Si alguna vez nos nombran a la diosa Cibeles, a todos se nos pasa por la cabeza la imagen de la fuente de esta diosa ubicada en el centro de Madrid (1), y sabemos perfectamente cómo es. Pero, ¿alguna vez nos hemos parado a pensar por qué el carro en el que va montada está tirado por una pareja de leones? ¿No habría sido más normal que los que tiraran de él fueran caballos? Pues la respuesta a este hecho está en un castigo que sufrieron Hipómenes y Atalanta por dar rienda suelta a su pasión en lugares que no debían. (Por eso, y por hacer enfadar a los dioses, que ya sabemos que son un poquito rencorosos).
La diosa Cibeles, importante aunque poco conocida
Afrodita es la diosa del Amor, Zeus es el dios supremo, Dioniso lo era del vino… ¿Y Cibeles? ¿De qué era diosa? Todos hemos oído hablar de ella pero en realidad se sabe poco de su historia.
La diosa Cibeles es una diosa que procede de Anatolia, y allí era venerada como la Gran Madre de los dioses. También lo era de la fertilidad y la Naturaleza. (2) Los griegos adoptaron su culto y la asimilaron a Rea, la madre de Zeus. Pero con quien alcanza su máxima importancia es con los romanos, que también introdujeron el culto a la diosa Cibeles en su religión.
Fueron los romanos los que crearon la imagen de la diosa que ahora conocemos todos. Ellos la representaron con una corona de torres, sujetando su velo (porque también era diosa de las ciudades y cuidaba de ellas) y sentada en un carro tirado por leones. A veces también lleva un cetro en una mano y el cuerno de la abundancia.
Atalanta, la joven que no quería casarse
Para conocer cómo llegaron los leones a tirar del carro de la diosa Cibeles, antes tenemos que conocer la historia de Atalanta, una muchacha joven e independiente que se negaba a casarse.
Siendo una recién nacida, el padre de Atalanta la abandonó en el bosque porque había nacido niña y no varón, como él quería. Tuvo suerte y no murió, ya que la amamantó una osa y posteriormente fue recogida por unos cazadores que pasaban por allí. (3)
Atalanta creció feliz ejercitándose en la carrera y en la caza, y viviendo en el bosque. Un día consultó a un oráculo y éste le dijo: “Tú no necesitas un marido, Atalanta. Evita la experiencia conyugal. Y, sin embargo, no podrás evitarla, y aunque viva te verás privada de ti misma”. (4) Ella era feliz con la vida que llevaba, y no necesitaba un hombre a su lado, pero después de la advertencia del oráculo, estaba más convencida que nunca de no casarse.
Atalanta era una joven muy bella, y todos querían casarse con ella, aunque ella los rechazaba a todos. Pero su padre le insistía para casarse. Un día, harta de lo que le decía su padre, aceptó casarse, pero con una condición: se retaría con todos sus pretendientes en una carrera y solo se casaría con el que consiguiera vencerla. El que ganara, conseguiría su mano, pero los que perdieran, morirían.
La carrera de la muerte
Aún teniendo esas reglas tan duras, fueron muchos los que se presentaron a la carrera convocada por Atalanta, a riesgo de morir. Atalanta tenía fama de ser muy rápida, pero ninguno creía que iba a poder ser vencido por una mujer. Además, ella les dejaba ventaja, para darle más emoción al asunto.
La carrera comenzó y todos corrían para no ser alcanzados por Atalanta, pero ella, que era mucho más rápida que ellos, iba alcanzando uno a uno, y según los iba adelantando, los atravesaba con su lanza, dándoles muerte en el acto por haber perdido contra ella. (5) De esta forma consiguió coronarse vencedora y, por tanto, no tuvo que casarse con ninguno de ellos.
Hipómenes, un rival inteligente
La carrera tuvo mucha expectación, y además de los pretendientes, también tuvo bastante público viéndola. Entre los espectadores estaba Hipómenes, un muchacho que pasaba por allí y se quedó a ver el espectáculo, primero riéndose de todos esos corredores porque sabiendo las reglas del juego no entendía cómo alguien estaba dispuesto a correr tantos peligros por encontrar esposa. (6) Pero en cuanto apareció Atalanta y la vio, se quedó enamorado de ella en el acto.
Hipómenes sabía que no podría ganar a Atalanta en la carrera, así que decidió pedir ayuda a Afrodita, la diosa del Amor, para que le echara una mano. La diosa escuchó su petición y le dio tres manzanas de oro para que las fuera tirando al suelo durante la carrera y entretuvieran a Atalanta.
Siguiendo las instrucciones de Afrodita, Hipómenes retó a Atalanta a una carrera y ella le puso las mismas condiciones que a los demás pretendientes: si ganaba él, se casaría con ella. Si perdía, moriría a manos de su lanza. Hipómenes aceptó y comenzó la carrera.
Hipómenes corría muy rápido, pero Atalanta estaba a punto de alcanzarlo, así que él empezó a tirar una de las manzanas de oro al suelo. Atalanta, viendo el brillo de la fruta, se agachó a cogerla, e Hipómenes aprovechó esto para sacarle ventaja. (7) Hizo lo mismo con las otras dos manzanas. Cada vez que Atalanta estaba a punto de alcanzarlo, tiraba una al suelo y ganaba distancia mientras ella las recogía. De este modo consiguió Hipómenes llegar a la meta antes que Atalanta, y ganó el premio.
Dar rienda suelta a la pasión tiene un precio y un castigo
La boda se celebró y los dos estaban encantados, incluso Atalanta, pero no Afrodita, que todavía esperaba que Hipómenes le agradeciera su ayuda por haberlo hecho vencer en la carrera.
Como el agradecimiento no llegaba, la diosa tramó una venganza. Un día que estaban paseando los dos por el bosque, Afrodita les envió un deseo y una pasión incontrolables, y ello hizo que tuvieran que entrar en un templo dedicado a la diosa Cibeles y tener relaciones en él, profanando el santuario. (8)
La ira de la diosa Cibeles
la diosa Cibeles, viendo lo que estaban haciendo en el interior de su templo enfureció y se dispuso a castigarlos por lo que habían hecho. En un principio pensó en arrojar a la pareja a la laguna Estigia, (9) pero después recapacitó y eso le pareció un castigo demasiado leve, ocurriéndosele uno aún mayor: los convirtió en leones. (10) Y para recrudecerlo aún más, los condenó a tirar de su carro sin poder mirarse uno al otro. Pasarían toda la eternidad juntos, pero no podrían volver a verse jamás. Es por ello que en la fuente de la Cibeles vemos que cada león mira a un lado distinto.
Seguro que a partir de ahora, cada vez que paséis por delante de la diosa os fijáis más en esos dos leones que tiran de su carro, y os acordaréis de por qué están ahí, compadeciéndoos de ellos y de su castigo por haberse amado.
Más historias de la Historia en Khronos
En la Ciudad de México hay una réplica fiel, ésta implica una cuestión diplomática.
A principios de los años ochenta, el gobierno de México y España acordaron reanudar relaciones diplomáticas. La fuente de la Cibeles se colocó en ésta ciudad para conmemorar el reencuentro de estas dos naciones.
¿En España existe alguna escultura u objeto que cumplió el mismo fin? No lo sé.