¡Atención! ¡Atención! Ha llegado la época veraniega y, por supuesto, los tan ansiados chapuzones en el mar. Sean playas paradisíacas o no, a todos nos gusta ponernos la máscara de buceo y ver las maravillas que contiene el mar. Pero, ¿quién no ha buscado “tesoros” bajo el gran azul? ¿Qué hay de los tesoros hundidos en el mar en pecios fruto de naufragios? ¡Animaos buscadores de tesoros!
Ahora, el buceo solo lo hacemos como “ocio y relax”. Pero hubo un momento, en los siglos XVI, XVII y XVIII, en el que fue uno de los trabajos más peligrosos.
Si hablamos de buceo a todos nos viene a la cabeza el tan conocido Cousteau (1), o el señor de los documentales. Como si el buceo no tuviera su historia más allá de este explorador.
Buceo y buceadores
Los historiadores clásicos ya hablaban de ellos en sus escritos (2). Y, por supuesto, este tipo de buceo se practicaba a pulmón (apnea, vamos sin respirar).
El objetivo de la humanidad con esta práctica fue desde la obtención de alimentos hasta la pesca de esponjas, corales y madreperlas. También, las empresas bélicas y a lo que vamos en este artículo: ¡la recuperación de tesoros y objetos sumergidos de gran valor!
Conquista de los mares: navegaciones a Indias
La historia bajo el mar es impresionante. Pero sobre todo la que tiene que ver con las exploraciones marítimas (3).
En estos siglos había un tráfico marítimo intenso entre España y América, por lo que se hundía un gran número de galeones con sus respectivos tesoros: plata u otros objetos de valor. Por las duras condiciones climatológicas en el área del Caribe y las difíciles condiciones de acceso al puerto de Sevilla, había grandes pérdidas de buques. Por lo que el Caribe y Cádiz se convirtieron en las dos zonas geográficas que acumularon un mayor número de hundimientos relacionados con la “Carrera de Indias” (4).
Gracias a estos hundimientos, aparecerían los búzanos. También llamados unnatores, somormujos, buzos o escafandristas. Eran quienes se sumergían sin nada de los veinte kilos que llevamos hoy. Estos buscatesoros del mar no tuvieron ningún reconocimiento en las navegaciones a las Indias. Aunque fueron los grandes protagonistas en estas conquistas marítimas.
Búzanos: un viaje al abismo azul
Estos frecuentes hundimientos y las ansias de tesoros, hicieron que la Corona española, a través de la Casa de la Contratación, promocionara inventos para asegurar la navegación. Por lo que la recuperación submarina o las reparaciones necesitaban de la presencia de “búzanos” a bordo.
El trabajo de estos buzos a pulmón resultaba penoso. ¡Qué raro! Si lo único que les podía pasar era: perforación de tímpanos, sordera, infecciones oculares, heridas en la piel, reuma, enfriamientos, neumonías, etc. Por lo tanto, como nadie quería ese trabajo se les contrataba por campañas.
A pesar de esas dificultades, se creó la Flota del Corso y Buceo (Flota de la Plata), para recuperar galeones, que naufragaban en los viajes a América. Y con ellos, el premio gordo que llevaban dentro.
Como no había manera de conseguir mano de obra, por lo del trabajo facilillo, se organizó la recluta de las llamadas Cuadrillas de Vagos (5). A estos, los adiestraban como buzos.
Inventos submarinos en las Américas buscando tesoros
Gracias al gran número de hundimientos, se tendrían que desarrollar inventos submarinos. Estos permitirían el trabajo del hombre bajo el gran azul, cada vez a mayor profundidad.
Y con esto, llegó la creación de grandes “equipos” de recuperación submarina. Se comenzaron a extender privilegios para motivar la invención de equipos de buceo con destino a América. Así, protegían a los inventores con los “privilegios de Invención”. Éstos eran el equivalente a las patentes actuales. Y también, con exclusivos contratos de rescate, para que no se largaran con el rabo entre las piernas.
Los inventos se tramitaban a través del Consejo de Indias (6). Los privilegios se concedían a cambio de un tanto por ciento de lo extraído. ¡Viva el chantaje! Y anda que se contentaban con un poquito de ron. ¡No, no! Solo les valía algo de oro o perlas.
Jerónimo de Ayanz
Uno de los “privilegiados” y precursores del buceo moderno fue Jerónimo de Ayanz (7). Fue tan cansino, que incluso le dejaron probar su invento delante del mismísimo Felipe III. Se sumergiría en el río Pisuerga con unas gafas de buceo, contenedores de aire con boquilla y tubos con válvulas de purga y suministro desde superficie, ¡durante una hora!
En el siglo XVII, otros dos inventores crearían un auténtico traje de buzo. Diego de Ufano (8), utilizó su equipo para recuperar cañones y buques hundidos.
Uno de los inventos que tiene más relevancia para la historia del buceo es el encontrado en el manuscrito que aparece firmado por Pedro de Ledesma (9). El invento funcionaría y tendría trascendencia. Era posible que el “búzano” alcanzara con él las veinticinco brazas de profundidad (unos 42 metros y sin máscara del Decathlon), permaneciendo hasta cuatro horas, cosa impensable para la época.
Grandes naufragios muy apetecibles para los buscatesoros
Pedro de Ledesma utilizó su invento para rescatar los galeones de la Flota de la Plata, hundidos en Matacumbé.
Estos galeones, que sufrieron grandes pérdidas, fueron los llamados La Margarita y Nuestra Señora de Atocha, hundidos en los arrecifes de Florida en 1622.
Las perdidas de La Margarita serían muy grandes. Según la documentación que se conserva en el Archivo General de Indias, la Corona recuperaría, por el método del trajecito de buzo, grandes tesoros como: barras de plata, miles de monedas, cañones de bronce y muchos lingotes de plomo.
Otro de los grandes naufragios que tiene una historia casi fantasmal es el de Nuestra Señora de Atocha. No hubo casi supervivientes. Llevaba un cargamento de mucho valor. Ha sido un galeón fantasma durante muchos años porque ha sido buscado por equipos de buceo sin tener rastro de él.
En los años 60, un cazatesoros (10) muy listillo lograría encontrarlo. Para su sorpresa, conseguiría extraer, entre 1974 y 1985, más de cuatrocientos millones de dólares en metales preciosos y joyas.
Ya hemos visto que desde la Antigüedad el hombre ha tenido curiosidad por indagar lo que había bajo el mar. El buceo se ha convertido en un gran negocio, pero no podemos olvidar todas las grandes historias perdidas bajo tanta agua.
Mantened los ojos muy abiertos con la máscara de buceo en la playa, que nunca se sabe dónde puede haber un gran tesoro escondido.
¡Mucha suerte buceadores!
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