La ley del más fuerte: cuando Portugal e Inglaterra se liaron a palos por las colonias africanas

Si le preguntas a cualquier español de bien qué fue el desastre de 1898, seguramente pondrá cara de tristeza. te responderá algo parecido a “el final del Imperio de ultramar”. O bien todos hemos oído aquello de más se perdió en Cuba. Es bien cierto que la pérdida de las últimas colonias, supuso un golpe brutal para la autoestima patria. Pero España no fue el único “viejo” imperio que se dio de bruces contra la nueva realidad imperialista de finales del siglo XIX. El reino vecino de Portugal también sufrió una estrepitosa derrota en sus pretensiones coloniales al sur de África. Esta historia es poco conocida, así que vamos a sacarla un poco a la luz. Sin hacer bueno el refrán mal de muchos consuelo de tontos. Hablamos de la llamada crisis del mapa rosado o ultimátum británico a Portugal.

¡Imperios latinos abran paso a los anglo-germanos!

Antes de centrarnos en el caso portugués, vamos a echar una ojeada a la situación internacional en la que ocurrió. Porque los procesos históricos de la Península Ibérica no están al margen de los del resto del mundo.

El fin del dominio latino de Europa: Napoleón III se inclina ante el káiser Guillermo. Fuente

Las últimas tres décadas del siglo XIX fueron testigo de grandes cambios en la geopolítica mundial, o sea, sobre quién cortaba el bacalao. En los años anteriores, los imperios “latinos” habían dominado el mundo. Los países ibéricos, con sus colonias, hacían de policías mundiales y Francia era la reina de la fiesta en Europa. Pero todo esto cambiará. España y Portugal ya se habían ido retirando del mapa al ir perdiendo sus colonias a lo largo del siglo. Reino Unido se hizo, poco a poco, con el antiguo control comercial hispánico. Pero, aún así, todavía les quedaba el dominio europeo, gracias a su hermano mayor galo. Pero Francia seguirá el mismo camino que sus hermanos del sur. El país galo entregó el testigo de superpotencia europea a Alemania, después de la escandalosa derrota de Napoleón III ante las tropas prusianas, en Sedán (1).

Así pues, los últimos años del siglo se iniciaron con dos nuevos actores principales. Por un lado, Reino Unido y sus colonias, cómo líder mundial indiscutible. Y por otro lado, la recién estrenada Alemania, como campeona europea. A los países latinos no les quedaba más que repartirse las migajas que dejaran los dos nuevos monstruos imperialistas.

La manzana de la discordia: la crisis del mapa rosado

Portugal intentó, sin éxito, hacer bueno aquello de más vale tarde que nunca. El rey luso (2) vio que su país ya no pintaba nada en América, pues Brasil iba por su cuenta. Por ello, centró la vista en las pequeñas colonias costeras de África. El gobierno empezó a financiar campañas de exploración hacia el interior del continente para conseguir unir sus territorios africanos. Estas exploraciones, permitieron dibujar un mapa que unía las posesiones lusas de Angola y Mozambique (3). Se llamó “mapa rosado” por el color con que se pintaron dichos territorios (4). El gobierno y el rey ya se frotaban las manos, pero todavía no sabían la que se les venía encima.

Mapa de los territorios en disputa en la crisis del mapa rosado. Fuente

Como es bien sabido, Portugal no era el único país interesado en África. En esta historia, entró en juego una vieja amiga de los portugueses: Gran Bretaña. Los planes lusos chocaron con el “Gran Plan” inglés para África. Éste consistía en crear una inmensa colonia que fuese desde Egipto a Sud-África. Detrás de este plan estaba Cecil Rhodes (5), un auténtico Florentino Pérez de la época. Su intención era  unir todos los territorios ingleses en África, mediante un ferrocarril que fuese de El Cairo a Ciudad del Cabo.

Bajo esta lógica, los ingleses iniciaron sus propias exploraciones del territorio al norte de su colonia de Sud-África (6). Estas actividades provocaron enfrentamientos entre exploradores portugueses y británicos. La tensión entre ellos fue en aumento, hasta convertirse en una amenaza para la paz entre ambos países. Pero, justo en la cresta de la ola del conflicto, se abrió una ventana para una solución pacífica. La paz llegó gracias a la convocatoria de la Conferencia de Berlín (7).

¡Haya paz hermanos!

En dicha conferencia, los portugueses presentaron su “mapa rosado”, como prueba de sus derechos de colonización de la zona en disputa. Pero triunfó la ley del más fuerte. El país que fuera capaz de controlar mejor el territorio se podía quedar con él. De esta manera, se dejaban de lado los derechos históricos de los otros.

Carlos I de Portugal, Henrique de Barros Gomes (ministro de exteriores luso y defensor del “mapa rosado”) y Cecil Rhodes (empresario inglés impulsor de la colonización de África). Fuente propia.

Así, los ingleses solo se comprometieron a respetar las colonias lusas de Angola y Mozambique. Pero se opusieron a la creación del corredor que las tenía que unir. Ante esta bofetada, los lusos trataron de conseguir el apoyo de otros países con intereses en la zona. Y es que Alemania, Bélgica y Francia, podían ayudarlos a presionar a los ingleses (8). Pero sus peticiones de auxilio cayeron en saco roto. Aún así, el Gobierno portugués creyó que los ingleses no se atreverían a ir más lejos para imponer sus planes. Pobres ingenuos.

¡A tomar por saco las buenas formas! La paz se va a acabar

El Gobierno portugués lo había apostado todo a la consecución de la unión de sus colonias africanas. Apuesta que, con el ministro de exteriores a la cabeza, comprometía también a la Corona. Las continúas amenazas veladas de los ingleses no les habían hecho desistir. Así pues, Gran Bretaña decidió poner fin al pulso con los lusos utilizando la fuerza bruta. ¿Os acordáis de esa escena de El Padrino en la que un mafioso se despierta un día con la cabeza de su caballo en la cama? Pues al pobre rey de Portugal le pasó algo parecido.

A principios de la década de los 90 del siglo XIX, el monarca y su Gobierno recibieron un ultimátum británico. En éste se “pedía” el cese de cualquier penetración en el territorio de Rhodesia (9), ese territorio intermedio entre las colonias portuguesas, por el que ambos países disputaban. Ante cualquier negativa, el Gobierno inglés movilizaría su flota frente a las costas lusas y bombardearía la capital. ¡No se andaban con chiquitas los ingleses!

Además, los ingleses se ofrecían a “colaborar” en la protección de las colonias portuguesas. Por ello, los lusos debían reducir la presencia militar en la zona. Las amenazas británicas sembraron el terror entre los dirigentes portugueses. Así, mientras el rey pedía que le cambiasen el pañal, el Gobierno aceptó todas las exigencias inglesas. Esta bajada de pantalones fue imposible de esconder ante la opinión pública y una oleada de protestas sacudió Portugal: ¡Rajaos! ¡Que eran unos rajaos!

¡Dios nos salve del rey! Portugal despierta del sueño imperialista

La aceptación de la imposición británica fue recibida por la población como una humillación. Por eso, comenzó una oleada de movilizaciones nacionalistas contra los británicos y la “traición” del Gobierno. Las calles de Lisboa se llenaron de gente, en una ebullición de protestas, injurias y vociferaciones contra los “cobardes” gobernantes que habían vendido el honor y desconfiado del valor de los portugueses. La ocupación de las calles y los gritos eran la expresión de la orfandad representativa en la que el sistema monárquico había dejado a los ciudadanos al traicionar el orgullo nacional (10).

El republicanismo recogió la desilusión de la gente con la monarquía. Fuente

La monarquía había puesto todo su empeño en la causa imperialista y fue incapaz de recuperarse del mazazo inglés. La crisis del Mapa Rosado y su resolución desastrosa hizo que los portugueses vieran que la monarquía era incapaz de proteger los intereses del país. Las corrientes republicanas encauzaron toda esa frustración y se presentaron como la única vía para recuperar la honra perdida. La monarquía ya podía preparar las maletas (11).


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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) Langa Laorga, 1990, pp. 5-6.

(2) Carlos I (1863-1908): fue el penúltimo rey de Portugal. Sus fracasos a la hora de dar a su país un sistema político liberal y estable provocaron que la monarquía fuera barrida por dos nuevas fuerzas políticas: el republicanismo y el fascismo. La opinión pública perdió la fe en la institución monárquica después de constatar la incapacidad del rey de defender los intereses nacionales en África. Su asesinato en 1908, a manos de un republicano “exaltado”, abrió la puerta al fin de la monarquía lusa.

(3) Para tener una mejor idea de los territorios en disputa, echarle un vistazo al mapa que he adjuntado en el artículo.

(4) Lains, 1998, pp. 235-246.

(5) Sir Cecil Rhodes (1853-1902): fue un empresario y político británico y el principal exponente del imperialismo inglés. Máximo defensor de la colonización de África, su objetivo era crear un único territorio inglés, de norte a sur, conectado mediante un ferrocarril. Fue el creador de la compañía De Beers, que en la actualidad controla el 60% del comercio mundial de diamantes y que, por un tiempo, llegó a controlar el 90%.

(6) Axelson, 1967, pp. 201-229.

(7) Conferencia de Berlín (1884-1885): fue un congreso internacional promovido por Francia y Alemania para establecer una colonización consensuada de África. Los participantes acordaron las zonas de influencia de cada país, la libertad de navegación de los ríos Níger y Congo y sentaron las reglas de ocupación de nuevos territorios. Se acabó imponiendo la idea de qué cada país podía ocupar tanto territorio como fuera capaz de controlar y administrar (y defender).

(8) Lains, 1998, pp. 230-232.

(9) Pinto Coelho, 2006, pp. 3-7.

(10) Langa Laorga, 1990, p. 42.

(11) Langa Laorga, 1990, p. 43.


Bibliografía

  • Axelson, E., 1967, Portugal and the Scramble of Africa 1875-1891, Witwatersrand University Press, Johannesburg.
  • Lains, P., 1998, An account of the Portuguese African Empire 1885-1975, International Economic History Congress, Volumen 16, Madrid.
  • Langa Laorga, M., 1990, España y Portugal en el siglo XIX, Col. Historia del Mundo Contemporáneo, Akal, Madrid.
  • Pinto Coelho, T., 2006, Lord Salisbury’s 1890 Ultimatum to Portugal and Anglo-Portuguese Relations, Oxford. [En línea]. Disponible en: http://www.mod-langs.ox.ac.uk/files/windsor/6_pintocoelho.pdf (22 de marzo de 2018).
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Gerson Pastallé Milià
Historian/Archivist. Redactor en Khronos. Interesado en la Hª Contemporánea en general y en las relaciones internacionales. "Si la Historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia, la verdadera"