Felipe II tenía mucho poder en el siglo XVI y, en consecuencia, caía muy mal. Se le tiene por un fanático religioso, un asesino, un genocida, un incestuoso y un montón de adjetivos pocos favorecedores. Vale que la higiene en otros siglos no fuese lo que es ahora pero, ¿de dónde sale tanta mierda?
Y tú, ¿piensas como yo o eres un hereje?
No veas las movidas religiosas en el siglo XVI. En Alemania, un tal Lutero se había rebotado en un viaje a Roma, al “descubrir” que la Iglesia exprimía a la población. Le dio tal ataque de vergüenza ajena, que fundó el protestantismo. Le criticaron mucho al principio, pero luego algunos príncipes alemanes primero, franceses e ingleses después, vieron las ventajas que tenía separarse de Roma y decidieron cambiar de religión. Resulta que así había muchas propiedades eclesiásticas que podían quedarse. Con esto de la religión, al final, hay que ser práctico.
En Francia costó incluso un cambio de dinastía. Después de décadas pegándose dos familias bien colocadas, como si el trono de Francia fuera el de Desembarco del Rey, termina coronado Enrique IV (Borbón) a cambio de convertirse al catolicismo (1); tras una buena cantidad de muertos con la excusa de las diferencias religiosas.
Pero donde cuajó el protestantismo bien, fue en los Países Bajos. Cuando la cosa se empezó a ponerse tensa y empezaron las revueltas por impuestos y subidas de precios, Felipe II envió al duque de Alba. En lugar de optar por la diplomacia, el diálogo y demás tontunas, prefirió el método “elefante en cacharrería”. Instauró el Tribunal de tumultos, también llamado Tribunal de la sangre, que con ese nombre solo pueden ser dos cosas: o un tribunal para ejecutar gente o parte de Hacienda. Con la religión como excusa (que queda muy mal decir que, al final, es todo por dinero), aprovecharon para abusar del poder, contra gente de toda clase y condición (2). Los episodios de los saqueos de ciudades como Amberes te dejan los pelos como escarpias.
¡Se acabó!
A un príncipe holandés, que había sido encarcelado (3), se le terminan de hinchar las narices y se rebela contra su señor, que no es otro que Felipe II (4). Publica en prisión Apología poniéndole tibio. Le acusa de incesto por casarse con su sobrina (que ya ves tú), de asesinato por la muerte en extrañas circunstancias de su hijo Carlos y su mujer (5), de fanático religioso (que no podía faltar). Y Kennedy porque no estaba…
Me caso con primas y hago amigos en América, cosas de Felipe II
De remate, lo de la conquista de América. Las barbaridades que a todos nos suena que se cometieron, se sitúan en los primeros 50 años de conquista. Felipe II estaba ya en el mundo, pero reinaba su padre. La cuestión es que allí hay un dominico que, escandalizado con el trato dado a los indígenas, publica un tratado de protesta con título largo y grabados muy heavys que se convirtieron en el viral de la época (6). Nos pintaba aquella América como una mezcla entre un anuncio de compresas y Mr. Wonderfull, y nada más lejos de la realidad.
Estudios más recientes concluyen que fueron imprescindibles los pactos entre tribus; es decir, que no estaban solo los mayas haciendo calendarios apocalípticos… Ahora se sabe que había más tribus y que tenían relaciones, mejores o peores, según les convenía. Y que de eso se valieron los invasores… Pero aquello queda muy lejos. Vamos a un ejemplo más reciente: cuando Bush y Aznar vinieron con lo de “libertad duradera” (¡que tiene cojones!), ¿te has creído que fueron por las buenas? Pues eso.
Incesto no cometió Felipe, pero endogamia a tope. Eso de casarte con un primo o una tía era lo normal en la realeza europea. ¡Pero si su padre tuvo una hija con la viuda de su abuelo! (7). Su secretario le acusó de estar relacionado con el asesinato del secretario de su hermanastro (8). ¡Y no es un culebrón! La realidad siempre supera la ficción, por muy retorcida que sea. Hay teorías actuales que apuntan en esa dirección; pero vete a saber. Más de lo mismo, un asesinato con alguien poderoso metido por medio se vende muy bien…
La cuñada inglesa tiene una mala hostia…
¿A que te suena lo de la Armada Invencible? Bueno, eso de invencible se lo añadieron los ingleses, que eran unos cachondos. En un intento por invadir Inglaterra, Felipe no repara en gastos mandando barcos para allá. Pone al mando a un duque (9) que no sabía nada de navegación, contra una flota mejor y en una zona que suele pillar con el mar revuelto. Lo que nos demuestra que no hace falta saber para mandar. «¡Pa’ habernos matao’!»
Isabel I de Inglaterra era protestante. Y resulta que éstos habían sufrido una dura represión por parte de su hermana (muy católica), casada con Felipe II. Éste, representaba todo lo que no querían los protestantes de Inglaterra. Es el «cuñao».
La cuestión es que se aplicaba la religión oficial, y de forma extrema. Eso del laicismo y libertad religiosa tardaría en llegar. Mientras que una (la de Felipe) era muy católica y usó las armas habituales para imponerse, la otra, la de Isabel, era muy protestante. Así que Felipe, católico, extranjero y con mucho poder, era ese «personajillo» con el que preferirías no cenar en Nochebuena.
A palabras necias…
Felipe fue blanco de críticas internacionales que se extendieron como un catarro en un colegio. En lugar de defenderse de las acusaciones, con la misma virulencia con la que se le atacaba, no hizo nada. Consideró que la verdad terminaría imponiéndose por sí misma. Si a la inacción le sumamos que se enfrentó con figuras que son ensalzadas en sus respectivas naciones, ¡pues apaga y vámonos!
Pero vamos a centrarnos. ¿Cómo se extiende y perdura tanto en el tiempo lo que se ha venido en llamar La leyenda negra? Muy fácil: imprenta y propaganda. Él no hizo nada, pero los demás sí. El infante Carlos murió en extrañas circunstancias, y los embajadores europeos en Madrid se dieron cuenta de lo bien que vende un asesinato en la realeza. En Inglaterra era el «cuñao». El escrito sobre América del dominico fue un best seller; y tanto el holandés «tocapelotas», como la cuñada inglesa, son algo así como héroes nacionales. Aunque curiosamente invadieron el actual Estados Unidos donde los indígenas también fueron masacrados y donde siguen metidos en reservas. A cada uno lo suyo. No quiero defender a los españoles de hace 500 años, pero quitar méritos a los demás tampoco es justo.
¡Es que me tienen manía! ¡Y con razón, porque soy lo peor!
La cosa no se quedó solo en Felipe II, ni al parecer nació con él. En Europa, los españoles ya caían mal desde siglos atrás. Los Borgia (españoles también) acabaron en el Vaticano. Y todavía está el típico «listillo» que se cree historiador porque ve el Canal Historia, y que se cree de verdad que Lucrecia Borgia se acostaba con toda su familia… Porque, siendo mujer, es la acusación habitual. (10)
La cuestión es que no tiene mucho sentido juzgar ahora lo que se hiciera hace quinientos años. Un genocida se tenía por un conquistador; pero lo pensaba él y todos sus contemporáneos. Si ganaba una batalla (con todas sus bajas) era un héroe y “yo soy español, español, español”, y para los que perdían era un asesino sanguinario (cuando a lo mejor él se había quedado en su tienda sin quitarse ni la roña de las uñas).
Con esta manía que tenemos de copiar todo, nos hemos cogido Halloween, el Black Friday, a Papá Noel y la vergüenza hacia nuestra historia. Eso es tan nuestro como la paella. Nos hemos creído de verdad que solo cometían barbaridades los españoles, que solo comerciaban con esclavos ellos, que solo masacraban ellos; como si el resto de invasores fueran regalando «caramelitos». Y, siento decírtelo, pero el que invadía abusaba y se comportaba como un hijo de puta, dijera “hola” o “good morning”.
Puedo reconocer que a veces sea pesada, pero la misma Historia nos ha enseñado que hay que recelar del que diga que hay que olvidar la historia. No voy a venir con frases hechas, pero ese que te diga que es mejor olvidar y no saber, no es de fiar.
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Vaya
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