William Shakespeare (1564-1616) es conocido como uno de los más importantes escritores de la literatura inglesa. Con sus poemas, sonetos y obras de teatro el gran Bardo de Avon (1) nos sigue asombrando y divirtiendo hasta el día de hoy. ¿Tuvo una hermana llamada Judith Shakespeare?
¿Shakespeare tuvo una hermana? Judith Shakespeare
Pero qué hubiera pasado si Shakespeare hubiese tenido una hermana, igual o más hábil en el arte de la literatura. ¿Le hubiera sido posible estudiar y disponer del tiempo para escribir? ¿Hubiera podido irse a Londres a trabajar bajo el mecenazgo de Lord Chamberlain y crear obras bajo la protección del rey Jacobo I? Las respuestas a estas preguntas tienen un rotundo no. En realidad, la hermana de Shakespeare, Judith Shakespeare (2) no existió. Fue creada por la mente de Virginia Woolf, celebre feminista inglesa, para su obra Una habitación propia (1929). En ella expuso las problemáticas sociales a las que se enfrentaban las mujeres y la lucha por alcanzar la independencia económica, intelectual y política. Demostrando que la Inglaterra del siglo XVI y del siglo XX, no habían cambiado mucho en cuestiones de los derechos femeninos.
Una Inglaterra en transición
Virginia Woolf vivió y escribió en una Inglaterra que apenas se liberaba de los ideales conservadores de la época victoriana (3). En la cual la familia, la rectitud, el pudor y la inocencia eran los valores que se debían de mantener en alto. Por otro lado, la modernización de Europa, tras la primera guerra mundial (1914-1918), estaba provocando grandes cambios políticos y económicos. Europa ya no sería la misma nunca más.
Pero para las mujeres fue distinto. Sí, se les concedió el voto como en agradecimiento a su labor durante la guerra pero ¿De qué servía un derecho político sin la libertad monetaria? Los hombres que sobrevivieron regresaron a sus patrias y prácticamente con unas palmaditas en los hombros despidieron a las mujeres ¡de vuelta a sus hogares, a cuidar de ellos y a tener hijos como en los viejos tiempos! o cómo lo definió Woolf a “ser ángeles del hogar” (4) Pero esta vez las cosas no se quedaron así. El llamado sexo débil ya había empezado a tomar fuerza y no se detendría hasta alcanzar los mismos derechos que poseían sus antiguos compañeros y aliados de guerra.
La educación femenina
“Quizás Judith Shakespeare hojeaba de vez en cuando un libro, perteneciente a uno de sus hermanos, no tuvo oportunidad de aprender gramática, y lógica ni a leer a los grandes filósofos. Entonces, venían sus padres y le decían que fuera a zurcir las medias o atendiera el guiso y no malgastara su tiempo con libros y papeles”.
Así es como Woolf describe en su libro cómo hubiera podido ser la vida de Judith Shakespeare. Una joven ansiosa por conocer, por aprender nuevas cosas. Pero obligada a cumplir, a lo largo del día, con las tareas domésticas propias del sexo femenino.
Virginia Woolf fue un ejemplo de estos contrastes. Por un lado fue hija de una familia conservadora de clase alta y sumamente intelectual. Su hermana Vanessa y ella tuvieron la posibilidad de dedicarse a la artes. Y con ayuda de sus hermanos, crearon el llamado grupo Bloomsbury, formado por jóvenes interesados en política, filosofía y literatura. Teniendo la libertad para cumplir su sueño de ser escritora, Woolf decidió dar voz a esas mujeres que no eran tan afortunadas. De allí parte su idea de que “una mujer debe de tener dinero y un cuarto propio si ha de escribir”.
La idea de mujer
En 1866 se empezaron a crear colegios para mujeres en Inglaterra. El problema era la imagen que se tenía sobre las mujeres, de mentes débiles y propensas a las banalidades, era deber del padre o del esposo cuidar de esas criaturas frívolas y bobas. El debate sobre la inteligencia de ellas llegó a tal grado que algunos científicos, como el alemán Theodor von Bischoff, afirmaban que el cerebro de la mujer era más pequeño(5) que el de los hombres y por lo tanto, eran menos inteligentes.
Las objeciones no se dejaron esperar. Por ejemplo, la feminista Helen Lange trabajó arduamente durante los años 1894-1906 en favor de la educación para las mujeres. Afirmando que “ellas deben ser capaces de pensar concienzudamente para que se conviertan en seres inteligentes y sabias educadoras”. Demostrando así que la educación femenina era necesaria y un derecho irrefutable de lo contrario ¿Cómo una madre iba a educar a sus hijos, si ella no poseía más que conocimientos rudimentarios sobre el mundo?
La independencia jurídica y monetaria
“A Judith decidieron comprometerla. Ella se negó y huyó a Londres. Como su hermano, tenía inclinación por él teatro y la poesía. Así que se paró en la puerta del teatro, dijo que quería representar. Los hombres se rieron en su cara. Mejor que buscara su comida en una taberna o rondara las calles a medianoche”. (6)
Después de la educación venía la necesidad de luchar por los derechos laborales. En el caso de las mujeres, muchas profesiones estaban prohibidas. Muchos decían: ¿Mujeres doctoras, una mujer como abogada o en la política? ¡Eso nunca! No era decoroso ni tendrían el valor o la inteligencia para hacer un buen trabajo. Sus opciones no eran muchas: contraer matrimonio, tomar los votos religiosos, ser institutrices, trabajar el campo, ser costureras, ejercer la prostitución, entre otras. Con la industrialización sus opciones aumentaron pero no así sus derechos laborales.
El problema era que al contraer matrimonio perdían sus propiedades, las cuáles pasaban a manos de sus maridos. Si enviudaban ellas se quedaban bajo la protección de algún familiar masculino. Legalmente tenían que pedir permiso a su padre o marido para trabajar y el salario era enviado a ellos. Aunque ya tenían derecho a estudiar; por ejemplo, para ser abogadas o doctoras, muy pocas podían ejercer. Se enfrentaban con trabas legales y la desconfianza de la gente. En el caso de las mujeres de clase baja y media, muchas veces tenían que lidiar con el acoso sexual de parte de sus compañeros o jefes y trabajaban las mismas horas que los hombres pero recibían la mitad de un salario normal. Por ejemplo en el Ayuntamiento de Múnich, Alemania, las maestras recibían 2,520 marcos, sus colegas varones cobraban 4,200 marcos.
Artistas silenciadas
“¿Llevar una vida como escritora? ¡Antes la muerte! ¡Aunque yo no durmiera una quincena yo no me atrevería eso!”
Si ser obrera o abogada era todo un reto para las mujeres, ser una artista era igualmente complicado. Era tanto el temor a la crítica y a las burlas que muchas mujeres prefirieron publicar sus libros con un seudónimo masculino. Tal fue el caso de las famosas: George Sand, George Eliot, las hermanas Brönte (Emily, Charlotte y Anne), Aphra Behn, por mencionar algunas. Incluso Woolf desarrolla la teoría de que detrás de tantas obras escritas por Anónimo, se escondían mujeres temerosas de decir “yo escribí esto”.
Además de ser censuradas y criticadas, muchas de sus obras solían ser un tanto sosas. Compara las experiencias adquiridas por escritores como León Tolstoi con la vida de Jane Austen o George Sand. Tolstoi pudo viajar, conocer lugares y gente de diversos estratos sociales. Lo que le permitió plasmar todo eso en sus libros. En cambio una mujer dependiente de su familia, solo podía hablar de los sentimientos o tener una visión estrecha del mundo. Esto nos hace preguntarnos ¿Cuántas escritoras nunca se atrevieron a tomar la pluma? ¿Cuántas obras como Frankenstein o Cumbres borrascosas, jamás fueron finalizadas?
Escribir, escribir, escribir
Virginia Woolf pide a las mujeres que luchen por sus derechos. Que demuestren a todos que son seres capaces de razonar y trabajar tanto como lo hacen los hombres. Les recomienda ganar con sus talentos quinientas libras al año y que busquen un espacio propio para crear arte. “Escriban como mujeres, ¡Qué su género no las avergüence!” Es decir, que escriban desde sus perspectivas y experiencias y, no solo novelas, también filosofía, historia, ciencia, de todo.
El camino no sería fácil, sin duda alguna, pero teniendo una tradición literaria trazada por las grandes escritoras como Jane Austen y las Brönte, les sería posible inspirarse para crear nuevas historias. Y sobre todo, pide que con sus escritos honren y den vida a Anónimo y a Judith Shakespeare. Las cuales no pudieron escribir libremente, pero vivirán a través de esos libros hechos por mujeres. “Porque los verdaderos poetas nunca mueren”.
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