Pequeña historia del Zodíaco: Lo que Esperanza Gracia no quiere que sepas

La curiosidad del ser humano no entiende de límites.  Y es que, como suele decirse, sabiendo de dónde venimos, podremos tener más claro hacia dónde vamos. Sin embargo, la humanidad no ha demostrado interés únicamente por el pasado. El mañana es una fuente inabarcable de misterios y, si centramos nuestra atención en el futuro concreto de cada persona, nos acabaremos adentrando de lleno en la astrología y en uno de sus símbolos por excelencia: los signos del zodíaco.

Es por ello que, en esta ocasión, dirigiremos la mirada al porvenir, pero desde el punto de vista de una de las «ciencias» (1) más antiguas de las que se tiene conocimiento.  Detrás de la astrología hay un gran estudio astronómico, matemático y mitológico que, con su avance en la historia, se vería deformado, acallado, e incluso divinizado (2), dependiendo de la época en la que nos encontremos.

Tal y como veremos a continuación, no todo el mundo está capacitado para este tipo de estudios astrales (3). Y no tanto por la necesidad de poderes que nos hagan entender aquello que nos inquieta, nos atormenta o nos perturba. Quizá por esto mismo, nos deberíamos plantear la eficacia de este sistema de adivinación después de leer estas líneas.

En este nuevo viaje, no faltará sitio para los Tauro más testarudos, los bipolares Géminis, o los fogosos Escorpio. Y puede que haya que hacer sitio para algunos signos más, deseosos de conocer cómo afrontar su día a día, o si tienen compatibilidad con su «crush».  ¿Listos para dirigir la mirada a las estrellas?

¿Por qué tanto interés en los signos del zodíaco?

Los antiguos mesopotámicos tenían un pensamiento que más adelante encontraríamos en la ideología de Hermes Trismegisto (4), supuesta encarnación del dios Toth egipcio (5), que algunas logias ocultistas tomaron como guía. Concretamente, eran defensores del principio «Lo que es arriba, es abajo», que estipulaba que existe una conexión entre el plano físico en el que habita el ser humano, y el plano celestial, en el que se ubicaban las deidades y las estrellas (6).

Teniendo esto en cuenta, podríamos pensar: si logramos entender lo que ocurre en uno de los planos, podremos comprender también lo que sucederá en el otro, y actuar en consecuencia (7). Chorradas hippies pensarán algunos. Puede ser, pero este pensamiento también tenía su base política, geográfica, e incluso medioambiental (8). No era solo cosa de iluminación divina.

Debemos tener presente que Mesopotamia fue, en sus inicios, una región compartida por varias ciudades-estado (9). Sin ir más lejos, podemos nombrar Babilonia, Caldea y Asiria, reinos vecinos que no tenían una frontera delimitada y fija, y entre los que los enfrentamientos hostiles eran el pan nuestro de cada día (10).

A esto debemos sumarle la cercanía a dos ríos, el Tigris y el Éufrates, que, «por capricho de los dioses», se podían desbordar, provocando inundaciones y hambrunas al arruinar los cultivos (11).

Escrutando las estrellas para entender a los dioses

No nos debería extrañar tanto que, con este panorama, se intentara por todos los medios posibles comprender y definir por adelantado cualquier desgracia que pudiera caer sobre la región (12). Es por ello que los primeros adivinos comenzaron a practicar distintos métodos para correr el velo del futuro (13). Conocida es la aruspicina, es decir, la observación de las entrañas de animales sacrificados a las deidades (14). También, y menos sangrientas, la ornitomancia, el seguimiento del vuelo de los pájaros (15). Incluso la definición del nacimiento de seres deformes como malos augurios (16).

Pero la «estrella» de estas prácticas fue, sin duda, la observación del firmamento (17): astros, constelaciones y planetas que, por aquel entonces, se consideraban las representaciones de las deidades de moda (18). Y esto queda patente en escrituras cuneiformes fechadas ¡en el tercer milenio antes de Cristo! (19) Pero entonces, ¿de aquí viene el zodíaco que podemos consultar en las misceláneas de los periódicos actualmente?

No precisamente. Y es que, por aquel entonces, la astrología únicamente se destinaba a anticipar las «decisiones divinas» (20) que pudieran afectar a cada reino. A través del estudio astrológico, se podía saber cuándo podía estallar una guerra, o cuando habría una catástrofe atmosférica. De este modo, la región mesopotámica pretendía, de alguna forma, encontrar estabilidad y evadirse de ese miedo a la aniquilación total.

El futuro: ¿solo al alcance de la jet set?

Y claro, como no podía ser de otra forma, este saber tan privilegiado y cercano al ámbito divino, no era para cualquier hijo de vecino (21). Los estudios astrológicos eran realizados por los sacerdotes que, a su vez, ejercían el papel de astrónomos (22). Sus interpretaciones se hacían llegar al rey de turno, que decidía cómo se debía actuar según la lectura estelar del día (23).

Que el augurio era favorable, ¡perfecto!, fiesta en la corte. Que, por lo contrario, era negativo, pues tocaba realizar ofrendas a los dioses, para que cambiaran de idea.  Sin embargo, el estudio constante del firmamento acabó resultando un arma de doble filo para los sacerdotes. Y es que, con el paso del tiempo, acabaron comprendiendo que las posiciones de los astros ¡podían predecirse! (24) Si esto era posible, ¿qué sentido tenía relacionar el firmamento con los deseos de los dioses?


Las predicciones astrológicas perdieron su popularidad paulatinamente entre los privilegiados, dando paso a los horóscopos individuales para el vulgo


Así, poco a poco, la astrología fue perdiendo apoyos (25) en las cortes mesopotámicas y, finalmente, los sacerdotes se vieron obligados a cambiar su público objetivo. Si los poderosos ya no los valoraban, quizá lo haría el temeroso e influenciable pueblo llano. Motivo de este cambio es la aparición de las primeras cartas astrales y de las primeras ideas de zodíaco (26). Pero, ¿qué son estos conceptos?

Horóscopo de Dendera
Representación del zodíaco egipcio en Dendera. Fuente

Entran en escena los signos del zodíaco

La palabra «zodíaco» deriva del griego y se podría traducir como «figuritas de animales» (27). Su creación vino dada por la necesidad de una forma con la que poder identificar fácilmente los cuerpos celestes en el firmamento para su estudio (28). Este sistema se formalizó en época helenística en Egipto (29), sin embargo, los símbolos utilizados por aquel entonces provienen de época caldea, y no difieren mucho de los que utilizamos actualmente (30).

A partir de este formalización encontramos los horóscopos y las cartas astrales. El término «horóscopo» como tal significa «observar las horas» (31), y hace referencia a esta observación del firmamento, pero ya enfocada en la interpretación individual del futuro de cada persona (32). Concretamente, a la hora del día en la que nació una persona, y la posición que, en ese momento, tenían los cuerpos celestes (33).

Si tenemos en cuenta que todos los cuerpos celestes influyen en una interpretación (34) correcta del devenir de una persona, nos deberíamos dirigir a nuestra carta astral (35), para así encontrar el máximo de información sobre nuestro futuro.

Carta astral
Carta astral. Fuente

Pero el símbolo más importante de estas interpretaciones es el signo del zodíaco. Los nombres de estos símbolos, según el orden habitual son: Aries, Tauro, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis.

Cada uno de estos símbolos, representado en el firmamento por una constelación con su nombre, se ubicaría en un período del año (36). Este arco de tiempo vendría dado por la posición del Sol en la esfera celeste. De este modo, una persona cuyo signo del zodíaco sea, por ejemplo, Acuario, habría nacido en el lapso de tiempo en el que el Sol cruzaba la constelación de Acuario en el firmamento.

Hasta aquí todo correcto.  Pero, ¿y si os dijéramos que el orden que comentamos anteriormente, no es real?  Agarrarse que vienen curvas en nuestro viaje estelar.

Los signos del zodíaco perdidos: Ofiuco y Cetus

Si localizamos la esfera celeste que comprende el paso del Sol por todas las constelaciones que conforman el Zodíaco, veremos que, actualmente, cruza por dos constelaciones que no hemos nombrado (37). Estas constelaciones son: Ofiuco y Cetus.

Si tenemos estas dos nuevas agrupaciones en cuenta, el orden preestablecido ¡se va al garete por completo! Ofiuco, el portador de serpientes, se localiza entre las constelaciones de Escorpio y Sagitario (38). Cetus, la ballena, se encuentra, en parte, dentro de la constelación de Piscis (39). Por tanto, si tenemos en cuenta estos cambios, no solo cambiaría el orden de los signos del zodíaco, sino también el signo que algunas personas tienen como suyo a día de hoy (40).


El orden real de las constelaciones situaría a ofiuco entre escorpio y sagitario, mientras que cetus irrumpiría dentro de piscis, REPITIÉNDOSE ESTE ÚLTIMO DOS VECES EN EL HORÓSCOPO

Ofiuco y Cetus
Ofiuco y Cetus. Fuentes

Del mismo modo, el movimiento del eje de rotación del planeta Tierra, ha provocado que las constelaciones se hayan «desplazado» (41).vSi, en un inicio, el orden empezaba con Aries como primera constelación, ahora mismo la primera de la cola debería ser Piscis. Pero, ¿por qué los astrólogos no tienen esto en cuenta? Básicamente, por comodidad.

¿Los signos del zodíaco ya no predicen el futuro?

La astrología, en su inicio, se divide en dos vertientes (42). Por un lado, tenemos la corriente sidérea, la cual sí tiene en cuenta este desplazamiento que comentamos anteriormente. Sin embargo, la gran mayoría de astrólogos, realizan sus estudios con la corriente tropical. Esta corriente utiliza para sus estudios la posición original de las constelaciones del zodíaco y no tiene en cuenta los dos signos del zodíaco perdidos, ya que antiguamente no entraban en el camino celestial del Sol. Además, que fueran doce signos también tenía su interés para los sabios antiguos (43).

Entonces, teniendo esto en cuenta, ¿podemos fiarnos de las predicciones astrológicas? Esa es una pregunta que cada uno debe hacerse en casa. Siempre viene bien tener una ayudita extra contra las desavenencias del destino.  Pero, en ocasiones, hacer demasiado hincapié en este tipo de prácticas puede ser contraproducente.

Lo mismo podríamos decir de las tiradas de cartas del tarot, o de las lecturas de manos. ¿Realmente nos indican qué ocurrirá en nuestro futuro?  Puede que sí o puede que no, pero está claro que los buenos consejos, siempre son buenos, vengan de donde vengan.

La pregunta que realmente nos interesa ahora es: ¿qué veracidad le darías tú, querido lector, a los signos del zodíaco a partir de ahora? Y sobre todo, ¿de qué signo del zodíaco eres después de leer este artículo?



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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) ) DELGADO, J.A., y PÉREZ-JIMÉNEZ, A., 2014, 71

(2) ESTEBAN, C., 2001, p.39

(3) ESTEBAN, C., 2001, p.40

(4) VON STUCKRAD, K., 2003, p. 89

(5) VON STUCKRAD, K., 2003, p. 89

(6) VON STUCKRAD, K., 2003, p. 98

(7) ESTEBAN, C., 2001, p.38

(8) ESTEBAN, C., 2001, p.39

(9) ESTEBAN, C., 2001, p.41

(10) ESTEBAN, C., 2001, p.41

(11) ESTEBAN, C., 2001, p.41

(12) ESTEBAN, C., 2001, p.39

(13) DELGADO, J.A., y PÉREZ-JIMÉNEZ, A., 2014, 8

(14) ESTEBAN, C., 2001, p.39

(15) DELGADO, J.A., y PÉREZ-JIMÉNEZ, A., 2014, 36

(16) ESTEBAN, C., 2001, p.39

(17) ESTEBAN, C., 2001, p.39

(18) ESTEBAN, C., 2001, p.39

(19) VON STUCKRAD, K., 2003, p. 53.

(20) GRAMAGLIA, E., 2007, p. 7

(21) ESTEBAN, C., 2001, p.40

(22) ESTEBAN, C., 2001, p.40

(23) ESTEBAN, C., 2001, p.40

(24) ESTEBAN, C., 2001, p.40

(25) ESTEBAN, C., 2001, p.40

(26) ESTEBAN, C., 2001, p.40

(27) DELGADO, J.A., y PÉREZ-JIMÉNEZ, A., 2014, 56

(28) ESTEBAN, C., 2001, p.41

(29) ESCOLANO-POVEDA, M., 2021, p.28

(30) ESCOLANO-POVEDA, M., 2021, p.28

(31) ESCOLANO-POVEDA, M., 2021, p.28

(32) ESCOLANO-POVEDA, M., 2021, p.34

(33) ESCOLANO-POVEDA, M., 2021, p.26

(34) DELGADO, J.A., y PÉREZ-JIMÉNEZ, A., 2014, 67

(35) DELGADO, J.A., y PÉREZ-JIMÉNEZ, A., 2014, 65

(36) DELGADO, J.A., y PÉREZ-JIMÉNEZ, A., 2014, 56

(37) GANGUI, A., 2008, p.p. 33-34

(38) GANGUI, A., 2008, p. 33

(39) GANGUI, A., 2008, p. 34

(40) GANGUI, A., 2008, p. 37

(41) GANGUI, A., 2008, p. 35

(42) GANGUI, A., 2008, p.p. 35-37

(43) CIRLOT, J.E., 2010, p. 152


Bibliografía

  • CIRLOT, J.E., 2010, «Diccionario de símbolos», ISBN 978-84-7844-798-5, Ed. Siruela, Madrid
  • DELGADO, J.A., y PÉREZ-JIMÉNEZ, A., 2014 , «Adivinación y Astrología en el Mundo Antiguo», ISBN: 978-84-15654-45-2, Ed. Fundación Canaria MAPFRE Guanarteme, Las Palmas de Gran Canaria
  • GRAMAGLIA, E., 2007, «Astrología Hermética: Recobrando el Sistema Helenístico», ISBN: 9789501741131, Ed. Kier, Argentina
  • VON STUCKRAD, K., 2003, «Astrología: Una historia desde los inicios hasta nuestros días», ISBN: 84-254-2382-1, Ed. Herder, Barcelona
  • ESCOLANO-POVEDA, M., 2021, «Astrología en Egipto: la influencia de los astros», Historia National Geographic, nº 214, pp. 24-37., Ed. RBA, Barcelona
  • ESTEBAN, C., 2001, «Astrología, apuntes sobre la historia y evolución de un mito», incluido en revista El Escéptico, Nº12, ISSN 1139-938X, p.p. 38-48, ARP Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, Pamplona
  • GANGUI, A., 2008, «Dante, astrología y astronomía«, incluido en revista Ciencia Hoy, Volumen 18, número 104, ISSN 1666-5171, p.p. 30-37, Buenos Aires
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Daniel Navarro Pascual
Dando el cante desde 1993.