El tonto del pueblo

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Bayona, 10 de Marzo de 1814, nueve y media de la noche.

Don Fernando no paraba de dar vueltas en círculo por su habitación. Estaba nervioso y excitado a la vez. En pocos días volvería a pisar la Península, la tierra que le vio nacer y crecer. Donde su familia había reinado desde el año 1700, aunque con algún que otro contratiempo. Sus súbditos esperaban ansiosamente a su legítimo rey, prisionero de ese enano de Napoleón y no aguantaban al usurpador. Necesitaba desesperadamente estar en brazos de una mujer que no fuera su esposa.

– Sebastián, tarda mucho la ramera en llegar y no me gusta que me hagan esperar. Como Borbón es un insulto.

– Descuide, Don Fernando, es muy pronto. Fue citada a las diez. Quedan diez minutos todavía. No desespere, valdrá la pena.

– Dicen que es muy complaciente, sabe dar placer y es muy cara. ¿Cuál es su nombre y edad?

– Manuela, veinticinco años. De padre sevillano y madre parisina. Es la mejor prostituta de Francia y la más solicitada. Muy cara y dicen que sus técnicas escandalizan a otras prostitutas y han intentado llevarla por el buen camino del matrimonio…

– Descuida, mis leales súbditos saben que gestiono mi dinero de forma eficaz y racional ¿No será revolucionaria? Comentó preocupado.

– Para nada mi señor. Es monárquica y leal a vuestra Majestad.

– Me gusta como suena Majestad. Suena tan majestuoso. 

– Por supuesto, Majestad.

Sebastián, a sus veintisiete años, pensaba cada día que este trabajo no estaba bien pagado. ¡Madre mía, con el Borbón¡ Más tonto y no nace. 

Diez minutos más tarde, alguien llama a la puerta.

– ¿Quién va?

– Soy yo, espero no haberme equivocado de puerta.

– Es ella. Sebastián, fuera de aquí. Soy el único que va a joder esta noche. Abre la puerta y lárgate.

Sebastián abrió la puerta y dejó pasar a la mujer. Piel blanca, pelo negro, recatada, buenos modales, voz suave, mirada dulce… parecía una señora y no una pecadora.

– ¿Es usted Don Fernando?

– No me gustan los formalismo con las putas. Ven aquí, ahora. Sebastián fuera de aquí.

– Como digáis. Que pase una buena noche.

El criado salió con educación y delicadeza. Con una sonrisa irónica que solamente la bella Manuela entendió y Don Fernando ni se percató. El sexo carnal le nublaba el sentido común y la razón. Era su estado mental permanente y no tenía remedio.

– Don Fernando. Normalmente, los hombres que pagan por poseer mi cuerpo no suelen utilizar su nombre Real.

– No tengo nada que esconder, como habrás podido comprobar. Su erección era tan evidente como su cara de bobalicón. Además, así presumirás de haberte acostado con un Borbón.

– Desde luego que lo haré, Majestad. 

La excitación aumentó y Don Fernando se abalanzó sobre la irresistible Manuela. Ella se apartó y soltó una carcajada tímida e inocente.

– Don Fernando, por favor, sea un caballero e invíteme a tomar una copa, sea educado, por favor.

– Nunca soy cortés con una puta y si es una cerda medio francesa menos. 

– Entonces me voy y no haré la caretilla con usted.

– ¡Esperad¡ ¿La carretilla? Tengo curiosidad, por favor siéntese ¿Qué quiere beber?

– Un jerez, pero yo le sirvo, Don Fernando, estoy aquí para complacerle.

– Buena mujer, como debe ser. 

Manuela, que hablaba español mejor que el deseado, sirvió dos copas de jerez y se agachó un poco para que se le viera el escote. Fernando, que cuando se trataba de sexo era muy listo, se percató que esos senos pequeños, pero golosos, estaban muy cerca de su babosa boca. Él quiso morderlos, pero Manuela, como experimentada prostituta, se apartó con delicadeza, quedando la cara del Borbón desencajada y con ganas de joder más que un mandril.

– Es muy agradable su criado. ¿Sebastián, verdad?

– Sí, lo llaman el mestizo, pero no sé por qué. Volvió a ser el bobo integral de siempre, pero se recuperó enseguida en cuanto vio la muñeca desnuda de Manuela.

Don Fernando bebió con rapidez el jerez y se quitó la ropa, quedándose desnudo.

– Sois muy directo don Fernando.

– Te voy a arrancar la ropa, furcia.

– Majestad, por favor, sea educado y refinado. ¡Es usted el legítimo rey de España, de las Américas y de Filipinas¡

– Aquí también mando.

– Si sigue así, no le chuparé el pene.

Don Fernando se sentía extraño. Nunca una mujer, y una prostituta menos, le había hecho sentir un sumiso, un súbdito. No le desagradaba en absoluto la imponente y virginal presencia de esta mujer si eso garantizaba un polvo apoteósico. Siempre presumía entre sus íntimos que follaba más que un cura en cuaresma y Manuela sería su mejor polvo con diferencia.

La prostituta acarició la pierna lentamente y poco a poco empezó a subir la mano por ese cuerpo serrano hasta llegar a la punta de su pene y empezó a acariciarlo. Don Fernando estaba hecho un animal y empezó a gemir como una novicia cuando descubre que tiene un clítoris entre las piernas gracias a la Madre Superiora. 

Se paró rápidamente y Manuela se puso de pie y lo miró lascivamente. Él se enfadó tanto que tiró la mesa rompiendo las copas y la botella de jerez. Ella se rió a carcajadas. Don Fernando se quedó desconcertado y no sabía por qué se reía.

– Majestad -Dijo con picardía- No se enfade conmigo, por favor se lo pido. Mis amigas están apunto de llegar.

– ¿Amigas?

– Unas jóvenes que necesitan ser folladas en condiciones. ¿Quiere sexo en grupo con una prostituta de lujo y tres jóvenes gratis? Tienen entre trece y quince años. Una romana, otra parisina y una negra.

– ¿Una negra? Nunca he tocado a una esclava.

– ¿Quién dice que sea una esclava? ¿Quiere saber su especialidad? 

– ¡Por Dios y la Virgen, dígalo¡

– La lluvia dorada, mi don Fernando, mi toro bravo.

El ansia del Borbón aumentó como nunca. No olvidaré esta noche jamás, pensaba Don Fernando que estaba en celo permanentemente.

Se escuchó como llamaban a la puerta. Unas sonrisas tímidas y risueñas se escuchaban de fondo. Manuela, abrió la puerta y las tres gracias entraron corriendo y se abalanzaron sobre el cuerpo del Borbón. No podía parar de reír, gemir y comer esos cuerpos suaves, dulces, inmaculados y frescos. Se alejaron un poco para dejar paso a Manuela. Se puso de rodillas, abrió las piernas del deseado, acercó su boca y todo empezó a nublarse. 

Dos horas después del amanecer, Don Fernando se despertó en la misma silla en la que estaba sentado la noche anterior. Desnudo, con un dolor intenso en la cabeza y desorientado. Tuvo que ser una gran noche, pero no recordaba nada de lo sucedido, algo que le provocó un monumental enfado. Llamó a Sebastián al mismo tiempo que intentaba ponerse de pie, pero fue imposible porque empezó a marearse y a sentirse confundido al ver el dedo índice y pulgar de la mano derecha con tinta negra y que encima de la mesa estaban las dos copas y la botella de jerez intacta, una pluma y un tintero.

– ¡Sebastián¡ ¡Sebastián¡ Por tu puta madre, ven aquí.

El mestizo llegó a un ritmo pausado. Abrió la puerta y al ver el panorama se quedó mirando fijamente a los ojos del decadente Borbón.

– ¿Qué quiere?

– ¿Cómo te atreves a hablarme con tanta falta de respeto? Eres mi siervo. ¿Qué ha ocurrido? ¿Dónde están las prostitutas?

– ¿Qué prostitutas, Fernando?

– Eres un maleducado, una aberración. Te voy a mandar al peor presidio, cabrón.

– No me importa lo que me diga un hombre tan tonto, feo, gordo y que huele a mierda de perro. Es usted el hombre más estúpido que conozco. ¿No recuerda nada de ayer por la noche, picha triste?

– Hijo de la gran puta. Dijo gritando y escupiendo como un perro rabioso.

– ¿No recuerda haber firmado este documento?

Don Fernando no recordaba haberlo firmado. Solamente recordaba a una tal prostituta llamada ¿Antonia? ¿María? ¿Había más prostitutas? ¿Bebió? ¡El maldito jerez¡, pensó en voz alta.

– Estúpido hijo de Carlos IV. Ayer firmó varias copias, concretamente cinco como este, en el cual renuncia a la Corona, reconoce a José I como rey legítimo, apoya a «La Pepa» y los cambios que se harán en breve en algunos artículos. Además, que no fue secuestrado por Napoleón Bonaparte, los múltiples gastos personales en Bayona, que no volverá a pisar territorio español y el fin de la Guerra. 

– ¿Cómo? Dijo desconcertado, sin entender nada de lo que estaba pasando. Arrancó el documento de las manos de Sebastián y pudo ver su firma. Colérico, rompió el documento. Sebastián lo miró y se rió como nunca antes.

– Descuide, indeseable, como le he comentado hay más copias. Una está a buen recaudo, y desde luego no pienso decirle dónde. Otra copia ha sido enviada a España, otra a América y otra a Filipinas. Es tarde para echarse atrás y que usted niegue los hechos ¿Quiere que le diga al soberano pueblo que usted fue engañado por una simple mujer y un criado analfabeto? 

Don Fernando tenía el corazón acelerado. Se quedó petrificado, sin palabras y con los ojos abiertos y sin poder pronunciar palabra alguna.

– Estas son mis últimas palabras, deseado de los cojones. Váyase al carajo, a la que peor huela. Cobarde, falso, egocéntrico, pecador, estafador. Desde los ochos años siendo su esclavo. Ahora soy un hombre libre, y en un futuro un ciudadano de pleno derecho. Me voy a Cádiz, una ciudad donde se respira libertad y democracia. Es usted despreciable, el tonto del pueblo. Nunca reinará, bastardo. Por cierto, me llaman el mestizo porque tengo sangre Guanche por parte de padre y Amahuca por parte de madre. Buenos días, su Católica Majestad. Hijo de …

Sebastián salió apresuradamente, ante un Borbón en trance. Desde ese instante, no volvería a ser el mismo. Apenas salía de su habitación y poco a poco fue olvidado por sus leales súbditos ¿El deseado? ¿Quién es ese? Pero lo peor de todo es que no volvió a joder a nadie, ni siquiera a su esposa, ni a mear de pie.

Madrid, 25 de Marzo de 1814.

Mi queridísimo José,

El plan ha salido a la perfección, incluso mejor de lo que esperaba. Te envío el documento firmado y los otros dos han sido enviados a los destinos que me indicaste. Eché el Ayahuasca en su copa. Fue muy fácil engañarlo, es un ser primitivo y poco racional. Distraerlo fue muy sencillo. 

Una vez que firmó los documentos, Sebastián, al que debo total gratitud por haberme facilitado la entrada y salida del Palacio, me esperaba en la puerta principal y le di el dinero prometido para que empezara una nueva vida. Justo antes de irme, Fernando de Borbón estaba hablando solo y creo que dijo la palabra esclava, ¡A saber con quién cree que estaría hablando¡

Pronto podremos estar juntos y gobernar como nadie lo ha hecho. Velaré hasta el último día de mi vida tus intereses y nuestras vidas.

Siempre tuya,

Marie Julie.

José I leyó varias veces la carta con una sonrisa de satisfacción. Engañar a un Borbón, a un descendiente de Luis XIV, le daba una felicidad inexplicable. Se asomó al balcón y el cielo estaba despejado y el sol brillaba como nunca. Iba a ser un gran día. Pensaba en su esposa y la amaba más que nunca porque no podría haber llevado a cabo esta trampa a Don Fernando sin su ayuda. Era afortunado por haberse casado por amor, y no por interés. Los hombres y ciudadanos serían felices gracias a Dios y a la razón ¿También la mujer? Posiblemente. El próximo en caer sería su hermano y pronto sería el rey y emperador más poderoso de Europa y del mundo. Nada ni nadie lo detendría, ni la Guerra, ni Dios, ni los hombres, ni los ciudadanos, ni las hembras y menos aun los rebeldes americanos.


Autor/a: Doña Jimena


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16 COMENTARIOS

  1. Estupendo relato, con un estilo que engancha, directo y satírico que nos recuerda que la historia a veces de repite y que, con los asuntos que hoy están en la palestra con las actuaciones del anterior rey, es dificil no pensar en la misma historia con otro personaje no tan lejano en el tiempo. Un acierto el tema y muy bien tratada la sátira y la Historia. Felicidades. Mi nota es de 10

  2. Es un relato que no me ha gustado mucho, aunque puede ser interesante. Principalmente porque no lo puedo considerar un relato histórico; lo único verídico es la existencia de los personajes y el espacio, pero son simples caricaturas infieles a su personalidad histórica. Como relato de ficción habría sido más valioso. Tristemente, me puede más la fidelidad histórica que la pura narración, así que le doy un 1.

  3. Me encantó, retrata con fina ironia una realidad que es trasportable a nuestro presente más inmediato y que pone luz a acontecimientos que llena páginas los periódicos hoy día. Desde mi visión de Filósofo, ayuda a entender las maneras en los que el poder articula los mecanismos que perpetuan las relaciones de poder, no dudando este en utilizar a las personas más mediocres como mera figura decorativa que aseguren mantener el statu quo. El lenguaje y ritmo de la trama me resulta muy acertado. Realmente me gustó mucho el relato y le deseo y auguro mucho éxito. Le pongo un 10.