roedores. Joyce y su churumbel estaban esperándolo fuera. En estas, se puso a charlar con Joyce y, mientras se descuidaba, el chiquillo se puso a toquetear los huesos, a mirarlos fijamente, totalmente fascinado, y a fliparlo con el sonidillo que hacían al caer al suelo (16). Perturbador, cuanto menos. Así nos lo muestra Ryan Murphy en el segundo episodio de la serie:

Jeffrey Dahmer fascinación huesos animales

Según narra Lionel, la rareza – por llamarlo de algún modo – de Jeffrey había empezado unos meses antes: en la primavera de 1964, cuando le diagnosticaron una hernia doble y tuvieron que operarle (17). – No me preguntéis qué tiene que ver el tocino con la velocidad; no tengo respuesta –. Según Lionel, tras esa operación, Jeffrey se transformó en un niño introvertido, poco comunicativo, de rostro inexpresivo (18). Sitúa el fin de esta metamorfosis dos años después, en el otoño de 1966, cuando se mudaron de Pammel Court (Milwaukee):

este extraño y sutil oscurecimiento interior comenzó a aparecer casi físicamente (19).

Presagios del horror

Porque la anécdota con los huesos de los roedores no fue un episodio aislado. El propio Lionel narra más episodios bastante oscuros del pequeño Jeffrey. Episodios que el padre excusó, pensando que su hijo sería una eminencia en medicina o en taxidermia (20). Pero lo cierto es que a cualquiera con dos dedos de frente se le hubiesen encendido todas las luces rojas si ve que su hijo tiene estas actitudes. Leed:

Cuando tenía cuatro años, señaló su ombligo y preguntó qué pasaría si alguien se lo cortara, ¿era simplemente una pregunta ordinaria de un niño que había comenzado a explorar su propio cuerpo, o era una señal de algo morboso que ya estaba creciendo en su mente? Cuando, a los seis años, Jeff rompió varias ventanas en un edificio viejo y abandonado, ¿fue solo una típica broma infantil, o fue la señal temprana de una destructividad oscura e impulsiva? Cuando íbamos a pescar, y él parecía cautivado por el pescado eviscerado, mirando fijamente las entrañas de colores brillantes, ¿era esa la curiosidad natural de un niño o era un presagio del horror que luego se encontraría en el apartamento 213? (21).

En la serie de Murphy nos reflejan a la perfección esos momentos de obnubilación de Jeffrey Dahmer con las entrañas del pescado, en el tercer episodio:

Jeffrey Dahmer mirando fijamente entrañas del pescado

Química + taxidermia = una combinación explosiva

El caso es que Lionel, en vez de llevar al chiquillo a una consulta psicológica para ver qué estaba pasando en esa cabecita, optó por otra opción bien distinta. No se le ocurrió otra cosa mejor que enseñarle a su hijo química (22).

Aparte, cuando Jeffrey tenía 7 u 8 años, le regalaron un juego de química. Hasta aquí todo normal. La rareza vino cuando encontró en el bosque una ardilla descompuesta y se la llevó al sótano de su casa, para diseccionarla. Y se ve que le gustó, porque, desde entonces, se dedicó a buscar animales muertos (que hubiesen sido atropellados, por ejemplo), para abrirlos, ver cómo eran sus vísceras y desmembrarlos después. Así, reunió un buen arsenal de huesos y aprendió a despellejar y conservar los restos de los animales (23). Un hobby peculiar y macabro, cuanto menos. Pero al que su padre tampoco dio la importancia que merecía, pues lo tomaba en plan: «¡hostias! este chiquillo va para taxidermista».

En la serie, Murphy nos lo cuenta como si la afición por la taxidermia se la enseñase a Jeffrey su padre (episodio 2). No fue exactamente así, pero casi. Es más, hasta hay una anécdota, durante una comida familiar, que pone los pelos de punta. Jeffrey le preguntó a su padre qué pasaría si sumergiese los huesos del pollo en lejía. Y Lionel, orgulloso de que su hijo se interesase por la ciencia, en vez de impedir esa inquietud siniestra de su hijo, le enseñó cómo blanquear y preservar los huesos de animales… (24).

Dahmer monstruo taxidermia

Sí, todas las circunstancias se aliaban para forjar y dar forma al futuro monstruo, quien, además, crecía en un ambiente de abandono y aislamiento social, que no hizo más que alimentar la vileza del entonces pequeño Jeffrey Dahmer (25).

Papá y mamá Dahmer

Hablo de abandono, porque, mientras esa oscuridad se abría paso dentro del pequeño Jeffrey, Lionel estaba completamente sumergido en su doctorado. Y entretanto, en sus propias palabras: «Joyce se desdibujó. Y Jeff también» (26). Acabado el doctorado, en noviembre de 1966, empezó a trabajar como investigador químico y la familia Dahmer se trasladó a Doylestown (Ohio). Entonces, Joyce estaba de nuevo embarazada y mostraba claros síntomas de ansiedad. Cuando el bebé (David) nació, en diciembre, podemos decir que Joyce estaba completamente deprimida. – Ya había padecido depresión antes, cuando estaba embarazada de Jeffrey–. ¿Y qué hizo el bueno de Lionel? Pues zambullirse en su trabajo y pasar tres kilos de su mujer y de sus dos chiquillos (27). Porque sí, Lionel se comportó como un machirulo; como un narcisista de mierda.

Jeffrey Dahmer: un niño antisocial de quien nadie se ocupa

En cuanto al pequeño Jeffrey Dahmer, de seis años, estaba cursando primaria, empezaba en un cole nuevo, donde no conocía a nadie, y estaba completamente aterrado.

Un miedo extraño había comenzado a apoderarse de su personalidad, un miedo a los demás que se combinaba con una falta general de confianza en sí mismo. (…) Había adquirido la timidez que más tarde se convertiría en un aspecto permanente de su carácter. (…) El niño que alguna vez pareció tan feliz y seguro de sí mismo había desaparecido. Había sido reemplazado por otra persona, una persona diferente, ahora profundamente tímida, distante, casi incomunicativa (28).

Su profesora advirtió a Lionel de que Jeffrey era un niño extremadamente tímido y solitario, que no interactuaba con otros niños. Pero el bueno de Lionel pensó que eran tonterías, que se acababan de mudar y que era normal que el chiquillo reaccionase así (29). Pues nada…

El caso es que tenemos a un niño completamente antisocial, con una madre incapacitada para hacerse cargo de él, pues se pasaba el día dopada, debido a su depresión aguda, con un bebé recién nacido en casa, circunstancia que aviva mucho más la tensión familiar (30), y con un padre narcisista y ausente: el caldo de cultivo perfecto para que germinase el monstruo. Por supuesto, el matrimonio Dahmer empezaba a hacer aguas por todas partes y la discusiones acaloradas eran el pan de cada día (31).

Jeff había comenzado a sufrir un aislamiento casi total (…) había comenzado a caer en las garras de una profunda perversidad (32).

Pero el bueno de Lionel, en su momento, no hizo absolutamente nada (33). Para sumar tirantez al asunto, en abril de 1967 volvieron a mudarse, esta vez a Barberton (también en Ohio) (34).

Los renacuajos de la discordia

Es en Barberton donde sucede el episodio que nos narra Murphy, sobre el afecto que Jeffrey siente por una profesora, a quien regala unos renacuajos, que acaban en manos de otro niño y, entonces, se masca la tragedia. Que os lo cuente su padre:

No era más que el regalo de un niño, un plato de renacuajos que Jeff había atrapado en un riachuelo en el campo de detrás de U. L. Light School (…). Él se los dio inocentemente, como una expresión de su afecto. Más tarde, sin embargo, se enteró de que la profesora le había dado estos mismos renacuajos a Lee. En venganza, Jeff se coló en el garaje de Lee, encontró el cuenco de renacuajos y vertió aceite de motor en el agua, matándolos. Que yo sepa, este fue el primer acto de violencia de Jeff (35).

1x02 escena renacuajos

Pero, oye, que, a pesar de que evidentemente tuvo constancia de este episodio, el bueno de Lionel tampoco supo abordar este tema con su hijo. ¿Cómo lo excusa el hombre? Pues diciendo que él era también un niño tímido e inseguro, y que le costaba adaptarse a los cambios. Así que, simplemente, pensó que Jeffrey lo acabaría superando con el tiempo (36). Evidentemente, no fue así.

En los años venideros, ese lado oscuro se volvería más poderoso en mi hijo, hasta que finalmente se adhirió a su incipiente sexualidad y, después de eso, lo consumió por completo (37).

La adolescentia de Jeffrey Dahmer en Bath

En 1968 la familia Dahmer volvió a mudarse de nuevo. Esta vez, a Bath (seguimos en Ohio). – Es, más o menos, en este punto de la historia cuando el pequeño Jeffrey se aficiona a coleccionar animales muertos –.

novela gráfica Derf Backderf
Páginas de la novela gráfica My Friend Dahmer. Backderf, 2012.

Allí residirían durante los siguientes diez años, hasta que Lionel y Joyce dejaron de soportarse y se divorciaron. Y Jeffrey alcanzó la adolescencia. Seguía siendo un chaval excesivamente tímido, evitaba todo contacto con los demás, pasaba las horas solo, consumiendo televisión y estaba continuamente tenso, deprimido y en estado de estupor (38).

Cuando tenía 14 o 15 años, besó a un chico del vecindario y fue cuando descubrió que era homosexual. Cosa que no asumió con normalidad, sino que se convirtió en un secreto, que ocultaría y reprimiría (39). En el colegio, las relaciones sociales ya le habían resultado algo muy difícil de afrontar, pero, en el instituto, se convirtieron para él en un auténtico infierno. Además, empezó a tener pensamientos oscuros, que no compartía con nadie, lo que sumó para que se aislara del mundo (40). La salida que encontró, ante el dolor que le producía reprimir su orientación sexual y sus fantasías perversas, fue la botella: abusaba del alcohol desde los 13 años y hasta iba a clase borracho (41). Su constante estado de embriaguez y su actitud distante hacia los demás, lo convirtieron en el blanco perfecto para los abusones del instituto (42).

My friend Dahmer

De esta parte de la biografía de Jeffrey Dahmer, también tenemos un testimonio directo y por escrito. Se trata de la novela gráfica My Friend Dahmer, escrita por Derf Backderf, un compañero de Jeffrey, en el instituto Revere High School. En ella, Backderf describe a Jeffrey como una figura trágica, y relata, por ejemplo, cómo recibía palizas durante su primer año de instituto (43).

«Para ti, Dahmer era un demonio depravado, pero para mí era un niño con el que me sentaba en la sala de estudio y pasaba el rato en la sala de la banda» (44).

El cómic cuenta la historia de Jeffrey Dahmer durante su adolescencia, hasta antes de que cometiese su primer asesinato, con 18 años, en su vivienda, en Bath (45).

Novela gráfica My Friend Dahmer Derf Backderf

En su último año de instituto, Jeffrey ya era un alcohólico, y su actitud oscilaba entre la soledad absoluta y una necesidad imperiosa de llamar la atención. Y empezó a ser cada vez más provocador, por lo que la dirección del instituto tuvo que darle más de un toque (46). ¿Esa escena que nos relata Murphy en la que Dahmer se cuela en la foto para el anuario de los alumnos con mejores notas? Tan real como la vida misma (47). Que no es más que una gamberrada, sin aparente importancia. Pero lo serio es que, en esta época, Jeffrey ya empezó a fantasear con mantener relaciones sexuales con hombres muertos o inconscientes. E incluso planeó llevar estas fantasías oscuras a la práctica (48).

Y la fantasía macabra se hizo realidad: el primer asesinato de Jeffrey Dahmer

Estamos en 1978. Lionel y Joyce ya no se aguantan y, tras meses de peleas continuas e insoportables, deciden divorciarse. Jeffrey tiene 18 años. Lionel se pira de la casa familiar, para evitar más follón, y Joyce gana la custodia del hijo pequeño. Y, sin más, coge al chiquillo y se las pira también del domicilio familiar. Total, que Jeffrey se queda allí plantado, solo, y sin ninguno de sus progenitores que atendiese si quiera sus necesidades de alimento. Estuvo absolutamente abandonado, durante semanas, aquel verano. Y su manera de mitigar esa sensación de desamparo, fue fantasear (macabramente, ese era su estilo, claro). Así que empezó a imaginarse que recogía a un autoestopista y que mantenía relaciones sexuales con él, de diversa índole y de intensidad suprema. Y aquella fantasía se convirtió en realidad, para desgracia del autoestopista (49).

El 18 de junio, Dahmer estaba dándose un pirulo con el coche, cuando se topó con Steven Hicks, que estaba haciendo autostop. El joven era blanco y tenía 18 años, los mismos que Jeffrey, y se dirigía a un festival de música. Total, que Jeffrey se ofreció a llevarle pero, antes, le invitaría a unas birras, en su casa. El chaval aceptó el trato. Cuando Steven se quiso marchar de la casa, Jeffrey trató de impedírselo, se puso farruco y sucedió la desgracia. Jeffrey golpeó a Steve en la cabeza con una pesa, y el joven falleció. Así, Jeffrey Dahmer asesinó por primera vez. Siempre «explicó» este primer asesinato alegando que fue un impuso. Que pretendía no quedarse solo en aquella casa, durante más tiempo (50).

Pero no fue un trágico accidente, sino una fantasía perversa hecha realidad. Solo hay que atender a lo que sucedió después de la muerte de Steven para darse cuenta…

Si aquel agente hubiese revisado las bolsas…

Al ver que Steve estaba muerto, a Jeffrey Dahmer no le dio por llamar a la policía, a sus padres… ¡Qué va! Lo que hizo fue descuartizar al pobre joven (ya tenía experiencia, de sus correrías con animales muertos) y meter sus restos en bolsas de basura. Su intención era tirarlas, lejos de su casa, pero, cuando se disponía a ello, un agente de tráfico lo paró, por invadir con su coche la línea continua. Al ver las bolsas, el agente le preguntó por ellas, pero Jeffrey le dijo, muy pancho, que era basura, que no había tenido tiempo de tirarla, y ahí quedó la cosa. Una oportunidad perfecta para detener al monstruo, si ese agente las hubiese revisado. Pero eso nunca sucedió… (51).

Finalmente, Jeffrey enterró los restos mortales de Steve en los alrededores de su casa. Se sabe que, pasados los años, los desenterró y machacó los huesos, hasta convertirlos en polvo, que esparció por el bosque (52).

Durante semanas, Jeffrey estuvo acojonado, pensando que lo detendrían en cualquier momento. Pero eso tampoco sucedió. Así, se coscó de que iba a quedar impune por asesinar a aquel muchacho. Y, sin más, se prometió a sí mismo que algo así no volvería a suceder jamás y siguió con su vida. Durante 9 años, consiguió mantener a raya a su bestia interior (53).

La vida de Jeffrey Dahmer hasta que el monstruo vuelve a asomar la patita

En diciembre, Lionel Dahmer se volvió a casar y se acordó de que tenía un hijo de 18 años. Así que se llevó a Jeffrey a vivir con él y su nueva esposa, quien, casi de inmediato, se percató de que el chaval tenía un problema bastante severo de alcoholismo. – Se ve que el padre ni se había coscado –. Lionel recurrió judicialmente la custodia de su hijo pequeño, ganó el recurso y volvió a reunir a los dos hermanos bajo el mismo techo. Aunque por poco tiempo. Jeffrey se matriculó en la Universidad Estatal de Ohio, pero duró un solo semestre, ya que lo expulsaron porque no asistía a clase, debido a su adicción. Total, que como Lionel ya estaba hasta las narices, decidió que lo mejor era alistarlo en el ejército (54). Para qué se iba a molestar el hombre en llevarlo a rehabilitación…

Jeffrey Dahmer soldado ejército
Fotogramas de Dahmer. Monstruo: la historia de Jeffrey Dahmer. 1×04.

Y, oye, caprichos de la vida, o mala baba, el caso es que, dentro del ejército, Jeffrey Dahmer acabó en los servicios médicos. Cosa que le valió para adquirir más conocimientos en anatomía. Pero tampoco os penséis que llegó muy lejos sirviendo a su nación: en marzo de 1981, lo expulsaron con deshonor, porque su problema de alcoholismo, aunque su padre pensase que la disciplina militar lo solventaría, seguía más on fire que nunca (55). Es lo que sucede con una adicción, cuando no se trata.

Viviendo con la yaya Dahmer y despertando a la bestia

Tras este nuevo fracaso, Jeffrey terminó viviendo con su yaya, cerca de la ciudad de Milwaukee (Wisconsin) (56). Allí, se refugió en la religión: leía la Biblia, acompañaba a la yaya a misa y reprimió su homosexualidad. Pero seguía teniendo serios problemas con el alcohol: en agosto de 1982 lo detuvieron por embriaguez, en la Feria Estatal de Wisconsin. En septiembre de 1986, la cosa fue a mayores: lo detuvieron por masturbarse en público delante de dos menores y lo condenaron a un año de libertad vigilada. Aparte de empezar a masturbarse compulsivamente, robó un maniquí de una tienda, que le servía de compañero sexual. Mientras tanto, se invertía trabajando en una fábrica de chocolate (57).

Pero, ¿con qué excusa la bestia que llevaba dentro salió de una vez por todas a la luz? Pues resulta que fue una nota lo que hizo que el depredador sexual que era Jeffrey Dahmer se activase. Estaba en la biblioteca y recibió una nota de un desconocido, proponiéndole sexo en el baño del edificio. Dahmer no acudió al encuentro, pero sus fantasías perversas se activaron de nuevo. Y aquella proposición, en un baño, le dio la clave para actuar. Desde entonces, se dedicó a frecuentar las saunas gais de Milwaukee. Pero, como no era capaz de relacionarse con otros hombres de manera sana y, además, lo que en el fondo deseaba era tener experiencias cercanas a la necrofilia, se dedicó a drogar a sus ligues ocasionales. Los dejaba inconscientes, por lo que podía controlarlos físicamente y, así, satisfacía sus fantasías de dominación (58).

Pronto se dio la voz de alarma sobre sus perversas prácticas sexuales y le impidieron la entrada en todas las saunas de los alrededores. Así que se buscó otro lugar para perpetuar sus depravaciones: el Hotel Ambassador de Milwaukee (59).

Jeffrey Dahmer: el carnicero de Milwaukee

Corría septiembre de 1987, cuando Jeffrey Dahmer conoció a Steven Tuomi (25 años; de los pocos de la larga lista de víctimas de Dahmer que le sucederán, que era blanco) en un bar de ambiente. Ambos se pimplaron y se fueron a una habitación del Hotel Ambassador a seguir la juerga. Se ve que a Jeffrey el colocón se le fue de las manos, porque llegó a perder el conocimiento – según su propio testimonio – y se despertó a la mañana siguiente sin recordar haber atacado a Steve… Sin embargo, el cadáver de Steve yacía a su lado: lo asesinó golpeándolo hasta causarle la muerte (60). La excusa de es que la noche me confunde no cuadra mucho, la verdad. Porque la reacción de Jeffrey, al ver el cadáver, una vez más, nos lo dice todo…

Bajó a unos grandes almacenes, situados en frente del hotel, y compró una maleta grande. En ella, metió el cuerpo sin vida de Steve. Un botones del hotel le ayudó a bajarla hasta un taxi, que le llevó a la casa de su abuela. Allí, en el sótano, Jeffrey Dahmer mantuvo relaciones sexuales con el cadáver, antes de deshacerse para siempre del cuerpo. Jamás se hallaron los restos mortales de Steven. Y así dieron comienzo las andanzas macabras del carnicero de Milwaukee, que cayó en la cuenta de que el sótano de la casa de su abuela era el lugar ideal para perpetrar sus crímenes. Sus siguientes víctimas fueron James Doxtator (14 años; indio americano) y Richard Guerrero (25 años; hispano). Los conoció en el Club 219 (un bar gay) en enero y marzo de 1988. Los drogó y después los estranguló, en la casa de la yaya (61).

Asesinato Steven Tuomi hotel Ambassador milwaukee
Fotogramas Dahmer. Monstruo. 1×04.

Una denuncia y abuso de menores: cuando podrían haber frenado a la bestia

Hubo un tercer hombre a quien Dahmer drogó en casa de su abuela, que consiguió escapar: Ronald Flowers, afroamericano de 25 años. Pero, aunque denunció, la policía no investigó ni hizo un seguimiento del caso. Otra oportunidad desperdiciada para frenar al carnicero de Milwaukee. El propio Ronald declaró que logró salvarse gracias a la abuela de Dahmer (tal y como nos lo muestran en la serie) (62).

La abuela, cansada del ruido y del olor pestilente que salía del sótano, mandó al carajo a Jeffrey, quien tuvo que buscar un nuevo hogar. Así, se mudó a un apartamento, en el 808 North 24th Street, en septiembre de 1988. Un día después de la mudanza, cometió su primer crimen (aunque hay fuentes que sitúan este crimen en el Hotel Ambassador): intentó abusar sexualmente de un menor. Le ofreció 50 dólares a un chico de 13 años (Somsack Sinthasomphone), de origen laosiano (asiático), para que fuese con él a su apartamento y se dejase fotografiar. Una vez allí, Jeffrey diluyó tranquilizantes en una bebida, se la ofreció al chaval, logró que este se desnudase parcialmente y empezó a toquetearle de manera obscena. El chico, que, por suerte, no perdió el conocimiento, se asustó muchísimo y consiguió escapar de allí (63).

El chico llegó a su casa aun narcotizado, sus padres lo llevaron al hospital y denunciaron lo sucedido. Al día siguiente, la policía detuvo a Jeffrey Dahmer, acusado de abuso de menores. Se declaró no culpable, su padre pagó la fianza y quedó en libertad, hasta el juicio, en mayo de 1989. Mientras esperaba el juicio, Jeffrey cambió su declaración y se declaró culpable: admitió que sí había querido mantener relaciones sexuales con el chico, pero pensando que era mayor de edad (64). Y, también, mientras esperaba, cometió otro asesinato…

Las famosas Polaroid de Jeffrey Dahmer y su poder de persuasión

Conoció a Anthony Sears (24 años; un afroamericano que aspiraba a ser modelo) en La Cage Aux Folles (otro bar de ambiente), en marzo. Jeffrey le ofreció dinero, para que posase para él y lo llevó a casa de su yaya (donde se estaba cobijando, mientras se resolvía el juicio pendiente). Allí, en el sótano, lo drogó con píldoras para dormir disueltas en una bebida y lo estranguló. Tras asesinarle, le penetró analmente, lo desmembró y sacó fotografías Polaroid de la carnicería (65). Llegó a conservar la calavera de Anthony durante dos años; también conservó su pene (66). Es espantoso, lo sé.

Y así llegamos al juicio por abuso de menores, en mayo de 1989. El ayudante del fiscal pidió una pena de al menos 5 años de cárcel, porque la acusación consideraba que aquella actitud cooperativa que demostraba Jeffrey Dahmer no era honesta, y que era más que evidente que Dahmer tenía problemas mentales profundos. Se le realizaron exámenes psicológicos, que arrojaban a la luz que era terriblemente manipulador y evasivo, por lo que recomendaron su hospitalización y que le tratasen psiquiátricamente. Y a esto se acogió el abogado de Dahmer, para que no entrase a prisión. Además, el propio Dahmer culpó a la bebida de su conducta e hizo su alegato en la sala, jurando y perjurando que jamás volvería a infringir la ley (67).

Si la víctima no es blanca, importa entre poco y nada

Total, que, aunque lo declararon culpable, lo condenaron a cinco años de libertad condicional y un año de cárcel en régimen abierto (solo pernoctaría en prisión), condena de la cual, solo cumplió diez meses. El juez terminó indultándolo, a pesar de que Lionel Dahmer (esta vez, el hombre actuó bien) le escribió rogándole que no le concediese la libertad a Jeffrey, sin que antes le obligase a recibir tratamiento psiquiátrico (68).

Juicio abuso sexual Somsack Sinthasomphone
Fotogramas de Dahmer. Monstruo: la historia de Jeffrey Dahmer. 1×05.

¿Por qué la justicia actuó tan laxamente? Pues, a mi entender, el enfoque que nos da Murphy en la serie es bastante acertado. Por un lado, tenemos a un acusado blando y apuesto, con poder de persuasión. Y, por otro, a una víctima procedente de Laos que, en un país tan racista como Estados Unidos, ya os podéis imaginar lo que importa… Las conclusiones se sacan solas. Lo que nadie puede negarme es que fue una oportunidad de oro para frenar a Jeffrey Dahmer, que, una vez más, se desperdició (69).

Dahmer, tras el indulto, volvió a vivir momentáneamente con su abuela, hasta que encontró el hogar que sería su particular templo del horror: el apartamento 213, en el edificio Oxford, inmerso en una barriada afroamericana de Milwaukee, donde se mudó en mayo de 1990 (70).

El monstruo de Milwaukee desatado en el apartamento 213

En el apartamento 213 encontró la intimidad que necesitaba para perpetuar los crímenes más vomitivos y perversos. Desde convivir con los cadáveres, mantener relaciones sexuales con ellos y comerse partes de sus cuerpos, hasta inyectarles en los cráneos a su víctimas, mientras estaban inconscientes, ácido muriático, con el fin de convertirlos en «zombis», para que le satisficieran sexualmente sin oponer resistencia. En cuestión de 15 meses, asesinó a 12 hombres. La mayoría de ellos, eran afroamericanos – cuestión que no se explica porque Jeffrey Dahmer fuese racista, sino porque vivía en una barriada pobre, habitada, principalmente por afroamericanos: eran las víctimas que el muy cabrón tenía más a mano – (71).

Su modus operandi, que ya venía ejecutando y puliendo desde hacía tiempo, era ir a bares gais y sentarse a beber solo, hasta que fichaba a alguien que le atrajese. Entonces, le entraba y le proponía ir a su apartamento. También solía hacerse pasar por fotógrafo y les ofrecía pasta, si se dejaban fotografiar. La mayoría de sus víctimas eran homosexuales, aunque no todas (72).

El caso es que, una vez que cruzaban el umbral del apartamento 213, Jeffrey Dahmer se transformaba en un ser dominante y agresivo. Inmediatamente, les ofrecía una bebida alcohólica, previamente adulterada con alguna droga, y los dejaba inconscientes. Así empezaba su macabro festín. Les practicaba sexo oral, se tumbaba para escuchar sus latidos y, en cuanto percibía que se iban a despertar, los estrangulaba. Después, mantenía relaciones sexuales con los cadáveres, los desmembraba y los colocaba en determinadas posturas, para fotografiar los cuerpos. Solía guardar en la nevera sus partes favoritas (cabeza, corazón, pene…) (73).

La evolución del monstruo

Al principio, conservaba durante semanas los cuerpos en la bañera, cubiertos con hielo, para poder mantener relaciones sexuales con ellos, cuando terminaba su jornada laboral. El siguiente paso de su perversión, fue abrir los cuerpos en canal y masturbarse con las vísceras. Después, pasó a comerse los restos de sus víctimas que guardaba en el congelador. Necrófilo y caníbal, sí; parafilias que satisfacían la necesidad de control de Jeffrey Dahmer. Porque todo lo que hacía, desde fotografiar los cuerpos hasta «crear zombis», pasando por la necrofilia y el canibalismo, respondía a ese deseo de control absoluto. Y no es que disfrutase infligiendo dolor y asesinando, es que esa violencia era para él necesaria, para poder disponer de un cadáver con el que dar rienda suelta a sus impulsos sexuales (74).

Porque Jeffrey Dahmer era absolutamente incapaz de relacionarse normalmente con otros seres humanos. Necesitaba acabar con la voluntad de sus parejas sexuales, hasta para poder excitarse. De ahí sus asquerosos experimentos, trepanando cráneos e inyectando ácido, para crear «zombis» sumisos y obedientes. Casi muertos, no opondrían resistencia y le servirían para perpetuar sus perversiones (75).

Para lograr deshacerse de los cuerpos, cuando ya había tenido bastante, probó con distintos tipos de ácidos. Lógicamente, de su apartamento salía un pestazo insoportable y los vecinos se quejaban constantemente (76).

Las siguientes 7 víctimas de Jeffrey Dahmer

Sus siguientes víctimas, en 1990, fueron Raymond Smith (en mayo; afroamericano de 32 años, prostituto, de quien Jeffrey conservó el cráneo) y Eddie Smith (en junio; afroamericano de 28 años, a quien había conocido en The Phoenix Bar) (77).

Después, en septiembre, cometió dos asesinatos. Primero, asesinó a Ernest Márquez Miller, un estudiante de baile afroamericano, de 22 años. En esta ocasión, no le estranguló, sino que le cortó el cuello. Conservó su esqueleto y, en el congelador, su corazón, sus bíceps y sus piernas, para comerlos con posterioridad. Luego asesinó a David Courtney Thomas, también afroamericano de 22 años, quien acudió al apartamento de Jeffrey engatusado con que recibiría una suculenta suma de dinero por posar desnudo para él (78).

En febrero de 1991, Jeffrey Dahmer asesinó a Curtis Durrell Straughter, un chico afroamericano de 17 años, a quien recogió en una parada de autobús. Conservó, a modo de trofeos, su cráneo, sus manos y sus genitales. En abril, asesinó a Errol Lindsay, otro chico afroamericano, de 19 años, a quien perforó el cráneo para inyectarle ácido clorhídrico en el cerebro (uno de sus experimentos «zombis»). Después, lo asfixió, lo desolló y conservó su piel y su cráneo (79).

En mayo, Anthony Hughes se cruzó en la vida del despiadado Jeffrey Dahmer. Era un afroamericano sordo, de 31 años – en la serie, se le da mucho protagonismo para reflejar cómo actuaba Dahmer, a modo de recurso cinematográfico –. Consiguió que le acompañase a su apartamento, con la excusa de realizarle unas fotografías artísticas. Lo estranguló y dejó su cadáver en el suelo de la habitación durante 3 días. Después, se deshizo del cuerpo, conservando solo su cráneo (80).

Asesinato de Anthony Hughes Jeffrey Dahmer apartamento 213 edificio Oxford Milwaukee
Fotogramas 1×06.

Su siguiente víctima, estuvo a punto de salvar la vida y de detener este horror…

Señor policía, he visto a un menor huyendo…

Ahora toca hablar de Konerak Sinthasomphone, de 14 años. Era el hermano de Somsack, aquel chico del que intentó abusar Jeffrey, delito por el que le juzgaron. – Se que esto es absolutamente perverso; y puede ser peor, creedme –. En mayo de 1991, una vecina de Jeffrey alertó a la policía de que había visto a un menor asiático, desorientado y desnudo, en la calle, huyendo de un hombre blanco. Cuando los policías llegaron, se encontraron a un chico incoherente, atendido por dos jóvenes afroamericanas, y a un «hombre blanco», que llegó poco después, que explicó que aquel chico era su novio y que tenía 19 años. Muy educadamente, Dahmer les contó que «su novio» se pasaba mucho con el alcohol… En realidad, Dahmer había convertido a Konerak en uno de sus «zombis», inyectándole ácido en el cerebro, de ahí la desorientación del pobre chaval (81).

A pesar de las protestas de las jóvenes, que insistían en que aquel chico era menor y estaba muy asustado, los agentes creyeron a Dahmer y le acompañaron con el chico, de vuelta a su apartamento. Una vez que llegaron, aunque la vivienda apestaba, los policías ni se molestaron en investigar más. Si lo hubiesen hecho, habrían encontrado el cadáver de Anthony Hughes… Cuando la policía desapareció, Dahmer estranguló a Konerak y conservó su cabeza en la nevera durante meses (82). Efectivamente, como bien señala Murphy en la serie, el racismo y la homofobia de los agentes es más que palpable. Evidentemente, si hubiesen hecho bien su trabajo, habrían finalizado el horror desatado por Jeffrey Dahmer. Pero esta es otra de esas cosas en esta historia que nunca sucedieron.

Si os sirve de consuelo, aunque lo dudo, cuando se destaparon los crímenes de Dahmer, los dos agentes que acudieron esa noche fueron suspendidos (83).

Y el horror continuó en el apartamento 213

Jeffrey Dahmer asesinó a cuatro jóvenes más. En junio, se cruzó en la vida de Matt Turner, un afroamericano de 20 años, de Chicago, a quien conoció en el Desfile del Orgullo Gay. Lo llevó a su apartamento, con la excusa de fotografiarle, lo drogó y lo estranguló. Después, lo descuartizó, se comió sus órganos y conservó su cabeza. Para conservar su torso, que también pensaba comerse, compró un gran barril de plástico (84).

A sus últimas tres víctimas mortales, las cazó en julio; uno por semana. A Jeremiah Weinberger, puertorriqueño de 23 años, le perforó la cabeza para inyectarle agua hirviendo. Encontraron su torso junto al de Matt, en aquel barril de plástico. El siguiente, fue Oliver Lacy, un afroamericano de 23 años. Dahmer guardó en el congelador su cabeza y su corazón, y conservó su esqueleto para una especie de altar que tenía pensado hacer. Su última víctima fue Joseph Bradehoft (blanco; 25 años). Procedente de Illinois, se mudó a Milwaukee en busca de trabajo, para mantener a sus tres hijos. Supuestamente, Dahmer le ofreció dinero, para que posase para él, y así accedió a acompañarle al apartamento macabro. Jeffrey lo asfixió, lo decapitó y los desmembró dos días después. Cuando le detuvieron, la policía encontró la cabeza de Joseph en la nevera y su torso en el barril de plástico (85).

El hombre que consiguió escapar de Jeffrey Dahmer

Tracy Edwards (afroamericano heterosexual, de 31 años) estaba buscado en Mississippi por agredir sexualmente a una menor (86). Y, digamos que, el 22 de julio de 1991, el karma se la jugó…

Estaba de copas con unos amigotes, cuando apareció en escena Jeffrey Dahmer y le ofreció pasta, por posar desnudo para él. Cuando llegó al apartamento 213, un fuerte hedor casi lo tira para atrás. Vio polaroids de hombres desnudos y desmembrados, posters de pelis de terror (la obsesión de Dahmer por El Exorcista es real; de hecho, se la puso a Edwards; sí, también se compró unas lentillas amarillas para parecerse a Darth Sidious, de Star Wars) y un enorme recipiente de plástico, que le dio un yuyu de cágate y no te muevas. La cosa se puso tensa, Dahmer le esposó, le enseñó un cráneo humano y le soltó que se lo iba a cepillar y a comer. Pero el tipo consiguió escapar del apartamento. Se topó en la calle con una patrulla de polis y les convenció para que acudiesen al apartamento (87).

Cuando los agentes llegaron a casa de Jeffrey Dahmer, el olor nauseabundo que de allí salía ya los alertó. Le pidieron que soltase a Tracy, quien seguía esposado. Cuando pasaron al apartamento, descubrieron las polaroids, el barril con los torsos, una cabeza humana en la nevera… No había ninguna duda: estaban ante un monstruo. Así que detuvieron ipso facto a Jeffrey Dahmer. Al principio, Dahmer se resistió y negó sus crímenes, pero, ante las evidencias que la policía encontró, decidió dar una descripción detallada de los asesinatos, así como de las prácticas depravadas que había llevado a cabo. El fin del carnicero de Milwaukee había llegado (88).

Tracy Edwards escapa de Dahmer
Tracy Edwards escapando y la detención de Dahmer. Fotogramas 1×01.

Jeffrey Dahmer ante la justicia y el destino

El juicio comenzó en enero de 1992 y Jeffrey Dahmer se declaró «culpable, pero con enajenación mental». Aunque asesinó a 17 jóvenes, solo fue juzgado por 15 asesinatos (por aquellos de los que se encontraron pruebas materiales). Durante el juicio, las protestas de las minorías raciales se agolparon en la puerta del juzgado y la prensa acudió como hormigas a la miel. Total, que se trató de un juicio absolutamente mediático. La defensa trató de demostrar por todos los medios que Dahmer estaba loco, para evitar la prisión. La carta principal que usó su abogado fue precisamente la necrofilia y el canibalismo, como pruebas de que Dahmer era incapaz de controlar sus impulsos. Sin embargo, la acusación se centró en demostrar que los asesinatos habían sido fríamente calculados y medidos al detalle, utilizando las declaraciones del propio Dahmer, durante los interrogatorios policiales (89).

En febrero, el jurado consideró que Jeffrey Dahmer estaba más que cuerdo y, por tanto, lo declaró culpable de los quince asesinatos por los que se le juzgó. Lo condenaron a quince cadenas perpetuas. Entró en prisión – en la Columbia Correctional Institution, en Portage (Wisconsin) – y se convirtió al cristianismo. Dos años después, el 28 de noviembre de 1994, Jeffrey Dahmer fue asesinado a manos de otro preso, tras recibir una paliza (90). Justicia poética lo llaman. Él mismo dijo, al final de su juicio, que deseaba la muerte (91); pues concedido.

El edificio de los apartamentos Oxford fue demolido y, aunque, supuestamente, iban a construir un jardín en memoria de las víctimas del apartamento 213, actualmente sigue siendo un solar vacío (92).

Jeffrey Dahmer: un monstruo despiadado

Se que ha sido una historia larga, desagradable a más no poder y horrenda. Y que las conclusiones sobre quien fue Jeffrey Dahmer, se sacan solas. Básicamente, este cabronazo se dedicó a drogar, abusar sexualmente, asesinar y mutilar a hombres pobres, en situación de exclusión social y de marginalidad. Las víctimas perfectas, por las que nadie preguntaría y por las que el sistema no movería ni un dedo. Esa fue la clave para que Jeffrey Dahmer pudiese desatar este horror, con total impunidad (93). Cabe señalar, por si las moscas, que sí, que Dahmer bebía a más no poder, pero que el consumo de alcohol y/u otras drogas no es la causa de ningún acto criminal (94). No echemos balones fuera, porque este tipo de excusas o justificaciones no son reales y hacen muchísimo daño.

Solo cabe preguntar si el monstruo nace o si de hace y, a mi parecer, la respuesta es clara: se hace, sin duda, se hace. Así que, aunque sé que dan ganas de meter esta historia para siempre en el cajón del olvido y borrarla del disco duro, quizás nos debería servir para tomar nota, aprender e impedir que algo tan atroz vuelva a suceder. Porque se pudo evitar; hubo muchas oportunidades para frenar al carnicero de Milwaukee (95).

Sin más, os dejo con el testimonio de Nicole Childress, sobrina de la vecina de Jeffrey Dahmer, Glenda Cleveland (96); una de las «Casandras» de esta historia, a quien la policía no escuchó.



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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) Dahmer. Monstruo: la Historia de Jeffrey Dahmer es “nuevo thriller creado y dirigido por Ian Brennan y Ryan Murphy, inspirado en hechos reales que relata la historia del monstruo de Milwaukee, contada desde la perspectiva de las víctimas, y la incompetencia policial que permitió al nativo de Wisconsin emprender una matanza de varios años”. Redacción Infobae – Qué Puedo Ver, 2022. Ryan Murphy es también el creador de series como Scream Queens (una desternillante comedia, que se cachondea del género Slasher, protagonizada por Emma Roberts y Jamie Lee Curtis), Ratched (basada en Alguien Voló Sobre el Nido del Cuco y protagonizada divinamente por Sarah Paulson), American Crime Story (otra serie antológica, como American Horror Story, basada esta vez en crímenes reales) o Feud (que nos narra las rivalidades entre Bette Davis y Joan Crawford, interpretadas de forma sublime por Susan Sarandon y Jessica Lange).

(2) Cebrián, 2005, p. 218. Crimen e Investigación, 2013, p. 140. Earle, 2014, p. 429. Ressler y Shachtman, 2018, p. 235.

(3) “Lo mejor que tiene la serie es que aun siendo una persona sospechosa y con conductas terribles, la ley no logró movilizarse a tiempo como para evitar muchos de esos crímenes. La serie, a diferencia de otras, le dedica mucho tiempo a mostrar el mundo interior del criminal, sin idealizar ni otorgarle elementos de simpatía. La serie se toma varias licencias poéticas discutibles, pero lo hace, como siempre en Murphy, para mejorar el relato. La miniserie es una descripción muy clara de cómo un asesino serial se transforma en tal, cómo va dando los pasos que marcan un sendero que desemboca en el horror”. García, 2022.

(4) Pues han saltado opiniones y acusaciones de todo tipo: que si homofobia, que si racismo, que si morbo gratuito, que si hay algún familiar y algún actor que no están conformes con el trato recibido, que si por el bombo de la serie las polaroids de Jeffrey Dahmer (las reales, las que sacaba a sus víctimas) han acabado rulando por la red social Tik Tok… Podéis leer distintas noticas sobre el tema en Cinemanía. Yo estoy más en la línea de opinión que muestran en Infobae: “No es una miniserie para cualquiera. Porque el detalle con el que describe el mundo de un asesino le pone la piel de gallina a más de un espectador. Impactante, bien filmada y con varios elementos curiosos y diferentes. Monstruo: la historia de Jeffrey Dahmer es otro gran logro de Ryan Murphy (…). La serie, por suerte, nunca coquetea con la admiración, sino que siempre describe de forma impiadosa a su terrible protagonista”. García, 2022.

(5) “El reparto de Dahmer, además de su actor protagónico Evan Peters (…), se integra por Niecy Nash, Shaun J. Brown, Colin Ford, Richard Jenkins, Penelope Ann Miller, Karen Malina White, David Barrera, Josh Braaten y Troy Blendell”. Redacción Infobae – Qué Puedo Ver, 2022.

(6) Así, “asesinó a 17 hombres durante un período de 13 años”. Earle, 2014, p. 429. “Dahmer sólo tenía dieciocho años cuando mató por primera vez: fue en 1978, cerca de su casa de Bath (“Recogió a un autoestopista cerca de la casa de su infancia, en Bath, Ohio, y lo mató de manera bastante espontánea, sin plan previo”; Ressler y Shachtman, 2018, p. 215). Transcurrieron ocho años antes de que sintiera la necesidad de matar de nuevo, pero luego la frecuencia de los crímenes se aceleró: uno en 1986, dos en 1988, uno en 1989, cuatro en 1990 y ocho en 1991”. Ressler y Shachtman, 2010, p. 85. “(…) el 213 de los apartamentos Oxford, el principal escenario de las orgías de sangre, sexo y muerte del solitario Dahmer. (…) Entre 1987 y 1991, asesinó a dieciséis niños y hombres jóvenes en Milwaukee, en el estado de Wisconsin”. Crimen e Investigación, 2013, p. 140.

(7) Crimen e Investigación, 2013, p. 140. “Era obvio para mí que Dahmer había seguido el patrón predecible de los asesinos en serie. Empiezan a matar con cautela, temerosos. Después aceleran el ritmo y se van convirtiendo en máquinas de matar eficaces y efectivas. Finalmente, ya convencidos de que ningún ser mortal es capaz de atraparlos, se vuelven arrogantes y descuidados. Creen ostentar el poder absoluto y la autoridad suprema sobre los demás”. Ressler y Shachtman, 2018, p. 215.

(8) Cebrián, 2005, p. 218. Estudio Criminal, 2017, p. 3. “Se ha convertido en un excelente ejemplo del estereotipo del asesino en serie: un hombre genial y calculador, que es capaz de encantar a sus víctimas para que entren en su casa antes de cometer actos indescriptiblemente violentos”. Earle, 2014, p. 429.

(9) Crimen e Investigación, 2013, p. 140.

(10) Dahmer, 2021.

(11) “Su padre, Lionel Dahmer, contó en A Father’s Story su relación con Jeffrey, intentando explicar y explicarse qué sucedió para que el joven acabara convirtiéndose en un asesino”. Crimen e Investigación, 2013, p. 141.

(12) “Es mi deseo que algo positivo resulte de todo el dolor infligido a tantas personas por las acciones de Jeff. Es en el espíritu de este deseo, y en la más sincera simpatía, que tengo la intención de donar una parte de las ganancias de este libro para beneficiar a las familias de las víctimas. Si bien ninguna donación puede expiar una pérdida tan tremenda, espero que lo poco que pueda hacer ayude de alguna manera”. Dahmer, 2021, p. 5.

(13) Dahmer, 2021, pp. 13-14.

(14) Cebrián, 2005, p. 218. Crimen e Investigación, 2013, p. 140. Estudio Criminal, 2017, p. 1.

(15) Dahmer, 2021, p. 33. “Jeffrey no pareció presentar ningún problema durante la primera etapa de su desarrollo. A los dos años era un niño alegre y extrovertido que se comportaba con normalidad. Le gustaban los peluches, jugar con bloques de madera y adoraba a su mascota, su perro Frisky. Por entonces, Lionel Dahmer estaba preparando su doctorado en la Universidad Estatal de Iowa. En su narración refleja alguna anécdota de su relación con Jeffrey en ese período. (…) El pequeño pronto empezó a comportarse de forma extraña. Lionel cuenta otro episodio (…). Observó cómo Jeffrey, de sólo cuatro años, jugaba fascinado con un montón de huesos de animal que Lionel había sacado de la cámara de aislamiento de la vivienda”. Crimen e Investigación, 2013, p. 141.

(16) “A fines del otoño de 1964, cuando Jeff tenía cuatro años y todavía vivíamos en Pammel Court, noté un olor que claramente provenía de debajo de la casa. Tomé una linterna y un balde de plástico y me arrastré debajo de la casa para encontrar lo que fuera que estaba generando un olor tan insoportable. Unos minutos después localicé una gran pila de huesos, los restos de varios pequeños roedores que probablemente habían sido asesinados por las civetas que poblaban el área general. Era el olor fétido de las civetas, un pariente cercano de la mofeta, que había invadido la casa. Habían usado el área debajo de nuestra casa como un lugar para devorar a las pequeñas criaturas que cazaban por la noche. En unos minutos, recogí todos los restos de animales pequeños que pude encontrar. Era un surtido variado de huesos, blancos, secos y completamente descarnados, ya que habían sido arrancados por las civetas. Joyce y Jeff me estaban esperando cuando salí de debajo de la casa. Una vez que me puse de pie, dejé el balde y comencé a hablar con Joyce. Todavía estaba hablando con ella unos minutos más tarde cuando miré hacia abajo y vi a Jeff sentado en el suelo a solo unos metros de distancia. Había sacado una gran cantidad de huesos del balde y los miraba fijamente. De vez en cuando, levantaba algunos de ellos y luego los dejaba caer con un sonido quebradizo y crepitante que parecía fascinarlo. Una y otra vez, recogía un puñado de huesos y luego los dejaba caer de nuevo en la pila que quedaba en el suelo desnudo. Me acerqué a él, y cuando me agaché para recoger los huesos y tirarlos, Jeff soltó otro pequeño grupo de huesos y los dejó caer al suelo. Parecía extrañamente emocionado por el sonido que hacían. ‘Como palitos de violín’, dijo. Luego se rio y se alejó”. Dahmer, 2021, p. 33.

(17) “Un día de la primavera de 1964, Jeff comenzó a quejarse de un área sensible en la ingle. (…) apareció un pequeño bulto en su escroto. Lo llevamos al médico de inmediato y posteriormente se le diagnosticó una hernia doble. El médico explicó que la hernia era el resultado de un defecto congénito y que era necesaria una cirugía para corregir el problema. La cirugía estaba programada para la semana siguiente (…) Durante cualquier período de recuperación, por supuesto, se puede esperar un cierto abatimiento del estado de ánimo. Pero en Jeff, este aplanamiento comenzó a adquirir un sentido de algo permanente. Parecía más pequeño, de alguna manera más vulnerable, quizás incluso más triste que en cualquier momento anterior”. Dahmer, 2021, pp. 36-37.

(18) “A los seis años, a Jeffrey se le diagnosticó una hernia (aunque algunas fuentes – como el propio Lionel Dahmer: ver (17) – mencionan la dolencia a los cuatro años) y tuvo que someterse a cirugía. Para su padre, tras esa experiencia el chico no volvió a comportarse igual. Dejó de ser un niño alegre y confiado para transformarse en alguien introvertido, poco comunicativo y con un rostro que no reflejaba apenas emociones”. Crimen e Investigación, 2013, p. 141. “(…) después de que salimos de Pammel Court – 1966 –, parecía más retraído que antes, más introvertido, menos propenso a mostrar su rápida y cálida sonrisa. (…) No puedo recordar la expresión de su rostro o recordar en ningún grado la luz en sus ojos”. Dahmer, 2021, p. 37.

(19) Dahmer, 2021, p. 37.

(20) “La fascinación momentánea de Jeff por los huesos bien podría haber apuntado a un interés temprano que podría haber llevado eventualmente a la medicina o a la investigación médica. Podría haberle llevado a la ortopedia, al dibujo anatómico o a la escultura. Simplemente podría haber llevado a la taxidermia”. Dahmer, 2021, p. 34.

(21) Dahmer, 2021, p. 34.

(22) “Y así, en la medida en que le di a Jeff una orientación temprana, al menos en lo que respecta a sus intereses futuros, fue hacia las ciencias, particularmente la química. No mucho después de haber desechado los restos de animales que había encontrado debajo de nuestra casa, llevé a Jeff a mi laboratorio de química por primera vez. (…) Fue en un fin de semana, por lo que, en su mayor parte, Jeff y yo teníamos la gestión del laboratorio. Durante la siguiente hora, le mostré a Jeff todo lo que pude de mi trabajo, presentándole lo que, para mí, eran las fascinaciones de la química”. Dahmer, 2021, p. 34. “Como químico, Lionel pudo mostrarle a su hijo cómo manejar la lejía y otras sustancias de manera segura. En ese momento, no había forma de saber cómo se usaría este conocimiento más adelante en su vida”. Earle, 2014, p. 429.

(23) “Durante el juicio por sus asesinatos, se especuló mucho sobre si Dahmer habría maltratado y torturado animales, como suele ser usual en la juventud de muchos asesinos sádicos. La conclusión fue que era poco probable que eso hubiese sucedido, ya que había tenido una relación afectuosa con todas sus mascotas. Sólo le interesaba experimentar con los cuerpos en descomposición”. Crimen e Investigación, 2013, pp. 142-143. “Desde una edad temprana, Dahmer mostró interés en el funcionamiento de los cuerpos animales y, en sus palabras, cómo ‘encajan’”. Earle, 2014, p. 429.

(24) Este incidente lo relata en su biografía de Dahmer, de 1992, Joel Norris. Earle, 2014, p. 429.

(25) Jeffrey Dahmer “es el ser antisocial por excelencia”. Cebrián, 2005, p. 218. “Así que no estuve allí para verlo, cuando comenzó a hundirse en sí mismo. No estaba allí para sentir, incluso si hubiera podido sentirlo, que él podría estar a la deriva hacia ese reino inimaginable de fantasía y aislamiento que me llevaría casi treinta años reconocer. Y, sin embargo, pudo haber estado sucediendo incluso entonces”. Dahmer, 2021, p. 37. “Para evitar los constantes conflictos en casa, Lionel se refugió en el trabajo. Por su parte, Joyce no salía de la cama, aquejada por diferentes dolencias físicas y psicológicas. Las peleas entre sus padres aumentaron la sensación de aislamiento que Jeffrey había empezado a sentir”. Crimen e Investigación, 2013, p. 142. “Era un niño tímido y solitario que temía el abandono y daba la impresión de estar desamparado. El joven Jeffrey no hacía más que gritar pidiendo atención desde temprana edad -aunque fuera subconsciente-, pero esos gritos no fueron oídos, ya que sus padres estaban demasiado absortos en sus propias guerras personales”. Estudio Criminal, 2017, p. 1.

(26) Dahmer, 2021, p. 36.

(27) “(…) acepté mi primer trabajo como químico investigador para una gran compañía química en el área de Akron, Ohio. Encontramos una pequeña casa en Doylestown (…). Joyce estaba embarazada de nuevo, un embarazo que presentaba los mismos problemas que el primero. El ruido volvía a molestarla y con frecuencia estaba nerviosa, sin dormir e irritable. Tomaba de dos a tres Equanil al día (…). Pero no parecían ayudar mucho, por lo que se aumentó la dosis de tres a cinco tabletas al día. Sin embargo, incluso este aumento no mejoró su estado general. El nerviosismo continuó y, al hacerlo, Joyce se volvió más retraída hasta que, en el momento del nacimiento de David, en diciembre de 1966, apenas teníamos vida social. Durante este tiempo, por supuesto, pasé la mayor parte de mi tiempo en mi nuevo trabajo. En el laboratorio, una vez más encontré un maravilloso consuelo. (…) Proporcionó un gran alivio del caos que encontré en casa, la volatilidad de las emociones de Joyce, los continuos cambios en su estado de ánimo. El laboratorio era un refugio de esas tormentas, y probablemente trabajé incluso más horas por eso”. Dahmer, 2021, p. 38. “En su libro A Father’s Story (1995), Lionel Dahmer describió a su esposa, Joyce, como discutidora y constantemente necesitada de atención; en una ocasión, intentó suicidarse con una sobredosis de Equanil, un medicamento contra la ansiedad. Debido a esto, la atmósfera en el hogar familiar era a menudo tensa”. Earle, 2014, p. 429.

(28) Jeffrey Dahmer ingresó en la Escuela Primaria Hazel Harvey, en el otoño de 1966. Dahmer, 2021, pp. 38-39.

(29) La señorita Allard. “Mi hijo, me parecía, no era muy bueno para adaptarse a las nuevas circunstancias, pero esto era un defecto que difícilmente podría verse como fatal (…). A pesar del temor, los sentimientos de inferioridad, la terrible timidez, todas las inseguridades que me habían afligido cuando era niño y que aún persistían en la edad adulta, a pesar de todas esas cosas, estaba viviendo lo que yo y los demás tomamos como una vida normal. Y así, cuando vi estas mismas características que surgieron en Jeff, no me parecieron nada particularmente peligroso o aterrador”. Dahmer, 2021, pp. 39-40.

(30) “David había tenido unos primeros meses difíciles. Había sufrido cólicos y nos mantuvo despiertos a Joyce ya mí noche tras noche. Esto aumentó la tensión que se había ido acumulando constantemente entre nosotros dos, y todo se volvió considerablemente más difícil. Este problema empeoró por el hecho de que Joyce había entrado en una depresión aguda. Estaba extremadamente irritable y pasaba gran parte de su tiempo en la cama”. Dahmer, 2021, p. 42.

(31) “Además, la relación entre Lionel y Joyce se había deteriorado, y ambos pasaban los días embarcados en agrias disputas. Durmiendo en habitaciones separadas e inmersos en un torbellino emocional de reproches y culpa, los Dahmer desatendieron las necesidades emocionales que demandaba Jeffrey”. Crimen e Investigación, 2013, p. 142.

(32) Dahmer, 2021, p. 40.

(33) “Pero la parte de Jeff que más peligro corría era invisible para mí. Solo pude ver aquellos aspectos de su carácter que eligió mostrar, que se parecían a algunas de mis propias características: la timidez, el tono general de aceptación, la tendencia a retirarse del conflicto. Supongo que, como la mayoría de los padres, incluso me consoló un poco, tal vez incluso un poco de orgullo, al pensar que mi hijo era un poco como yo”. Dahmer, 2021, p. 41.

(34) Dahmer, 2021, p. 42.

(35) Dahmer, 2021, p. 44.

(36) “Para ellos, lo que por entonces le sucedía al mayor de sus hijos se debía solamente a su incapacidad para aceptar los cambios. Lionel había sido muy tímido e inseguro de niño y estaba convencido de que su hijo era como él. Por eso también confiaba en que lo acabase superando con el tiempo”. Crimen e Investigación, 2013, p. 142. Ver (27) y (31).

(37) Dahmer, 2021, p. 44.

(38) “En 1968, los Dahmer se mudaron a una nueva casa en Ohio, Bath. Su vivienda estaba en el 4480 West Bath Road, rodeada de una exuberante naturaleza. Fue la casa familiar durante los diez años siguientes, hasta el tumultuoso divorcio de Lionel y Joyce. Y también sería el escenario del primer asesinato de Jeffrey. Lionel describe en su libro al Jeffrey adolescente como un chico que parecía estar en constante tensión y muy tímido, que huía del contacto con otras personas, se refugiaba en la soledad de su habitación o consumía las horas delante del televisor. Además, parecía incapaz de interesarse por nada, y se limitaba a «estar» por casa con aspecto deprimido”. Crimen e Investigación, 2013, p. 142.

(39) Crimen e Investigación, 2013, p. 143.

(40) “Jeffrey empezó a tener extraños pensamientos y sensaciones que no se atrevía a compartir con nadie, lo que contribuyó a cortar su conexión con el mundo exterior. Como ocurre con otros muchos asesinos en serie, en las fantasías perversas que recreaba de forma obsesiva se encuentra la motivación que le conduciría hacia el asesinato. El propio Dahmer intentó explicar su sensación durante la infancia: «Las sutilezas de la vida social estaban fuera de mi alcance. Cuando le gustaba a algún niño, no sabía por qué sucedía. No podía imaginar ningún plan para ganarme su afecto. Simplemente no sabía cómo funcionaban las cosas entre la gente. Y aunque lo intenté, no pude hacer que el resto de la gente pareciese menos extraña e incomprensible». Y si a Dahmer las relaciones personales durante la infancia le habían resultado difíciles, en el instituto se convirtieron en un verdadero problema”. Crimen e Investigación, 2013, pp. 143-144.

(41) Crimen e Investigación, 2013, p. 144.

(42) “Su extraña actitud y el abuso del alcohol le pasaron factura. Fue pronto señalado como un «bicho raro» y se convirtió en una presa fácil para los abusones de cursos superiores”. Crimen e Investigación, 2013, p. 144.

(43) Crimen e Investigación, 2013, p. 144. La novela gráfica en cuestión es: Backderf, 2012. “Derf Backderf tiene el privilegio inusual de ser una de las pocas personas que conocieron al asesino en serie Jeffrey Dahmer en los años previos a su primer asesinato. En su cómic de 2012 My Friend Dahmer, Backderf explora los años formativos del hombre que conoció como ‘Jeff’, utilizando tanto la forma de cómic como el género del Bildungsroman. (…) El cómic de Derf Backderf de 2012 My Friend Dahmer es un relato del tiempo de Dahmer en Revere High School, Ohio, a fines de la década de 1970”. “Según Backderf, la premisa de My Friend Dahmer es ‘que Dahmer era una figura trágica, pero solo hasta el momento en que mató. Después de eso, la única tragedia es que no tuvo el coraje de ponerse una pistola en la cabeza y terminarlo’” (Backderf , 2012, p. 221)”. Earle, 2014, pp. 429-430 y 439.

(44) Backderf, 2012, p. 9.

(45) Earle, 2014, p. 430. En Bath, “Su vivienda estaba en el 4480 West Bath Road (…) también sería el escenario del primer asesinato de Jeffrey”. Crimen e Investigación, 2013, p. 142.

(46) “John Backderf recuerda cómo en ocasiones un grupo de chicos juntaba dinero para pagar a Dahmer y que éste hiciese un «número» en el centro comercial. Jeffrey simulaba un ataque epiléptico y se ponía a hacer locuras, mientras los demás se reían de su comportamiento. Pero, por regla general, Dahmer era un solitario. Y su alcoholismo le alejaba aún más de los demás. Aunque al principio se había limitado a acudir borracho a clase, en su último año de instituto llegó a llevar un vaso de whisky al aula. A menudo, esa actitud provocadora le generó conflictos con la dirección del centro”. Crimen e Investigación, 2013, p. 145.

(47) “Una prueba de ello fue su «gamberrada» en la foto del anuario. John Backderf y otro chico se encargaron de la edición anual y convencieron a Dahmer de que entregase una foto suya para ser publicada. Jeffrey se coló entonces en la foto que se tomó de los estudiantes que habían sacado las mejores notas. Como Dahmer no era uno de ellos, al darse cuenta, los miembros de la dirección tacharon su rostro con un bolígrafo. En la foto publicada puede verse un grupo de chicos sonrientes, entre los cuales aparece Jeffrey con una mancha negra por cara”. Crimen e Investigación, 2013, p. 145.

(48) “En una ocasión vio la noticia de un chico que había fallecido en un accidente de moto y se enamoró de él al contemplar su foto en el periódico local. En sus conversaciones con Robert K. Ressler, Dahmer contó que llegó a acercarse a la funeraria a contemplar el cadáver y se excitó tanto que tuvo que meterse en un baño a masturbarse. A medida que sus fantasías macabras empezaron a ser más intensas, Dahmer se fue aislando de los demás. Tras su detención, Dahmer contó cómo un joven acostumbraba a hacer jogging por la carretera cercana a su vivienda. Entonces empezó a tener una fantasía en la que él esperaba al corredor escondido entre la maleza con un bate. A su paso, salía con el arma y le golpeaba hasta dejarlo inconsciente, para luego poseerlo. Y llegó al extremo de proponerse intentarlo. Afortunadamente, el día que Dahmer eligió para hacer realidad su deseo, el joven no salió a correr. Sin embargo, no tardó en mancharse las manos de sangre”. Crimen e Investigación, 2013, pp. 145-146.

(49) Crimen e Investigación, 2013, p. 146.

(50) Crimen e Investigación, 2013, pp. 146-147. Masters, 1993, pp. 67-68. Schwartz, 2018, p. 211. “Steven Mark Hicks (…). Hicks fue registrado como desaparecido ese mismo año, pero su caso se esclareció hasta que Jeffrey confesó su asesinato a principios de la década de los noventa”. Olascoaga, 2022. “El asesinato había sido «real», aunque se entremezclara con la fantasía, y, según sus propias palabras, le «pegó un susto de muerte». Observó que este crimen había ocurrido pocos meses después de la desintegración de su familia, que le había «deprimido» mucho”. Ressler y Shachtman, 2010, p. 106.

(51) Crimen e Investigación, 2013, p. 147. Masters, 1993, pp. 69-70.

(52) Crimen e Investigación, 2013, p. 147. Masters, 1993, pp. 70-80.

(53) “Durante las semanas siguientes, Jeffrey no dejó de buscar en la prensa local noticias sobre la desaparición del chico. Esperaba ser detenido en cualquier momento. Pero a medida que fue pasando el tiempo, Dahmer entendió que iba a salir impune de su delito. En las conversaciones con Robert K. Ressler, Dahmer le confió que se asustó con el asesinato de Hicks y decidió que algo así no iba a suceder de nuevo. Y durante nueve años no volvió a matar”. Crimen e Investigación, 2013, p. 147.

(54) La segunda mujer de Lionel Dahmer es Shari Shin Dzhorzhan. Crimen e Investigación, 2013, pp. 147-148.

(55) “Acabó siendo destinado en 1979 a Baumholder, en Alemania del Este. En contra de lo esperado, el ejército no consiguió acabar con la adicción de Dahmer y, tras negarse a participar en un programa de rehabilitación, fue expulsado con deshonor en marzo de 1981. Tras la detención de Dahmer, se pensó que podía ser el responsable de unos asesinatos con mutilaciones cometidos en Alemania en la época en que estuvo destinado en aquel país. Pero las exhaustivas investigaciones de la policía alemana concluyeron que Dahmer no era el culpable. Por su parte, él siempre negó su participación en tales muertes”. Crimen e Investigación, 2013, pp. 148-149.

(56) “El ejército le ofreció un billete de avión a cualquier parte de Estados Unidos, y Jeffrey eligió Florida. Aunque nunca había estado allí y no tenía ningún conocido a quien recurrir, «estaba cansado del frío». Pero no duró mucho en el destino elegido. Sin dinero ni un lugar donde vivir, decidió regresar con los suyos. Incapaz de enfrentarse a su padre, se fue a vivir a casa de su abuela en West Allis, en los alrededores de la ciudad de Milwaukee. Coincidiendo con la estancia de Dahmer en Florida, apareció el cadáver decapitado de Adam Walsh, un niño de seis años que había sido secuestrado. Sin embargo, Dahmer siempre negó su implicación en los hechos. Y en 2007, gracias a las pruebas de ADN, se demostró que el culpable había sido Ottis Toole, otro asesino en serie”. Crimen e Investigación, 2013, p. 149.

(57) Por el delito de la Feria Estatal de Wisconsin (embriaguez y conducta desordenada), lo multaron con 50 dólares. “En esa ocasión y en los posteriores encontronazos de Jeffrey con la justicia, fue Lionel quien pagó las multas (…). Dahmer había conseguido un trabajo poco especializado en una fábrica de chocolate, la Ambrosia Chocolate Co., donde permaneció hasta poco antes de su arresto definitivo”. Crimen e Investigación, 2013, p. 149. “Al licenciarse va a vivir con su abuela, en donde muestra una posible reinserción social, pues comienza a ir a la iglesia, a leer la Biblia e incluso reduce su dosis de alcohol y encuentra trabajo en una fábrica. Pero poco duró este cambio. Al poco tiempo comenzó de nuevo a masturbarse insistentemente e incluso robó un maniquí de una tienda, que hacía las veces de compañero sexual”. Estudio Criminal, 2017, p. 2.

(58) “Jeffrey intentó explicar a Robert K. Ressler la razón por la que volvió a matar de nuevo. Según él, el detonante fue una nota que recibió de otro hombre mientras estaba en la biblioteca. El desconocido le invitaba a practicar sexo en el baño del edificio. Aunque Dahmer no acudió a la cita, la propuesta activó sus fantasías, algo que, según Ressler, sirvió para crear el marco en el que Jeffrey podría buscar contactos sexuales con hombres”. Crimen e Investigación, 2013, p. 150. “Le resultaba difícil conseguir la erección mientras sus parejas estaban despiertas, por lo que optó por drogarlos con somníferos antes de mantener una relación sexual”. Estudio Criminal, 2017, p. 2.

(59) Crimen e Investigación, 2013, p. 150.

(60)  Masters, 1993, pp. 103-105. Schwartz, 2018, p. 211. Sucedió el 15 de septiembre de 1987. “Dahmer siempre mantuvo que no recordaba haberle atacado”. Crimen e Investigación, 2013, p. 150. Otras fuentes sitúan este asesinato el 20 de noviembre de 1987: Olascoaga, 2022.

(61) Crimen e Investigación, 2013, pp. 150-151. Masters, 1993, pp. 105-116. Schwartz, 2018, p. 211. “Doxtator fue convencido de ir al departamento de su asesino (…) la noche del 16 de enero de 1988. (…) Dahmer ofreció 50 dólares al joven a cambio de posar para una serie de fotografías desnudo. Ya en el apartamento, el criminal estranguló a James. A diferencia de sus primeras víctimas, Jeffrey mantuvo una semana el cuerpo de Doxtator en su sótano antes de desmembrarlo. Como sucedió con Tuomi, los restos de la víctima fueron desechados en la basura”. El asesinato de Guerrero sucedió el 24 de marzo de 1988. “Dahmer solo conservó el cráneo de Guerrero para mantenerlo por semanas en su sótano”. Olascoaga, 2022.

(62) Masters, 1993, pp. 117-119. “El 8 de julio de 1989, una de sus víctimas en potencia se puso a gritar con tal fuerza que Dahmer no tuvo más remedio que dejarla marchar; el incidente fue denunciado a la policía, con la descripción de un agresor llamado Jeff y la dirección de su apartamento, pero no se llevó a cabo ninguna investigación”. “Un hombre joven había sobrevivido a «la bebida» en casa de la abuela y Dahmer le permitió marcharse, pero más tarde el muchacho tuvo que ser hospitalizado y denunció el incidente a la policía, que no hizo un seguimiento muy bueno del asunto”. Ressler y Shachtman, 2010, pp. 86 y 105. Este hombre es Ronald Flowers: “Ronald Flowers conoció a Jeffrey Dahmer en Milwaukee en 1988 a través de un grupo de amigos que se reunían frecuentemente en un club nocturno ‘Club 219’; una noche, al salir de dicho lugar, ingresó a su automóvil pero éste no arrancó y el asesino serial se acercó a él para ayudarle y le dijo que fueran juntos por su auto para solucionar el problema. Al entrar a su casa le ofreció un trago y Ronald no lo quiso aceptar; luego le invitó un café y aceptó, pero a la bebida Dahmer le habría puesto una droga que al poco tiempo hizo efecto en Flowers, dejándolo inconsciente. Al despertar, se encontraba en una sala de hospital”. Mata, 2022. “Flowers se despierta en el hospital e informa el incidente a la policía. Dahmer fue llevado para ser interrogado, pero logró convencer a los oficiales de que el hombre estaba en una relación con él. De hecho, nunca salió nada del informe de Flower. (…) Cuando dio su testimonio ante el tribunal, Ronald Flowers dijo que, si no hubiera sido por la abuela de Dahmer, él habría sido asesinado”. Reyes, 2022.

(63) Sucedió el 26 de septiembre de 1988. El chaval “era el hermano mayor de otro chico que años después se convertiría en una de las víctimas mortales de Dahmer”. Crimen e Investigación, 2013, pp. 151-152. Masters, 1993, pp. 122-123.

(64) “El 27 de septiembre, la policía detuvo a Dahmer en la fábrica en la que trabajaba, acusado de abuso de menores y asalto en segundo grado. Tras declararse no culpable, Jeffrey recuperó la libertad después de que su padre pagara una fianza de 2.500 dólares. El juicio quedó fijado para mayo de 1989. En enero de ese año, Dahmer, que había contratado al abogado Gerald Boyle para su defensa, cambió su declaración: era culpable. Sí, había querido tener relaciones con el chico, pero creyendo que era mayor de edad”. Crimen e Investigación, 2013, p. 152. Masters, 1993, pp. 123-127.

(65) Crimen e Investigación, 2013, p. 152. Masters, 1993, pp. 128-130. Schwartz, 2018, p. 211. Sucedió el 25 de marzo de 1989. Olascoaga, 2022.

(66) “Según Anne Schwartz, autora del libro The Man Who Could Not Kill Enough (…) Para evitar que llamase la atención, la pintó de gris simulando los modelos de plástico usados por los estudiantes de medicina (Schwartz, 2018, p. 63)”. Crimen e Investigación, 2013, pp. 152-153. También conservó sus genitales. Olascoaga, 2022.

(67) El juez era William Gardner; el ayudante del fiscal del distrito, Gale Shelton. “Para la acusación, la declaración voluntaria de culpabilidad de Dahmer no resultaba sincera. Su percepción era que, bajo una apariencia falsa de cooperación y voluntad de enmienda, se escondían profundos problemas psicológicos de los que Dahmer no quería o no podía ser tratado. Su argumentación se basaba en el testimonio de tres psicólogos que habían examinado al acusado y cuyas conclusiones fueron que éste, además de ofrecer muchas resistencias, era manipulador y evasivo. Por eso recomendaron que fuera hospitalizado y tratado psiquiátricamente. El abogado de la defensa utilizó las conclusiones de la evaluación psicológica para argumentar que su cliente no necesitaba ir a prisión. Debía ser internado en un hospital donde se pudiese tratar su enfermedad mental. Además, señaló que no se trataba de un agresor sexual múltiple, ya que no había cometido actos similares en el pasado. Gerald Boyle estaba convencido de que se había conseguido detener a Dahmer antes de que hiciese un daño irreparable a otra persona. El propio Dahmer dio su versión al juez sobre lo sucedido, culpando a la bebida de sus actos. Con la distancia que da el paso del tiempo, asombra la capacidad del asesino para esconder o disfrazar su verdadera naturaleza. Durante la vista, habló del terrible error que había cometido y explicó que serviría para encauzar su vida en la dirección correcta que el abuso del alcohol había puesto en peligro. Pidió al juez que no le privase de su trabajo en la fábrica de chocolate, del que se sentía orgulloso, prometiendo que no volvería a infringir la ley”. Crimen e Investigación, 2013, p. 153.

(68) “Jeffrey Dahmer resultó tan convincente que, pese a que el 23 de mayo de 1989 fue declarado culpable, la pena que se le impuso fue de cinco años de libertad condicional y un año de cárcel, pero en régimen abierto, lo que le permitió continuar con su trabajo durante el día y pernoctar en prisión. Dahmer cumplió sólo diez meses de su sentencia. El juez recibió una solicitud de indulgencia del condenado y decidió concederle la libertad. Y lo hizo pese a haber leído una carta de Lionel Dahmer en la que éste le rogaba que no se le concediese la libertad a su hijo sin antes obligarle a recibir tratamiento psiquiátrico. En su libro, Lionel relata que había dejado de creer que sus esfuerzos pudiesen salvar a su hijo. Había percibido que «a Jeff le faltaba algo…, lo que llamamos conciencia…, que había muerto o nunca había llegado a existir»”. Crimen e Investigación, 2013, p. 154. “Cuando Dahmer, en condición de régimen semiabierto, solicitó la libertad bajo palabra, incluso su padre, uno de sus más acérrimos defensores, escribió al juzgado oponiéndose a su excarcelación antes de que finalizara el programa de tratamiento, pero aun así fue puesto en libertad”. Ressler y Shachtman, 2010, p. 86.

(69) “Por aquel entonces, había varias denuncias de jóvenes desaparecidos en la zona en que Dahmer había recogido al joven laosiano, y también pruebas suficientes para relacionarlo directamente con tres de ellos. Las autoridades policiales, sin embargo, no ataron cabos. (Si hubieran aplicado convenientemente el sistema de análisis criminal del Programa de Detención de Criminales Violentos del FBI, tal vez hubieran visto la relación con más claridad y habrían evitado el asesinato de más jóvenes). (…) Las autoridades tuvieron como mínimo dos oportunidades más para cogerle. El 8 de julio de 1989, una de sus víctimas en potencia se puso a gritar con tal fuerza que Dahmer no tuvo más remedio que dejarla marchar; el incidente fue denunciado a la policía, con la descripción de un agresor llamado Jeff y la dirección de su apartamento, pero no se llevó a cabo ninguna investigación. La segunda oportunidad se dio a finales de mayo de 1991, cuando Dahmer secuestró en un centro comercial a otro muchacho laosiano que resultó ser el hermano pequeño del que tres años antes había conseguido escapar de él”. Ressler y Shachtman, 2010, p. 86.

(70) En el 924 de North 25th Street. Se mudó el 14 de mayo. Crimen e Investigación, 2013, p. 154.

(71)  Crimen e Investigación, 2013, pp. 154-155. Ressler y Shachtman, 2010, pp. 86-87. “Comía partes de los cuerpos para que esas pobres personas a las que había asesinado revivieran en él. Jugaba con las cabezas, las pintaba, coloreaba las calaveras. A medida que aumentaba el número de sus asesinatos, los actos de Dahmer se hacían aún más estrafalarios. Se hicieron tan graves que comenzó a hacer experimentos quirúrgicos con el fin de evitar que muriesen porque quería conservarles para sus propios propósitos. Quería crear zombies, personas que estuvieran a su entera disposición”. Schwartz, 2018, p. 183.

(72) Crimen e Investigación, 2013, p. 155. Estudio Criminal, 2017, p. 3.

(73) Estudio Criminal, 2017, p. 3. “Según Robert K. Ressler, el control que conseguía tras cerrar con llave el apartamento era lo que le excitaba sexualmente. (…) De inmediato, inducía a sus víctimas a consumir una bebida alcohólica con una droga que les hacía perder el conocimiento. Momento que aprovechaba para practicarles sexo oral, estrangulándolos tan pronto como parecía que iban a salir de su sueño profundo. Normalmente se tumbaba sobre el cuerpo del hombre desmayado y escuchaba los latidos de su corazón. Así aprendió pronto a reconocer los signos de que la víctima estaba saliendo del coma inducido por la droga, ya que su respiración aumentaba de ritmo y se entrecortaba”. Crimen e Investigación, 2013, pp. 155-156. “Dahmer bebió sangre, consumió partes de los cuerpos y prefería tener relaciones sexuales, no con sus víctimas vivas, sino con sus cadáveres desmembrados”. Ressler y Shachtman, 2018, p. 217.

(74) “Aunque se han realizado muchos análisis de las patologías mentales que sufría Dahmer, sus parafilias parecen responder en última instancia a su necesidad de control. Todo, las fotografías de los cuerpos, la conservación de sus restos como trofeo y el consumo de su carne, era para Dahmer una forma de dominación, de tener un control absoluto sobre sus víctimas. Ressler opina que el hecho de intentar convertir a sus víctimas en zombis sexuales era el súmmum de ese control y la solución que buscaba Jeffrey para dejar de matar. Para él, Dahmer es un asesino mixto, es decir, presenta características de los asesinos organizados, ya que perpetraba sus crímenes de manera metódica y se esforzaba por ocultar los cadáveres, y de los desorganizados, que suelen sufrir algún tipo de enfermedad mental que los lleva a actividades como la necrofilia y el canibalismo (Ressler y Shachtman, 2010, p. 84). Lo que muchos expertos creen es que Dahmer, a diferencia de otros asesinos sádicos, no disfrutaba torturando a la víctima, contemplando su terror. Para la mayoría de ellos el «juego» termina con la muerte de su presa; pero, en el caso de Jeffrey, ése era el momento que estaba esperando. La violencia era el paso necesario para poder acceder a un cadáver con el que satisfacer sus pulsiones sexuales”. Crimen e Investigación, 2013, pp. 156-157. “Se interesaba por los esqueletos, los cráneos y otras partes del cuerpo porque eran elementos del «centro de poder» que urdía en sus fantasías”. Ressler y Shachtman, 2010, p. 107. Para saber más sobre el tema del control en Jeffrey Dahmer: Masters, 1993, pp. 183-205.

(75) “Me interesé por sus intentos de convertir a los muchachos en zombis practicándoles orificios en la cabeza (con un taladro) e inyectándoles ácido suave en las cavidades del cerebro con una jeringa de cocina. Su propósito era matar el intelecto de la víctima y conservar el cuerpo vivo y obediente. Tales actos son, a mi parecer, la expresión definitiva de la incapacidad de Dahmer de relacionarse normalmente con otros seres humanos”. Ressler y Shachtman, 2010, p. 96. “Le resultaba difícil conseguir la erección mientras sus parejas estaban despiertas”. Estudio Criminal, 2017, p. 2.

(76) “Deshacerse de los cadáveres resultaba más complicado. Dahmer experimentó con diferentes tipos de ácidos para reducir los cuerpos, pero el proceso de descomposición emanaba un espantoso hedor, y los vecinos se quejaban del terrible olor con frecuencia”. Crimen e Investigación, 2013, p. 156. “La vez que Dahmer abrió un armario y el administrador olió el contenido de un barril de plástico con capacidad para más de cien litros, lleno de la solución de ácido que utilizaba para disolver los huesos, el administrador a punto estuvo de desvanecerse. Él le explicó que allí vertía el agua sucia de la pecera y el hombre se lo creyó. Poco después, tiró el barril con su contenido y se agenció un enorme bidón azul de petróleo”. Ressler y Shachtman, 2010, pp. 103-104.

(77) Raymond Lamont Smith y Edward Warren Smith (Crimen e Investigación, 2013, p. 155). Olascoaga, 2022. Masters, 1993, pp. 134 y 137-139. Schwartz, 2018, p. 211.

(78) Masters, 1993, p. 147. Olascoaga, 2022. Schwartz, 2018, p. 211.

(79) Masters, 1993, p. 147. Schwartz, 2018, p. 211. Asesinó a Curtis el 18 de febrero. “La forma en como lo convenció de acompañarlo a su departamento no ha podido ser aclarada”. Errol desapareció el 7 de abril. Olascoaga, 2022.

(80) Masters, 1993, pp. 147-148. Sucedió el 24 de mayo. Olascoaga, 2022. Schwartz, 2018, p. 211.

(81) Crimen e Investigación, 2013, p. 157. Masters, 1993, pp. 164-169. Olascoaga, 2022. Schwartz, 2018, p. 211. Las dos jóvenes afroamericanas que estaban atendiendo al menor eran Nicole Childress (17 años) y su prima Sandra Smith (18 años). Ambas vivían en el edificio, junto a Glenda Cleveland (madre de Sandra y tía de Nicole). Redacción La Nación, 2022. “Esta vez, el joven también pudo huir, después de haber sido violado, y salió corriendo desnudo a la calle, donde se congregó una multitud que le prestó auxilio hasta la llegada de la policía. Dahmer se presentó en el lugar unos minutos más tarde. Por increíble que parezca, los policías y los bomberos que acudieron a la llamada de urgencia se dejaron convencer por él: les aseguró que el muchacho era su amante y que estaba muy borracho”. Ressler y Shachtman, 2010, p. 86.

(82) Crimen e Investigación, 2013, p. 157. “Los policías llegaron al extremo de acompañar al laosiano a casa de su agresor, donde éste les mostró la documentación del muchacho y una de las fotos que le había sacado antes de drogarlo. La policía no hizo caso del hedor que impregnaba el apartamento y se marchó dejando a Dahmer con su víctima; unos minutos después, el muchacho era estrangulado”. Ressler y Shachtman, 2010, p. 86. “El haber puesto en peligro su operación hizo que Dahmer fuera excesivamente violento con los restos de Sinthasomphone”. Olascoaga, 2022.

(83) “Cuando se supo la verdad de los crímenes del apartamento 213, los agentes que obligaron a Konerak a volver con su asesino fueron suspendidos. La actuación policial suscitó la cuestión de si había existido prejuicio racial en la conducta de los agentes, ya que Dahmer era uno de los pocos blancos en un vecindario de color y su versión había sido creída de forma automática pese a los testimonios de las testigos, afroamericanas”. Crimen e Investigación, 2013, p. 158. “Unos agentes de la policía fueron despedidos porque habían permitido que un chico laosiano de 14 años se quedara en el piso de Dahmer, incluso después de haber hablado con este último y haber visto el estado altamente sospechoso de su piso”. Ressler y Shachtman, 2018, pp. 215-216.

(84) Crimen e Investigación, 2013, p. 158. Masters, 1993, pp. 171-172. Olascoaga, 2022. Ressler y Shachtman, 2010, p. 104. Schwartz, 2018, p. 211.

(85) Crimen e Investigación, 2013, p. 158. Masters, 1993, pp. 171-178. Ressler y Shachtman, 2018, p. 215. Schwartz, 2018, p. 211. A Jeremiah Benjamin Weinberger, lo asesinó el 5 de julio, a Oliver Joseph Lacy, el 15 de julio y a Joseph Arthur Bradehoft, el 19. Olascoaga, 2022. En cuanto al altar: “Dahmer quería construir lo que él unas veces llamaba «centro de poder», y otras «templo», formado por una larga mesa en la que colocaría seis calaveras. Dos esqueletos completos la flanquearían, uno a cada extremo, sostenidos por una peana o suspendidos del techo. Una gran lámpara se erguiría en el centro de la mesa y extendería seis globos de luz sobre las calaveras. La escena se completaría con unas estatuas de quimeras. El propósito de Dahmer era crear un entorno desde donde conectar con otro nivel de percepción o del ser, a fin de conseguir el éxito en el amor y las finanzas”. Ressler y Shachtman, 2010, p. 95.

(86) Crimen e Investigación, 2013, p. 158.

(87) Crimen e Investigación, 2013, p. 159. Masters, 1993, pp. 179-181. Olascoaga, 2022. “(…) su elaborado sistema de seguridad, su método de guardar pruebas tales como fotografías en cajas cerradas bajo llave, de envolver cuidadosamente las partes del cadáver en bolsas de congelación. Le preocupaba que irrumpieran en su apartamento y descubriesen sus trofeos. Sin embargo, en varias ocasiones alguien había entrado en su casa y visto lo que podían ser pruebas comprometedoras”. Ressler y Shachtman, 2010, pp. 102-103. “Dahmer disfrutaba viendo la película El exorcista III, y estaba fascinado por Satán. Le fascinó al igual que el malvado emperador del Retorno del Jedi, que tenía un control absoluto sobre sus súbditos. Incluso se compró unas lentillas de color amarillo para parecerse más al emperador de la película”. Schwartz, 2018, p. 183. Y sí, es cierto que a sus víctimas les ponía la peli de El Exorcista en video: Schwartz, 2021, p. 103. Entre ellos, a Tracy Edwards: Schwartz, 2021, p. 136.

(88) Crimen e Investigación, 2013, p. 159. “En el lugar, ahora determinado como una escena del crimen, se detectaron dos esqueletos completos, cuatro cabezas en conservación, siete cráneos, dos corazones, un muslo, cuatro torsos, un par de manos, dos penes, un cuero cabelludo momificado, una bolsa de órganos y restos de carne. Esa noche, tres años y 17 víctimas después, terminó la carrera criminal de Jeffrey Dahmer”. Olascoaga, 2022. “Una vez detenido, la policía halló en su apartamento restos humanos, fotografías de las víctimas y gran cantidad de macabros trofeos de los jóvenes asesinados, además de pruebas de canibalismo y tortura”. “Al principio intentó negar sus crímenes, pero el cúmulo de pruebas encontradas (un bidón lleno de restos humanos, cráneos puestos a secar y barnizados, centenares de fotos, y muchas otras) le hizo cambiar de idea y facilitó una detallada descripción de los asesinatos. No sólo confesó el asesinato de los jóvenes, sino también una serie de prácticas espantosas que incluían copulación con los cadáveres, canibalismo y prolongadas torturas como preludio de los asesinatos”. Ressler y Shachtman, 2010, pp. 85 y 86.

(89) El abogado de Dahmer “volvió a ser Gerald Boyle, quien ya le había defendido en su primer juicio por agresión sexual”. Crimen e Investigación, 2013, p. 160. El juicio comenzó el 27 de enero de 1992. Estudio Criminal, 2017, p. 4. “El 13 de enero de 1992, Boyle anunció que Dahmer estaba dispuesto a cambiar su postura y declararse ya no «no culpable por enajenación mental», sino «culpable, pero con enajenación mental» de los 15 cargos de homicidio que había en su contra. «La decisión de declararse culpable es del señor Dahmer, no mía», dijo Boyle a la prensa. «El juicio trata sobre su estado mental. Su intención es declararse culpable»”. Ressler y Shachtman, 2018, p. 216. “Corrieron rumores en torno a las motivaciones raciales en los asesinatos de Dahmer. Vimos en las noticias de televisión que las comunidades minoritarias se reunieron en Milwaukee, afligidas por la muerte de sus jóvenes. Se indignaron al saber que solo dos meses antes de la captura de Dahmer, dos policías de Milwaukee devolvieron a un niño laosiano al apartamento de Dahmer, y el niño murió a manos de Dahmer poco tiempo después”. Martin, 2010, p. 42.

(90) Ressler y Shachtman, 2018, p. 218. “El 15 de febrero de 1992, Jeffrey Lionel Dahmer fue condenado a 937 años de prisión por el asesinato de 15 hombres en Wisconsin. El 1 de mayo de 1992, tras ser extraditado a Ohio, Dahmer se declaró culpable de otro cargo de asesinato y recibió una decimosexta cadena perpetua”. Earle, 2014, pp. 429-430. La sala estaba presidida por el juez Laurence C. Gram. “Dahmer murió tras recibir una paliza a manos de otro interno llamado Christopher Scarver mientras ambos realizaban trabajos de limpieza”. Crimen e Investigación, 2013, pp. 160-161. “Cuando lo asesinaron brutalmente en el baño, cerca del gimnasio de la prisión, (…) Jeffrey tenía treinta y cuatro años. Esa mañana desayunó con los demás presos de su unidad. A las 7:50 a. m., los oficiales escoltaron a Jeff desde su celda hasta su trabajo, limpiando el gimnasio. Solo veinte minutos después, la seguridad encontró a Jeff y a otro preso blanco, Jesse Anderson, en charcos de sangre con múltiples fracturas de cráneo, ambos hombres salvajemente golpeados. Una ambulancia llevó a Dahmer al hospital Divine Savior en Portage, a solo unas millas de la prisión. A las 9:11 a. m., solo una hora después de que lo golpearon, Dahmer fue declarado muerto por lesiones masivas en la cabeza. Anderson murió dos días después a causa de sus heridas. Más tarde, otro preso, Christopher J. Scarver, de veinticinco años, confesó. Trabajó con los dos reclusos, limpiando el baño del gimnasio de la prisión. Usó una barra de metal de veinte pulgadas que había quitado de un equipo de ejercicio en el gimnasio para golpear la cabeza de Dahmer durante el ataque”. Martin, 2010, p. 145. “Tras la noticia, los padres de Dahmer se pelearon por la posesión de su cerebro, llegando incluso a enfrentarse ante los tribunales. La madre deseaba venderlo a un hospital de investigación mental, mientras que el padre sólo deseaba enterrarlo lejos de todo el mundo y de su memoria”. Estudio Criminal, 2017, p. 4.

(91) “Tras escuchar el veredicto, Jeffrey Dahmer se dirigió a la sala y, con voz clara, leyó su declaración final. En ella afirmaba que «deseaba la muerte» y que sus crímenes nunca estuvieron motivados por el odio racial. Terminó alegrándose de ir a un lugar donde no podría hacer más daño”. Crimen e Investigación, 2013, p. 161.

(92) Crimen e Investigación, 2013, p. 161. “El apartamento real de Dahmer y su contenido también fueron objeto de acalorados debates que involucraron a diferentes grupos. Algunas personas querían subastar trescientos objetos encontrados en el departamento de Dahmer para recaudar dinero para las familias y comunidades afectadas por sus crímenes”. Martin, 2010, p. 42.

(93) “Como la mayor parte de las víctimas de Dahmer provenían de los márgenes de la sociedad, sin raíces familiares, conductas criminales o vidas itinerantes, sus desapariciones no fueron detectadas con facilidad”. Crimen e Investigación, 2013, p. 158.

(94) “Muchas veces los asesinos tratan de achacar sus actos al alcohol o a las drogas. Si bien es cierto que las sustancias tóxicas pueden liberar a la gente de sus inhibiciones, casi nunca son la «causa» de actos criminales”. Ressler y Shachtman, 2010, p. 105.

(95) “La investigación demostró que la policía había tenido numerosas oportunidades para atraparle antes de su última escalada criminal”. Ressler y Shachtman, 2010, p. 85.

(96) “’Tenía 17 años en ese momento, estaba mirando por la ventana. Vi a alguien que parecía estar desnudo. Era un niño’, relató Nicole a The Mirror. Por entonces transitaba la adolescencia y vivía junto a su prima Sandra Smith, de 18 años, y su tía Glenda Cleveland. Al presentarse en el lugar de los hechos, en un acto de suma valentía, Nicole graficó el momento en el cual pudo interceder ante el asesino e intentó comunicarse con la policía (…). Nicole le explicó al operador de la Policía cómo era el panorama y que necesitaban, de urgencia, su presencia. A la par de su relato, especificó que un hombre rubio se abalanzó sobre el niño para oscurecer aún más el relato: ‘Él venía hacia el niño, y termina agarrándolo por el brazo, tomándolo detrás de su espalda y tirando de él y forzándolo. El niño está tratando de escapar, pero no pudo, porque era muy débil’”. Redacción La Nación, 2022.


Bibliografía

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Ana Inmaculada Morillas Cobo
Escritora y divulgadora. Redactora, revisora de contenidos y editora de Khronos Historia. Mis áreas de mayor interés - como comprobaréis si me leéis - son la Historia de la Mujer, la Historia de las Religiones, la Filosofía Política y la Antropología. Como buena cinéfila y melómana, me encanta practicar la miscelánea cuando escribo (llamadme friki). De firmes posiciones feministas y marxistas.