La puerta del infierno está en Turquía, amigas… O eso pensaban los romanos. Para contaros esta historia, primero, vamos a tener que trasladarnos a Hierápolis. Era una ciudad grecorromana de la antigua Frigia (hoy, Pamukkale: Denizli, suroeste de Turquía; famoso destino turístico en el que destacan sus aguas termales), cuyas ruinas aún existen y podemos visitar (1). ¿Quién fundó esta ciudad? Pues Eumenes II de Pérgamo, en el siglo II a.n.e. (2). En el año 133, los romanos se hicieron con la ciudad, que se convirtió en todo un reclamo por sus aguas, supuestamente, curativas (3). Y resulta que, desde mediados del siglo XX, Hierápolis ha sido una mina de oro para la arqueología (4).
A nosotras, en concreto, nos interesa un templo muy especial que se descubrió en Hierápolis y que ya describieron Estrabón en su Geografía, y Plinio el Viejo en su Historia Natural, en el siglo I (5): el Plutonio.
Hierápolis, donde están las aguas termales y el Plutonio, (…) el Plutonio es una entrada bajo una pequeña cresta del territorio montañoso que hay encima, de tamaño suficiente como para poder acoger a un hombre y de gran profundidad. Ante dicha entrada hay un cercado cuadrangular de más o menos un hemipletro de perímetro y lleno de un vapor tan nebuloso y espeso que apenas se puede ver el suelo. Si uno se aproxima al cercado por cualquier punto de su perímetro el aire es inofensivo porque, al no haber viento, está libre de ese vapor, ya que dicho vapor permanece dentro del recinto; pero cualquier animal que pase al interior se topa con una muerte inmediata. (ESTRABÓN).
Dan el nombre de respiraderos, amén de pozos de Caronte, a unos agujeros que exhalan una emanación mortífera: así llaman a un lugar en Ampsanto de los Hirpinos, junto al templo de Mefite, donde los que entran mueren y de igual modo en Hierápolis, en Asia, a otro que sólo es inocuo para el sacerdote de la Gran Madre. (PLINIO EL VIEJO) (6).
El plutonio de Hierápolis o la puerta de Plutón: la puerta del infierno de Turquía
Efectivamente, en Hierápolis existe un templo dedicado a Plutón. ¿Que quién es Plutón? Pues el dios del inframundo romano, equivalente al Hades griego (7). Dicho templo, el Plutonio, también está dedicado a Proserpina. Ella es la equivalente romana de Perséfone, la esposa – a la fuerza – de Hades y, por ende, reina del Mundo de los Muertos. En el mundo romano, Proserpina es, directamente, la diosa de los infiernos (8).
Y es que en Hierápolis, además de unas aguas la mar de buenas que la convertían en un balneario de postín, los romanos también encontraban un destino turístico muy distinto y bastante más siniestro… Peregrinos de toda la región llegaban en manada para visitar la mismísima puerta del infierno (9).
Sacrificios animales en honor a Plutón
Vayamos por partes. Primero hay que explicar que los romanos pensaban que el Plutonio estaba construido sobre una puerta al inframundo. Pero literalmente; de verdad de la buena. Una puerta del infierno, en Turquía, de la que salían vapores mortales, tal y como nos narran Estrabón y Plinio el Viejo (10). ¿De dónde se sacaron este cuento? Pues resulta que se dieron cuenta de que cualquier animal que se acercaba a esta cueva, bajo el templo, la espichaba en menos que canta un gallo. Los animales se asfixiaban (11). Y claro, los sacerdotes – galos, eunucos consagrados a Cibeles (12), Diosa de la Madre Tierra y la gran diosa de Frigia (de ahí que Plinio el Viejo se refiera a ella como «la Gran Madre», cuando nombra a la diosa relacionada con Hierápolis, como vimos); digamos que equivale a la Rea griega (13) – vieron un filón…
La cosa es que empezaron a llegar peregrinos a mansalva, que les pagaban a estos sacerdotes para que realizasen sacrificios al dios Plutón en su nombre. Hay que tener en cuenta que en el mundo grecorromano el inframundo no tenía una concepción negativa, sino que era el lugar donde iban a parar todas las almas. Por ello, adorar a Plutón para buscar sus favores y que estuviese tranquilito, era de los más normal. Así, en el Plutonio, los romanos hacían sacrificios animales (de toros, carneros y pájaros) (14).
¡Aquí está la Puerta del Infierno! ¡Clarísimamente!
Los peregrinos, sentadicos muy cómodos en asientos elevados, venían como los animales morían y, sin embargo, los sacerdotes que los portaban, ¡sobrevivían! (15). Para la mentalidad romana, esto era una prueba irrefutable de los «poderes sobrenaturales» de los sacerdotes y de que allí estaba la puerta al inframundo.
Y decidir qué ser vivo moría debía ser cosa de Cerbero, ese perrico de tres cabezas, “mascota” de Plutón, Dios del Inframundo, que vigilaba la puerta del infierno (16) y soltaba su aliento tóxico (que eran los vapores que fluían del suelo), reclamando víctimas en nombre de su amo, Plutón (17).
La versión de Estrabón de lo que ocurría en la Puerta del Infierno de Turquía
Estrabón nos dejó testimonio escrito del espectáculo que se desplegaba en el Plutonio de Hierápolis:
(…) los toros que son llevados allí se caen y se les saca cadáveres, y nosotros echamos allí gorriones que dejaron de respirar al momento y se cayeron. En cambio, los eunucos castrados pasan por allí sin sufrir ningún daño, hasta el punto de acercarse incluso a la entrada, inclinarse y bajar un trecho, aunque conteniendo la respiración lo más posible (18).
Como os imaginaréis, este show, aunque macabro, supuso un reclamo turístico de magnitudes increíbles en el mundo antiguo (19). Normal, si creías en Plutón y en el Inframundo. Pero nosotras ni somos romanas ni creemos en perros de tres cabezas, ¿verdad? Entonces, ¿qué leches pasa en la puerta del infierno de Turquía? ¿Existe una explicación científica y racional para estos hechos? Pues sí y os la voy a contar ya mismo.
La ciencia nos revela la verdad sobre la Puerta del Infierno de Turquía
Resulta que Hierápolis se erige sobre unas fallas – hay fuerte actividad tectónica: los terremotos son frecuentes –, por lo que la emisión de gases geogénicos (del interior de la Tierra) es habitual (20). El templo de Plutón se excavó entre 2011 y 2013, y en 2014 lograron total acceso al sótano: a la llamada “puerta del infierno” de Turquía (21). Entonces, se hicieron mediciones de gas y, ¡oh sorpresa!, el nivel de oxígeno era muy bajo y había una concentración de CO2 del 91% (también la concentración de radón y helio era alta). ¿Qué significa esto? Pues que un “lago” de gas mortal residía en la cueva, bajo el Plutonio, reflejo de aquel aliento letal del inframundo, en el que creían los romanos, que hoy en día sigue siendo altamente tóxico. Así que no, los animales no pueden sobrevivir allí (22).
Sin embargo, su letalidad depende de las condiciones climáticas: solo resulta mortal si no hay luz solar directa ni fuertes movimientos de aire. ¿En qué se traduce esto? Pues en que en días soleados o ventosos, durante el día estás a salvo. Pero en la noche y a primeras horas de la mañana, la cosa cambia: es cuando mueren la mayoría de los animales. Además, para resultar letal, influye la altura a la que te encuentres: cuanta más altura, menos concentración de CO2 (23).
Unos sacerdotes con muchísimo morro
Esto es lo que llevó a los antiguos griegos y romanos a pensar que aquello era la puerta del inframundo, y llevar animales allí para ver como morían en cuestión de minutos, era una auténtica atracción turística (24). Pero, ¿por qué los sacerdotes no la diñaban? Fácil: se mantenían erguidos durante el sacrificio (incluso se subían a una piedra), y su nariz y boca estaban por encima del nivel tóxico del gas (cosa que no ocurría con los animales). Así, las gentes que presenciaban el ritual pensaban que tenían poderes sobrenaturales. Aunque no tenemos pruebas para afirmarlo con rotundidad, es evidente que estos listillos eran conscientes del gas y de sus cambios según la hora y condiciones del día: no se les ocurría hacer sus ceremonias en plena noche, cuando las concentraciones de CO2 matarían a un humano en un minutillo (25). ¡Qué gachones!
Estrabón ya se olió en su momento la tostada y se percató de que estos sacerdotes «hacían trampa». Aunque, en sus palabras, también podemos percibir el pensamiento mágico característico de su época:
(…) los eunucos castrados pasan por allí sin sufrir ningún daño (…) aunque conteniendo la respiración lo más posible (pues yo he visto en su aspecto la muestra de cierto sufrimiento de ahogo), y esto bien porque sea propio de todos los que están lisiados de esa forma, bien sólo de los que tienen relación con el templo, y bien sea por una predisposición divina, como es natural suponer en los casos de inspiración, o bien porque esto ocurra gracias a ciertos poderes que sirven de antídoto (26).
La Puerta del Infierno de Turquía abierta al público
Cuando se produjo la cristianización del Imperio Romano, todas estas creencias y rituales en torno a Plutón se consideraron paganos y empezaron a ser perseguidos y castigados con la muerte. Finalmente, Hierápolis fue abandonada (27). Sin embargo, como ya os comenté, a día de hoy la antigua ciudad grecorromana ha resucitado en forma de balneario. Sus aguas están cotizadísimas y tienen fama de sanadoras (28). En 1988, la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad las ruinas de Hierápolis (29). Por supuesto, el Plutonio también está protegido por la UNESCO (30). Tanto Hierápolis como la Puerta del Infierno son uno de los destinos turísticos más visitados de Turquía en la actualidad (31).
Y es que la Puerta al Inframundo nos sigue llamando la atención, amigas. Tras restaurar el Plutonio y colocar una pasarela a la distancia adecuada para que no suponga un peligro para la salud, las autoridades de Turquía, en junio de 2022, han abierto al público el paso a la Puerta del Infierno (32). Así que ya podemos ir al Plutonio y ver la mismísima Puerta al Inframundo grecorromano. Pero, tened cuidado si lo hacéis, no vaya a ser que Cerbero ese día esté juguetón y asome las fauces para atraparos con su aliento tétrico. Llevad encima una medallita de Cibeles, por si las moscas. Que nunca está de más ser precavidas. Sí, soy una cachonda mental; lo asumo.
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