Como todos ya sabréis, si no habéis estado encerrados en un zulo, se acaba de estrenar la última adaptación del clásico La Bella y la Bestia. El empeño del equipo (con Emma Watson como principal representante) por hacer una versión más feminista de la cinta volvió a resucitar miles de cuestiones. ¿Es un cuento machista? ¿Por qué siempre es la mujer la que ve el interior del hombre y no al revés? ¿Por qué Bella nunca come nada en ese gran festín? Demasiadas preguntas sin respuesta. Como diría la entrañable Señora Potts, mejor que os sentéis junto al fuego (o no, que en Francia no sé, pero aquí empieza a hacer calor), os sirváis una taza té y os preparéis para descubrir algunos detalles de esta historia que llevan encerrados mucho tiempo en el castillo. On y va !
Villeneuve contra Beaumont: lucha de titanes
Empecemos por la «personita» que ideó todo. Historias similares llevaban ya un tiempo circulando por el país vecino…, pero ¿a quién se le ocurrió escribir un cuento acerca de un príncipe vanidoso que se convierte en una bestia peluda y conoce a una chica increíblemente perfecta? Hay muchas historias que podrían haber inspirado La Bella y la Bestia (1), pero es Villeneuve (2) la autora a la que el ratón Mickey le debe miles y miles de millones. Seguro que no os suena este nombre, y es comprensible, porque cuando esta señora tenía montada ya su historia (que no tiene nada que ver con la del ratoncito), (3) vino una tal Beaumont y la cambió. Para desgracia de la señora Villeneuve, fue la versión de Beaumont la que empezó a traducirse y a extenderse por Europa.
La historia de Villeneuve era más extensa. Desarrollaba muy bien el trágico trasfondo de Bella y Bestia y transcurría en un escenario de fantasía. Sin embargo, lo más importante de esta versión era que pretendía erigirse como una crítica a la sociedad de la época. Por aquel entonces, las mujeres debían casarse por conveniencia y acababan emparejadas con auténticas bestias. Por lo que se ve, a Beaumont no le gustó este matiz reivindicativo, así que decidió eliminar la visión de Villeneuve y ceñirse al arquetipo de los cuentos de hadas. Como veis, los inicios de La Bella y la Bestia sí eran feministas.
¿Qué fue primero: la Bella o la Bestia?
Después de leer el párrafo anterior, quizá penséis que Villeneuve se inspiró en algún marido de una amiga para dar forma a su Bestia. Digamos que no vais demasiado desencaminados. Según algunos historiadores (4), Villeneuve pudo haberse inspirado en un hombre que vivió en la corte francesa. Su nombre era Pedro González y sí, amigos, ¡era español! (canario, para ser más exactos).
¿Cómo acabó un canario en la corte francesa (5)? ¿Por qué se le podía tildar de bestia? Pedro tenía hipertricosis congénita (6) (o síndrome de hombre lobo, que se queda mejor) si te interesan los hombres lobo . Las investigaciones apuntan a que pudo ser capturado en Tenerife y vendido posteriormente. Obviamente, su llegada a Francia no pasó desapercibida. Al fin y al cabo, uno no ve a un hombre lobo en París todos los días. Al saber de su llegada, el monarca francés quiso conocerlo. Se percató de la inteligencia de Pedro y por ello le ayudó a integrarse rápidamente en la sociedad francesa. Le proporcionó educación, trabajo y (7) el título de Don (8) (Oh là là !).
¿Y Bella? ¿Dónde está la historia de amor?
Pasaron los años y el monarca francés pasó a mejor vida, lo que provocó que Pedro pasara a manos de su viuda, la reina Catalina de Médicis. Catalina dispuso todo para que Pedro se casara con una bella parisina llamada Catherine (sí, es uno de los adjetivos que la describen en los pocos documentos que se conservan sobre ella). Catherine era dama de compañía de Catalina de Médicis. Ella y Pedro se conocieron el mismo día de la boda, así que os podéis imaginar la cara que se le quedó a la muchacha. Sin embargo, lo que comenzó como una obligación, acabó en un matrimonio feliz, lleno de amor, prosperidad y (9) descendencia (sí, otra coincidencia). Cualquiera puede sospechar que la historia de Pedro y Catherine guarda ciertas similitudes con la de Bella y Bestia.
No hay mayor verdad, la belleza está en el interior
Nunca debe juzgarse un cuento por su portada. Tal vez la versión de este clásico inmortal que llegó a nuestros días no es la más feminista ni la más profunda, pero mantiene uno de sus principios: la belleza está en el interior. Sí, parece que la lección imperecedera del cuento es un tópico, pero por más que la repitan, la sociedad parece no querer aprenderla.
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