¿Quién no ha disfrutado de una tarde de cañeo con los amigos? En general, en España, hay una cultura muy generalizada del “terraceo cervecero”. Si nos ponemos a enumerar los tipos de cervezas no terminaríamos nunca. Podemos encontrar desde las que tenemos con nacionalidad propia hasta las afrutadas belgas, pasando por las fuertes checas, o terminando con algunas combinaciones más fuertes. Pero, ¿sabemos el origen de la cerveza?
Cerveza para todo quisque – el origen de la cerveza
Es a los egipcios a los que se les atribuye su invención, en especial su fabricación y su producción. Aunque la bebida más consumida era el agua, según diversos jeroglíficos (los «simbolitos» esos raros que no hay quien los entienda) (1), podemos afirmar que la segunda bebida más consumida en el antiguo Egipto era la cerveza. Al parecer, hasta se destetaba con ella a los lactantes. La cerveza la utilizaban como base fundamental en la comida, al principio solo la cerveza y posteriormente también el vino. Esta bebida fue tan popular, que sería consumida tanto por el faraón como por el más humilde de los campesinos. Los egipcios, a los que ya le gustaban las fiestas ostentosas, elaboraban su propia cerveza al fermentar cereales mezclados con agua y le añadían dátiles o miel.
El cereal de moda
Lo que distingue a la cerveza de hoy en día de la de entonces es que utilizaba, en lugar de la cebada (2), un cereal rojizo llamado espelta (3) (sí, ese cereal que está ahora tan de moda y que se puede mezclar con todo tipo de comidas). No se elegía este tipo de cereal por su sabor o porque hiciera maravillas estéticamente, era el elegido por una cuestión de dinero y porque al traerlo desde Palestina, podían asegurarse una total disponibilidad.
Se han encontrados escritos en algunas cuevas que hablan de la cerveza y su papel en el antiguo Egipto. También hay restos de la bebida en las tumbas de varios faraones… ¡Qué obsesión! Esto nos indica que era considerada un manjar para todas las clases sociales de esta civilización.
Fabricación de la cerveza egipcia – ¡La Receta!
La elaboración de la cerveza comenzaba con la molienda del grano y el amasado. Posteriormente se tostaba en una serie de hornos. Esta masa se mezclaba con agua, dátiles y miel en unas cubas, formando una papilla que debía fermentar consiguiendo mayor graduación alcohólica que la cerveza actual. La cerveza de entonces se acercaba a la de 14 grados. ¡Alegría, alegría!
La distribución y fabricación de esta bebida en el antiguo Egipto se daba en unos establecimientos denominados “casa de la cerveza” (equivalente a las actuales bodegas).
Los maestros cerveceros, esos que ahora vemos en todos los anuncios publicitarios, también entonces eran muy importantes. Este oficio era muy respetado y gozaban de una buena posición social. Algunos de los más famosos y reconocidos fueron los de Alejandría y los de Pelusium. Estos maestros cerveceros a veces conseguían privilegios gracias a este realce social. Una de esas ventajas podría ser el derecho a tumba en la necrópolis de Tebas (y así habría cerveza en la otra vida). Hace no mucho hallaron la tumba de uno de estos maestros en El-Joja, una de las seis necrópolis del Valle de los Nobles(4).
Estos egipcios y sus estrictas normas…
Los egipcios, como para casi todo, a la hora de fabricar la cerveza se regían por unas normas muy estrictas. Era muy importante que el príncipe (5) diese el visto bueno en cada provincia de Egipto (6). Este príncipe tendría que dar la cara ante el faraón. Después de estas nimiedades, y por fin dado el visto bueno, se procedía a sellar la jarra con arcilla cocida para certificar la calidad y autenticidad de la cerveza mediante una inscripción jeroglífica en la tapa del recipiente. Debido a las normas “dictatoriales” de los egipcios, la tapa no se tocaba hasta la operación de “apertura de la jarra”, para evitar mezclas. Todo ello con mucho orden y concierto vigilado por el maestro cervecero.
Entre las que se podían consumir popularmente, estaba la más común, un líquido espeso y turbio sin gran contenido alcohólico y con poco gas carbónico. Mientras que las clases más ricas la tomaban más elaborada y mezclada con sustancias aromáticas (7).
En un principio, como la cerveza era tan espesa, no se bebía en un “vasito fresquito” como ahora. Para poder tomarla tenían que comerla como si fuera un puré (o como se le quiera llamar según la zona: ajoblanco, salmorejo…). Luego, mediante la filtración, y no para todos los públicos, conseguirían hacerla más líquida. En lo que respecta al vino, se introduciría más tarde y sería una bebida restringida a los individuos de mayor estatus.
Un líquido multiusos
Los egipcios, obsesionados un poco con este líquido, pensaron en darle distintos usos con sus respectivas funciones.
En su vida cotidiana ya la introducirían como elemento de las comidas por su gran poder alimenticio (esto es una fiesta continua), y la colocaban al mismo nivel que el pan. Por supuesto, también se utilizaría para uso festivo, ya que la cerveza fuerte tendría muchos efectos (era de esperar) y conseguía que se desinhibieran. Algo parecido ocurría en Sudamérica…
Pues sí, también se podía utilizar para uso médico. Sí tenías un mal intestinal, una herida, o te picaba un escorpión, la mejor receta era una «cervecita».
Tampoco podían faltar las típicas ofrendas religiosas rituales. A los adolescentes («ninis» o no, da lo mismo), como rito de iniciación, se les regalaba un ánfora de cerveza que indicaba la cantidad diaria que podían consumir.
Como ya sabemos, para los egipcios era muy importante el ajuar funerario. Por eso, a los muertos les lavaban con cerveza antes de embalsamarlos. Además, entre su ajuar se incluían ánforas de cerveza (se les quedaría un «olorcito» rico, rico).
A modo de anécdota, con respecto a una marca de cerveza, y no quiero hacer publicidad, dado que la escritura egipcia carecía de vocales, la transliteración del nombre genérico de cerveza podría leerse más o menos como heneket (8), de sonido gutural parecido a Heineken. Como ya hemos podido comprobar, tenía una gran aceptación social, como hoy en día, así que hay tradiciones que no se pueden perder.
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