Uno no puede entender la Edad Media europea y del Próximo Oriente sin la religión (y hoy en día tampoco). Dios y su Iglesia fueron el axioma de todo lo que pasaba en la Europa de ese momento, siendo muy pocos los aspectos que se le escapaban.
Y en este contexto se engendraron las cruzadas, campañas militares cristianas en pos de recuperar Tierra Santa, que tenían objetivos distintos dependiendo del estrato social de los participantes. Para reyes y papas, suponían una ocasión sin igual para poder aumentar su poder y presencia en los territorios que ahora estaban ocupados por musulmanes. Para las clases más humildes, era una oportunidad de ir haciendo méritos cuando llegase la hora de rendir cuentas ante el altísimo, así como de buscar nuevas oportunidades, alejándose de la precariedad que tenían en sus hogares.
Todo ello sin olvidarnos del temor al milenarismo, que anunciaba el fin del mundo en el año mil de nuestra era.
¿Reconquista?
El derecho territorial histórico es uno de los motivos de justificación más tradicionales a la hora de reclamar una u otra tierra.
Uno de los paradigmas que se ejemplifican sobre la Edad Media en la Península Ibérica es el de la siempre controvertida Reconquista. Solo con mencionarla, sube el pan. ¿Por qué? Bueno, es realmente una cuestión más de consideración personal, que un hecho en sí mismo (1).
El termino implica algo muy evidente, que es que se vuelve a conquistar algo. Al utilizarlo ya implica algo muy importante: que quien había antes perdió (en este caso) su territorio a manos de un agente externo y que posteriormente lo recuperó. Entonces, ¿asumimos que los visigodos (que en su mayoría entregaron sus territorios por pactos con los nuevos conquistadores) son los antepasados de los cristianos que se expandieron hacía el sur, con Pelayo a la cabeza en primer lugar? (2).
Leyes y leyendas
Como vemos, los mitos y leyendas son un poderoso aliado de todos aquellos que buscan justificar sus movimientos, sobre todo a la hora de dibujar la línea de un mapa un poco más allá o un poco más acá. Y es que es totalmente necesario entender el concepto de derecho histórico (3) (4), que es la concepción que tiene un grupo social, que en origen está muy presente en un territorio (generalmente de forma exclusiva) y que lo llega a considerar como propio. Se forja una vinculación entre el individuo y el suelo que pisa. No nos costará ahora imaginarnos las implicaciones que puede tener que consideremos a un pueblo como continuador del anterior (o legítimo) o invasor (y por lo tanto ilegítimo).
Por lo tanto, tenemos una explosiva combinación en la coctelera: intereses territoriales y religión. En el caso de Tierra Santa todos estos elementos se agravan notablemente. Tenemos dos potencias antagónicas, cristianos latinos y musulmanes, luchando por un territorio que en las escrituras sagradas de ambos contendientes aparece como sagrado (5).
El día que Nicolás hubiera hecho mejor quedándose en la cama. La cruzada de los niños
El escenario original lo encontraremos en Alemania, en la ciudad de Colonia. Una mañana de la primavera de 1212 se congregan un gran número de jóvenes con el fin de partir hacia Tierra Santa. Esto podía haber quedado como una de otras tantas cruzadas populares (6), sin embargo, hay un elemento enigmático que la convirtió en leyenda. Esa es la aparición de Nicolás.
Nicolás fue un niño que se unió a esta primera Cruzada de los niños, y que rápidamente se haría con el mando de la misma. Y es que cuenta la leyenda que fue llamado por un ángel para recuperar el sepulcro de Jesucristo. Los jóvenes, al fin y al cabo, son jóvenes. Experimentan con sustancias, ven cosas, y pasa lo que pasa. Ahora y en el siglo XIII. Pero claro, él se lo creyó e hizo que le creyeran. Hay que reconocer que, de entrada, para un grupo de chavales altamente condicionados por el contexto, tuvo que ser bastante impresionante (7).
Lo que a priori nos podía parecer una mala idea fue, evidentemente, una mala idea. Ya sabemos que las condiciones sanitarias de la Edad Media no eran las mejores (8). Si a eso le sumamos una ola de calor e intentar cruzar los Alpes (con su corriente frío), nos podemos imaginar cómo se iba reduciendo el número de jóvenes que consiguieron seguir adelante. No pintaba bien la cruzada de los niños.
La llegada a Italia supuso el fin de esta cruzada de los niños. Aunque no consiguieran atravesar más que un país, la distancia para hacerla andando y para la época no estuvo nada mal, aproximadamente unos 1.391 km. Los pájaros en la cabeza de esta cruzada de los niños habían acabado finalmente con ella, y la dispersión fue total. Algunos buscaron su hueco en el Vaticano. Otros, los cuatro últimos locos, acabarían siendo vendidos como esclavos tratando de alcanzar Tierra Santa por su cuenta.
Hay una carta para ti
El caso del movimiento de Nicolás no fue aislado (y ya se sabe, mal de muchos…). En el mismo año tenemos un proceso muy similar en Francia (9). Aquí sería un joven pastor que afirmaba que portaba una carta escrita por el mismo Jesucristo para Felipe II (10). Imagínense, un tipo que supuestamente es omnipotente, omnipresente, uno y trino, ¡tiene que escribir una carta para comunicarse! En fin, pues se lo creyeron.
Las crónicas hablan de 30.000 congregados, pidiendo enfervorecidos el inicio de otra cruzada. La carta fue rápidamente desacreditada por la Iglesia, y la mayoría de los allí presentes se dispersaron. Tuvo que ser toda una decepción, ¿quién podía imaginárselo? Aun así, siguió habiendo gente con las ideas muy fijas, y si tenían que unirse a una cruzada, lo hacían. Así, una parte se unió a la cruzada contra los albigenses (11).
Tanto su parte de realidad como de leyenda, nos puede llevar a plantearnos la siguiente pregunta: ¿son los ejemplos de niños (12) que cometen un acto muy por encima de sus capacidades un recurso de adoctrinamiento que cala con mucha más potencia que historias protagonizadas por adultos?
Tenemos más ejemplos de jóvenes heroicos, en este caso patrios, como es el caso de Isidre Lluçà i Casanoves, el tamborilero del Bruc (13). E incluso en las propias leyendas fundacionales de míticas ciudades como Alba Longa (Lacio) y Roma (14).
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