Esta historia se centra en la Primera Guerra Mundial (1), un suceso que movilizó a millones de personas hacia una muerte prácticamente segura. Este enfrentamiento bélico fue el primero en el que aparecieron numerosos avances armamentísticos como, por ejemplo, el gas mostaza, la ametralladora, los carros de combate o la aviación, entre otros… En esta guerra se enfrentaron las grandes potencias mundiales del momento, en bandos: la Triple Alianza y la triple Entente (2).
Alemania intentó imponer su fuerza en suelo pruso (3), debido a una invasión por las fuerzas zaristas de Rusia. Más concretamente, en el territorio de Prusia Oriental, los ejércitos se enfrentan en la batalla de Tannenberg. Esta tiene unas consecuencias muy duras para el ejército ruso, ya que es casi destruido. Tras la derrota, Polonia queda totalmente indefensa y, por consecuente, la invasión de Polonia por Alemania dio comienzo.
Lo que nos lleva al fragor de la batalla…
Una de las grandes zonas estratégicas fue Polonia (4), protegida por la fortaleza rusa de Osowiec, que tenía la función de proteger uno de los caminos más rápidos para favorecer la invasión hacia Rusia. Esta fortaleza no contenía una guarnición demasiado numerosa, pero estaba formada por muros de hormigón y protegida por trincheras y kilómetros de alambre de espino.
Encontramos que el ejército alemán atacó la fortaleza (5) con un gran número de piezas de artillería pesada, buscando su rendición. Tras numerosos bombardeos en la primera semana de asedio, todas las ofensivas de infantería no fueron suficientes. No eran capaces de tomar la fortaleza, debido a la ventajosa situación geográfica del bastión.
Llegando al décimo asalto, los defensores habían resistido aproximadamente cinco meses después del comienzo del asedio a la fortaleza. No se sabe cómo, pero habían logrado reconstruir las defensas cada vez más escasas y, a su vez, reorganizar sus filas. Los soldados se vieron obligados a luchar por su vida, defendiendo prácticamente a ciegas la fortaleza debido a que el humo, el polvo, la pólvora, el fuego y la sangre les nublaban la visión. A pesar de los heridos, de las infecciones, y de los continuos bombardeos, aún no habían conocido lo peor de este asedio.
El poder de la ciencia: el gas venenoso…
Alemania, debido a la duración del mismo, decidió usar un nuevo tipo de guerra, la guerra química (6). En ella, entre otros tipos de bombas químicas, se empleaban el gas mostaza, el fosgeno y el cloro.
La guerra química se encontraba en el momento en el que comenzaba a dar sus primeros pasos. Debido a esto, las contramedidas para evitar el gas, fuera cual fuese, consistían en anudar pañuelos humedecidos en agua a lo largo de la boca y cuello. Como se puede apreciar, este método no era para nada eficaz, pero, ¿qué se podía hacer cuando las máscaras de gas eran escasas?
El ataque químico de monóxido de cloro sobre la fortaleza comenzó de madrugada (7), llegando como una nube, sin ninguna escapatoria para los defensores. Todo se cubrió por una capa verdosa que afectó a los cañones, a los muros, al agua y a los alimentos no envasados… (8)
Los soldados se escondieron lo mejor que pudieron a lo largo de las trincheras y los restos de los muros. Pero aun así, el gas provocó la muerte de una inmensa mayoría, quedando escasos efectivos con vida en la fortaleza. O eso creían los atacantes…
El levantamiento de «los zombies»
El fuego de artillería alemán se inició, buscando facilitar la entrada a un nuevo asalto. Pero las tropas rusas, bajo el mando de su comandante, iniciaron una contraofensiva comenzando con un bombardeo desde los restos de la fortaleza; ese fue el momento de lo impensable.
Algunos de los soldados se habían tirado al suelo buscando sobrevivir a la nube tóxica. Parecía que no lo habían logrado, pero se levantaron ante la llamada de su comandante. Los soldados no se encontraban en buenas condiciones, los que no habían muerto, estaban sufriendo algo peor, una muerte lenta mientras su piel se derretía, sus ojos parecían estar inyectados en sangre, los vómitos mostraban restos de sus órganos… A su vez dañados por heridas de balas o infecciones, decidieron combatir una última vez.
La vista era horrible: los hombres entraron a la bayoneta de las personas envueltas en trapos, moviéndose con una tos terrible, literalmente, escupiendo trozos de flemas en la camisa ensangrentada. Eran los restos del regimiento de infantería Zemlyanskii (9).
La masa de muertos vivientes se lanzó sin miedo alguno contra los soldados alemanes, armados con sus fusiles, palos, picas, cuchillos y, por supuesto, con las escasas municiones. Se abrieron paso cuerpo a cuerpo saltando y gritando de manera sobrehumana. Ante este suceso, los soldados alemanes se vieron sobrepasados por el miedo y en su mayoría huyeron mostrando un pavor total.
Tras la derrota alemana, se ordenó la evacuación de la fortaleza y sus alrededores. El ejército ruso empleó la táctica de “tierra quemada” destruyendo todo lo que no se pudiera llevar. Finalmente, la fortaleza de Osowiec terminó cediendo bajo el poder Aliado (10), pero sin ninguna ventaja para los alemanes (11).
Tras este acontecimiento…
Rusia reconoció este suceso como el “ataque de los muertos”, un orgullo para los seguidores del ejército zarista. A su vez, a nosotros nos demuestra un acto de valentía por parte de los soldados rusos. Que nos recuerda a otras historias tales como “La guerra de los ochenta años» o «La batalla de las Termópilas”, una nueva historia donde solo unos pocos se atrevieron a enfrentarse a miles de soldados. Esta historia es un relato difícil de encontrar debido a que tras la entrada de los bolcheviques al poder se intentó borrar casi todas las historias de grandeza del ejército imperial.
Lo que nos lleva a una reflexión acerca de la guerra… Y es que la mayor parte de los avances científicos no se realizan en campos humanitarios o que busquen prestar ayuda, sino en los campos bélicos, buscando destruir.
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