Ötzi tuvo el privilegio de ser una de las momias más famosas del último cuarto de siglo. Fue encontrado en 1991. Además de ser una momia congelada en el hielo fue el miembro de más edad de su comunidad, admirado y respetado por todos. Su espíritu inquieto lo llevó a protagonizar e imitar «el otro» crimen más antiguo de la historia (1).
Lío diplomático escrito en hielo
¿Qué país reclama éste magnífico hallazgo? ¡Maldiciendo por tarantela unos, atragantados con salchichas otros! Por un lado, los austriacos decían que estaba en su territorio. Ello se debía a que los primeros análisis que determinaron su edad, se llevaron a cabo en la ciudad de Innsbruck. Por otro lado, los italianos también disputaban por el hallazgo, porque la ciudad de procedencia de Ötzi era Bolzano. Por lo tanto, su pasaporte debía ser italiano. La raíz de esta disputa se encuentra en la indefinición de fronteras. En el momento de la firma del tratado de St. Germain-en-Laye la zona se encontraba cubierta en hielo. Al final, como buenos vecinos, volvieron a realizar mediciones de esas fronteras. Llegaron a la conclusión de que nuestro protagonista era italiano. La Universidad de Innsbruck lo custodiaría mientras se adentraban en sus entrañas.
Míster Universo Alpino
¡Más quisiera nuestro protagonista poseer perfectas medidas anatómicas! Aunque hay que reconocer que para tener 45 años parecía estar en plena forma. Para que podamos retratar cómo sería nuestro protagonista en carne y hueso, habría que señalar que su altura sería sobre 1.58 metros y tendría un peso estimado de unos 61 kg . ¡Mens sana in corpore sano!. Esto pudo ser en parte gracias a las clase de trabajo que desempeñaba: la de pastor trashumante. Que su movilidad fuera estacional e implicara grandes caminatas transportando víveres de un lado a otro y a alturas variables ayudó lo suyo. El pelo le llegaría a la altura de los hombros. Se presume que luciría una frondosa barba «a lo leñador». Aún así, si alguna de nuestras lectoras estuviera pensando en pedirle una cita, debo de indicarles que antes deberían saber que no gozaba de muy buena salud (2).
¡Antes muerto que sencillo!
A su vez, llevaba consigo un hacha de cobre (5), que seguro que le habría costado un ojo de la cara, y unos hongos junto a una piedras de pirita para encender un fuego. Además de otras herramientas tan útiles como un arco, tres flechas, y un cuchillo… ¡Incluso un afilador! ¡Ah!, sé que se me olvidaba mencionar, que su magnífica cabellera se coronaba con un gorro de piel(6).
¡Elemental mi querido Ötzi! Como acabar siendo una momia congelada en el hielo
Intentemos juntos recrear sus últimas horas. Parece ser que nuestro tranquilo amigo Ötzi estaba caminando, admirando el paisaje, colgando fotos en Instagram, comiendo unas ricas gachas de trigo y unos trozos de cordero cuando, sin saber porqué se sintió observado. Corrió para buscar refugio, pero ni siquiera le dio tiempo a verle la cara a sus agresores, ya que de repente le dieron un fuerte golpe en la mano derecha (7), y le clavaron una flecha en el hombro… ¡Pobrecito, ahí tendido boca abajo, entre capas y capas de hielo!
No se sabe si los agresores lo confundieron con algún animal o lo persiguieron para robarle algo valioso. Lo cierto es que al quedar herido se desangró, y al no poder moverse las gélidas temperaturas hicieron el resto. Acabó siendo una momia congelada en el hielo.
Los tatuajes no son cosa de modernos
¡Claro que no! Son sesenta y uno los tatuajes que recorren la piel de nuestro protagonista en forma de líneas y cruces. Estos, son los más antiguos de los que se tiene noticia. Para hacerlos, se utilizaban agujas, elaboradas con material lítico e incluso de cobre. A través de las agujas se introducía la tinta, hecha a base de hollín. Las técnicas utilizadas para plasmar los diseños variaban: desde la presión manual sin percusión, hasta la punción con percusión indirecta. Dicho esto, el objetivo por el que Ötzi decidió decorar su sedosa piel con estos dibujos, pudo ser el de aliviar algún tipo de dolor físico que padeciera (8).