La Batalla de las Termópilas, en la Antigua Grecia, (1) es uno de los enfrentamientos más sonados de toda la Historia. En gran parte, gracias al cine, pues en nuestra retina ha quedado grabado cómo Leónidas y sus fieros 300 espartanos derramaron su sangre y combatieron contra el invasor persa con valentía y honor. Sin embargo, tenemos que decir que la película (2) no es todo lo fiel que debería ser. Ni los espartanos fueron tan pocos, ni los persas tantos. Y, por supuesto, hay mucha más historia de la que se cuenta en la gran pantalla. Como habrás podido adivinar, para esto estamos aquí hoy: vamos a hacer un repaso a una de las batallas clave en la historia de Grecia y Occidente.
El origen de todos los males: Primera Guerra Médica
Para poder explicar el motivo de este enfrentamiento, tenemos que retroceder unos cuantos años.
En realidad, supone una venganza a la derrota persa de la Batalla de Maratón (3) durante la Primera Guerra Médica. Allí, el ejército griego se enfrentó solo al invasor persa. La batalla sucedió en la playa de Maratón, situada al este de Atenas. La victoria ateniense supuso el fin de la Primera Guerra Médica.
Jerjes I (4), el propio rey, se situaría a la cabeza del ejército y marcharía para convertir a Atenas y toda la zona de Grecia en una nueva satrapía (5). Su afán de poder y conquista no tenían límite…
Después de la tormenta… llega otra tormenta: Segunda Guerra Médica
Jerjes I reuniría un gran ejército. Hay muchas dudas sobre a cuánto ascendían en total sus tropas. Heródoto (6) habla de casi 5 millones de hombres en tierra y cerca de 1.000 trirremes (7) y 3.000 barcos de transporte. Pero estas cifras se cuestionan por exageradas. Nosotros vamos a tener en consideración las barajadas por otros expertos (más realistas) y hablaremos de 180 mil infantes, unos 700 jinetes y una flota de 600 naves de guerra (8). Es interesante observar la gran diferencia de cifras entre Herodoto y los historiadores más actuales. Tan lejanos en el tiempo, es difícil separar la realidad de la batalla con la leyenda.
Algunas polis griegas se habían aliado previamente y formado la Liga Panhelénica (9). Pretendían organizar una resistencia eficaz contra el inmenso poder militar que presentaba el Imperio persa. El mando por tierra recaería en el disciplinado ejército espartano. El mar sería defendido por los atenienses, diversificando las fuerzas para vencer a las tropas persas con estrategia naval, como aguerridos marinos, a muerte. Y con lo bestias que eran todos, espartanos y atenienses, unidos ahora contra un enemigo común, seguro que gritaban… ¡a por ellos!
Tras un primer intento de enfrentar al enemigo en el valle del Tempe de Tesalia se decidió presentar batalla en el desfiladero de las Termópilas. Ésta fue de forma simultánea a la Batalla naval de Artemisio librada principalmente por la flota griega. ¿La razón? presentar una doble batalla con la intención de detener el avance persa por tierra y eliminar su flota.
Las dos batallas eran esenciales para el bando heleno, muy mermado en participación. No nos conviene dejarnos arrastrar por la tradicional imagen grecorromana de una Grecia unida frente al invasor. Sólo algunas ciudades decidieron oponerse a los persas. Atenas y Esparta fueron las más destacadas.
Las Termópilas: Puertas Calientes. Jerjes I versus Leónidas
Los griegos consiguieron reunir un considerable ejército (10). La cercana celebración de los Juegos Olímpicos y del festival dórico de las Carneas (11) dificultaron mucho el envío de tropas destinadas a las Termópilas. En un principio se decidió que Leotíquidas, el otro rey de Esparta, sería el elegido para partir hacia la batalla. Pero finalmente sería Leónidas quien asistiría al enfrentamiento con Jerjes I y su ejército. La presencia de dos reyes en Esparta (forma de gobierno denominada como Diarquía) es fruto de muchas teorías, pero parece ser producto de la creación de la propia ciudad por parte de varias aldeas, en las que las dos más fuertes impusieron a sus jefes como reyes.
El lugar escogido para presentar batalla fue el desfiladero de las Termópilas, ya que la geografía jugaba a favor del bando heleno. Allí, un número reducido de hombres podría defender el avance persa sin que esta carencia fuese una desventaja determinante. Pura estrategia militar.
La Traición de Efialtes; el malo de la película
La zona de las Termópilas era una poderosa fortaleza natural, pero tenía un defecto: había una senda llamada Anopea, que bordeaba el monte Calídromo. Esta senda permitía rodear al contingente principal, por lo que Leónidas tomó la decisión de enviar allí un cupo de soldados que pudiese custodiarlo.
Desde la llegada persa a las Termópilas no sería hasta el quinto día (y debido a las continuas negativas del bando heleno a rendirse) que Jerjes se decidiría a lanzar un verdadero ataque contra los aliados griegos. El ataque fracasaría y rey volvería a intentarlo al día siguiente, donde vuelve a ser rechazado. Es al anochecer de este día cuando el famoso traidor Efialtes (12) se ofrece a guiar a las tropas persas por el sendero de Anopea. Este vulgar campesino, por una cuantiosa suma de monedas, vendió la victoria de los suyos, cual Judas griego. De este modo, Leónidas y sus valientes 300 fueron rodeados y atacados por la retaguardia… se masca la tragedia.
Un final digno de Héroes
A la mañana siguiente, Leónidas decide retirar a la mayoría de sus tropas antes de que las vías de escape sean bloqueadas (13). Serían los últimos en presentar batalla contra los persas. La élite persa, los Inmortales (14), comenzaron su avance sobre el enemigo. Los griegos no estaba dispuestos a rendirse fácilmente. La formación hoplítica era invencible. Este método de combate heleno se basaba en un grupo compacto y ordenado de batalla que avanzaba hacia el combate sin desordenarse y cubiertos siempre por sus compañeros de falange. Sin duda, las tácticas de batalla griega eran mejores que las persas. Además, las armaduras de mimbre de estos no estaban preparadas para el armamento heleno, que era de bronce. Y el angosto terreno jugaba a favor de los espartanos. Los persas apenas podían hacer uso de su eficaz caballería.
La tenaz resistencia griega obligaría a Jerjes I a solucionar la batalla con una gran lluvia de flechas sobre sus enemigos. Esta acción la recoge Heródoto (15):
«Cuando los bárbaros dispararon sus arcos, tapaban el sol debido a la cantidad de sus flechas (tan elevado era su número)».
El final era inevitable y Leónidas caerá, terminando así la Batalla de las Termópilas. Al morir luchando, nació el mito. Pero, a pesar del desastre, los aliados griegos nos legaron una lección de heroísmo y dignidad en la derrota memorable. ¡Victoria o muerte!
Tras las Termópilas
La alianza griega fue derrotada en ambas batallas, no sólo en las Termópilas. Jerjes acabó tomando Atenas y destruyendo la ciudad a conciencia. Las esperanzas griegas quedarían depositadas en las posterior Batalla de Salamina, cuya victoria helena, unida a las de Platea y Mícala (16), pondrían fin a la peligrosa amenaza persa.
La derrota en las Termópilas significó un punto de inflexión para los griegos y no del todo negativo. Los espartanos aprendieron lecciones del fracaso. Más adelante, se vieron muy capaces de presentar batalla a los persas, quienes no tenían oportunidad frente a la compacta y férrea formación de la falange hoplítica. La superioridad táctica de los griegos se hizo patente en los enfrentamientos, que siempre se desarrollaron en puntos beneficiosos para los helenos. Militarmente, los griegos eran superiores a los persas.
Y es que los espartanos fueron siempre los mejores soldados de toda la historia bélica. Pragmáticos en el arte de la guerra: a los siete años ya estaban aprendiendo a luchar en la escuela militar. La vida que llevaban era tan dura y austera, que no tenían miedo a la muerte. Y los dioses premiaron su valor, pues… ¡perder una batalla no es perder la guerra!
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