A lo largo de la Historia, las bebidas alcohólicas han funcionado como un lazo para la comunicación entre los hombres y los dioses. No en vano, existen varios mitos asociados a la cosecha, la fertilidad, la fiesta, el goce y lo sagrado. En América del Sur, los pueblos indígenas tienen una arraigada devoción por el maíz, que está ligado a la cultura, la dieta y la cotidianidad. En el territorio colombiano existe una larga tradición de consumo de una bebida alcohólica a base de maíz llamada chicha, la cual fue muy popular entre sus habitantes, hasta la llegada de una dura contrincante: la cerveza.
La bebida sagrada de los dioses: la chicha
Según la mitología muisca (1), Bochica, uno de sus dioses más importantes, ofreció el sagrado grano del maíz a una mujer indígena para que fuera la base de la alimentación de este pueblo andino. De aquí nace esta bebida, que en un principio se ingería únicamente con un carácter ritual, pues en las borracheras se invocaba al dios Nemcatacoa, el dios de la fiesta y el goce. No obstante, la chicha se convirtió en la bebida por excelencia del pueblo indígena, al punto de ser consumida por niños, mujeres y hombres en la cotidianidad (2).
La chicha tiene una preparación curiosa, pues se elabora en una gran olla de barro en la cual se ponía agua de lluvia y alrededor se sentaban las mujeres que tuvieran la mejor dentadura para masticar los puñados de maíz. Desde luego, un buen negocio para todo dentista que se precie. Una vez triturado el maíz, este se arrojaba a la olla junto con el agua, y la ptialina (fermento natural de la saliva) ayudaba a acelerar el proceso de fermentación del preparado. Exquisito.
En la época de la colonización, (3) los españoles llegaron a mezclar la chicha con el zumo de la caña de azúcar para hacerla más dulce. Tanto indígenas como españoles, mestizos y afros, bebían la chicha en todo el territorio.
De buenas y malas borracheras
Hasta la mitad del siglo XX, la chicha fue la bebida más popular. Después llegaron al país nuevas corrientes de pensamiento que dañarían su reputación (4). Por lo tanto, la chicha, al ser parte de una herencia cultural indígena, fue el blanco de fuertes estigmas. Además, por otra parte, pretendían impulsar el consumo de la cerveza, vista como una bebida europea de mejor reputación y hasta con propiedades curativas (5).
Por estas razones, se empiezan a tomar medidas para disminuir la producción y consumo de chicha y consigo, el atraso, las costumbres salvajes, los olores fétidos en la ciudad, los crímenes, los borrachos, las prostitutas, los problemas de higiene y los conflictos sociales (6). De esta manera, se prohíbe rotundamente el consumo y la producción de chicha en la ciudad, lo que lleva a la clandestinidad de su elaboración; dado que la chicha se consumía en tiendas, paseos, reuniones sociales y en casas particulares. Su costo era bajo y por ende, asequible a todas las clases sociales por lo que en la población hubo resistencia a beber cerveza.
La nueva bebida alcohólica tenía todas las de ganar contra la desprestigiada chicha. La cerveza estaba hecha de cebada, que se consideraba un grano más fino y alimenticio que el maíz. También era más costosa, pero venía envasada, lo que le daba mejores condiciones higiénicas al público. Además, la empresa líder en la fabricación de cerveza era la empresa Bavaria, que fue fundada y dirigida por un inmigrante alemán, sin contar la publicidad de la época, que mostraba el consumo de chicha casi como un pecado (7).
La chicha hoy
Entrados los años 90, la chicha fue reapareciendo en el panorama nacional como un símbolo de identidad cultural que sobrevivió en algunas partes de la ciudad de Bogotá. Especialmente, en el casco histórico, donde anteriormente se situaban las chicherías. Tanto es así, que desde el año 1995 se realiza el Festival de la chicha y la dicha, al que acuden personas de todo el país y donde no solo se toma una buena totuma (8) de chicha, sino que también se bebe cerveza y aguardiente. ¡Y a vivir que son dos días!
No estaba muerta, estaba de parranda
A pesar de la represión y la mala fama, la chicha se sigue bebiendo y continúa siendo el centro de atención en las fiestas y jolgorios alrededor del país. La cerveza, que alguna vez fue su contrincante, ahora es su aliada. Y la disputa por saber cuál es la mejor de las dos, o la más buena, o la que emborracha más, se ha quedado en el pasado. Ya no hace falta entrar en discusiones porque a la hora de la farra, no importa qué tomes sino cuán pedo te pongas. ¡Y con ambas brindamos!
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