¿Quién no ha oído hablar de Sherlock Holmes? El mejor detective de la historia, con permiso de Batman. Si el caballero oscuro es una máquina de combatir el crimen a golpe limpio, el inglés no le anda a la zaga. Porque sí, Sherlock era un practicante de artes marciales. En concreto, de bartitsu. La película de Robert Downey Jr, mostró esa faceta más desconocida del personaje: un luchador eficiente y analítico capaz de quitarse los enemigos a mamporros.
Algunos diréis: va, pero eso es un añadido para la película (1), una licencia para hacerla interesante. Pues no. Mirad qué dice Conan Doyle de Holmes:
“Cuando llegué al extremo le mantuve a raya (a Moriarty). Él no sacó ningún arma, pero se abalanzó sobre mí y me rodeó con sus largos brazos. Él sabía que había perdido la partida, y solo ansiaba vengarse de mí. Nos tambaleamos juntos en dirección al borde de la cascada. Yo tengo, sin embargo, algún conocimiento de baritsu, el sistema japonés de lucha libre, que más de una vez me ha sido muy útil. Escapé de su agarre y él, con un horrible grito, pateó furiosamente por unos segundos y asió el aire con ambas manos. Pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no logró recobrar el equilibrio, y se precipitó al abismo. Con mi rostro por encima del borde, le vi caer una larga distancia. Entonces chocó contra una roca, rebotó y cayó al agua” (2).
El bartitsu: gentlemen y samuraís
Estamos en 1898, Inglaterra es la gran potencia mundial, y un ingeniero inglés afirma que ha creado el arte marcial definitiva. Ya os he hablado de Miyamoto Musashi y su sueño de ser el mejor guerrero de su época. Pues bien, ahora nuestro protagonista, Edward William Barton-Wright, sin saberlo, imita al famoso espadachín japonés. Ha pasado toda su vida estudiando artes marciales; a saber: boxeo, lucha, esgrima, savate y el uso del estilete, con maestros de renombre. Además, viajó al lejano Japón, ahora un país completamente moderno, para aprender de los mejores. Entrenó judo bajo la tutela del maestro Jigoro Kano y jujitsu tradicional de la escuela Shinden Fudo-ryū bajo Kuniichiro Terajima (3).
Ahora en Londres, un nuevo guerrero que fusiona lo oriental y lo occidental se preparara para compartir sus conocimientos, pero siempre con modales y flema británica.
Bartitsu Club: el club de la lucha
¿De qué sirve crear algo sin compartirlo? Pues de nada. Así que Wright se lanzó a promocionar su creación. Escribió numerosos artículos sobre su estilo de combate e hizo exhibiciones de demostración, donde derrotaba a los rivales en menos de tres minutos. Y, finalmente, montó su propio gimnasio de artes marciales, el Bartitsu Club, muy a la moda de los clubs de la época. Estaba ubicado en 67b Shaftesbury Avenue, en el Soho. En un artículo para la revista Sandow’s Magazine of Physical Culture, la periodista Mary Nugent describió el Club Bartitsu como
“una enorme sala subterránea, brillante, paredes de tejas blancas y luz eléctrica, con «campeones» merodeando alrededor como tigres” (4).
Al club vinieron instructores de todo el mundo para enseñar los complejos movimientos de combate. Entre ellos, tenemos a Yukio Tani o a Sadakazu Uyenishi. Para inscribirse había que presentar una solicitud formal que era examinada por un comité que aceptaba o rechazaba al aspirante.
La fuerza no lo es todo
El estilo de combate era rápido y contundente. Se trataba de luchar para sobrevivir, no hacerlo bonito. Las máximas eran desequilibrar al adversario, bloquear las articulaciones y someterlo. Tenías que ser agresivo, jugar mucho con la distancia de combate y lanzar golpes precisos y contundentes. Esto exigía un conocimiento de la anatomía humana y de diversas técnicas para castigarla. Según Wright:
“Bajo el Bartitsu queda incluido el boxeo o uso del puño como medio para golpear, el uso de los pies tanto en sentido ofensivo como defensivo y el uso del bastón como método para defenderse a uno mismo. Al judo y al jujitso, que son estilos secretos de la lucha libre japonesa, se les podría llamar acción cercana tal y como se aplica a la defensa personal.
A fin de asegurar, por cuanto sea posible, la inmunidad a las heridas recibidas en ataques cobardes o reyertas, (uno) debe comprender el boxeo con el objetivo de apreciar el peligro y la rapidez de un golpe bien dirigido y las partes concretas del cuerpo que son científicamente atacadas. Lo mismo, por supuesto, se aplica al uso del pie y el bastón.
El judo y el jujitso no fueron diseñados como medios primarios de ataque y defensa contra un boxeador o un hombre que utilice patadas, pero son utilizados al entrar en el corto alcance; y para entrar en corto alcance es absolutamente necesario comprender el boxeo y el uso del pie» (5).
Suffrajitsu: bartitsu y sufragistas
Recordemos que en estos momentos el movimiento sufragista estaba reclamando el derecho al voto femenino. Las conocidas como suffragettes hacían campaña y no todo el mundo estaba de acuerdo. Habituales eran los insultos y las agresiones. El bartitsu, un arte marcial que no usaba la fuerza física y se centraba en ataques rápidos y contundentes, era muy idóneo como estilo de autodefensa. Alguna sufragista pasó por el club de Wright, que no hacía distinciones por sexo. Así, aprendieron técnicas de combate bajo la tutela de los miembros de esta sociedad. Volviendo al cine, esto ha sido representado en la película de Enola Holmes. Y sí, es de verdad.
Las sufragistas pronto crearon un grupo de guardaespaldas (6) que eran duchas en el combate cuerpo a cuerpo. Así podrían impedir arrestos y detenciones cuando realizasen sus reclamaciones políticas. Todo gracias a la amplitud de miras de quien, a priori, nos podría parecer un bruto.
Todo pasa de moda
Nuestro protagonista tenía muchas cualidades, pero ser un gestor adecuado para su negocio no estaba entre ellas. Parece ser que la actividad del Bartitsu Club finaliza en 1903. No está clara la causa del cierre. Hay algunos que sugieren que los requisitos de entrada y las cuotas eran demasiado elevadas. Otros sugieren que una serie de demostraciones horriblemente ejecutadas llevaron al declive del Bartitsu. Lo que es cierto, es que muchos de los instructores se marcharon y fundaron sus propios gimnasios, dejando a Wright solo. Este cambió de aires y decidió dedicarse a la fisioterapia, siempre tratando de innovar. Moriría en 1950, a los noventa años de edad, pobre, y habría caído en el olvido de no ser por historiadores de las artes marciales (7) que lograron reconstruir su extraordinaria historia.
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