La ignorancia trae la felicidad. ¿Para que sirve plantearse las cosas, cuando una persona con mayor carisma afirma verdades universales que se incrustan en nuestro pensamiento? Así es todo más fácil y sencillo. Pongamos un ejemplo, la democracia griega.
Las actuaciones políticas que van contra la ley son encubiertas por el manto de la diosa democracia, mentando un apoyo del pueblo y una deuda con el mismo. Dan igual los efectos que esto produzca, la sola mención de la democracia es suficiente.
La democracia griega ateniense – El pueblo manda y obedece
Sin embargo, este sistema político fue creado hace siglos, no lo hemos inventado nosotros. La palabra democracia la componen demos, que se traduce por pueblo, y la palabra kratia, que significa poder. Es decir, el poder del pueblo, esta era la base de la democracia ateniense.
Este sistema surge en el año 507 a.C. en Atenas, tras un proceso de dos siglos en los que se configura la pólis (1). Para que el pueblo consiguiera la participación política, hicieron de la stasi (2) una afición recurrente, mientras soportaron por gobiernos plutocráticos, oligárquicos y tiránicos (3). La llegada de la democracia ateniense se produjo por la revolucionaria idea de que todos los ciudadanos tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones. Eso implica unas normas decididas por todos.
Dos derechos fundamentales sustentaban este sistema, la isegonía y la isonomía. La isegonía consiste en la igualdad de voz, lo que implica que todos los ciudadanos pueden expresarse libremente y ser escuchados. Mediante este derecho, los ciudadanos podían participar en la política y suponía una garantía para defenderse en los tribunales. La isonomía es la igualdad jurídica, que permite a los ciudadanos poder acceder a los mismos puestos de la administración, tener las mismas garantías en los tribunales (4) y participar en los mismos actos religiosos o culturales.
No se nos olvida que todos los derechos acarrean obligaciones, que se resumen en las leyes y las costumbres, para los griegos nomos(5). Esta normativa y modos de conducta social tenía una legitimidad divina, por lo que su incumplimiento traía la desgracia a la familia, sin contar con las penas y castigos que se imponían.
De niño a político
El Estado lo componían los ciudadanos (6), es decir, titulares de derechos políticos. En este caso, la ciudadanía recaía en el hombre, con padres atenienses, cuando cumplía los 25 años. En la democracia ateniense, las mujeres tenían la ciudadanía limitada y quedaban excluídas de la participación política. Administraban la casa y se encargaban de la educación infantil hasta los 7 años. En la vida pública eran un florero. En total, los ciudadanos atenienses eran un 13-15% de todos los habitantes.
La pólis corría el peligro de verse gobernada por verdaderos inútiles que la llevarían a la desgracia. Para ello, diseño un sistema educativo público, de necesario y obligado cumplimiento, para formar a sus ciudadanos y ciudadanas en sus labores futuras.
Este sistema educativo recibía el nombre de paideia (7). Desde los siete años hasta los veintiuno, a los niños se les educaba en gramática, filosofía, retórica y geometría. Al llegar a la pubertad, se les añadía la educación física. De este modo, a la vez que se ponían musculosos y se untaban en aceite, aprendían a dividir o poesía. A los 21 acababan sus estudios obligatorios, desde entonces a los veinticinco, tenían una educación privada hasta poder participar totalmente en la vida política.
La Universidad de la política
La última etapa educativa corría a cargo de los sofistas. Éstos, extranjeros generalmente, eran grandes estudiosos y sabios, que enseñaban principalmente las dos grandes artes políticas: oratoria y retórica. De este modo, y por cantidades astronómicas, los atenienses podían aprender las triquiñuelas, caras de póker y mentiras necesarias para poder ser los afamados políticos que recordamos de la democracia ateniense.
Al llegar a los veinticinco años y comenzar a participar en la vida política, los atenienses ya eran unos maestros de las grandes artes políticas, es decir, engañar y mentir para recabar apoyos. Bajo el pretexto de la importancia de la ciudad, tuvieron enormes peleas internas entre las facciones, al más puro estilo del actual independentismo o del PP.
En el mundo antiguo, la fama de taimados y astutos de los atenienses se extendió prontamente entre todos los pueblos. Esto se vio a la hora de mercadear, ya que los atenienses consiguieron desarrollar tratos con casi todos los pueblos del Mediterráneo(8).
Las instituciones de la democracia ateniense
Los Estados, tengan el tamaño que tengan, tienen unos organismos que se encargan del funcionamiento administrativo. La democracia ateniense se sustentó en tres instituciones con los tres poderes del Estado mezclados. Y es que en la democracia ateniense no había separación de poderes.
A la hora de votar, los ciudadanos se reunían en la principal plaza, llamada Ágora. Aquí, la asamblea ateniense, llamada Ekklesia, decidía los porvenires de la pólis. Su funcionamiento es irónico, pues no todos los ciudadanos podían votar, puesto que la plaza era limitada y no cabía tanta gente. Si no madrugabas, no votabas. La expresión del pueblo se veía reducida a unos 5000-6000 ciudadanos. ¡Como mola la democracia ateniense!
El encargado de que se suiguieran los procedimientos y las normas era el denominado Consejo de la Boulé (8). Reformado por Clístenes para adaptarlo al sistema democrático ateniense; estaba formado por cincuenta representantes de cada uno de los diez demos (distritos) que conforman la polis ateniense. La gracia que tiene este consejo es que se elejía por sorteo, y su duración era de un año. Parece ser que era una manera de evitar tramas Gürtel y similares.
¿Y dónde están los jueces? Pues no, en la democracia ateniense no había jueces. Sí había tribunales, los dikastes(9), pero funcionaban de una manera especial. Cuando había un juicio, se escogían entre 200 y 600 ciudadanos para que actuaran como jueces, pero eran simples ciudadanos. Y estos juicios eran desternillantes, pues la parte que se plantara con más ciudadanos que jurasen por una de ellas ganaba. Y lo mejor es que cualquier burrada tenía valor divino siempre que juraras por los dioses que decías la verdad.
El exilio forzoso
Una vez al año, los ciudadanos eran convocados a votar sobre la persona que más peligro podía representar para la democracia ateniense. Su nombre se escribía en una concha, el Ostrokon. El más votado era exiliado durante diez años, impidiéndole poder participar en cualquier acto público de la ciudad. En el juego de constantes luchas políticas internas, este mecanismo sirvió para equilibrar el poder que cada facción política tenía sobre la urbe.
Algo curioso de este mecanismo es que servía como referéndum en muchas ocasiones. Las luchas internas entre las facciones se acaban transformando en una votación entre que líder se queda en la polis y que líder se iba con una patada en el culo.
Durante la Segunda Guerra Médica (10), tras las Termópilas, Atenas debía decidir si evacuar la ciudad o defenderla hasta la esclavitud. Habiendo consultado al Oráculo, les profetizó que solo un muro de madera salvaría la ciudad. El líder aristócrata, Arístides defendió que este muro era la empalizada que envolvía la Acrópolis. El líder demócrata, Temístocles, interpretó esta muralla como una formación de barcos. Los ciudadanos atenienses decidieron por el ostracismo que política seguir. Temístocles ganó y en Salamina aplastaron y humillaron la temible flota persa.
¿El pueblo tiene el poder?
Es posible que ante la ignorancia de no saber qué estamos haciendo ni como nos regulamos, tomemos palabras con más simbolismo que significado de un pasado extinto y lejano. Los cambios de los últimos siglos y el todopoderoso dios llamado mercado, han conformado un sistema nuevo, donde tenemos el poder de una piedra. Eso sí, mientras el twitter de los profetas siga rezumando verdades incuestionables, ¡que viva la democracia!
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