En el Museo de Arte de Saint Louis, en Estados Unidos, se hallan expuestas distintas piezas encontradas en el sur de Italia. Concretamente, en Metaponto. Estas forman una panoplia o armadura griega. De algunas se conservan fragmentos. Otras han podido ser más o menos restauradas. La panoplia se reconoce por el nombre de su llamativo casco: La Tumba del Casco de San Luis.
En 1942 se encontró por casualidad una tumba, mientras se realizaban unas obras en el sur de Italia (1), en Metaponto. Algunos buitres acudieron a rapiñar tan rápido como supieron del hallazgo. Por ello, el gobierno italiano realizó una excavación de emergencia. Los restos se llevaron a Roma, donde, misteriosamente, se dispersaron entre colecciones privadas y el almacén del Museo Arqueológico Nacional de Metaponto (2).
Las primeras restauraciones del Casco de San Luis
Inimaginablemente, las mejores piezas acabaron en manos privadas. En 1949, un desconocido anticuario suizo ofreció al director del museo americano una serie de piezas, que incluían un casco muy curioso. Era un casco calcídico, conocido como casco de San Luis, de finales del siglo VI (3), con un carnero sobre la cabeza y dos carneros más aplicados en las patillas.
Lo primero, fue ponerlas en manos de un restaurador, pues el llamativo casco iba a ser un reclamo muy interesante, como todo lo griego. El restaurador, (4) especializado en otro tipo de armas, se empeñó en que una de las piezas encontradas iba unida al casco, a modo de cresta, para la figura animal. Así quedaba más esperpéntica. También restauró los restos de un escudo de madera (5), de principios del siglo V.
Se ilumina la bombilla: revisiones de las reconstrucciones del Casco de San Luis
Tuvieron que pasar casi cuarenta años, en los que el casco permaneció sin llamar la atención de los eruditos. Mal restaurado y como un reclamo propagandístico, más que otra cosa. Porque, hasta finales de los sesenta, no se sometió a revisión el trabajo que se había realizado. Entonces, se señalaron numerosos errores.
El casco de San Luis estaba mal restaurado. La cresta que se le había añadido era, en realidad, parte de un epistema (6). Este epistema (7) pertenecía a un segundo escudo depositado en la misma tumba, en el que se perciben unas líneas que asemejan los cuartos traseros de un animal, un carnero. Se hallaron también otros restos fragmentados (8) que corresponderían a una coraza, una pareja de grebas, un sauroter y una protección del pie.
El carnero es el símbolo representado, tanto en el casco como en el epistema, sirviéndose de distintas piezas para mostrar un programa iconográfico. Este tipo de simbología se desarrolló en la Atenas Pisistrátida, como símbolo de la tiranía. Asomó por Metaponto a finales del siglo V, siendo utilizado en monedas (9).
La coraza metapontina, un hallazgo extraordinariamente extraño
Los restos de la coraza (10) fueron señalados a la hora de realizar la excavación, pero el inútil del restaurador fue incapaz de identificarla. Es un hecho muy notorio encontrar una coraza en un contexto funerario, pues junto a esta solo se conocen otras dos corazas funerarias, localizadas en Argos, que son un par de siglos más antiguas (11). Esta coraza es de las últimas que se realizó de su tipo, pues desde finales del siglo VI están apareciendo los linothorax (12), que son corazas hechas de piel encolada, distintas de las realizadas en metal.
Las últimas identificaciones entorno al Casco de San Luis
Los fragmentos de greba identificados y dispersos entre Saint Louis y Metaponto, corresponden a dos grebas de bronce (13). Llevan una decoración de líneas que asemejan la musculatura. En Metaponto se conserva un fragmento de la misma excavación, con un jinete de frente y serpientes, correspondiente a la rodilla de una de las grebas. Es muy difícil encontrar decoraciones complejas en grebas (14).
Se encontraron dos piezas muy especiales que ayudan enormemente a dar una cronología al sujeto de Metaponto. Por un lado, el “cazador de lagartos”, en griego sauroter, el regatón que se pone en la parte inferior de la lanza (15) Solo se utilizaron durante un breve periodo, en la primera mitad del siglo V.
Se encontraron los restos de un protector de pie una pieza metálica que recubría el empeine y los dedos. Este tipo de piezas solo se utilizaron a finales del siglo VI, en el sur de Italia, lo que certifica el contexto de esta panoplia y plantea distintas historias para el personaje (16).
¿Un griego en la corte metapontina?
Conocer quien pudo ser el portador del Casco de San Luis es una tarea imposible; solo valen cábalas al respecto. El armamento encontrado se fecharía en torno al 525-475 a.C. Esta enterrado en Metaponto, colonia griega en ámbito suritálico. Las tumbas de alrededor contienen restos identificados de itálicos autóctonos, que pertenecían a las elites (17).
La falta de elementos ecuestres, cuyo gran exponente es la prometopidia (18), nos indica que este sujeto no es originario del sur de Italia. Es más, por estas fechas, Pitágoras y su pandilla se han visto obligados a exiliarse en Metaponto, atrayendo a la colonia personas de múltiples partes de Grecia y la Magna Grecia (19).
Exposición del Ego, prácticas sociales de representación
Si tenemos en cuenta lo especial que es encontrar los restos de una hopla, más o menos, completa, en un contexto funerario más allá del siglo VII (20). Como sabemos que las élites suritálicas no empleaban las corazas en sus contextos funerarios ni votivos (21) y si empleaban prometopidia, podemos concluir que nos encontramos ante un griego que fue enterrado entre las élites itálicas. Sabemos más aún. Los enterramientos de guerreros griegos desaparecen hacia el siglo VII, trasladándose su culto a los templos (22).
No es hasta el siglo V en que vuelven a aparecer restos armamentísticos en tumbas, sobretodo en las colonias suritálicas y la Magna Grecia (23). Ello es un indicativo de las tensiones sociales y renovación de las élites culturales. En romano paladino, existen disputas internas que se ven reflejadas en los modos en que las elites proyectan su imagen. Por ello, se vuelven a emplear elementos arcaicos de cuando el estamento militar tenía todo el poder.
A modo de conclusión, hemos intentado presentar una panoplia compleja con elementos decorativos muy llamativos, extraños incluso, pero que en cualquier caso destacan al pájaro que la utiliza para identificarse a si mismo como guerrero griego dentro de una comunidad «bárbara» de élites sur itálicas.
Con ello, tratamos de mostrar una visión donde las élites griegas buscan, a través del prestigio que da su imagen integrarse y destacarse como miembros de las comunidades coloniales e indígenas. Y es que el mundo griego es un ecosistema muy dinámico, marcado por las relaciones culturales y de prestigio que se establecían entre las élites, en constante conflicto por destacarse entre los miembros de la comunidad.
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