Hola, bienvenidos a una nueva entrega de cazadores de mitos de la historia. Hoy traigo el habitual caso entorno a un equipamiento militar icónico, la armadura. Sin duda, todos nos hemos maravillado contemplando esos lustrosos trajes metálicos, soñando con emular a los caballeros medievales. Pero todos hemos oído las mismas pegas: no puedes moverte con ese peso, las flechas pueden atravesar la protección, si te caes al suelo no puedes levantarte, etc, etc. Bueno, vamos a ver qué podemos decir sobre estas afirmaciones.
Lo primero, un poco de ciencia
El gran problema podría ser, a priori, el cómo buscar los datos para poder desmontar estos mitos. No pasa nada, los historiadores somos tan frikis que hay varias ramas de la arqueología que pueden ayudarnos: la arqueología experimental y la arqueología de las artes marciales.
La arqueología experimental (1) se dedica a probar como se podían fabricar, y para que servían los objetos arqueológicos. Vamos, una especie de taller de prueba y error para sacar datos más precisos sobre herramientas, o armas. Gracias a esta disciplina, conocemos como se fabricaban las herramientas prehistóricas, o como se forjaba una espada.
En cambio, la arqueología de las artes marciales (2) trata otro elemento invisible a las pruebas materiales: intenta reconstruir como eran las técnicas de combate y preparación física del pasado. Una rama ideal si os gusta hacer deporte o emular a antiguos guerreros. Para que veáis que la historia puede ser muy divertida y no exenta de peligro.
¿Es la armadura un «armatoste»? Un modelo fitness del siglo XV
En este caso, nuestro protagonista es Daniel Jaquet, un investigador que dedicó su tesis doctoral a demostrar que las armaduras no eran un estorbo. Su punto de partida fue una curiosa crónica sobre un caballero francés, Juan le Maingre “Boucicault” (3). Este guerrero, fue mariscal de los ejércitos de Francia durante la guerra de los cien años (4), y destacaba por su increíble forma física. No tanto por sus dotes estratégicas. Participó en la desastrosa batalla de Agincourt donde el ejército francés fue hecho picadillo. Pero vayamos a lo que nos importa. Resulta que la crónica relataba el entrenamiento de este caballero, así que, ni corto ni perezoso, Jaquet se lanzó a entrenar como un caballero del siglo XV, y comer como él.
Crossfit medieval portanto la armadura: el secreto de los caballeros
Si nosotros vamos al gimnasio para estar bien de salud, o lucir tipazo, los caballeros medievales hacían deporte para ser los amos del campo de batalla. Todos conocemos los torneos donde ponían a prueba sus habilidades marciales, que usaban la caza para poner apunto sus técnicas de combate, pero ¿cómo entrenaban su físico? Nuestro investigador, tras analizar la crónica de Bouciault, llegó a esta serie de resultados.
Un caballero medieval entrenaba muy duro y desde su infancia. Los ejercicios, curiosamente, se parecen al actual crossfit. La rutina se componía de los siguientes elementos (5), y sí, todo con la armadura puesta.
- Saltar a lomos de un caballo, como el salto al potro o al cajón.
- Correr largas distancias, hablo de kilómetros.
- Ejercitar los brazos con un hacha o martillo.
- Subir una escalera de mano valiéndose solo de los brazos.
- Escalar paredes.
- Hacer saltos con pirueta.
Todos los ejercicios son posibles, además, se pueden hacer con una increíble agilidad y fuerza. Ahora bien, existe un coste a la protección blindada.
La potencia sin control …
Claro, todo pinta muy bien: un traje de acero que te protege de los palos del combate y, además, hace que parezcas más imponente, no debe tener pegas. Pues sí. La armadura del estudio pesaba 26 kilos, con el coste adicional de esfuerzo que supone. El problema de llevar armadura de placas no es tanto una cuestión de velocidad, sino de resistencia física. El consumo de oxígeno de la persona que llevaba la armadura es 1,9 veces superior en carrera y hasta 2,3 veces mayor simplemente caminando con ella (6). El hecho de llevar yelmo empeora el rendimiento, porque la entrada de oxígeno con el visor bajado suele ser reducida.
Por tanto, a los caballeros medievales se les acababa rápidamente la gasolina en combate. Sus intervenciones debían ser rápidas y definitivas. Un buen ejemplo es Agincourt (7), anteriormente mencionada. Los caballeros franceses, debido al prolongado esfuerzo, no pudieron rendir el tiempo suficiente. Muchos fueron capturados exhaustos sin poder moverse.
Con armadura, casi invulnerables
Ahora bien, la protección de la armadura estaba fuera de toda duda, sino la élite guerrera medieval la hubiera mandado a freír espárragos. La armadura protegía de armas muy comunes en el campo de batalla: lanzas, espadas o flechas. De hecho, armamento como la maza, el hacha de guerra, la alabarda o la ballesta, nacieron con el propósito de perforar estos bellos trajes blindados. Sin embargo, el ocaso de este equipo vino con la revolución militar de la Edad Moderna. Las armas de fuego perforaban las corazas con facilidad, haciendo que los costosos caballeros dejaran su lugar a los infantes como nuevos amos del campo de batalla (8).
No obstante, la imagen de la armadura ha quedado grabada a fuego en el imaginario colectivo. Quizás es hora de recuperarlas, aunque sea para ponernos en forma de una manera diferente. Os dejo con un video, mostrando como Jacquet compite contra un soldado y un bombero en una pista de obstáculos. Espero que os haya gustado. ¡Hasta la próxima!
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