Todas y todos conocemos algunas de las excentricidades planeadas o ejecutadas por el régimen nazi. Muchos de los espabilados al frente del III Reich, incluso el propio Hitler, sostenían todo tipo de estupideces sobre creencias ocultas. Con este panorama, incluso mandaron expediciones a los lugares más remotos para buscar el origen de la inventada “raza aria”. Hoy, en Hora de Aventuras Nazis, hablamos de una de las expediciones más controvertidas de la historia: la expedición nazi al Tíbet.
Ocultismo y supersticiones everywhere… El origen de la raza aria
Desde el siglo XIX, Europa vivía una época de atracción por las supersticiones, la pseudociencia y al ocultismo… Suerte que hoy ya nadie se cree lo de pasar por debajo de una escalera… Los millones de muertes y la miseria que dejó la 1ª Guerra Mundial fueron el hervidero perfecto para espiritistas y videntes sacacuartos.
Los grupos secretos proliferaban por el continente: masonería, Sociedad Teosófica, judeoconversos, comunistas ateos… ¡Que se lo digan a Paquito Rana! En este contexto, se creó la llamada Sociedad Thule (1918). Sus miembros juraban tener la sangre limpia de mujeres negras y judías. Estos “iluminados” apoyaban que en el pasado más remoto existió Thule, una tierra ubicada en el Atlántico y poblada con superhombres, los auténticos antepasados de la raza aria (1). ¡Claro! Ahora todo encaja…
Así estaba el panorama cuando el del bigote empezó a predicar un discurso ultranacionalista, belicista y, sobre todo, racista. La población alemana estaba desesperada por la situación dramática que atravesaba el país tras el humillante Tratado de Versalles (1919) y las duras consecuencias de la Gran Depresión. Y así, los nazis ganaron las elecciones en 1933. Una vez en el poder, Hitler prohibió la Sociedad Thule, aunque tanto él como sus colegas más íntimos, defenderían teorías raciales similares e incluso más estrambóticas.
Himmler – Un monstruo sádico diseñando a los futuros arios genocidas
De entre todos los malnacidos de los que se rodeó el del bigote, destacó un hombre cargado de odio y humillaciones desde su infancia, Heinrich Himmler. Para Himmler, no cabía duda de que uno de los mayores cánceres de su patria era la llamada «cuestión judía». En poco tiempo, se convirtió en el líder de las SS llegando a ser el personaje con más poder del III Reich después del Führer.
Himmler, también fue un obsesionado por el ocultismo y el esoterismo. Defendía que la raza superior (la Herrenvolk) debía protegerse de los pueblos inferiores (los Minderwetigen), ya que estos podían contaminar la pureza de su sangre. Himmler sentía una extraña fascinación por el reino perdido de la Atlántida o la teoría de la cosmogonía glacial. Asimismo, sentía verdadera devoción por las antiguas culturas indias y orientales; bueno, más bien, por la visión distorsionada que él mismo se había montado en su cabeza.
Himmler es considerado uno de los principales arquitectos de la “solución final”. Y es que a las élites de las SS les inculcaban todas estas estúpidas ideas pseudocientíficas. Himmler, quien demostró sufrir un trastorno de conducta, estuvo obsesionado durante toda su vida con la búsqueda del origen de la “raza aria”. Y así, lavaría la sesera de los futuros mandos de esta organización, creando así a los auténticos monstruos que ejecutarían el soñado genocidio de Himmler, cegados por todos estos mitos disfrazados de ciencia (2).
La creación de la Ahnenerbe – la Herencia Ancestral
Para avanzar en el estudio de los orígenes de la raza aria, Himmler creó la Ahnenerbe en 1935 (3), una sociedad “científica y arqueológica” integrada en las SS. Desde aquí, arqueólogos y antropólogos nazis serían mandados a todos los rincones del mundo en búsqueda de la supuesta prehistoria aria. Su misión parece sencilla, demostrar que, en un pasado remoto, se había producido una batalla cósmica entre el fuego y el hielo, de la cual habría surgido una supuesta raza de superhombres, una especie de raza nórdica-atlante de los cuales, procedían los germanos puros (4). ¡Claro que sí, campeón! ¿Cómo no se había dado cuenta nadie antes? Pero os contaré un secreto, la Atlántida es un invento de Platón.
Para que te hagas una idea sobre cómo funcionaba la Ahnenerbe, Himmler puso al frente del “Departamento de Prehistoria e Historia Antigua” al magnífico Karl Maria Wiligut, un militar que los tres años anteriores de ser elegido los había pasado en un psiquiátrico por petición de su esposa (a quien amenazaba con asesinarla) ya que estaba convencido de que su linaje descendía directamente del dios Thor y admitía que podía levitar. Joder, es que si tenía superpoderes quién mejor que él.
¿Cómo funcionaba la Ahnenerbe?
Para justificar sus evidencias, los “expertos científicos nazis” realizaron mediciones de cráneos y esqueletos arios para compararlos con los supuestos restos que encontrarían en los lugares más variopintos del planeta. A saber, de quién cogieron esas muestras, porque claro, si miramos a Hitler (moreno), Goebbels (escuchimizado) o Göring (obeso) poco ario vemos aquí.
Desde aquí, partieron cientos de arqueólogos a “descubrir” o, mejor dicho, reinventar el pasado mitológico de la supremacía aria y de paso robar algunas piezas arqueológicas que serían mostradas como trofeos en el III Reich. ¿Te suena lo de la búsqueda nazi del Arca de la Alianza, la Lanza del Destino o el Santo Grial? (5) Pues sí, son otros imbéciles nazis mandados a buscar objetos bíblicos, siendo ellos antirreligiosos… Ya, ya lo sé… No le busques explicación racional porque es que no la tiene.
Y sí, fue en el contexto de esta sociedad cuando entran en escena un grupo de exploradores nazis que son enviados al Tíbet (6). Habiendo dinero público no hay miedo de gastarlo en tonterías…
El origen de la expedición nazi al Tíbet – ¿El secreto del origen de la raza aria?
¿Al Tíbet? ¿Y por qué no? Para muchos de estos iluminados nazis, la raza aria había caído directamente desde el Cielo y se había asentado en Thule, pero, tras un cataclismo lunar se habrían asentado en el Tíbet. Allí, se habrían mezclado con otras “razas sucias” y habían perdido sus poderes sobrehumanos. Por lo que los descendientes directos más cercanos, serían los tibetanos (7). ¿Pero cómo no me he dado cuenta antes? ¿Si son iguales? Altos, rubios y con los ojos azules… Bajitos, morenos y con ojos oscuros… ¿Acaso sigues dudando?
¿No me digas que no suena bien? Piénsalo… El Tíbet era la cuna de la humanidad, el refugio de una raza aria primigenia, el lugar en el que un grupo de sabios sacerdotes habían creado el Shambhala, un reino mítico cuyo emblema era la rueda de la vida budista, la esvástica (8). Lugar en el que existía una sustancia divina que podía prolongar la vida y elevar a los mortales a un estado de conciencia más elevado (9). Dicha teoría no era nueva, ya se hizo un gran eco años antes debido a las “revelaciones” de la rusa Madame Blavatsky y su Sociedad Teosófica (10).
Ernst Schäfer – Líder de la expedición nazi al Tíbet
Ernst Schäfer era hijo de un empresario alemán exitoso. Schäfer empezó sus estudios de zoología a los 19 años. Poco después, conoció al millonario estadounidense Brooke Dolan II, quien le contrató como acompañante cualificado en dos viajes a la a región tibetana (11).
De vuelta a casa, Schäfer, escribió su aventura en un libro que se vendió como la espuma. Convencido del ideario nazi se afilió a las SS en 1933 y sus estudios le sirvieron para ser un reconocido miembro de la citada Ahnenerbe (12). Himmler asumió patrocinar una misión al Tíbet, Schäfer fue elegido líder de la expedición y encargado de seleccionar al resto de expertos que le acompañarían. Todos los integrantes de la misión tuvieron que afiliarse a las SS ya que alguno no lo estaba (13). El grupo de «científicos» quedó conformado por:
- Ernst Schäfer, zoólogo, experto cazador y líder de la expedición.
- Bruno Berge, antropólogo y el más fanático del equipo.
- Ernst Krause, entomólogo y camarógrafo oficial de la expedición.
- Karl Wienert, geógrafo.
- Edmund Geer, encargado de logística y organización.
Para que luego digan que algunas carreras no tienen salidas…
A Himmler, le pareció una maravillosa idea que los acompañara Edmund Kiss, otro “espabilado” que había “demostrado” que la antigua ciudad de Tiahuanaco (en el altiplano boliviano) había sido construida por refugiados atlantes hacía 15.000 años. Pero Schäfer convenció a Himmler de que no era buena idea (14).
Comienza la expedición nazi al Tíbet
Así, el 18 de abril de 1938, los cinco “científicos”, junto a una escolta de las SS, partieron desde el puerto de Génova hasta la India, por entonces colonia británica. Las autoridades indias y británicas no recibieron con muy buenos ojos a aquella comitiva nazi. Incluso se hizo eco en los periódicos de la época. Los nazis insistían en que iban al Tíbet, únicamente con fines científicos, pero los británicos creían que eran espías de la Gestapo.
Así, los tuvieron seis meses recluidos hasta que finalmente les concedieron un permiso de 14 días para adentrarse en el Tíbet. Eso sí, les prohibieron molestar a los locales con sus “experimentos”. Pero como el que oye llover…
Los nazis consiguieron camelarse a las autoridades tibetanas, con las que incluso hubo relaciones diplomáticas para que se acercasen al III Reich (15). Los “científicos” permanecieron durante casi tres meses realizando “trabajos de campo”. Documentaron y tomaron muestras de fauna y flora. Filmaron al nuevo dalái lama y las costumbres de los monjes budistas (hasta aparecen monjes borrachos ya que filmaron algo casi único, las fiestas del nuevo año en Lhasa). Incluso consiguieron filmar las profecías del oráculo viviente.
Bruno Berger midiendo al personal
Pero no nos olvidemos de a lo que habíamos venido. Ahí entra en juego el antropólogo, Bruno Berger, quien midió cráneos, mandíbulas y otros rasgos de más de 400 habitantes locales. Hasta realizó moldes craneales de algunos de ellos (16). El antropólogo estaba convencido de que los rasgos finos y alargados de la población local guardaban un vínculo con una supuesta antigua raza primigenia del norte de Europa.
Todo iba sobre ruedas, cuando el Führer invadió Checoslovaquia y la cosa se puso fea en Europa. Así que los exploradores recogieron sus bártulos y la expedición nazi al Tíbet finalizó repentinamente.
Fin de la expedición nazi al Tíbet. Se acabó la aventura
La expedición volvió a Alemania el 4 de agosto de 1939, y fueron homenajeados por las autoridades del III Reich y Schäfer fue condecorado por el propio Himmler (17). Traían consigo más de 40.000 fotografías, unos 17.500 metros de película, diversos ejemplares de textos religiosos (como los 120 volúmenes del Kanjur), cientos de valiosos artefactos, más de 3000 aves disecadas, más de 400 cráneos y pieles de todo tipo de animales, muestras de semillas y minerales, mapas topográficos… Todo un botín para exhibir en los museos del III Reich (18).
Aquí pueden ver las imágenes filmadas que fueron publicadas en 1943 con el título Geheimnis Tibet (El Enigma del Tíbet), de H.A. Lettow y Ernst Schäfer.
¿Todos esos animalitos disecados están muy bien? Pero… ¿Qué hay de lo importante? ¿Habéis encontrado el origen de la raza aria? Pues, evidentemente, no encontraron una mierda. Eso sí, los estudios antropológicos fueron “suficientes” para confirmar que los tibetanos descendían de una raza superior guerrera y laica que fue corrompida y debilitada por la llegada del budismo.
La cosa se pone fea en Europa
Entonces, estalló la Segunda Guerra Mundial y todos sabemos cómo acabó. Algunos de los exploradores fueron «señalados» por su vinculación al Partido Nazi acabada la guerra, aunque fueron exonerados exponiendo su “obligación a colaborar”. Todos excepto, Bruno Berger. El antropólogo fue acusado de haber seleccionado a los prisioneros de Auschwitz que después serían asesinados para crear la colección de esqueletos judíos de August Hirt (19) [Al que dedicamos un artículo en nuestra última obra: Biografías del Horror. Los nazis más sanguinarios]. Berger apeló que desconocía que las personas que eligió fueran a ser asesinadas, lo que le sirvió para que solo lo condenaran a tres años de libertad condicional; muriendo felizmente en 2009.
En definitiva, una expedición que hoy nos parece irrisoria pero que evidencia hasta qué punto un mensaje irracional, por absurdo y loco que parezca, puede calar en toda una nación ignorante y desesperada. Solo con la razón podremos evitar volver a caer en los horrores de nuestro pasado.
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