Uno de los episodios más conocidos de la historia de Estados Unidos son las llamadas “Guerras Indias”. En ellas, se arrebataron definitivamente las tierras a los nativos y se colonizaron el centro y oeste de Norteamérica. Dentro estas, la guerra por las Black Hills (Colinas Negras) es la más famosa gracias a los medios de comunicación y el cine. Pero, ¿qué pasó exactamente? ¿Qué supuso su pérdida para los nativos sioux? ¿Qué pinta el monumento del Monte Rushmore en todo esto?
Las Black Hills (Colinas Negras) (1), son tierra sagrada para los sioux lakota (2) (y lo digo en presente porque lo siguen siendo). A mediados del siglo XIX la creciente llegada de colonos que viajaban hacia el oeste empezó a molestar a los indígenas. Así, para evitar daños mayores, se firmó un tratado (3) por el que se creaba la Gran Reserva Sioux. Y no era moco de pavo, la reserva ocupaba el equivalente a casi media Península Ibérica.
Pero debemos recordar que en estas tierras (más conocidas como “Bad Lands” o tierras malas) no hay NADA. Cuando digo «nada», significa que no se puede cultivar, y el único medio de subsistencia es la caza del bisonte. Los sioux dependían del movimiento estacional de las manadas. A esto, habría que añadirle la política de extinción intencionada del bisonte llevada a cabo por el Gobierno norteamericano.
Este tratado obligaba a los nativos a permanecer dentro de sus límites a cambio de garantizarles protección, mantas y comida. En resumen, “si tu no atacas a mis colonos, yo te doy mantas y no te mato”, ¡toda una ganga señores! El objetivo era meter a los indios en reservas, que dependieran del Estado, y que así no dieran la lata a los blancos.
Poco después, tras la guerra de Nube Roja (4), los sioux perdieron más tierra todavía, y se les endurecieron las condiciones de vida. Parecía que la cosa ya era definitiva, pero los Estados Unidos atravesaban una dura crisis económica y….¡oh casualidad! Gracias a una expedición ilegal en territorio indio, se descubrió oro en las Black Hills. Así que el Gobierno les dijo a los sioux que o cedían las Colinas Negras o se las quitaban por la fuerza. Obviamente, la mayoría de las tribus le mandaron a hacer puñetas y se unieron con otros nativos (cheyenne) para luchar una vez más contra el hombre blanco.
Suenan tambores de guerra, Toro Sentado
Los líderes guerreros de esta gran coalición indígena fueron los famosos Toro Sentado y Caballo Loco. Juntos encabezaron una feroz resistencia que consiguió una gran victoria en Little Big Horn (5). Sin embargo, no pudieron aguantar el acoso del Ejército norteamericano, y se terminaron rindiendo.
Si ya fue trágica la pérdida de las Black Hills, más trágico fue el final de sus líderes. Caballo Loco fue asesinado a bayonetazos en su celda al poco de ser encarcelado. A Toro Sentado le dio tiempo a irse de gira con Buffalo Bill (6), pero también fue asesinado. Cuando le iban a detener en su casa de la reserva, la policía india le acribilló a balazos (supuestamente fue un malentendido).
A partir de aquí, el territorio sioux se fue reduciendo cada vez más hasta las cinco reservas actuales en Dakota del Sur. Las humillaciones y abusos contra los nativos continuaron.
El Monte Rushmore: ¡dejad en paz a las montañas!
Y diréis, ¿y lo del monte con las caras de los presidentes a qué viene? Pues bien, a principios del siglo XX, se decidió que había que fomentar el turismo en Dakota del Sur (por aquello de que no hay nada que ver por allí y generar una fuente de ingresos). Así, se acordó esculpir en las Black Hills un monumento que conmemorara los 150 años de los Estados Unidos. En él, tendrían que estar caras conocidas de su historia. Muchos fueron los finalistas (incluyendo a algún jefe indio), pero ganó la propuesta de los cuatro presidentes: George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln. El memorial se esculpió en el monte Rushmore, montaña sagrada para los sioux, por supuesto. Otra humillación para esta gran nación.
Lo más gracioso es que una iniciativa privada (iniciada por “blancos”), empezó a construir otro monumento al lado, dedicado a Caballo Loco. Actualmente se sigue construyendo, pero va lento, muuuuy lento, debido a que se autofinancian. En este caso hay sentimientos encontrados: para la mayoría de los nativos de las reservas, esta es otra aberración. ¡Lo que quieren es que las montañas se queden como estaban! Sin embargo, otras organizaciones indígenas, (principalmente encabezadas por nativos urbanos) apoyan esta iniciativa como símbolo de la resistencia contra el hombre blanco.
A día de hoy, las Black Hills siguen generando polémica en EEUU. Los sioux reclaman este territorio como propio y consideran el monumento de los presidentes una aberración impuesta por el “hombre blanco”.
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