Los Reyes Católicos y el matrimonio por conveniencia

El matrimonio de mi amigo Alonso recuerda al de los Reyes Católicos, aunque a pequeña escala y en otra época. Él sigue siendo un tipo feliz. Isabel y Fernando, también lo fueron. Si estás pensando en casarte, amigo lector, lee primero este artículo.

Casarse puede ser el único sacramento rentable de la Iglesia. Fuente

Hará cosa de veinte años que mi amigo Alonso se casó con una chica muy maja. Pues bien, hará cosa de veinte años y medio que la pareja se conoció en la taberna familiar de Alonso. Recuerdo que ese día estaba yo convidado a una taza de caracoles cuando entró por la puerta del bar su futura esposa con la madre de Alonso. En esos momentos no se conocían y, por eso, su madre iba a presentársela a su hijo.

–Alonso, mira; la chica del vecino, que quiere conocerte. Nuria se llama.

–Ah, qué bien. Yo soy Alonso.

–Ya lo sé.

Nuria también era hija de taberneros, con estudios, buena posición social y «dineros» a punta pala. Estaba ya casadera, igual que mi amigo Alonso. “Aquí os dejo para que habléis”, dijo la mamá de Alonso antes de irse. Medio año después, Nuria y Alonso contrajeron matrimonio a lo grande. Restaurante cinco tenedores, viaje nupcial a los fiordos noruegos y piso en el centro de la ciudad. Hoy ya tienen cinco hijos y son los dueños de dos tabernas familiares.

Ese matrimonio me trajo a la memoria la historia de Isabel de Castilla y Fernando II de Aragón, los Reyes Católicos. Las similitudes con la boda de mi amigo eran increíbles. Isabel y Fernando también eran ricos, jóvenes, apenas tuvieron noviazgo, creían en el amor teledirigido y en la unión de patrimonios. Por supuesto que existían diferencias, pero éstas eran casi anecdóticas (hubo más mediadores en las capitulaciones prenupciales de los Reyes Católicos, heredaron toda España, Fernando II ya tenía dos hijos bastardos y la luna de miel la pasaron en Valladolid, y no en los fiordos, concretamente, en el castillo de Fuensaldaña. En fin, peccata minuta.)

Fernando II tenía aspecto de tabernero mandilón

Tampoco eran grandes las diferencias físicas entre unos novios y otros. Mi amigo Alonso era bajo, achaparrado, de cráneo duro y tez morena, avaro, desconfiado, y chistoso, como buen hijo de tabernero mandilón. Fernando II, de estatura media (hoy bajito), ancho de hombros, armoniosa musculatura, moreno de cara, tacaño, chirigotero y algo tozudo, como buen maño. Muy parecido, físicamente, al Fernando interpretado por el actor Rodolfo Sancho en la serie de TVE Isabel. Pequeñito, atlético, de proporciones regulares y voz aflautada. Las crónicas destacan su aspecto seductor, audacia y dotes sociales, ya que su padre, Juan II de Aragón, lo había educado en el arte de la guerra y las tretas de la diplomacia.

Isabel de Castilla era chiquita y repolluda

En cambio, Isabel de Castilla sólo se parecía a Nuria en lo esencial. Juventud, educación, virginidad y formación académica notable. Nuria era de ciencias. Isabel de Castilla, de letras: hablaba y escribía un castellano limpio y elegante y poseía conocimientos humanísticos. Ambas eran muy activas, realistas, discretas, valientes y con iniciativa. En el físico existían variaciones, claro, ya que los cánones de belleza habían cambiado mucho desde entonces. Nuria era más parecida a la actriz protagonista de la serie “Isabel”, Michelle Jenner, que la verdadera Isabel. Medía 1’66 m de altura; era delgada, sensual y tenía el pelo castaño y los ojos grandes. En cambio, Isabel de Castilla era de piel clara, cabello rubio y ojos entre verdes y azules. Baja también, pero de carnes vigorosas, rolliza de cuerpo, repolluda, vamos, lo que en el argot anglosajón viene siendo una chubby (“gordita”). En fin, los dos matrimonios de conveniencia se respetaron, fusionaron y compenetraron muy bien. Hubo en ellos deseo sexual, afecto, cariño –y amor hasta donde un historiador puede saber– e incluso se hicieron grabar unas alhajas con el lema de su unión. “Unidos hasta el fin”, decían las gargantillas de Nuria y Alonso, bajo dos anillos entrelazados. “Tanto monta, monta tanto”, aseguraban las monedas y sellos reales de los Reyes Católicos, junto al emblema de un yugo y un haz de flechas.

El buen casarse a pequeña o gran escala

Hemos dicho que hubo fusión, pero en manera alguna fusión absoluta. Nuria y Alonso siguieron conservando su cuenta corriente de solteros, al tiempo que abrieron otra común para los haberes domésticos. Isabel y Fernando establecieron en España orden y unidad monárquica, si bien cada uno siguió conservando plena autonomía en la gestión de sus respectivos reinos.

Reyes Católicos
Repartidor de bebidas efervescentes americanas. Fuente

Y fíjense qué casualidad. Nuria, tras la muerte de su padre, heredó la taberna (disputas familiares incluidas) y la unió a la de Alonso, que también se hizo con la de su familia. Tiraron tabiques y la ampliaron comprando tres locales anejos. Uno de ellos, por cierto, a la fuerza, ya que su inquilino, un musulmán testarudo, no se quería marchar. Sanearon las cuentas del negocio, despidieron a aquellos camareros engreídos que se creían los reyes del bar y contrataron a un “segurata”, bastante violento, que no dejaba entrar en el local a gente con malas pintas ni a moros. Ahora un proveedor les trae productos americanos bastante rentables.

Reyes Católicos
Cristóbal Colón ofreciendo unos presentes americanos a los RRCC. Fuente

Por su parte, los Reyes Católicos también hicieron lo propio. Isabel sucedió en el trono a su hermano Enrique IV, después de una guerra civil que la enfrentó con su sobrina Juana. Hubo unión dinástica de las coronas y ampliación del patrimonio con la conquista de Granada, la incorporación de las Islas Canarias y la anexión de Navarra. Reformaron la administración, subordinaron a la nobleza, expulsaron a los judíos, sanearon la moneda, protegieron el comercio y la industria, crearon la Santa Hermandad para garantizar la fe católica y eliminar a la gente rara, y se enriquecieron con los productos de la conquista americana.

En la actualidad, Nuria y Alonso tienen a sus cinco hijos ennoviados con ricos empresarios extranjeros de Alemania, Inglaterra y Portugal. Igual que hicieron los Reyes Católicos en el siglo XV. La semana pasada fui a ver a Alonso y le comenté este paralelismo. Su matrimonio fue un calco del de los Reyes Católicos, sólo que a pequeña escala. Cuando le pregunté si se casó enamorado, me contestó:

–¿Enamorado? ¿Eso qué es? Basta el cariño.

–Pero eso no dura toda la vida.

–¿Y crees que el amor sí? Mira, Antoñito, el matrimonio se inventó para ampliar patrimonios y aumentar caudales, como hicieron los Reyes Católicos hace más de quinientos años. La clave está en casarse con alguien que tenga más dinero que tú. Cásate con alguien rico y te convertirás en un primus inter pares (“primero entre iguales”).

–¿Y si me caso con una pobre? –yo pensaba en mi Puri.

–Seguirás siendo el mismo primo.


Referencias y bibliografía

Bibliografía

  • Domínguez Ortiz, A., 1979, «El antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y Austrias», T. 3, en Artola, M., (coord.), Historia de España, Alianza Editorial, Madrid.
  • Eslava Galán, J., 2004, Los Reyes Católicos, Planeta, Barcelona.
  • Ladero Quesada, M. A., 2008, La España de los Reyes Católicos, Alianza Editorial, Madrid.
  • Pérez, J., 1997, Isabel y Fernando: los Reyes Católicos, Nerea, Barcelona.

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Antonio Gonzalez Aguayo
Licenciado en Historia y Escenografía teatral. Colaborador en varias revistas digitales, profesor eventual y funambulista cada fin de mes. “Si Bill Gates y Stephen Hawking hubieran estudiado Humanidades, ahora mismo escribirían en Khronos”, anónimo.

2 COMENTARIOS

  1. Ni he podido terminar el articulo, tanta referencia a los amigos del autor, que es al único al que le resultan interesantes, es agotadora ¡Es que hasta los describe físicamente en medio de las descripciones de Fernando e Isabel! Entiendo que hablar de un matrimonio que te recuerda a los reyes católicos es una forma de introducir el tema, pero de ahí a mezclarlo y contarme si eran taberneros o si su luna de miel fue en los fiordos… Vamos, que esto es khronos historia», no «khronos sálvame», los pormenores de sus amistades carecen de interés y de hueco en este tipo de artículos.