Antes de hablaros de las madrinas de la Guerra Civil Española, os voy a poner en situación. Aunque se hable siempre de las sangrientas y constantes guerras de la Edad Media o Moderna o de la crueldad de los espartanos, el siglo XX tampoco se ha quedado atrás. De hecho, si las dos Guerras Mundiales que se produjeron en escasos 40 años se hacen llamar “guerras totales” (1), es por algo.
Toda la sociedad se vio inmiscuida en estas guerras, hasta los que no estaban en el frente. Todos colaboraban en algo. Por ejemplo, las que soportaron el peso de la economía y se partieron el lomo trabajando en las fábricas sustituyendo a sus maridos fueron las mujeres. Ellas se quedaban en casa cuando los hombres se iban al frente. También hay que decir que no siempre fue así. Siempre han destacado muchas que no siguieron el patrón y cogieron un fusil y lo dieron todo. Como las milicianas durante la Guerra Civil en España (2).
Pero bueno, este no es el tema, aunque sí es este el conflicto que a mí me interesa. Ya sé que la dimensión de esta guerra nada tiene que ver con las ya mencionadas por su “limitado” ámbito geográfico, pero fue igual de “total” que las otras dos, y eso lo conocemos bien.
El caso es que, como estas “guerras totales” afectaban a todos los ámbitos de la sociedad, tenemos muchas versiones de cómo se vivía el conflicto en otras situaciones, no solo en el fragor de la batalla. Uno de los ámbitos que mejor refleja cómo se vivía la guerra es la correspondencia, las cartas que se mandaban desde el frente y para el frente.
Cartas desde el frente – el origen de las Madrinas de la Guerra Civil española
La escritura epistolar se convierte en época de guerra en un salvavidas. La gente siente la necesidad de expresarse y de comunicar a los demás que siguen vivos. De hecho, incluso después de terminada la guerra, la carta sigue siendo el medio de comunicación más efectivo hasta los años 60 en España.
Normalmente, en los libros del cole o del instituto hay muchas cosas que no se mencionan y que no son menos importantes por ello. Durante la Guerra Civil Española no todo fueron tiros y más tiros o hambre y miseria, que también. Ambos bandos le pusieron muchas ganas a que los soldados que se encontraban en el frente escribieran a sus familias, pero aquí había un problema. Como bien sabréis, en estos años eran más bien unos pocos afortunados los que tenían el placer de saber leer y escribir (3).
Escuelas en el frente
En el frente la situación no cambiaba, y el hecho de no poder escribir a sus seres queridos desanimaba a los soldados. Claro está que en medio de la batalla esto es insostenible. Imaginaos… Teruel en el invierno de 1937-38 (4) no creo que fuera el paraíso, desde luego. Y, si encima no puedes expresarle cómo te sientes a tu familia y amigos desde hace meses… pues el no va más.
Con la intención de solucionar esto, la República puso en marcha muchas campañas de alfabetización de soldados. De hecho, se crearon hasta escuelas en el frente. Sí, sí, ¡escuelas! No toda la valentía se la llevaban los soldados. Pues había hombres, que llevaban un brazalete blanco, que eran igual de heroicos que ellos y que formaban parte de las Milicias de la Cultura (5). Con esto conseguían que los soldados pudieran matar un poco el tiempo y distraerse y, además, animarlos.
Unas con el fusil en la mano y… ¿las otras? Las madrinas de la Guerra Civil española
Ya sabemos que hay diferencias abismales entre un bando y el otro, pero como ejércitos en guerra, que los soldados no estén de humor no se puede permitir. En un bando se mandaban libros al frente gracias a campañas como Cultura Popular pero, desde el otro, se fomentó la figura de la madrina de guerra.
Y diréis… ¿eing? ¿Qué es eso? Pues es que mientras muchas de las mujeres republicanas no tenían reparo en hacer lo mismo que los hombres y ponerse a defender sus ideales con la vida, las mujeres del bando rebelde no tenían otra que esperar a que los hombres volviesen del frente y rezar, y nunca mejor dicho (6). Ojo que eso no quiere decir que la figura de la madrina de guerra en la Guerra Civil fuese exclusiva y únicamente franquista, también las había del bando republicano, pero en menor medida.
El salvavidas al que aferrarse
La figura de la madrina de guerra nació durante la Primera Guerra Mundial y, fijaos si fue relevante, ¡que aún existe! Su papel consistía en escribir a uno o varios soldados, a los que quisiera, vamos, y para los que tuviera tiempo, claro. Ambos intercambiaban correspondencia siendo dos completos desconocidos, aunque a veces no lo eran tanto (7). De esta forma, las mujeres contribuían con la causa que defendían y levantaban la moral a los soldados que no tenían a nadie a quien escribir. A veces, las madrinas no solo enviaban cartas, sino que también les enviaban regalos a sus ahijados, como bufandas o tabaco, el primero muy necesitado en muchas ocasiones y el segundo no tanto, pero solicitado como el que más.
A ver, hago una aclaración, que el término “madrina” nos puede llevar a confusión. No quiere decir que haya una diferencia grande de edad entre esta y el soldado. De hecho, el perfil de la madrina de guerra en la Guerra Civil solía ser una chica joven, soltera y generalmente afiliada a alguna organización afín al Movimiento Nacional (8). Claro que esto es en el caso del bando franquista, pero como en todas las guerras hay vencedores y vencidos, se conservan más ejemplos de cartas de madrinas de guerra franquistas. Además, como ya he dicho, esto se fomentó desde el Gobierno franquista como herramienta política e ideológica.
El protocolo hasta en la sopa
Una de las diferencias básicas entre el bando rebelde y el republicano era claramente la disciplina que reinaba en el primero, que se plasmaba hasta a la hora de mandar las cartas al frente.
Las madrinas de la Guerra Civil española no caían del cielo, aunque a veces sí que surgía esta relación fortuitamente (9). Normalmente los soldados solicitaban una madrina, ya fuera mediante un anuncio en la prensa, charlando con otro compañero o a través de agencias especializadas. Para establecer un primer contacto con estas había que seguir un protocolo. Antes de nada, el soldado tenía que mandar una solicitud formal a la susodicha, y cuando digo formal es MUY formal, donde explicaba por qué quería que fuera su madrina. A esto la madrina debía contestar con la misma formalidad.
Pero… ¿y si no aceptaba? Aceptar era una cuestión patriótica, y con los tiempos que corrían… Lo normal era que aceptara, aunque si estaba de luto o prometida se podía salvar. Así comenzaba el intercambio epistolar, que poco a poco iba ganando en fluidez y confianza, y los temas pasaban a ser más personales. Tan personales que algunas madrinas de guerra… ¡hasta se casaron con los soldados con los que se carteaban!
Valientes versus prostitutas: la dura realidad
Ya hemos dicho antes que se conserva más correspondencia del bando franquista. Esto ocurre, en parte, porque tras la guerra estos documentos eran una prueba de lealtad al Movimiento. Las cartas se conservaban como un trofeo de victoria, como un ejemplo de valentía y patriotismo, un modelo a seguir de mujeres «como Dios manda» en el más estricto sentido de la expresión.
En el bando contrario, las mujeres republicanas que habían ejercido como madrinas de guerra y sobrevivieron a las represalias del Ejército franquista (10) al término de la guerra, se vieron obligadas a destruir las pruebas que demostraban que habían mantenido relación con soldados republicanos, o sea, las cartas. Tenían dos opciones: borrar todo su pasado como madrinas de la Guerra Civil española o atenerse a las consecuencias. Estas consecuencias, normalmente, suponían un juicio por prostitución. Y os preguntaréis ¿cómo que prostitución? Pues sí, aquellas mujeres republicanas que, al igual que en el bando franquista, habían contribuido a levantar el ánimo de los soldados intercambiando cartas con ellos, eran juzgadas como prostitutas. Hay que ver cómo cambia la perspectiva cuando la mente no da de sí…
No podremos saber si este sistema fue eficaz y contribuyó a que aquellos que empezaron la Guerra Civil la acabaran victoriosos, pero siempre nos quedará la capacidad de autorreflexión. A estas alturas solo nos queda pensar por nosotros mismos si consideramos que recibir cartas de una extraña es más útil que tener al lado a una compañera que apoya y comparte tu lucha hasta las últimas consecuencias.
¿Quieres saber más sobre la Guerra Civil Española?