No es necesario tener grandes conocimientos sobre historia para que nos resulte familiar el nombre del Rey Arturo. Las numerosas leyendas que envuelven al valeroso monarca de Bretaña, y que se ambientan en una época de sangrientos conflictos bélicos, han llegado hasta nuestros días gracias a Disney y Hollywood, en diferentes versiones y formatos. Pero, ¿conocéis la relación entre Enrique II y el Rey Arturo?
Resulta que el Rey Arturo, de dudosa existencia real, se convirtió en una figura legendaria de enorme importancia en el medievo. Y esto molestó a reyes de carne y hueso, como Enrique II.
Literatura de la historia… ¿mito o realidad?
Cuando estudiamos la historia, acudimos frecuentemente a restos arqueológicos o fuentes escritas que nos permitan conocer con precisión los acontecimientos que se sucedieron a lo largo de la trayectoria de la humanidad. Con sus respectivas fechas, causas y consecuencias. Pero no debemos olvidar que, si por algo nos caracterizamos los Homo sapiens, es por nuestra gran capacidad imaginativa.
Esto nos ha llevado a entremezclar nuestro pasado histórico, arduo y cruel en muchas ocasiones, con elementos mágicos y fantásticos, creando así una memoria colectiva más digerible e inspiradora que la realidad de los hechos. El equivalente a poner un filtro a esas fotos que queremos compartir por Instagram.
Así surge el relato mitológico y legendario. Expresiones literarias que nos han acompañado desde la Antigüedad hasta nuestros días y que, en más de una ocasión, han sido tergiversados en favor o en contra de ciertos personajes. El hecho de que estos mitos sean de imposible verificación no les resta importancia histórica y sociológica. Esto se debe a que nos aportan una gran información sobre cómo se han buscado a lo largo del tiempo unos cimientos comunes que facilitasen la vida en sociedad. Así como formas de legitimar el poder, recurriendo a recursos ficticios.
Personajes legendarios convertidos en títeres políticos
Personajes como Don Pelayo, El Cid o el Rey Arturo, grandes caballeros que destacan en el imaginario popular por su valentía y honradez, han sido testigos de cómo sus historias han sido utilizadas a modo de instrumento de propaganda. Por ejemplo, para justificar la toma de poder de ciertos entes políticos, o para fomentar una resistencia a estos.
No obstante, el identificarse con personajes virtuosos admirados por la población, como hicieron numerosos monarcas, es un arma de doble filo. Pues digamos que se estaban poniendo a sí mismos el listón muy alto, al equiparar sus habilidades mundanas de lucha y gobierno con las de figuras legendarias, cuyas hazañas iban más allá de lo real.
Este es el caso del rey medieval Enrique II de Inglaterra, monarca de la dinastía Plantagenet, quien jugó un papel determinante en la historia política de la Europa plenomedieval. Pero, para ello, tuvo que valerse de la ayuda de cierto cronista afín a él. Pues la sombra del Rey Arturo se cernía sobre su gobierno, y podría decirse que la comparativa con el monarca que presidía la Mesa Redonda era de lo más desventajosa. Así, Enrique II y el Rey Arturo estaban condenados a no entenderse…
Enrique II y sus estrategias de legitimación
Comencemos analizando brevemente el contexto histórico y político en el que nos encontramos. Asó podremos entender los motivos que llevaron a Enrique II a querer deshacerse de la molesta figura del Rey Arturo.
En 1154, Enrique II configuró un reino a ambas orillas del Canal de la Mancha. Gracias a la herencia de su madre Matilde, nieta de Guillermo el Conquistador, consiguió el trono inglés y el ducado de Normandía. A estos se le sumaron los territorios franceses que anexionó a su reino, gracias a su matrimonio con Leonor de Aquitania. Como resultado, se convirtió en un rey inglés con mayor poder en Francia que el propio monarca francés (por irónico que parezca) (1).
A pesar de los esfuerzos unificadores del monarca, el territorio angevino no estaba cultural ni ideológicamente unificado. De hecho, el propio Enrique II, quien había nacido en la actual ciudad francesa de Le Mans (2), no era gran fan de los pueblos de origen anglosajón. Con ellos, ni siquiera podía comunicarse de forma directa.
Esto se debía a que su nivel de inglés era el equivalente al de la célebre alcaldesa y su “relaxing cup of café con leche”. En 1166, Enrique II pasó a controlar Bretaña y, al poco tiempo, pactó con poderes locales para iniciar también la conquista de Irlanda. Los intentos de centralización del poder de este rey no fueron muy bien recibidos entre los nobles ingleses (3). Estos jugaron aquí la carta de la leyenda artúrica, como medida de resistencia al poder angevino.
Enrique II y el Rey Arturo: la leyenda artúrica y su papel en el gobierno del rey angevino
Pero ¿quién fue realmente este monarca legendario que llevamos mencionando desde el comienzo del artículo y por qué causaba tanto fervor entre los britanos? Pues bien, el Rey Arturo fue un caudillo de origen anglorromano, con grandes dotes para la guerra. Adquirió fama en el siglo VI, cuando defendió los territorios de Britania ante los ataques de los pueblos germanos.
La figura de este guerrero gradualmente pasó a simbolizar la unidad de los pueblos contra el enemigo. Fue en la Plena Edad Media cuando se plasmaron por escrito sus hazañas y facultades heroicas. Y se buscó exaltar un pasado glorioso, que unificara a los británicos (4).
Esta puesta por escrito de las hazañas del Rey Arturo es la conocida como Materia de Bretaña (5). Se compone de una serie de textos, donde la exaltación del monarca se hará aún mayor, pues logra fundar una orden de caballeros que luchan por encontrar el Santo Grial y protegerlo. (Recordemos que en el fervor religioso plenomedieval, donde las reliquias tenían un papel social y económico clave, y las Cruzadas estaban en su máximo apogeo, una literatura de esta índole era trending topic).
La leyenda artúrica termina con la muerte del monarca inglés en combate. Pero, dado que matar a un personaje tan querido por el público iba a defraudar a más de uno (que se lo digan a George R. R. Martin), los cronistas contaron cómo Arturo fue llevado a la imaginaria isla de Avalon. Allí esperaría su regreso a la tierra mundana, cuando los ingleses lo necesitasen (6).
Enrique II bajó al Rey Arturo a tierra. ¡Nadie es tan perfecto! ¿O sí?
De esta forma nació «la esperanza bretona» (7). Es decir, la creencia popular entre los bretones y galeses del regreso de Arturo para ayudarlos en su lucha. Esto componía un ideario popular que estaba fastidiando enormemente a Enrique II, pues animaba a los nobles ingleses a resistirse a su poder. Estos, al sentirse herederos de esta resistencia ejercida por Arturo, se posicionaban contra cualquier forma de dominación o gobierno que considerasen extranjero.
El monarca angevino tuvo que idear una solución a este problemilla. Recurrió para ello a un plan sencillo, pues no hay estrategia más antigua que la de desprestigiar a quien te está haciendo el gobierno imposible. Así fue como Enrique contactó con un antiguo amigo de su madre Matilde, Étienne de Rouen, un cronista popular del momento. Juntos tergiversarían la imagen del tan perfecto Arturo en la obra Draco Normannicus (8).
Étienne describió en su obra una supuesta conversación entre Arturo y Enrique II mediante epístolas, que era la forma medieval de discutir por Twitter. En este diálogo, Arturo pide al rey angevino que cese sus ataques al territorio bretón. Mientras que Enrique se muestra calmado y sensato en el diálogo, riéndose de la amenaza de Arturo, el antiguo rey que escribe desde el mundo de las antípodas se presenta iracundo, lleno de rabia y furia. En consecuencia, se echa así por tierra la descripción de Arturo como rey comedido y honorable.
Es muy interesante también el hecho de que los dos personajes pasan a encarnar dos planos de realidad. Por un lado, la realidad histórica encarnada por Enrique, quien constituye un verdadero monarca al que hay que rendir vasallaje y lealtad. Por otro, la realidad narrativa de Arturo, quien pervive en la memoria popular, y por ello su poder en la realidad es nulo (9).
La moraleja de la historia de Enrique II y el Rey Arturo
A modo de conclusión debemos destacar que las producciones culturales como los mitos y leyendas son un recurso esencial para comprender la historia. Su importancia radica en su capacidad para mostrar sesgos del paradigma ideológico y de las estrategias políticas de legitimación empleadas a lo largo del tiempo. En repetidas ocasiones, las clases dominantes se han valido de esta mitología e imaginario popular para justificar su poder. No obstante, se han dado casos en los que este recurso se les quedó demasiado grande, como hemos podido comprobar con este episodio.
En definitiva, esta anécdota histórica es un claro ejemplo de que debemos mantenernos siempre alerta ante cualquier discurso político o de propaganda. No debemos perder de vista que es común en ellos recurrir a recursos demagógicos, y la falacia “ad Arturo” puede disfrazarse de muchos personajes.
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