«Living la vida loca…». Pedro II de Aragón: una historia digna de Shakespeare

Quién haya leído a Shakespeare, conocerá de sobra las características de sus obras. Una máxima de sus creaciones es que “donde las dan las toman”. Al final, el karma te hace pagar los actos que has realizado en vida en el mismo grado. Pues bien, esto fue lo que le paso a Pedro II de Aragón. Shakespeare no conoció su historia, pero bien podía haber sido la base de cualquiera de sus obras. Siglos antes del nacimiento del autor inglés, este rey la palmó de la forma más irónica que el destino podía reservarle.

Pedro II
Pedro II de Aragón. Fuente

Entre los siglos XII y XIII, vivió Pedro II de Aragón, llamado el “Católico”. Este título fue poco acertado, viendo la vida ajetreada y libertina que llevó: pasaba de su familia, se trajinaba a toda damisela que se le cruzaba, guerreaba sin descanso… Su vida estaba muy lejos de poder considerarse «católica». Pero no era extraño que, en esos siglos, los reyes tuvieran carta blanca… Bueno, ¿solo en esos siglos? Creo que no solo entonces. Ya me entendéis.

Pedro II vivió una época con mil liadas: ataques continuos de los «moros» para reconquistar el territorio que habían perdido durante el último siglo; luchas territoriales en el sur de Francia entre él mismo y los nobles franceses; la expansión aragonesa por el Mediterráneo… Un no parar, yo estaría estresado, sin duda. No era un reinado fácil. Aun así, fue un buen rey, en una visión general, con algún que otro logro. A pesar de que la mayoría de las veces pensaba más con la entrepierna que con la cabeza. Un ejemplo de esos logros fue la batalla en la que, junto a un par de amigos regios, machacaron a las tropas almohades (radicales musulmanes que venían del norte de África) en las Navas de Tolosa (1).

Por mi reino ¡ma-to! ¡A la familia que le den!

Su política se centró en las tierras del sureste francés. Los nobles comerciantes catalanes, con intereses económicos en el Mediterráneo, machacaban a Pedro II para controlar esas tierras con importantes puertos. Ya sabemos el tópico de los catalanes, “la pela es la pela”. ¿Y qué puede hacer un rey sin un duro? Pues tirar de bodorrios. La primera “sacrificada” fue su hermana (2). A la pobre la casó con un noble del sur de Francia, ganando así un aliado en la zona. Pedro II, que no tenía un pelo de tonto, se casó con un gran partido. Eligió como esposa a la heredera de una gran casa condal francesa, descendiente de una gran dinastía (3).

Pedro II
Pedro II en batalla de las Navas de Tolosa. Fuente

En Roma, fue coronado por el papa del momento, restaurando el ser rey “por la gracia de Dios” (4). Como si a Dios le importara quien mandara en Aragón. Pero alegando ese argumento, acojonaban a la plebe y no había quien rechistara. A su vuelta de la «Santa Ciudad», celebró su bodorrio, impulsado solo por ganar más tierras para su Corona. Pedro II se arrepintió casi de inmediato de esta boda. Sólo le interesaban los territorios que su esposa le pudiera aportar; lo demás, ya lo cubriría con sus amantes. ¡No se como le daba para darse de tortas con lo que gastaba en el catre!

Y es que ni la belleza de su esposa, ni la necesidad de sucesor, hicieron que el rey fornicara con ella. Es gracioso como se repite la historia. ¡Ni si quiera hacían vida común! Ella vivía en casa de sus padres ya casada, mientras el monarca andaba a su lío, “calzándose” a toda mujer que le daba la gana. Era un «golfo» en toda regla. Está visto que gustó esta tradición regia en la monarquía española, ¿no os suena?

Sin heredero, no habrá reino: el «empujoncito» al promiscuo rey

Tras cuatro años casados y sin heredero, los nobles aragoneses comenzaron a preocuparse. Muerto Pedro II sin sucesor, se podría dividir y debilitar la Corona. Así que, rápidamente, tramaron un plan para que el rey “envainara su espada donde debía”. La propia reina, sabiendo la necesidad de un heredero, aceptó el engaño y se preparó para acostarse con su marido (5). Entonces, una noche de «desahogo» del monarca, su hombre de confianza le acompañó hasta la “afortunada” dama que yacería con él. El engaño comenzaba bien, pues la reina ocupó el lugar de la amante. Usó un truco para pasar desapercibida ante los ojos de su marido: poca de luz en la habitación. Funcionó bien el tema, ya que Pedro II ni se enteró.

Al amanecer, y tras dejar descansar al rey unas horas, entró en el dormitorio la procesión de conspiradores. Pensaron que así, sería menor el cabreo del monarca. Sus únicas palabras eran peticiones de perdón y explicaciones de por qué lo habían hecho. ¡Que sorpresa se llevó Pedro II al ver junto a él a su repudiada esposa! Pero no se quejó mucho. Se lo pasó bomba el tío, ¿de qué se iba a quejar? Eso sí, advirtió que no se la jugaran más, si no querían conocer la ira real.

Pedro entendió la necesidad que había causado tal engaño. Y muy comprensivo él (¡oh!, que buen rey), les deseó que llegara a buen fin el objetivo del mismo. Como si el tema del heredero no fuese con él…

Pedrito, ¡estás hecho un padrazo!

Sin duda, el rey estaba pletórico. Con una noche bastó para que la reina se quedara preñada y naciera el tan deseado heredero. Pero la tranquilidad que ganaron los nobles no fue compartida por el rey. Éste, tan mal marido como padre, repudió a su hijo. Se centró en sus tierras francesas y en combatir a un molesto noble francés que le tocaba las narices (6). Este noble gabacho, hombretón rudo donde los hubiere, vio la oportunidad de quitarle algunas tierras a Pedro II, así que atacó sin dudarlo (7).

Pedro II, sin apoyos, solo pudo negociar con su adversario, viendo que con la espada no iba a conseguir nada. Sin hallar un acuerdo, volvió a hacer gala de sus dotes de mal padre y de su nulo amor paternal. Entregó a su pequeño hijo a su enemigo francés para que fuera educado y casado con la hija de este, buscando que si se unían ambos pequeños, toda su trifulca acabaría. Sería buen rey, pero como padre, era peor que un demonio.

Se veía venir: la muerte tragicómica de Pedro II

Pero este acto deplorable, no funcionó para tener paz. Dos años después, Pedro II tuvo que acudir a defender a sus vasallos franceses (8). Finalmente, tuvo que enfrentarse a su archienemigo francés en batalla (9). Con lo que el karma, acumulado en su vida, actuó para devolverle al rey aragonés todas sus andanzas. Y en dicha batalla llegó el fin de nuestro protagonista. Pedro II murió de forma shakespeariana: a manos del tutor de su hijo y del que podía haber sido su futuro consuegro.

Pedro II
Batalla de Muret de 1213. Fuente

Y esto fue lo que le sucedió al rey Pedro II de Aragón, 300 años antes de que naciese el dramaturgo inglés William Shakespeare. Su historia no inspiró al bueno de Shakespeare para ninguna de sus obras. Pero otro gallo hubiera cantado si en vez de Pedro se hubiese llamado Peter y hubiese sido rey de Escocia. Estoy seguro de que mucha más gente conocería su historia. Sin duda, Shakespeare la hubiera usado para escribir uno de sus famosos teatros. Tened en cuenta que lo que hacéis en vuestra vida os puede pasar factura. La historia de Pedro II es un buen ejemplo de ello.


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Referencias y bibliografía

Referencias

(1) Esta batalla tuvo lugar el 16 de junio de 1212. Se desarrolló en la provincia de Jaén, en los campos que dieron nombre a la batalla. En ella se enfrentaron los cristianos peninsulares comandados por los tres grandes reyes del momento (Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra) y el ejercito del Imperio almohade bajo las órdenes de Miramamolin Al-Nasir. Los primeros contaron con 70.000 hombres y el segundo con 120.000. Fue la derrota total de los islamitas en la península ibérica. Ya no levantaron cabeza hasta su final en 1492 con la toma de Granada. Ruiz Vidondo, 2011, pp. 1-3.
(2) Casó a su hermana Leonor con Raimundo VII de Tolosa .
(3) Se casó con María de Montpellier, heredera de la casa condal de Montpellier. Además, María descendía de la dinastía de los Comneno, de donde habían salido varios “basileus”  del Imperio bizantino. El Estado bizantino, heredero del territorio de su antecesor, el Imperio romano de Oriente, se helenizo. Con esto regresó en todos los ámbitos del Estado a sus orígenes griegos. Así pues, la denominación del título imperial paso del “caesar, imperator, augustus” latino a la denominación clásica griega de “basileus”. Así, se simplificó en esencia su definición. Esto no era otra cosa que ser el “jefe de todo” lo que formase parte de la estructura gubernativa del Imperio bizantino (Iglesia, administración, ejército…). Fue Heraclio el primero en tomar este título hacia el 610 d. C. Ostrogorsky, 1963, pp. 117 y ss.
(4) Ser rey «por la gracia de Dios», era uno de esos argumentos que usaban para decir que reinaban porque Dios los había elegido. Esta era la cláusula legalizadora del reinado de un soberano por legitimación divina, esto es, con la aprobación del Papa de la Iglesia de Roma. Así Pedro II el Católico, el primer monarca de Aragón, fue ungido y coronado por el papa Inocencio III un 10 de noviembre de 1204 en el monasterio romano de san Pancracio. El rito que se llevó a cabo fue transcendental para los reyes aragoneses, pues la coronación de Pedro II se realizó siguiendo el Pontifical de la curia romana del siglo XII reservado para la coronación del emperador, gobernante supremo por mandato divino o “por la Gracia de Dios”. Durán Gudiol, 1989, pp. 18-20.
(5) Según toda la bibliografía consultada, tal fue la cuestión de que Pedro II yaciera con su esposa, un engaño realizado por las altas esferas de la Corona de Aragón (Iglesia, nobles e incluso la reina).
(6) Simón IV de Montfort de la Casa de Montfort-l’Amaury, nació en Normandía el 1 de enero del año 1165, según cuadros que se conservan de Simón, era un hombre bien parecido, de complexión fuerte, de mirada serena y resoluta. Junto al legado papal Arnau Amalric, participa en el asalto de la ciudad de Beziers, donde tuvo lugar la ignominiosa matanza de todos sus habitantes, sin distinción de sexos ni edades, por haber apoyado la causa de los cátaros y no rendirse ante las fuerzas de los cruzados. Otro episodio importante en la vida de Simón de Montfort, fue la Batalla de Muret, cerca de Tolosa, donde se enfrentó a Pedro II de Aragón. Pinuaga de Madariaga, s.f.
(7) ¿La causa de esta oportunidad? La cruzada iniciada por el papa contra los “cátaros” en aquellas tierras. “Cátaro” era una de las múltiples denominaciones peyorativas que los miembros de la Iglesia romana daban a un movimiento religioso nacido a mediados del siglo X entre la población del sur francés, especialmente en la región del Languedoc. Esta doctrina fue declarada herética por la Iglesia católica con el argumento de que las creencias cátaras promulgaban la dualidad creadora (Dios y Satán) y predicaba la salvación por medio del ascetismo y el rechazo total del mundo material. La palabra ‘cátaro’ proviene del griego “catharos”, es decir, “puros”, término no usado nunca por ellos, que se llamaban así mismos “apóstoles” o simplemente “cristianos”;(ver Labal, 1984. Pero estos cátaros herejes, estaban consiguiendo muchos adeptos entre los nobles del sur de Francia, lo que no gustaba al papa, pues perdía donaciones. ¿Solución papal? Acabar con ellos.
(8) Entre ellos se encontraban los cátaros, que eran atacados incesantemente por Simón de Montfort, el archienemigo francés de Pedro II.
(9) El 12 de septiembre de 1213, en un campo cerca del castillo de Muret, a veinte kilómetros al suroeste de Tolosa, se luchó una batalla entre dos ejércitos, uno de los cuales estaba comandado por el rey de Aragón, Pedro II, posteriormente llamado “el Católico”, y el otro, por el caballero francés, el conde Simón de Montfort, el caudillo de la cruzada lanzada contra los herejes albigenses. Smith, 2014, p. 74.

Bibliografía

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Sergio Gutiérrez Cantero
Graduado en Geografía e Historia por la UNED. Especializado en Historia Moderna de España y en Historia Militar del siglo XVIII. Apasionado de la Historia y del conocimiento de nuestro pasado. Deseoso de poder demostrar que la divulgación de la Historia no es algo de señores mayores trajeados con discursos pesados y aburridos.