Y pues no las dotó Dios ni del ingenio que piden los negocios mayores, ni de fuerzas las que son menester para la guerra y el campo, mídanse con lo que son y conténtense con lo que es de su parte, y entiendan en su casa y anden en ella, pues las hizo Dios para ella sola (1).
Esto tan bonito escribía Fray Luis de León sobre las mujeres a finales del siglo XVI. Cualquiera diría que Catalina de Erauso se propuso dar una patada en la boca a todos los que pensaban así.
Nacida en San Sebastián, sus padres (2) la internaron en un convento. “Solían ingresar en el convento las mujeres que no podían encontrar un buen marido, y ese fue el caso de Catalina. Desde pequeña vieron que era una mujer muy poco agraciada y no iba a tener muchos pretendientes, así que sus padres prefirieron que dedicara su vida a Dios” (3). Catalina sería fea, pero desde luego no era una más. Tras muchas peleas con una novicia que no la dejaba en paz, se hartó y se escapó. Se hizo ropa de hombre y se cortó el pelo. Con 15 años y dos ovarios.
Los años siguientes vagabundeó por distintas ciudades, metiéndose en lío tras lío. Pedro, Francisco, Alonso o Antonio (4) fueron algunos de sus nombres; no era delicada. Era alta, masculina, sin apenas pechos y con una voz grave, así que nadie dudaba que fuese un hombre.
En una ocasión se encontró con su padre, que pedía información para localizarla describiendo su aspecto y, aunque llegó a hablar con ella no la reconoció. Incluso dos años después de escaparse, regresó a su ciudad y vivió allí un tiempo, vestida de hombre. Veía a menudo a sus familiares, incluso asistió a su antiguo convento y, en una misa, su madre la vio y extrañamente tampoco la reconoció. O Catalina era una auténtica maga del disfraz o todo esto huele un poco a chamusquina, ¿no? Desde luego parece sacado de las películas americanas, en las que un cambio de peinado y unas gafas son el disfraz perfecto. Sí, como Superman.
Leyendo el primer altercado que la propia Catalina cuenta en su autobiografía, cualquiera se da cuenta de que no era ninguna «damita» ama de su casa. Estaba Catalina un día viendo una obra de teatro cuando un tipo se puso delante de ella con un gorro que no le dejaba ver nada, Catalina le pidió que se apartase y el tipo se puso borde, Catalina no se quedó callada, pero no tenía armas, así que cuando él amenazó con cortarle si no se iba, se tuvo que ir con el rabo entre las piernas.
Por supuesto, cuando volvió a encontrarse con el tipo no desaprovecho la oportunidad, ¿quién se pensaba que era ese borde? Catalina tenía mucho orgullo y las cosas no podían quedar así, era vasca… ¡solo faltaba! Cogió un cuchillo y le dijo: «ésta es la cara que se corta» y le rajó la cara(5). Cualquiera se metía con ella…
Durante un tiempo regentó un negocio, pero fue despedida al ser descubierta «andándole entre las piernas”, como ella misma dice en su biografía, a una doncella hermana de la mujer de su amo con la que “solía yo jugar» (6), vamos que o le gustaban las mujeres o se metió mucho en el papel de hacerse pasar por hombre. Se acostó con no pocas mujeres, que no solo no se daban cuenta de que se trataba de una mujer si no que además la tenían por un gran amante. Toda una caja de sorpresas esta Catalina…
Sin empleo, se encontró con un reclutamiento de compañías y allí se puso a las órdenes de su hermano, que por supuesto no la reconoció, y a quien más tarde asesinó en una pelea sin saber que se trataba de su hermano… Digno de película pero cierto, él llevaba una armadura que impedía reconocerle.
Por sus logros en una dura batalla, Catalina fue nombrada alférez y, en el siguiente enfrentamiento, murió el capitán de su compañía y ella asumió el mando y ganó. ¿Quien decía que las mujeres no servían más que para cuidar su casa?
Tras muchos altercados y numerosos líos de faldas, fue arrestada en varias ocasiones y un par de veces condenada a muerte, pero siempre conseguía escapar. Finalmente, fue detenida y condenada a morir. Catalina tras casi 20 años de vida clandestina destapó su identidad y pidió clemencia a un obispo. La suerte volvió a estar de su lado y fue perdonada.
La historia de Catalina se hizo famosísima y el rey español quiso conocerla. Teniendo en cuenta que en esa época la transexualidad y homosexualidad eran tabú, sorprende saber que el rey no solo mantuvo su graduación militar sino que permitió que continuase vistiendo ropa de hombre.
Sin embargo, todo el mundo la conocía y la trataban como a un mono de feria, por lo que Catalina decidió seguir viajando. El papa ratificó el permiso del rey español de que vistiera como un hombre y, por supuesto, no faltó gente que criticase todo esto, pero el pontífice dijo con satisfacción: “Dádme otra monja alférez, y le concederé lo mismo (7)».
Una anécdota que tuvo lugar cuando ya todo el mundo estaba al tanto de su historia, deja claro que a Catalina nadie le tomaba el pelo. Paseando por el puerto, unas jovencitas acompañadas de unos muchachos quisieron burlarse de ella diciéndole: «señora Catalina, ¿a dónde va?» A lo que ella respondió: «voy a daros 100 cogotazos y 100 cuchilladas a quien se atreva a defenderos» (8). Debieron aprender que hay personas con las que es mejor no meterse, y Catalina sin duda era una de ellas.
En una época en la que tan poco valoradas estaban las mujeres, Catalina de Erauso demostró que no hace falta tener algo entre las piernas para tener valor o pelear, ni para otras cosas… Ni el Papa pudo resistirse a semejante personalidad.
Vaya, hasta diria que esa historia es tan parecida a la que muchas mujeres lebs sufrimos en una sociedad regida por las religiones retrogradas,misoginistas, y machistas! Podria decir que creo mas la teoria de «Los antiguos astronautas», que en cualquier religion que haga sentir y trate a nosotras las mujeres como seres inferiores al hombre. Siendo que como seres humanos, todos tenemos los mismos derechos en este planeta, respetando el «libre albedrio»!
PD/ Yo soy humanista.
[…] Margaret escuchó la historia de Catalina de Erauso, una mujer que se hizo pasar por hombre, siendo un destacado soldado. Conociese o no la vida de […]
Muy interesante.