¿En qué piensas cuando escuchas la palabra histeria? Probablemente lo primero que imaginas sea una mujer nerviosa, enojada, descontrolada, quizá un poco “loca”. Sin embargo, hay detrás toda una historia que se nos ha olvidado y que hace que utilicemos palabra «histeria» casi sin darnos cuenta.
En realidad, “histeria” significa útero en griego antiguo. Y es un concepto que Hipócrates utilizó aproximadamente en el año 500 a. C. para hacer referencia a un malestar femenino que en aquellos tiempos era relacionado con un movimiento desenfrenado del útero dentro del cuerpo (1).
Hay que recordar que Hipócrates es reconocido hasta nuestros días como el Padre la Medicina y no es casualidad, tiene el mérito de haber sido el primero en ubicar los males en el cuerpo, es decir, de encontrarle causas orgánicas a las enfermedades (2). Antes de él, las enfermedades eran entendidas como fenómenos sobrenaturales, por lo que sus causas y tratamientos eran solamente mágicos y religiosos.
Pero regresando al tema que nos ocupa (el de las mujeres, el útero y los nervios), hay que apuntar que Hipócrates observó síntomas comunes en distintas mujeres, cuyas causas no pudo explicar, y lo único que pensó que podría relacionarlos era que el útero había caído en desuso (sí, la cuestión en común entre ellas era de tipo sexual: todas eran vírgenes, solteras o viudas). De ahí en adelante la histeria seguiría siendo relacionada con la sexualidad y el cuerpo femenino.
Por ejemplo, en la Edad Media, cuando la religión cristiana se impuso a la filosofía griega en la que Hipócrates se había formado, muchas de las mujeres que se consideraba que tenían un “útero errante” pasaron a ser consideradas brujas o herejes… de mal en peor. Sus malestares encontraron razón en la religión, en una encrucijada entre lo divino y lo diabólico. De hecho, aquellas que no obedecieron las normas de la Iglesia fueron acusadas de mantener relaciones sexuales directas con el diablo, literalmente (3). Si además le sumamos que la herejía(4) fue un movimiento importante para otros grupos que habían sido excluidos por el sistema económico (el feudalismo y el naciente capitalismo), podemos acercarnos un poco a las razones por las que miles de mujeres consideradas brujas fueron quemadas en las hogueras de la Inquisición. La histérica de Hipócrates se convirtió en bruja desde el mismo cuerpo enigmático, incontrolable, sexualizado e inexplicable.
Y ahí no acaba la historia. Cuando la religión se sustituyó por ideales basados en la ciencia y el progreso, las enfermedades volvieron a explicarse según el funcionamiento de los órganos y los cuerpos. Fue entonces cuando surgió la medicina moderna. A partir de ahí, los médicos empezaron intervenir directamente sobre los cuerpos (por ejemplo, con disecciones), pero hubo (otra vez) un cuerpo en resistencia: el de las mujeres cuyos malestares corporales no encontraban explicación con el método médico. Estos cuerpos en resistencia estuvieron nuevamente entre distintas teorías, que hablaban del cerebro, del útero (sí, otra vez el útero), de las emociones y finalmente, la psique.
Tal vez te suena el nombre de Freud y su teoría: el psicoanálisis. Pues justamente le debe su desarrollo a esos cuerpos, a esas mujeres cuyos síntomas no podían explicarse por afuera (o sea, por los hombres médicos que intentaban capturar y controlar esos cuerpos), sino desde dentro (desde las palabras de esas mujeres, que al hablar de ellas y de su sexualidad, veían desaparecer sus síntomas (5)). Pareciera que por fin llegamos a la la cura de la histeria (digo ‘cura’ porque para estos momentos ya era considerada una enfermedad sin explicación, en lugar de brujería). Pero, no fue tan fácil.
Finalizaremos esta historia en un salto hasta el día de hoy, donde la medicina ya no sólo estudia al cuerpo, sino que estudia también la mente. Ahora que tenemos la psiquiatría, que se encarga de diagnosticar y tratar las enfermedades mentales, la histeria a pasado a ser una enfermedad que tiene síntomas muy parecidos a los de otras enfermedades del cerebro o del sistema nervioso, pero por el contrario es diagnosticada cuando resulta que, a pesar de esos síntomas, el cerebro y el sistema nervioso funcionan bien.
La histeria tiene ahora otro nombre (6), y es considerada una enfermedad psiquiátrica nuevamente inespecífica, cuyos tratamientos son muy variados y se dirigen tanto a mujeres como a hombres.
Pero en otros contextos, como en el lenguaje cotidiano, la histeria se mantiene como un imaginario que nos hace pensar en estereotipos muy específicos e inconvenientes sobre lo femenino.
No se trata de una mujer loca, mal de los nervios, mal de la cabeza, muy enojada, frustrada ni deprimida.
En todo caso, se trata de un malestar que se expresa con el cuerpo; un cuerpo que ha sido reprimido y callado por siglos y siglos. La histérica es una figura con historia que ha estado muy presente en el desarrollo de nuestras sociedades. Cuestionarnos a qué nos referimos cuando hablamos de la histeria, y por qué la utilizamos para explicar el malhumor de algunas personas (en su mayoría mujeres) puede ayudarnos a modificar poco a poco el imaginario y los estereotipos tanto de lo femenino como de la enfermedad mental.
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[…] a veces en calma a veces enloquecida. En otras palabras, lo que en el siglo XIX se conocerá como histeria femenina(2). Ya muy lejos de Amargo, pero mira, todavía existía. Actualmente, creo que lo […]
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