Pompeya, paraíso y destrucción en un mismo día. ¿Te imaginas estar comprando comida en un mercado y que, de repente, empiecen a llover piedras? ¿O que la postura en la que te haya pillado la muerte sea fotografiada por miles de japoneses cada año? Esto es lo que les sucedió a cientos y cientos de personas, en una mañana del año 79 d.C., en la ciudad romana de Pompeya.
Cuando sientas el suelo temblar… pírate
Pompeya era aquella ciudad romana ubicada en la bahía de Nápoles. Hogar para muchos, lugar de vacaciones para otros (1). La vida se desenvolvía en aquella urbe como en cualquier otra del Imperio romano: esclavos deseosos de matar a sus amos, prostitutas en las esquinas, luchas de gladiadores, vino en las tabernas, etc. Sin embargo, todo cambiaría en la mañana del 24 de agosto del 79 d.C. Algunas horas después, sus habitantes morirían de forma trágica. ¿Su asesino? El monte Vesubio (2).
La mañana comenzó con pequeños temblores y una inminente salida de humo de la parte superior del volcán. Sin embargo, nadie le dio importancia al humo, ya que era algo habitual, que los pompeyanos estaban acostumbrados a ver. Pero algo más comenzó a ocurrir. En el momento en el que el volcán entró en erupción, alrededor de las 11 de la mañana, una enorme columna de humo ascendió hasta el cielo.
Poco a poco, el humo cubrió toda la ciudad, dejándola inmersa en la oscuridad. Pero lo malo comenzó en ese momento, porque… ¿Qué es eso? ¿Qué está cayendo del cielo? ¡Nada más y nada menos que piedras! Sí señor, llovía piedra pómez, procedente del interior del volcán.
La gente decidió refugiarse en sus hogares, pensando que estarían a salvo. Error. La lluvia de piedras pómez continuó durante horas, haciendo que los tejados de las viviendas se desplomaran. Sin embargo, lo peor estaba todavía por llegar.
Un callejón sin salida
Ante el derrumbe de los hogares, muchas personas decidieron buscar refugio fuera de la ciudad. También cometieron un error. Según las crónicas de un superviviente, llamado Plinio el Joven (3), algo nuevo le ocurrió al Vesubio.
De repente, algo parecido a una gigantesca ola de tierra y humo comenzó a descender por el volcán, hasta alcanzar las ciudades. Es lo que se conoce como flujo piroclástico: una mezcla de gases volcánicos y restos sólidos calientes, que alcanza una temperatura de más de 300 ºC. Esta masa fue directa hacia la ciudad vecina de Herculano. Sus habitantes, que intentaban huir, murieron al momento de ser alcanzados, debido a las altas temperaturas.
Por otro lado, es cierto que debido a la erupción, hubo un pequeño maremoto. Pero no es tal y como lo vemos en la película de Pompeya. Dejemos de creernos las chorradas “históricas” que Hollywood nos vende.
Los rostros de la muerte de Pompeya
La erupción causó más de dos mil de muertos sólo en Pompeya, siendo la mayoría por asfixia, al respirar los gases tóxicos despedidos en la erupción.
Una de las principales atracciones turísticas de Pompeya son los moldes de los cadáveres hallados. Después de la erupción, los cuerpos de los habitantes quedaron sepultados por toneladas de ceniza. Con el paso del tiempo, esta ceniza se acabó endureciendo, conservando así las formas de los cuerpos.
Estos cuerpos son la mismísima expresión del terror ante la muerte, de la desesperación de no poder huir de ella. Los dos más famosos son los siguientes. Primero, el de un hombre sentado, con las piernas pegadas al pecho y las manos tapándose los ojos, sin querer ver sus últimos segundos de vida. Por otro lado, el de una pareja conocida como “los amantes de Pompeya”, que ante la inminente muerte que sobre ellos venía, decidieron terminar sus vidas con un abrazo. Como curiosidad, cabe señalar que dichos amantes eran dos hombres (4).
Tenemos también otros ejemplos, como el de una persona arrastrándose por el suelo, en busca de un refugio que no pudo encontrar. E incluso algunos ejemplos de animales muertos, sobre todo perros, caballos y mulas de trabajo.
Una larga espera
Los pompeyanos tendrían que esperar casi dos mil años para ver de nuevo la luz del sol. Sería el futuro rey de España, Carlos III (por entonces rey de Nápoles), quien mandó en 1738 una expedición para encontrar la ciudad. La expedición estuvo al mando de un ingeniero militar español, Roque Joaquín de Alcubierre.
Tras largas jornadas de excavar metros y metros de ceniza y restos volcánicos, los primeros restos de Pompeya empezaron a quedar al descubierto. No sólo se desenterraron monumentos y hogares, también el alma de la ciudad: aquellos desamparados que no pudieron escapar de la muerte, muestra del horror de aquel día.
Actualmente, Pompeya es uno de los principales destinos turísticos de Italia. Bien sea por afición a la Historia de Roma o por el simple morbo de ver la agonía de sus habitantes, la ciudad recibe miles de turistas. Alrededor del volcán siguen creciendo ciudades como Nápoles o Herculano. Por su parte, el Vesubio permanece en silencio. Por el momento…
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