Los griegos y los persas (1) se enfrentaron en muchas batallas; tantas, que hoy bien podrían formar una serie de televisión de varias temporadas a lo Spartacus (esperando, eso sí, más fidelidad histórica que en la susodicha). Sin embargo, dieron el salto a la gran pantalla con un par de películas que todos conocemos: 300 y su secuela 300: El origen de un Imperio. Mucho músculo…
El origen de Maratón
La “gloriosa” derrota de los espartanos en las Termópilas, no fue fruto del caprichoso destino, ¿o puede que sí? Sólo el oráculo de Delfos (2) podría resolver esa cuestión. Lo cierto es que la sed de venganza del gran rey Jerjes I (3), venía de tiempo atrás. Antes incluso de que fuera rey del mayor imperio hasta entonces conocido. Nos movemos en fechas en torno al siglo V a. C., en las llanuras de Maratón (cerca de Atenas). Atenienses y persas libran una batalla sangrienta. La lucha supone el fin de la Primera Guerra Médica (4).
Maratón: una carrera por la supervivencia de la democracia de los griegos
Antes de llegar a tal enfrentamiento hablemos de un rey llamado Darío I (5). Este ansioso tipo se dedicaba a conquistar todo cuanto podía. Poseía un imperio que se extendía desde la India hasta Egipto (y quería más el tío). En aquella época, las distintas ciudades-estado griegas crecían velozmente en cultura y economía. Resultaban golosonas, vaya.
Entre el gran imperio oriental y las independientes (pero fuertes) ciudades-estado griegas, surgieron una serie de rifirrafes. Al final estos darían lugar a numerosas batallas que quedarían grabadas en la Historia. Todo comenzó, curiosamente, «por culpa» de los atenienses.
La ira de los persas aumenta. Atenas ha escupido a la cara del mayor imperio conocido
Cansados de un gobierno tirano, los atenienses decidieron expulsar a su gobernante (6). El asustado mandatario huyó a Jonia (7), la cual, ya invadida, formaba parte del Imperio persa. Sin embargo, allí seguían manteniendo sus costumbres (con permiso y pagando impuestos al rey persa; en esta vida nada es gratis, ¿no?).
La expulsión del gobernante abusón de Atenas fue posible, eso sí, con ayuda espartana. Después de esto, los famosos bárbaros de Esparta decidieron cobrar este servicio (hoy por ti y ya mismo por mí, debieron pensar). Tras lo ocurrido, Atenas pidió ayuda a Persia, esperando el contraataque espartano, quien facilitó ayuda a cambio de una ofrenda de tierra y agua. Los atenienses accedieron sin saber que significaba que la ciudad pasaría a formar parte del Imperio persa. Al final, los atenienses no necesitaron ayuda oriental para superar a los espartanos y decidieron advertir a los persas de que su tratado carecía de valor. Las cosas entonces cambiaron de perspectiva. Un tal Aristágoras (8) promovió una rebelión y animó a los griegos a luchar contra los persas. Atenas acudió en ayuda de los sublevados. Y aún así todas las ciudades griegas fueron sometidas excepto Esparta y Atenas.
El vengativo Darío ataca. Milcíades: de Tirano a «héroe»
El rey Darío juró vengarse de los griegos y lo intentaría en Maratón. Darío sabía que sólo Esparta y Atenas podían detener la expansión de su imperio hacia occidente. Todo empezaba por la tierra de los griegos y allí habría de comenzar.
Aparece en escena un tipo llamado Milcíades. Este ateniense se hacía cargo de una colonia griega en Jonia. La gobernaba como un tirano y, por ello, era poco apreciado en Atenas. Tras la conquista persa, pasó a ser parte de su ejército. Es decir, que jugaba a dos bandos. Los persas averiguaron sus pretensiones y tuvo que huir a Atenas donde fue acusado de tiranía.
Arrestado y condenado, Milcíades informa sobre qué tiene planeado el Imperio persa: masacrar Atenas. De esa forma, le nombran general. Aunque a salvo de la condena, el ahora general debió pensarse dos veces qué era peor: quedarse en Atenas y morir o que los persas le dieran p’al pelo y morir. Al mando del ejército ateniense, puso rumbo a Maratón. Allí esperaba el colosal ejército persa.
Gran estrategia, mayor victoria
Percatado de su inferioridad, Milcíades despliega sus tropas en falange (formación que apreciamos en la película 300) en un lugar conocido como valle de Vrana (9), las puertas del camino hacia Atenas. Consigue así evitar la caballería enemiga (principal arma persa en combate) y cualquier ataque lateral, de manera que sus tropas sólo podían avanzar o retroceder, invitando al enemigo a luchar de frente.
El comandante enemigo (10) ordena de inicio una numerosa e ineficaz lluvia de flechas. No sirvieron de nada contra las armaduras atenienses. Frustrado, comenzó a mandar oleadas de hombres a la lucha frente a los hoplitas (11). Con su hoplon (escudo griego), su doru (lanza) y en formación, los atenienses pasearon a las hordas enemigas y lograron detener a los persas. Alarmado por el fracaso, hizo entrar en acción a las tropas de élite de su ejército, los diez mil inmortales (12). Con sus conocimientos en combate y sobre el terreno, Milcíades y los suyos (13) acabaron con el ejército “inmortal” y arrasaron a los persas. Estos huyeron hacia sus barcos mientras los griegos daban sablazos a diestro y siniestro. Sin embargo, los persas no embarcaban rumbo a casa. Decidieron reagruparse para desembarcar en Atenas y atacar directamente la ciudad.
¡A la carrera! Tersipo logra un «maratón»
Milcíades se encomendó al correo (bien les hubiera venido whatsapp). Envió a Tersipo, el mensajero más rápido con el que contaba (14), a recorrer los cuarenta y dos kilómetros que separaban Maratón y Atenas. Quería hacer llegar a la ciudad su victoria y procurar que los ciudadanos esperasen a su ejército. Tersipo logró la proeza con tan mala pata que, al llegar, cayó muerto de agotamiento (15).
Agotado, Milcíades pone rumbo a casa, sin descanso, junto a su ejército y sin saber si llegará a tiempo a proteger la ciudad. A la mañana siguiente, los barcos persas llegaron a puerto ateniense, pero en las murallas de Atenas se encontraban los griegos, dispuestos para luchar. El ejército persa decide marcharse, derrotado. Atenas ha ganado la batalla.
La democracia sigue su curso
Tras el combate, los atenienses construyeron el Partenón, un gigantesco templo en honor a la diosa Atenea y a los atenienses caídos en Maratón. La venganza de esta derrota recaerá sobre Jerjes (véase referencia 3), que volverá años después en busca de la victoria persa. Maratón es uno de los momentos que definen Occidente. Sin la victoria de los griegos en esta, y en las batallas que la suceden, la democracia (nacida en Atenas, cuna de la misma) habría sido eliminada. Gracias a la resistencia y a los ingenios tácticos desarrollados por los hoplitas en la batalla (16), la recién nacida democracia ateniense seguiría creciendo, hasta ser hoy el aliento de libertad que conocemos.