Seguramente la mayoría conozcáis el mítico Age of Empires y derivados como Age of Mythology. Si no es el caso, son videojuegos de estrategia en los que puedes controlar diversas civilizaciones de la Antigüedad. Estas son básicamente griegos, egipcios, nórdicos o romanos. Pero en 2017 apareció 0 A.D. Empires Ascendant, de descarga gratuita, al menos de momento. En un principio iba a ser un “mod” para Age of Empires II. Sin embargo, finalmente se creó un juego completamente independiente.
Cuando me dispuse a jugar, cuál fue mi sorpresa al descubrir que no solo podías elegir esas civilizaciones tan mainstream, sino que tenías todo un mundo de posibilidades: cartagineses, celtas, íberos, persas e incluso kushitas. Elegí los íberos y, sorpresa otra vez, su maravilla, esa que construyes cuando, como yo, eres muy malo controlando ejércitos, era Cancho Roano.
Paréntesis…
A pesar de que has elegido jugar con los pueblos íberos (1), los autores han introducido diferentes elementos de otras culturas (celtas, celtíberos, Tartessos). Un ejemplo de esto es que uno de los héroes es Viriato, famoso líder de las tribus lusitanas. Bajo el nombre de íberos, por tanto, han mezclado diversos elementos de los pueblos prerromanos. Otro ejemplo de esto es Cancho Roano. ¿Y qué es esto? Pues para explicarlo, vamos a irnos aproximadamente 3000 años atrás.
¿Qué había en el sur de la península ibérica hace 3000 años? Tartessos
Los romanos son para Historia Antigua lo que Rosalía es para la música actual. Que sí, que si acueductos, que si el latín, que si las calzadas, que si los puentes… Todos conocemos a los romanos. Pero, ¿qué pasaba en la Península ibérica antes de que llegasen nuestros amigos de los acueductos? Pues vamos a hablar del enigmático, archiconocido (en el sur, en la meseta no tanto), Tartessos. También conocido como la Atlántida de Platón para las altas esferas de las teorías conspiranoicas.
Hacia el siglo XI a.C. unos hombrecitos que vivían en lo que es el actual Líbano, los fenicios, señores de la púrpura y del cedro (2), se disponían a investigar el Mediterráneo. Cruzaron incluso las peligrosas columnas de Hércules (Gibraltar) y fueron más allá de lo que era el mundo conocido. ¿Y por qué esa ocurrencia? Pues parece que son varias las causas, aunque podríamos destacar la búsqueda de metales (3).
Y ya que hemos llegado hasta aquí, pues por qué no, vamos a fundar alguna colonia. Y así nació Gadir o Gades, es decir, Cádiz (4), además del emporio precolonial de Onuba (Huelva) (5). También surgieron importantes factorías como Sexi (sí, Almuñecar tenía un nombre muy sugerente) o Malaca (Málaga) (6).
Lujo a cambio de metales
Estos fenicios comenzaron a comerciar con las poblaciones que andaban por el sur. ¿Y qué tipo de trueque se hacía? Pues ellos traían productos de lujo (7), que recogían por todo el Mediterráneo. Esto se lo vendían a lo mejorcito del lugar, los Amancio Ortega de la protohistoria (8). Y a cambio, se llevaban los preciados metales de zonas como Huelva, con sus minas de Riotinto. Sus productos “orientalizantes” e influencia llegaron incluso hasta el norte de Extremadura.
Esto transformó la sociedad, la economía e incluso las creencias de la zona (9) (10). Y así surgió una nueva cultura híbrida, como los coches. Se mezclaron las formas de vida de esas personitas que andaban antes por allí, hijos del bronce final (11) (12), y toda la influencia que venía del Mediterráneo oriental. Y esto es lo que llamamos Tartessos.
¿Relación cordial con los autóctonos?
La sociedad se jerarquizó más de lo que lo había hecho en el periodo anterior (13). Estos elementos “de lujo” servían como representación de esa élite (14). Imaginad a una señora paseando por el barrio de Salamanca, en Madrid, con sus joyas puestas y su abrigo de visón. Símbolos de poder, vamos.
Pero además de productos de lujo, los fenicios trajeron otras cosas. Por ejemplo, las primeras ciudades del Mediterráneo occidental o el alfabeto (sí, ese del que luego se copiaron los griegos). También nuevos cultivos, como la vid y el olivo (15).
Sin embargo, pese a estos avances tecnológicos, no todo es tan bonito como parece. Probablemente se dio un intercambio desigual (16), algún episodio de violencia con la población local. También diversas formas de esclavitud (17) o coerción, principalmente para trabajar esas minas de las que hemos hablado.
¿Pero qué narices es esa maravilla de Cancho Roano entonces?
La arqueología nos cuenta que es una construcción tartésica, construida hacia el siglo VI a.C., en la Zalamea de la Serena. Vamos, perdido en medio de Badajoz. Y ¿qué era? Pues una especie de palacio-santuario. Este serviría de nudo de comunicación entre el chiringuito que los fenicios tenían montado en la zona de Huelva y la Meseta, con el Guadiana como eje fluvial.
Este tipo de construcciones tienen sus paralelos en prototipos orientales (18). Concretamente, en la región sirio-palestina, sin olvidar los palacios homéricos y de otras áreas del Mediterráneo.
Como sus parecidos orientales, Cancho Roano cumpliría una doble función: lugar de culto (19) (20) y de producción, como agricultura, ganadería, etc. Además desde ahí se distribuirían mercancías de valor.
¿Quién vivía en Cancho Roano?
Pues los restos arqueológicos y la forma de las habitaciones nos dicen que había un señor y una señora de Cancho Roano. La crème de la crème del campo pacense, esa élite que se había ido enriquecido desde la Edad del Bronce (21). Sin embargo, ese palacio-santuario daba para mucho más, y el señor tendría su propio harén (22). Esto era fundamental, por otro lado, en cualquier palacio oriental (23). Además, cómo no, todo el personal para mantener el tinglado: alfarero, orfebre, herrero, escriba, carpintero o personal defensivo. Y lo más importante, vinatero y cervecero.
Esto se mantuvo durante un par de siglos aproximadamente. Sin embargo, el edificio de Cancho Roano fue abandonado en el siglo IV a.C. Parece, además, que fue quemado intencionadamente, aunque se desconoce el por qué.
¿Y cómo terminó esta fructífera relación con el Mediterráneo oriental?
La desaparición de Tartessos y de su área de influencia fue un proceso lento, una evolución de un par de siglos. Y las causas son diversas, aunque vamos a destacar dos.
Por un lado, el famoso Nabucodonosor II, conocido por los Jardines Colgantes de Babilonia y por la destrucción del Templo de Jerusalén, conquistó las ciudades fenicias en el siglo VI a.C. Esto es lo que puso fin a la relación entre la metrópoli (Tiro en concreto) (24) y sus colonias.
Por otro lado, la fundación de Massalia (Marsella) por los griegos, en el siglo VII a.C. (25), hizo que la ruta del estaño y del ámbar hacia las Islas Británicas, que antes pasaba por Gibraltar, discurriera entonces por el interior de la Galia. De esta forma, el suroeste peninsular perdió importancia dentro de esas rutas comerciales.
Las zonas que ocupaba Tartessos evolucionarán hacia diversas culturas íberas (Turdetanos concretamente), y las de sus áreas de influencia variarán según diferentes contactos con otros pueblos y culturas.
El lugar de los fenicios en el sur de la Península ibérica va a ser ocupado por los cartagineses (26) (27). Y todos sabemos cómo acaba esa historia: expansión cartaginesa, guerras púnicas, elefantes por los Alpes, romanización, acueductos y Age of Empires: The Rise of Rome.
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