Erase una vez la Revolución francesa (1). Cuando el pueblo llano (2) se sublevó contra la monarquía, la nobleza, el clero y sus privilegios. De hecho, esta revuelta marcó el inicio de la Edad Contemporánea, ni más ni menos. Precisamente, Charlotte Corday fue una hija de la mismísima Revolución. ¡Abajo el Antiguo Régimen (3) y arriba la burguesía!
Pues bien, a los revolucionarios más radicales (4), liderados entre otros señores por Marat (5), se les fue un poco de las manos. Se vinieron arriba y decidieron que todo aquel que no estaba completamente de acuerdo con ellos, y con sus métodos, estaba en su contra. Y, ademas, era un enemigo de Francia. Y cómo no, a los traidores, había que darles caza. No debieron tener en cuenta que la violencia sólo engendra más violencia. Y, claro, luego pasa lo que pasa, llega el tío Paco con la rebaja y nos echamos las manos a la cabeza.
Y es que aquellos revolucionarios no estaban todos a una como en Fuenteovejuna. Por un lado, estaban estos radicales montañeses (6), con sus métodos sanguinarios (si os digo “guillotina”, ya me entenderéis). Y por otro lado, los más moderados, los girondinos. Y en lugar de unir sus fuerzas, en aras de conseguir la libertad y la igualdad que pretendían conquistar en un principio, se convirtieron en enemigos irreconciliables, dejando tras de sí una larga lista de caídos en combate. ¡Ay! El pueblo y su manía de dividirse.
La indignación de Charlotte Corday. ¡Peligro a la vista!
Es en este contexto tan agitado, donde hemos de situar a nuestra protagonista, la dulce y culta Charlotte (7). A Charlotte se le partía el corazón viendo como aquellos héroes girondinos, que habían iniciado la Revolución que ella tanto admiraba, eran ahora perseguidos y condenados al hacha revolucionaria, repelidos por sus mismos compañeros.
Por esta razón, la leída y girondina Charlotte, decidió tomarse la justicia por su mano. Y así, poner fin a tan injusta cacería. Con la intención de salvarlos a todos y traer la paz a Francia, decidió cargarse a sangre fría a aquel monstruo que para ella era Marat, culpable directo de la caza que se les estaba dando a los girondinos (8). Muerto el perro, se acabó la rabia, como se suele decir. Y es que nuestra amiga defendía una república fundada en leyes y en virtudes, al estilo girondino, no sangrienta y por narices, como pretendían Marat y sus amigos jacobinos. Así que, ni corta ni perezosa, decidió dar caza al cazador de girondinos, con la esperanza de poner fin al terror que el susodicho estaba generando.
Charlotte estaba horrorizada y escandalizada ante la Francia monstruosa, llena de cadalsos y de sangre, y también de cabezas rodando, que la actuación de Marat y los suyos vaticinaba. Y entre tanto monstruo, puso el ojo sobre Marat por agitador: aquel hombre, con sus escritos era capaz de envilecer a cualquiera y de caldear el ambiente hasta alcanzar temperaturas infernales. Para Charlotte era, sin duda alguna, el culpable de este ambiente tan grotesco, y el enemigo a abatir (9).
Planeando el crimen, que es gerundio
Esta idea se grabó en el cerebro de Charlotte Corday a fuego, convirtiéndose en una obsesión: nuestra amiga se nombró a sí misma salvadora de la patria, y se encomendó la noble misión de frenar los ríos de sangre que estaban a punto de derramarse. Se dedicó a planear dicha misión en cuerpo y alma, día y noche, con la mente bien fría, sin levantar sospechas. Cuando ató bien todos los cabos, partió hacia París, para llevar a cabo su salvífico plan (10).
Ya en la ciudad de la luz, nuestra damisela se dirigió a una cuchillería y compró una flamante navaja con mango de ébano, con su estuche y con su todo, y se la escondió debajo de su vestido (11). De vuelta a la posada donde se hospedaba, imaginó mil formas distintas de acabar con Marat. ¿Lo mataría en la intimidad de su propia casa, o en mitad de la Asamblea, a la vista de todos los diputados (12)? Si hubiese podido elegir la segunda opción, habría sido un acontecimiento más que pintoresco: la Asamblea, ese lugar donde los representantes de los distintos estamentos se reunían para decidir el futuro de Francia, testigo de semejante sacrificio humano en nombre de la paz.
Solo una alternativa: Charlotte rumbo a la casa de Marat
Sin embargo, en aquellos días Marat estaba enfermo, recluido en su casa. Por ello, a Charlotte sólo le quedó una alternativa (13). Debía penetrar en el hogar de aquel vil cazador para ponerle fin a su vida de un tajo. Para que la recibiese, llegó a escribirle dos cartas donde se lo camelaba, alegando que tenía secretos muy importantes que comunicarle para el interés de la república, y fingiendo estar perseguida, le pedía su protección (14). La argucia de Charlotte coló por completo y consiguió que Marat le abriese las puertas de su morada.
¡A matar! Que son dos días…
En cuanto llegó a su casa y Marat escuchó su voz, aquel hombre reconoció en seguida a la autora de las misteriosas cartas, y la dejó pasar sin titubear un segundo (15).
Una vez que lo tuvo frente a frente, a solas, completamente desprotegido, pues el hombre estaba tomando un baño, en un principio fingió. Afirmó conocer a un puñado de girondinos, que estaban refugiados (16), y le reveló sus supuestos nombres.
Cuando Marat afirmó severamente que todos ellos pasarían por la guillotina, la furia de Charlotte se hizo presente. Sacó el cuchillo, que recientemente había adquirido, y se lo clavó en el corazón (17). El cazador había sido cazado. A penas pudo decir ni pío. La Gironda se había vengado de la Montaña. ¡Esto parece Juego de Tronos! Es lo que trae consigo tanta violencia… que, a veces, uno recibe de su propia medicina.
Charlotte se olía la tostada
Charlotte Corday no hizo esfuerzo alguno por escapar. Permaneció en aquella estancia, de pie, inmóvil, junto al cuerpo sin vida de Marat. Allí mismo confesó el crimen y fue prendida (18). Serena, sosegada, implacable. Sería la sarna con gusto, que no pica. Le dieron palos hasta en el cielo de la boca, y se la llevaron para sentenciarla a muerte (19). Fue abucheada y vapuleada por el pueblo en el trayecto. Pero, ¿tan mala rata es quién acaba con un verdugo?
Ella era plenamente consciente de su fatal destino. Lo tenía asumido desde un principio. Dio su vida para ponerle fin a la guillotina y al terror (20). El asesinato les vino de lujo a los montañeses, que no dudaron en atribuirlo a los girondinos. Así, tuvieron un gran motivo para seguir con la caza (21).
Finalmente, tras pasar por el Tribunal Revolucionario, Charlotte Corday fue condenada a muerte y guillotinada en la Plaza de la Concordia. Solo cuatro días después de haberle puesto fin a la vida de Marat (22). Pobre de ella si hubiese levantado la cabeza y hubiese sido testigo de que su sacrificio no sólo no detuvo la violencia, sino que la incrementó. Por desgracia, el Régimen del Terror de los montañeses no había hecho más que comenzar. ¡Ni los Lannister dan tanto miedo! Moraleja: quien a hierro mata, a hierro muere. A palos, amigos míos, no se puede arreglar el mundo.
Reina de la gran pantalla y de videojuegos
Nuestra Charlotte la lío tan parda, que hoy en día sigue de moda. Su historia ha sido llevada al cine en más de una ocasión (23). Además, su «jugada» ha sido recreada en el famoso videojuego Assassin’s Creed Unity (24), que se centra en la Revolución francesa.
El asesinato de Marat, forma parte de los “asesinatos por resolver”, uno de los contenidos secundarios del juego. ¡Vaya spoiler que os he hecho! ¡A jugar, que ya conocéis la identidad de la asesina! Para que luego digan que las mujeres no han hecho la historia.
Triste verdad que la Revolución se devora a sus hijos.Hubo 6 personajes claves de la RF todos terminaron de manera trágica. Luis XVI, Maria Antonieta, Mirebeau, Marat, Dalton y Robespierre el rey del terror y que mas gente asesinó- Recién con la muerte de Maximilian termina la época del Terrror y empieza el ascenos de Napoleón elegido General a la edad de 24 años
¡Muchísimas gracias Gladys! Un abrazo fuerte.
Leer y recordar la historia con ustedes es maravilloso. Me encanta, disfruto de manera muy grata la forma ágil y amena como se narran los hechos. Graciasy felicitaciones.