Este año se cumple el ¡500! aniversario de «La guerra de las Comunidades de Castilla”, el levantamiento armado de los comuneros. Un episodio profundamente desconocido en la historia de España y que sin embargo, tuvo una importancia enorme, tanto por la extensión de la revolución (1), como por las novedosas reivindicaciones que las ciudades exigían al nuevo rey de España, Carlos I. (2)
Pongámonos en situación: Carlos hereda la corona de España con 17 años. Desconoce el idioma, las costumbres del Reino y, por si fuera poco, era rubio (3). Todo esto hace pensar que los primeros años de su reinado no iban a ser nada fáciles, y la verdad es que no lo fueron.
Vuestro nuevo rey os saluda
La cosa empezó mal desde el principio. Digamos que el recibimiento no fue el esperado cuando puso pie a tierra por primera vez (4) ¡Lo confundieron con piratas! Aunque tampoco iban muy desencaminados los lugareños, ya que a partir de ese momento, comenzaba la gira Española de Carlos I por sus dominios peninsulares. Su objetivo era ser reconocido como el nuevo monarca, y de paso, llenar la bolsa de “billets”, pues resulta que había llegado a España más tieso que la mojama.
Necesito cash
Tras una primera recaudación a costa de las Cortes de Castilla, Aragón y Cataluña, comienza a gastar grandes cantidades en el boato de la corte y en sus fiestas (5) En poco tiempo, los borgoñones ya tenían copados los altos cargos de la administración.
Carlos I había entrado en España como “un elefante en una cacharrería”. El rey exigía plata y colocaba a sus consejeros flamencos en los puestos más importantes del Reino, por lo que los ánimos de la nobleza castellana se estaban empezando a calentar. El descontento con el nuevo monarca era notorio. La gota que colmó el vaso se produjo con la muerte con la muerte de su abuelo, el Emperador Maximiliano I. (6)
La llamada del Imperio
Resulta que tras la muerte del emperador en 1519, su nieto Carlos I iba a ser propuesto para el cargo por los príncipes alemanes. Y digo propuesto, porque este título no era hereditario, sino que había que “ganarse el favor” (a base de sobornos) de los príncipes electores.
¡800.000 florines tuvieron la culpa!
Llevar la corona del Sacro Imperio Romano Germánico conllevaba unos gastos enormes que Carlos I de España no podía permitirse, pero Castilla sí, pensó el joven monarca.
“Una plaza fija a Emperador, no sale todos los días”
La solución a la falta de liquidez fue la convocatoria de Cortes en Santiago de Compostela (ciudad partidaria del nuevo rey). El monarca volvió a pedir billets para sus gastos imperiales y otras cosillas, como los gastos del viaje a Aquisgrán (7) donde Carlos iba a ser coronado emperador. ¡Claro que si guapi!
La carta de la discordia
Ante las nuevas propuestas de Carlos I, algunas ciudades con voto en Cortes se levantan en Comunidad (8) Consideraban una injusticia y un abuso las demandas de su nuevo rey. De este modo, numerosas ciudades de Castilla lideradas por Toledo, (9) arrogándose funciones de competencia regia y bajo el mando del capitán Juan de Padilla, se reúnen en la “Santa Junta” (10). Se estaba gestando la guerra de las Comunidades de Castilla
No hizo ni caso
En dicha junta, se acuerdan una serie peticiones registradas mediante una carta (11) que hacen llegar al rey y a numerosas ciudades de Castilla. (12)La respuesta de su majestad fue pasar olímpicamente de tantas peticiones y reivindicaciones. Puso rumbo a Alemania y dejó como regente de Castilla al Cardenal Adriano de Utrecht (13), “un cabronazo flamenco de armas tomar que llegaría a ser Papa” (14)
¡Viva la revolución! El levantamiento de los comuneros
Con el rey ausente, la revolución se expande. Toledo, Zamora y Segovia se levantan en Comunidad contra el nuevo monarca (15). Se producen asambleas populares donde se eligen nuevos diputados y las iras del pueblo se vuelcan sobre la figura del “procurador” (16). Algunos de estos huyen de las ciudades y otros son capturados, torturados y ajusticiados cruelmente. El levantamiento de las Comunidades de Castilla estaba en marcha.
Atacar físicamente a un corregidor era lo mismo que atacar al mismísimo rey en persona. Una vez enterado de lo sucedido en Castilla (17), Carlos I envía al ejército Imperial contra Segovia, a ver si así traía la obediencia de su pueblo. Pero la realidad sería el levantamiento en Comunidad de Toro, León, Ávila y Murcia.
Todos en armas
Con tantas ciudades levantadas en armas, el rey decide hacer ciertas concesiones, concretamente, dos (18). No subir los impuestos de sus vasallos y conceder los oficios y cargos de la administración a personas naturales de Castilla. Tampoco se explayó, pero algo es algo. Aunque no fueron suficientes para el bando rebelde, por lo que el rey decide “explicárselo de nuevo”, a ver si se enteraban a la segunda.
En esta ocasión, el regente del reino mandó tomar por la fuerza las reservas de artillería que se almacenaba en “Medina del Campo” (19). Mientras la diplomacia entre bandos trataba de llegar a un acuerdo, la “chispa prendió” (20) y la cosa acabo como “el rosario de la aurora”, protagonizando uno de los episodios más crueles del conflicto. La ciudad de Medina del Campo se consumió en un incendio provocado por las tropas de su majestad, enviando un mensaje claro para el bando comunero.
El clavo ardiendo de los comuneros – Juana I de Castilla
La quema de Medina del Campo elevó aún más los ánimos del bando comunero, por lo que los líderes rebeldes emprenden la captura de Tordesillas, donde la Reina Juana I se encontraba recluida (21).
Los nuevos procuradores se entrevistaron con la Reina y le hicieron llegar las propuestas de la “Junta” con la intención de que ella misma asumiera el control del Reino en ausencia de su hijo. La Reina bendijo su causa y se posicionó de parte del pueblo, pero se opuso a tomar el mando.
“Vale que estaba loca, pero hasta cierto punto”.
Los comuneros interpretaron las palabras reales a su antojo y comenzaron a Gobernar legítimamente en nombre de la reina (22) y repusieron al “Consejo Real” e instauraron un Gobierno revolucionario (23).
El uno por el otro, la casa sin barrer
A partir de este momento, comienzan a surgir divisiones internas entre los comuneros. Un sector moderado apuesta por reformas, mientras que el sector radical prefiere someter el poder real al control de la “Santa Junta” (24). Lo que está claro es que comienzan a florecer fracturas en el seno de las Comunidades.
El Almirante de Castilla trataba de convencer a los demás comuneros de que la derrota estaba muy cerca, pues la monarquía contaba con el apoyo de la nobleza. Pero ante la negativa comunera, comienza un periodo de abastecimiento y reclutamiento de soldados por ambas partes. Los tambores de guerra comenzaban a resonar con fuerza. ¡Se va a liar parda!
Guerra contra los comuneros
Informado de todo lo acontecido en Castilla, Carlos I decide que ya está bien de negociaciones y envía el ejército imperial contra los comuneros. De este modo, liberan Tordesillas y obligan al repliegue de las tropas comuneras hacia Valladolid. Por su parte, los comuneros toman la fortaleza de Torrelobatón (25) y se atrincheran tras sus muros. Pero la formación de un gran ejército ante sus puertas provocó que Juan de Padilla partiera en busca de sus aliados de Toro. El líder de los comuneros cayó en una emboscada.
“No salir de tus muros es de primero de asedio pero Padilla faltó ese día”.
Las tropas reales interceptaron a Padilla y sus hombres y se vieron obligados a presentar batalla en la localidad de Villalar (26). Aquí es donde termina el sueño de las Comunidades de Castilla, pues los comuneros sufren una derrota decisiva y capturan a los tres líderes de la rebelión.
El fin de los comuneros – Prisioneros y ajusticiados
Juan de Padilla por Toledo, Juan Bravo por Segovia y Pedro Maldonado por Salamanca, serían ajusticiados públicamente en la Plaza Mayor de Villalar ante “la flor y nata” de los nobles castellanos partidarios del rey. De este modo, se asestaba el golpe definitivo a la guerra de las Comunidades de Castilla y a la rebelión y de paso, se enviaba un claro mensaje por parte del Emperador ante las acciones llevabas a cabo contra la Corona.
Podéis ir en paz – Amnistía para los comuneros
Con la corte restaurada en Palencia, Carlos I de España y V de Alemania, finiquitó el problema concediendo un perdón general que otorgaba amnistía (27) a todos aquellos que habían participado en el movimiento comunero.
Tras la guerra de las Comunidades de Castilla, el poder real salió fuertemente reforzado y además, las ciudades castellanas aceptaron el sometimiento de la autoridad real. Frente a la reivindicación de políticas más democráticas y constitucionales que pedían los comuneros, triunfó el absolutismo.
Este acontecimiento cuenta con una característica poco habitual en la historia de España: consigue que la mayoría de los españoles estemos de acuerdo en algo.
Solo al alcance de un partido de la selección, Fernando Alonso o Rafa Nadal.
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